lunes, diciembre 19, 2022

Ediciones UC publica vinilo de “Canto para una semilla”



 El Mercurio


Es el primer álbum musical que lanzará este sello de la U. Católica e incluye una grabación histórica de la obra de Luis Advis con versos de Violeta Parra.

Maureen Lennon Zaninovic

“Parte fundamental de la labor de Ediciones UC es abrir nuevos espacios para la cultura e innovar con propuestas que releven nuestro patrimonio inmaterial. Esta nueva edición de ‘Canto para una semilla' es un verdadero deleite para los sentidos y es la primera de varias iniciativas que están planificadas en conjunto con la Fundación Violeta Parra y que creemos serán un aporte fundamental para la divulgación del legado de la más insigne artista chilena”, señala María Angélica Zegers, directora de Ediciones UC. Se trata del proyecto que está emprendiendo este plantel y que significa dar forma al primer vinilo en la historia de este sello; un ambicioso rescate que verá la luz en las próximas semanas y que incluye la obra “Canto para una semilla”.


Ignacio Sánchez, rector de la UC, complementa que este álbum es parte de la alianza que suscribieron con la Fundación Violeta Parra. “Es nuestra primera exploración en vinilo y se suma al reconocimiento y a la difusión en torno al legado de esta gran artista nacional”, manifiesta. La autoridad añade que desde hace meses “estamos trabajando en el traspaso de la obra a la UC y en la habilitación del espacio Violeta Parra que debería estar listo muy pronto. En esa línea de apoyo, la Radio Beethoven acaba de emitir un programa, con producción de Erik Rojas, donde los auditores pudieron escuchar una edición de ‘Canto para una semilla'”.


Como se lee en el sitio Memoria Chilena de la Biblioteca Nacional, a esta obra se la suele definir como una elegía/cantata para voz recitativa e instrumentos tradicionales (charango, cuatro, guitarra, quena, bombo), compuesta por Luis Advis (1935-2004) a partir de las décimas de Violeta Parra. Este trabajo fue estrenado por Inti-Illimani e incluyó la voz de Isabel Parra, hija de la autora de “Gracias a la vida”.


Esta última rememora que comenzaron a ensayar esta pieza en 1972 y su estreno tuvo lugar en el Teatro Antonio Varas. “Para mí es la obra más profunda de la historia de la música chilena. La más verdadera. Son versos de mi madre y yo tuve la suerte de estar muy cerca de Luis Advis y él, en un acto de amor, decidió que yo debía cantarla y así lo hice, en medio de muchísimas actividades. El estreno tuvo como narradora a la destacada actriz chilena Carmen Bunster”. Isabel Parra cuenta que la presentaron en diversos escenarios, “pero llegó el golpe de 1973 y la semilla quedó sin florecer. Después, cuando nos fuimos al exilio, la canté muchas veces con Inti-Illimani. Alcanzamos a grabarla en Chile y en Europa, pero luego quedó en el olvido”.


El aporte de Nydia Caro


La presidenta de la Fundación Violeta Parra aplaude el interés de la U. Católica por volver a editarla en un vinilo. “Esto es un acontecimiento patrimonial y, sobre todo, una magnífica oportunidad para que los jóvenes accedan a esta composición, a través del rescate de una grabación que hicimos en Roma, en 1978, al abrigo del legendario cineasta Vittorio Gassman. El sello Discoteca del Cantar Popular (Dicapi) tuvo muchos problemas y desapareció, pero afortunadamente sus dueños me pasaron el master y hoy podemos volver a sacar este disco”.


Isabel Parra explica que el registro sonoro de Roma tiene una narración en italiano, pero ahora tendrá un rol la cantante puertorriqueña Nydia Caro, quien en 2013 vino a Chile e Isabel Parra la asesoró en un disco con canciones de su madre. “Le pedí si podía grabar la narración en español y aceptó de inmediato. Lo que hicimos para este vinilo fue reemplazar el italiano original por la voz de Caro. ¡El resultado es estupendo!”, cierra Isabel Parra.

sábado, diciembre 10, 2022

Eduardo Carrasco y los meses de Torretti antes de su muerte: “La vida de Roberto se hizo cada vez más dolorosa”

“Carla estaba terriblemente afectada por la muerte de Roberto”, dice Carrasco, recordando el día en que fue a verla. “Cuando entré a la casa fue desolador”. En la foto, la pareja. CRISTIÁN SOTO QUIROZ


 El Mercurio


Cuando Roberto Torretti y Carla Cordua regresaron a Chile a mediados de los 90, ya como reconocidos intelectuales, Eduardo Carrasco les ofreció hacer clases en el posgrado de Filosofía de la Universidad de Chile. Así nació una amistad que se profundizó con los años. Se visitaban con frecuencia, almorzaban en el Rivoli. En 2006, Carrasco publicó un libro de conversaciones con Torretti. A un mes de la muerte de su amigo, el fundador de Quilapayún recuerda historias y complicidades compartidas.

Por Patricio de la Paz


Carla Cordua está sola en medio de una casa que se va desarmando. Quedan algunos muebles, pero las paredes —antes tapizadas de libros en sus idiomas originales, desde el griego al alemán— están desnudas. Es como una casa sin piel. Carla Cordua está ahí tratando de resistir la tristeza. Pocos días antes, el 12 de noviembre, murió Roberto Torretti, su compañero por casi siete décadas. Además de la pena, a los 96 años Carla Cordua enfrenta una mudanza. Deja el lugar donde vivieron tantos años juntos en Los Dominicos y parte a un departamento en Providencia. Un espacio más pequeño. Para una persona y ya no dos.


Eduardo Carrasco es quien recuerda esa escena ocurrida hace unas semanas. El filósofo y fundador de Quilapayún conoce bien a este matrimonio. Eran amigos, se visitaban, compartían almuerzos. Y sobre todo, conversaban. Carrasco, en 2006, publicó un libro de conversaciones con Torretti, En el cielo sólo las estrellas, que debe ser lo más cercano a una biografía del destacado filósofo de la ciencia que junto a Cordua, también respetada filósofa, recibieron en 2011 el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales. El dato de ser filósofos no es un detalle en esta historia de amistad. Constituyó el punto de encuentro de tres personas que hicieron de la filosofía una manera de ser, una forma de mirar el mundo, y no solo un oficio.


“Carla estaba terriblemente afectada por la muerte de Roberto”, dice Carrasco, recordando el día en que fue a verla. “Cuando entré a la casa fue desolador. Después de haberlos visitado tantas veces allí, en medio de anaqueles llenos de libros en el living y el comedor, ahora todo estaba vacío, porque los donaron a la Universidad Diego Portales. Y Carla ahí, sola”. Hace una pausa y dice en voz alta un mensaje para sí mismo: “Tengo que llamarla, le dije que iría a verla a su nueva casa”.


—¿Cómo conoció a Roberto Torretti?


—Supe de él cuando yo era estudiante de Filosofía en la Universidad de Chile. En ese tiempo (mediados de los 60), en la Facultad de Física y Matemáticas se creó el Centro de Estudios Humanísticos, que dirigían Roberto y Carla. Fue un fenómeno que conmovió el pequeño mundo de la filosofía en Chile, porque se empezó a construir una biblioteca muy importante, con ediciones originales de los libros más clásicos, libros que para nosotros eran las biblias de esa época, estudios kantianos, Nietzsche, Sartre. Empezó a transformarse en un lugar mítico de la filosofía. Pero en esa época no los conocí personalmente, yo estaba metido en otras cosas (Quilapayún nació en esos años).


—Aunque de referencia, ya sabía quiénes eran.


—Claro. También supe de Roberto, porque apareció su famoso libro sobre Kant, que ya en su edición era un acontecimiento. Apareció con tapa gruesa, en la Editorial Universitaria. Nadie publicaba un libro así, porque en Chile la filosofía era muy discreta. Además, explicaba la obra de Kant en forma formidable, inmediatamente se transformó en un referente. Compré el libro al igual que mis compañeros, somos tributarios de esa obra.


—¿Cuándo empieza la amistad?


—Cuando ellos regresan de Puerto Rico, a mediados de los 90. Roberto se había hecho muy conocido, porque dirigía la revista Diálogo, quizás la más importante de filosofía del continente. De Carla ya se sabía de sus trabajos sobre Sartre, sobre Hegel. Los dos tenían un gran valor. Yo era coordinador del posgrado de Filosofía en la Chile e inmediatamente les ofrecí un curso. Les pareció fantástico. Ahí empezó obviamente una relación, porque entre filósofos es muy poca la gente que hay para conversar, sobre todo gente rigurosa, con formación poderosa. Nos hicimos amigos primero con Carla.


—¿Por qué primero con ella?


—Porque Carla es mucho más cercana, abierta, y le gusta conversar mucho. Después fui a visitarlos a la casa y empezamos a encontrarnos con cierta frecuencia. Nos invitábamos a comer, a almorzar. A Roberto le gustaba mucho la cocina italiana, así que nos íbamos al Rivoli. Empezó una amistad cercana. Para mí eran verdaderas fiestas llegar a la casa de Roberto y Carla, sentarnos rodeados de libros, conversar sobre filosofía, pero también de cosas literarias, que a Carla le interesaban mucho. Hay una cosa que nos unía mucho con Roberto: el amor a Grecia.


—No es raro entre dos filósofos, pero explíquemelo.


—El amor al conocimiento de los griegos. Roberto, un verdadero genio políglota, traducía a los griegos, a Sófocles, a Tucídides, y era fantástico conversar esas cosas con él.


Eduardo Carrasco hace otra pausa. Se acuerda de algo. Lo de los griegos lo entusiasma: “Hay un concepto muy interesante de un profesor francés, Marcel Conche. Él habla de ‘llegar a ser griego'. O sea que tú, a través de la proximidad de los griegos, adquieres una manera de ver la vida, de abordar las cosas, de distanciarse de lo contingente, de mirar el mundo desde la racionalidad, con un espíritu de equilibrio. Eso compartíamos con Roberto. Ser griego nos unía, y eso que desde el punto de vista filosófico no podíamos estar en veredas más opuestas: yo he dedicado mi vida a estudiar a Nietzsche y a Heidegger, y Roberto más bien la ciencia”.


—Hizo un libro de conversaciones con Torretti, que dice los dejó aún más amigos. Lo conoció bien. ¿Cómo lo describiría?


—Roberto era un tremendo erudito. De un rigor intelectual magnífico. Además, tenía una memoria colosal. Era una enciclopedia, sabía todos los detalles, las fechas, incluso de cuestiones poco conocidas. Todas pruebas de un talento excepcional para el pensamiento.


—En el prólogo lo define como “un auténtico filósofo”.


—Creo que lo que hace un auténtico filósofo es su infinita curiosidad, era una persona abierta hacia muy diferentes aspectos de la vida. Hay un rasgo fundamental en la filosofía que es el distanciamiento, una idea nietzscheana. El distanciamiento es una condición en que tú sabes el verdadero valor de las cosas y no te la juegas por tonterías. Lo ideologizado, todos esos extremismos, sean de cualquier tono, quedan fuera. Entonces era interesante conversar con Roberto, porque cuando hablas desde el distanciamiento con otra persona que está en la misma actitud la conversación es provechosa.


—¿Él aceptó rápidamente el libro o fue un lento convencimiento?


—En principio, yo le propuse escribir un libro de conversaciones a Carla, quien se negó rotundamente. Es reacia a hablar de su vida, de sus sentimientos, de su intimidad. Entonces, me dijo: “¿Por qué no haces un libro con Roberto?”. A mí me atemorizaba con Roberto que los temas de filosofía de la ciencia me eran muy desconocidos. Pero bueno, se lo propuse a Roberto, quien lo pensó bastante. Cuando aceptó, puso una condición: que no hablaríamos ni una sola palabra de su relación con Carla.


—En todo caso, Carla sobrevuela en todo lo que Torretti habla, reflexiona y recuerda en esas conversaciones.


—Absolutamente. Podríamos decir que “brilla por su ausencia”. Es que ellos vivieron todo juntos. Fue su amor eterno, digamos.


—¿Cómo era la relación entre ellos? Fue testigo directo.


—Estaban unidos muy profundamente. Había distancia en los intereses intelectuales, eso sí. Carla era más humanista, inclinada hacia la literatura, le interesaba leer novelas. Roberto tenía afición por la música. Era un melómano; cuando no estaba leyendo, estaba escuchando música. Músicos renacentistas, Mozart, Bach. Le encantaba la ópera. Como era metódico y tenía un espíritu muy racional, le gustaba la pureza del sonido. Por eso, y como fanático de la tecnología además, escuchaba música con unos audífonos sofisticadísimos.


—¿Carla no compartía ese gusto con él?


—No. Carla es fundamentalmente literaria. Además tiene una especie de ultrasensibilidad auditiva, entonces no soporta un cierto volumen. Una vez los invité a un concierto de Quilapayún. No duraron ni cinco minutos. Carla no soportó el sonido.


—¿Era una pareja cariñosa?


—Sí, aunque discutían también. Como todas las personas que llegan a una cierta edad, que les gustan ciertas cosas que al otro no, tenían desencuentros que eran muy divertidos de presenciar. Roberto, un espíritu siempre sereno, no se inmutaba si Carla se enojaba demasiado.


—¿Conoce a Cristián, hijo del primer matrimonio de Carla y muy cercano a Torretti?


—Sí. Es un hombre muy simpático, muy agradable. Es arquitecto y vive en Noruega. Cuando se produjo la muerte de Roberto, él justo había venido a ayudar a Carla a cambiarse de casa. Como la situación de Roberto ya había llegado a un extremo, habían decidido que viviera en un asilo. Roberto llevaba como dos meses allí.


Eduardo Carrasco cuenta que los últimos años de Torretti no fueron fáciles. “La salud de Roberto se fue deteriorando, una cosa muy triste, muy terrible. Durante estos últimos meses, en que estuvo muy enfermo, Carla se dedicó cien por ciento a cuidarlo, con una devoción increíble”, comenta. Él lo vio por última vez en septiembre. Lo fue a visitar a su casa. “Me recibió en el living. Ya estaba mal”, recuerda.


“Los médicos no dieron certeramente con la enfermedad que Roberto tenía, que era una infección renal. Empezaron a buscar insistentemente un cáncer, que no estaba por ningún lado, y dejaron sin tratar lo que realmente tenía. La vida de Roberto se hizo cada vez más dolorosa, más… ¿cómo decirte?... miserable. Y él, con una lucidez total”.


—Era el cuerpo el que no lo acompañaba…


—No es que su cuerpo solamente no lo acompañara, sino que se ensañaba con él, lo humillaba.


—En el libro de conversaciones, Torretti habla de la muerte. Decía que no había pasado ni un día sin pensar en ella, pero que ya no le preocupaba. La veía como un fin, sin posterior vida eterna. “Nos morimos igual que los perros”, afirmaba.


—Los filósofos siempre han tenido una especie de serenidad frente a la muerte. Es característico de los filósofos antiguos, del helenismo tardío; muchos incluso llegaron a entender la filosofía como un aprendizaje a morir. Es una manera de ver la cosa desde un espíritu ateo, diría yo. Sin esperanza en el cielo. “En el cielo sólo las estrellas”, como dice el título del libro. Lo religioso lo piensa de otra manera, pero lo filosófico es pensarlo así.


—¿Piensa que la muerte fue para Torretti un espacio de tranquilidad?


—Creo que sí. La vida que Roberto tenía ya era insoportable.


—Entiendo que la enfermedad le complicó las cosas, pero en las conversaciones con usted él describía una serenidad que se gana en la vejez.


—La vejez trae ambas cosas. Por una parte, la serenidad de la mirada: ves las cosas de una forma mucho más lúcida que la juventud, que es más entusiasta, más partisana, más ciega. Pero, por otra parte, la vejez trae la miseria del cuerpo. Te empiezas a transformar en minusválido, te cuesta más caminar, eres más dependiente. Lamentable.


—¿Esa es su declaración de la vejez a los 82 años? Eres incluso mayor que cuando Roberto se sentó a conversar contigo para el libro…


—¡Oh, cierto! Bueno, la vejez es más depre. Yo siento tristeza. O sea, no diría que es la tristeza de estar dejando el mundo, sino de estar uno cada vez más disminuido. El final de Roberto ha sido muy aleccionador en ese sentido, es muy triste llegar a ese punto en que tienes que andar con un carrito… es una cosa muy depre. Y eso no lo puede arreglar nadie, porque el cuerpo va fallando y te arrastra a esa miseria física.


Eduardo Carrasco sigue a cargo de la dirección de Quilapayún y preparan un nuevo disco. Aún compone canciones para su ruta musical en solitario. Dejó hace unos años de ser profesor titular en el Departamento de Filosofía en la Universidad de Chile. Hoy disfruta a sus hijos y sus nietos, varios radicados en Francia, país donde él pasó sus años de exilio. Dice que con el tiempo ha ido mirando con distanciamiento el mundo, con espíritu libre. Como los griegos que tanto le gustan. Se define de izquierda, pero hace décadas que dejó de militar en el Partido Comunista. Abandonó, cuenta él, los entusiasmos ciegos que solo nublan la vista.


—En eso se parece a Torretti, que se declaraba escéptico, decía que “es hora de ponerse al margen de todo”, hablaba de vocación libertaria. ¿Era un territorio común entre ustedes?


—Absolutamente. Volvemos a lo de siempre: ser griegos. Cuando tú eliges la filosofía, la eliges como forma de vida. Lo que te interesa es conocer, saber cómo son las cosas, ser capaz de mirar el mundo más allá de posturas ideológicas y morales.


—En su juventud fue militante, adscrito a ese entusiasmo que ahora descarta…


—Me despegué de eso hace mucho tiempo. Sigo siendo un hombre de izquierda, aunque me siento muy libre. No me siento un hombre de izquierda partisano, a mí me interesa conservar mi espíritu libre.


Eduardo Carrasco sigue a cargo de la dirección de Quilapayún y preparan un nuevo disco. Aún compone canciones para su ruta musical en solitario. MACARENA PÉREZ


Las dudas que surgen sobre el plan de modernización del CMN

 El Mercurio


Que supone cambios menores, no da solución al problema de centralización del Consejo de Monumentos Nacionales y que crea un nuevo organismo sin claridad, son algunas de las críticas.

María Soledad Ramírez R.

En un anuncio inesperado, el martes pasado, la ministra de las Culturas, Julieta Brodsky, presentó el “Plan de modernización del Consejo de Monumentos Nacionales” (CMN), con medidas como el aumento de la dotación, el traspaso de funciones desde el Servicio Nacional del Patrimonio Cultural a la Secretaría Técnica del CMN, con el fin de potenciar la descentralización, y la creación de una corporación público-privada del patrimonio cultural, que podría evaluar proyectos y realizar investigación, entre algunas de sus funciones.


Pero el anunció ha despertado comentarios. Una misiva, de carácter privado, enviada por algunos miembros del consejo del CMN a la autoridad le hacía notar que no fueron consultados por este plan y expresaban su preocupación por el tema. Ayer, una carta publicada en “El Mercurio”, del arquitecto Ives Besançon, pastpresident de la Asociación de Oficinas de Arquitectura (AOA), ponía el acento en cuál sería la real efectividad de estas medidas, urgía a la pronta aprobación de la ley de patrimonio que está en el Senado y definía como confusa la creación de la corporación público-privada.


La ministra Brodsky defendió ante “El Mercurio” el plan y comentó sobre no apurar la ley de patrimonio que descansa en el Congreso que, “ninguna ley por sí sola destrabará totalmente los problemas que existen en la tramitación de grandes iniciativas país”. En cambio, agregó, “este plan constituye un avance relevante, un conjunto de medidas administrativas, presupuestarias y reglamentarias que ya comenzaron a ejecutarse (algunas se concretarán el 2023, tienen diferentes tiempos), paralelamente a la tramitación del proyecto de ley de patrimonio cultural”.


La autoridad explicó sobre la corporación que realizarán un estudio previo para determinar sus facultades. “La idea es que esta corporación pueda generar procesos de innovación en la gestión, el conocimiento y la investigación, ámbitos que por su naturaleza no se realizan de manera permanente por las instituciones”, agregó.


La creación de este organismo es uno de los puntos más preocupantes para Emilio de la Cerda, arquitecto y exsubsecretario del Patrimonio en el gobierno de Sebastián Piñera. “Es un anuncio que hay que bajarlo y ver en qué consiste, pero la verdad, si se quiere fortalecer la función pública de la secretaría técnica y ya se sabe más o menos cómo hacerlo, que es contratar arqueólogos, aumentar presupuesto, hacer el cambio legal, por qué generar una institución de carácter privado que tiene funciones muy similares”. Para De la Cerda, la construcción de una institucionalidad paralela a la secretaría técnica lo que hace es debilitar a esta. “Es privatizar la función pública sin reforzar a la entidad que tiene esa misión, y creo que ese anuncio llama profundamente la atención, sobre todo viniendo de un gobierno donde, digamos, al menos, retóricamente, el hecho de fortalecer la función pública y evitar la privatización de funciones públicas, sobre todo en este caso en que hablamos de patrimonio cultural, aparece como un caballito de batalla. Suena muy equívoco un anuncio de esa naturaleza”.


Sobre la delegación de funciones, la ministra Brodsky habla de “procesos administrativos simples y menores, para destrabar evaluaciones de proyectos u otros actos”.


Desde la mirada de De la Cerda, esto no es un plan, sino “una serie de medidas paliativas a la función del CMN que en el fondo vienen a proponer una agenda paralela de mucho menos alcance que la ley de patrimonio que está en el Congreso. Si uno quisiera hacerse cargo de verdad de los problemas estructurales del Consejo, lo que hay que hacer es avanzar en la ley, discutir esto en el Senado, incorporar cosas nuevas que se estimen que se tienen que abordar, etc., pero no hace mucho sentido tener la ley durmiendo ocho meses en el Congreso y proponer una serie de medidas que son de muy corto alcance”.

Festival de Jazz de Providencia vuelve al ruedo con músicos extranjeros

 El Mercurio

La guitarrista Sheryl Bailey, la clarinetista Anat Cohen y el saxofonista Caleb Wheeler Curtis comandan el programa del 12 y 13 de enero en el Parque Inés de Suárez, que desplaza al histórico Parque de las Esculturas.

IÑIGO DÍAZ

A esta altura están convertidos en virtuales palcos preferenciales para presenciar espectáculos en el Parque Inés de Suárez, en calle Antonio Varas y Vasconia. Los balcones de los edificios que lindan con el recinto por el lado oriente se pueblan de espectadores durante cada concierto allí.


Y es uno de los atributos con que este parque vino a sustituir ya definitivamente al Parque de las Esculturas, el lugar donde se inició la mística y la masividad del Festival Internacional de Jazz de Providencia, que en los años 90 era nada más que un pequeño encuentro familiar denominado Música junto al Río.


Después de tres años de suspensiones por el estallido e impedimentos sanitarios, en su vigésima edición la cita regresa a sus programas con músicos extranjeros en el cartel, el 12 y 13 de enero. “¿Perdió terreno el festival durante este tiempo tan difícil? En absoluto, porque el jazz no es una competencia, sino una apreciación. A pesar de que tuvimos versiones mucho más pequeñas, la gente siempre llenó el espacio”, comenta desde Estados Unidos el curador del festival, Roberto Barahona.


El programa ya está confirmado con dos conciertos gratuitos cada noche, donde habrá proyectos extranjeros y nacionales. El jueves 12 estará el Sexteto Concepción Jazz, formado por figuras penquistas, que además son profesores de la Big Band Concepción, que dirige el saxofonista alto Ignacio González.


“Durante la pandemia tomé clases telemáticas con Chris Byars, un saxofonista y arreglador neoyorquino muy destacado. Nuestra música se basa en arreglos suyos para la combinación instrumental del sexteto sin piano y con un frente de cuatro instrumentos melódicos: saxo alto, saxo tenor, trombón y guitarra, que actúa como cuarto viento”, explica González.


La noche inaugural se cierra con el cuarteto de la guitarrista Sheryl Bailey, que en rigor es un trío más uno. Y ese “uno” es nada menos que Anat Cohen, una de las figuras del momento. “El valor del festival está en la posibilidad de escuchar en directo a músicos de Nueva York o de Europa, que casi no hay opción de acceder en Chile. O de conocer proyectos nuevos como el Sexteto Concepción Jazz. Concepción es una de las cunas del jazz chileno”, dice Roberto Barahona.


El viernes 13, en tanto, se presenta el trío que forman el pianista argentino Leo Genovese, el contrabajista Rodrigo Espinoza y el baterista Gabriel Puentes, un conjunto afiatado que experimenta desde la improvisación y cuenta con el álbum “Siete flores negras” (2018). El cierre estará a cargo del cuarteto del saxofonista de Brooklyn Caleb Wheeler Curtis.


Un nuevo escenario


“Esos balcones que funcionan como palcos son una de las ventajas para la apreciación de la música. El Parque Inés de Suárez tiene capacidad para siete mil personas y la disposición del espacio permite que se vea el espectáculo mucho mejor que en el Parque de las Esculturas, donde se podían distribuir pocas sillas frente al escenario. Ese espacio es más bien un museo al aire libre”, explica Jorge Andrés González, director de la Fundación Cultural de Providencia.


En ese anterior espacio se daba el contraste entre la audiencia al norte del río y la del sur, que se ubicaba en aposentadurías improvisadas, la mayoría de las veces ocupando el espacio público. Para los conciertos en el nuevo parque, que comenzó a utilizarse decisivamente en 2020 con la visita de Melissa Aldana (en 2021 se canceló y en 2022 hubo dos noches solo con músicos chilenos), no será necesario retirar invitaciones, pues la ocupación del aforo será por orden de llegada. Y la música se termina, sí o sí, a las 23:00 horas, para respetar el entorno residencial.

Alejandro Fernández homenajeará a su padre en Viña 2023

 El Mercurio


El intérprete mexicano regresará después de ocho años a la Quinta Vergara, donde aprovechará de tributar el legado musical de Vicente Fernández.

Raimundo Flores S.

Semanas antes de que todo el mundo se encerrara en sus casas, en febrero de 2020, Alejandro Fernández lanzó entre bombos y platillos “Hecho en México”, el disco con el que volvió a la música regional de su país luego de exitosas incursiones en el pop romántico. La idea era recorrer América Latina con este nuevo trabajo, pero la pandemia frustró momentáneamente sus planes.


Ahora, Fernández tiene todo listo para retomar esa gira y eligió como punto de partida el próximo Festival de Viña del Mar, escenario al que regresará tras su exitosa presentación en 2015, donde se llevó las gaviotas de Plata y de Oro.


“Estoy encantado, feliz y motivado porque vuelvo después de ocho años que no me presento en Chile. Viña es uno de los festivales a los que les tengo más cariño, junto con el de Santo Domingo. Creo que son los dos festivales más importantes a nivel internacional y siempre el pueblo chileno me ha recibido increíble”, comenta Fernández a través de una videollamada con “El Mercurio”, desde Guadalajara.


El mexicano adelanta que parte de su show estará dedicada a repasar su último álbum, el cual se decidió a grabar precisamente por la experiencia en conciertos de los últimos años. Como siempre dejaba un espacio para hacer un interludio mariachi, después de un tiempo sintió que era momento de sumar nuevas canciones a ese repertorio.


“Siempre hay que regresar a las raíces, a lo tuyo. Regresar a lo básico siempre es una buena fórmula. Sobre todo yo, que me di ese permiso de poder experimentar en el pop para sobrepasar barreras y poder sonar internacionalmente con mi música en las estaciones de radio, haciendo un estilo nuevo de música mexicana, que me funcionó muy bien”, señala.


Esa dualidad del repertorio de Fernández es un tema recurrente en su carrera. Siendo hijo de Vicente Fernández, su apuesta por el pop romántico no fue bien recibida por los seguidores más tradicionales de la música regional mexicana, aunque él se nota satisfecho.


“Es un mundo muy purista, muy tradicionalista y hay mucha gente que lo defiende a capa y espada. Pero aventurarse a hacer una música nueva, a pesar de las críticas, es bastante bueno. Creo que el que no arriesga, no gana y si no me hubiera arriesgado, me hubiera quedado estacionado en la música mexicana, sin poder haber salido de México tal vez”, opina y adelanta que también incluirá parte de ese repertorio en Viña del Mar.


Lo que probablemente será un punto alto de la noche es el homenaje que planea hacer a Vicente Fernández, fallecido en diciembre pasado, algo que ha incluido en sus últimas presentaciones en México y Estados Unidos. Aunque prefiere no entregar muchos detalles, asegura que hay “considerado un momento muy especial para mi padre”.


Extrañando sus consejos


A días de que se cumpla el primer aniversario de la muerte de su padre, el intérprete de “Me dediqué a perderte” admite que su ausencia le ha costado. “Ha sido difícil, sobre todo los primeros meses; extrañas físicamente a la persona, pero después te das cuenta del sufrimiento que estaba pasando, que aunque fue un momento rápido, fue por una enfermedad muy rápida, todo el tiempo que estuvo en el hospital no lo estuvo pasando nada bien. Y de verlo sufrir así, creo que mi padre lo pedía también. Al final, él pedía regresarse a casa. No podía hablar porque tenía el respirador mecánico y lo único que podía decir era ‘casa'”, relata.


Ante el dolor, asegura que algo que lo ha consolado es percatarse de lo hondo que caló su música en las personas. “Antes lo tenía a cualquier hora del día, se me atravesaba cualquier cosa y le hablaba por teléfono para que me diera algún consejo, y saber que ya no cuentas con eso es lo difícil. Pero, al final, se van quedando las cosas lindas que viviste en la vida, las cosas personales y su carrera, cómo se entregó al público. Son momentos, pasajes de su vida que no me deja solo a mí, sino que a muchísima gente”, cierra.


Tercera noche


El retorno de Fernández a la Quinta Vergara será el 21 de febrero, jornada donde también estarán Los Jaivas y un humorista por confirmar.

viernes, diciembre 09, 2022

Lanzamiento en la Sala SCD Bellavista: La pequeña gran sinfonía recobrada de Nino García

 

Nino García integró el Sexteto Hindemith 76. Escribió música para solistas y ensambles, además de canciones pop y baladas.

El Mercurio


El guitarrista Romilio Orellana impulsó el rescate de la “Sinfonía democrática”, una partitura que permaneció treinta años en silencio. Se presentará hoy en un concierto a dos guitarras con Horacio Salinas.

IÑIGO DÍAZ


Se trata de una partitura democrática en varios sentidos. El compositor Nino García (1957-1998) la pensó como una obra que saludara el regreso a esa anhelada vida sin dictadura, pero también fue escrita en un sentido democrático desde lo tímbrico.


“Todos los instrumentos tienen el mismo estatus, el mismo valor y la misma importancia. Yo creo que por eso él la tituló así”, explica el guitarrista Romilio Orellana, músico clave en la reconstitución de una partitura que descansó en el silencio por 30 años, custodiada por María Eugenia Zúñiga, viuda del compositor.


La “Sinfonía democrática” de Nino García fue grabada este otoño en el Aula Magna de la Usach, para un álbum en formato vinilo del sello Aula Records, por músicos de la Orquesta Clásica Usach bajo la dirección de Pablo Carrasco. Técnicamente aún no ha sido estrenada frente a una audiencia. “La llevaremos a salas y teatros durante 2023”, anticipa Orellana.


La grabación se podrá ver y escuchar por pantallas hoy como parte del concierto de lanzamiento del disco “Sinfonía democrática”, de Romilio Orellana, en la Sala SCD Bellavista (20:00 horas, $8.000). Allí estará el propio músico junto a Horacio Salinas, compositor de gran parte del repertorio histórico de Inti-Illimani.


En su primera parte, el concierto presentará entonces música para guitarra clásica, con obras que también integran el álbum, como “La partida”, de Víctor Jara, en un arreglo de Juan Antonio Sánchez, o “Tres paisajes latinoamericanos”, de Hugo Muñoz. Luego Orellana y Salinas tocarán dúos de guitarra, una saga de arreglos para piezas emblemáticas de Inti-Illimani, ahora en el contexto camerístico: “Alturas”, “Danza di Cala Luna”, “Araucarias”.


La “Sinfonía democrática”, de 22 minutos de duración, ocupará la segunda parte del programa. Si bien presenta ese nombre tan genérico, no fue escrita para una gran orquesta, sino para un ensamble menor, ocho instrumentos, que se mueven en dos universos: por un lado, violín, viola, oboe y fagot, y por el otro, piano, guitarra, percusión y contrabajo.


“Nino buscaba la sonoridad de una orquesta sinfónica con esos pocos elementos. Lo logró plenamente porque es un compositor sorprendente, que manejaba todos los lenguajes musicales”, dice Romilio Orellana. “Después de conocer su música, para mí Nino García es realmente el Leonard Bernstein de Chile”, agrega la pianista alemana Beatrice Berthold, quien fue parte del ensamble, en el documental que acompaña el proyecto de rescate musical, posible de ver en YouTube.


En cinco movimientos narra el período de máximas turbulencias desde la llegada de la UP hasta el retorno a la democracia, con varias citas y guiños musicales a los tiempos.


“Es muy difícil identificar una sola estética en la ‘Sinfonía democrática'. Nino García era pianista y compositor, pero también un músico muy presente en el mundo popular. Aquí tampoco se queda mucho tiempo en una misma idea. Es muy moderna en cuanto a la armonía, por momentos parece música romántica. Tiene cosas medio barrocas, luego un lenguaje jazzístico, y hasta música folclórica, con el trote andino medio cojo que representa una futura democracia compleja”, cierra Romilio Orellana.




“Resurrección”, de Mahler, con la Filarmónica: Imparable Bortolameolli

El Mercurio

Gonzalo Saavedra
Los chilenos somos malos para aplaudir de pie, a diferencia de los holandeses, por ejemplo, que lo tienen como costumbre. Pero el martes, después de que el director Paolo Bortolameolli dio, con fuerza, la indicación a la Orquesta Filarmónica para el energético impulso con el que acaba la Segunda Sinfonía, “Resurrección” (1894), de Gustav Mahler, el público del Teatro Municipal se paró instantáneamente y ofreció una emocionadísima y sólida ovación de diez minutos largos. ¿Cómo, si no, agradecer con justicia a las extraordinarias solistas —la soprano Yaritza Véliz y la mezzosoprano Evelyn Ramírez—, al magnífico coro del Teatro Municipal (director: Jorge Klastornick), a los músicos de una Filarmónica reforzada y brillante, y, sobre todo, a su talentosísimo principal director invitado por una experiencia de esas que cambian la vida?

Entre los muchísimos pasajes de una interpretación apasionada y precisa a un tiempo —que Bortolameolli dedicó a la memoria de su padre Rodolfo, muerto el año pasado—, hay que destacar el comienzo: seguro y terrorífico según dónde; el delicado Andante moderato, con unas cuerdas muy lucidas, lo mismo que en el arremolinado Scherzo. Luego, el Urlicht, en el que Evelyn Ramírez conmovió con su timbre precioso, su fraseo y su volumen, y puso a la audiencia en un emotivo recogimiento; aquí, los hondos y difíciles comentarios de las tres trompetas, casi desnudas, sonaron certeros.

El final, que incluye muchos y muy distintos episodios, contó con cuatro cornos que se escucharon espectrales desde el foyer, una pequeña banda de bronces y percusión escondida tras el escenario, y, en los últimos minutos, se unieron Yaritza Véliz y el coro hasta alcanzar la apoteosis: “¡Moriré para vivir!”. (Aún quedan dos fechas de este concierto imperdible: el sábado 10 y domingo 11.)

Después de los aplausos, Bortolameolli tuvo energía para firmar decenas de ejemplares de “Rubato. Procesos musicales y una playlist personal” (La Pollera Ediciones, 2020), que el director, en plena pandemia, escribió con una pluma envidiable y una profundidad que siempre es generosa.

Y todavía falta: el 13 de enero, en el Teatro Caupolicán, el imparable Bortolameolli se pondrá al frente de la Orquesta Nacional Juvenil de la FOJI (de la que es titular), ocho solistas, dos coros y un tercero de niños, que sumarán más de 600 personas sobre el escenario, para dirigir la Octava Sinfonía de Mahler, “De los mil” (1906). Impresiona la energía de este director que el sábado pasado ensayó cuatro horas en la mañana la “Resurrección” y, en la tarde y con el mismo ímpetu, tuvo el primer encuentro con los coros de la Octava —que llevan meses preparándose, pero que son en su mayoría entusiastas amateurs—, y corrigió con dedicación y paciencia para conseguir los resultados que quiere. Si ese concierto con músicos jóvenes sale la mitad de bien que el del martes con la Segunda, tendremos otro hito musical de los grandes.

“No quiero ser solo un director de podio (…). Quiero desarrollar proyectos, influir en el desarrollo cultural, social y educativo, reinventar la música cada día. Quiero hacer todo lo posible para que en una o dos generaciones más el ir a conciertos sea común y no de nicho. ¿Por qué las audiencias de la música clásica no pueden ser masivas?”, se preguntaba Bortolameolli hace unos años en una entrevista en estas páginas. Esa noble ambición se está cumpliendo con creces.

La Nueva Ola celebra sus 60 años en el Caupolicán


El Mercurio

El show “Los inolvidables de siempre”, que reúne a algunos artistas de esa época, cierra un año de festejos en el recinto de San Diego.
Raimundo Flores S.

La pandemia fue el único obstáculo que logró detener el éxito de “Los inolvidables de siempre”, el espectáculo que en 2018 montaron José Alfredo Fuentes, los Hermanos Zabaleta, Germán Casas, Wildo y Horacio Saavedra. De todos modos, la pausa por las restricciones sanitarias hizo que esa nostalgia que provoca la Nueva Ola entre el público regresara recargada una vez que ya fue posible.

“Cuando nosotros recién volvimos después de la pandemia, nos dimos cuenta de que la gente necesitaba urgentemente una mano, un abrazo o una muestra de cariño. Y lo rico que tiene la música es que a través de ella se puede agradecer de manera distinta. Así que la pandemia, entre comillas, nos dio esa posibilidad de darnos cuenta de lo importante que es la música”, señala el “Pollo” Fuentes.

En ese contexto, durante el 2022 el show se realizó con el pretexto de la celebración de los 60 años de la Nueva Ola, ocasión especial por la cual decidieron invitar a Gloria Benavides para que formara parte del show. “Ha sido maravilloso ver la emoción de la gente por volver a revivir emociones con las canciones. Es impresionante ver a tanta gente cantando las canciones de uno que todavía permanecen y que yo creo que van a estar por siempre porque son momentos de una época hermosa”, dice la intérprete de “La gotita”.

Mañana, la conmemoración de las seis décadas del movimiento musical llegará a su fin con un concierto especial en el Teatro Caupolicán, a las 19:00 horas, con entradas disponibles en Puntoticket. Ahí, los cantantes repasarán lo mejor de su repertorio todos juntos en escena, con el apoyo visual de gráficas renovadas para la ocasión.

“Eso sí, las canciones no pueden cambiar y los artistas tampoco”, puntualiza Benavides, quien agrega entre risas: “No nos vamos a hacer lifting ni nada. Somos los que somos y la gente nos quiere así, nos quiere sin arreglos, sin bótox, con nuestra experiencia plasmada en la cara. Pero las voces siguen siendo exactas, estamos cantando en los mismos tonos en los que originalmente se grabaron las canciones”.

En tanto, Fuentes destaca la vigencia de los temas de la época. “Hay una magia que se provocó en los años 60. Yo creo que ninguno de sus protagonistas se imaginó nunca que estaban escribiendo canciones que iban a ser eternas, con un mensaje de mucha unidad, que se ha ido traspasando de generación en generación”.

jueves, diciembre 08, 2022

En Concepción estrenan “Cavalleria Rusticana” e “I Pagliacci”

 El Mercurio


El maestro genovés Lorenzo Tazzieri trabaja junto a artistas chilenos y extranjeros en el montaje de esta dupla verista que se ofrecerá en tres funciones en el Teatro del Biobío, desde el 15 de diciembre.

Juan Antonio Muñoz H.

Concepción aspira a convertirse en un importante centro lírico no solo de Chile, sino también de América Latina. Y los pasos que dan la ciudad y la Corporación Cultural de la Universidad de Concepción (Corcudec) dan cuenta de un propósito firme, que se levanta en base a un trabajo perseverante.


El segundo Chile Opera Festival, en pleno desarrollo, finalizará este año con la presentación de tres funciones, en el Teatro del Biobío, de la atractiva dupla verista: “Cavalleria Rusticana” (Mascagni) e “I Pagliacci” (Leoncavallo), que se preparan, en lo musical y lo teatral, cual si fuera un taller, desde mediados de octubre. Para eso se ha convocado a un conjunto de artistas extranjeros y nacionales, que estarán los días 15, 16 y 18 de diciembre dando cuenta de sus logros. Al frente del equipo y de la Orquesta Sinfónica de la UdeC están el maestro genovés Lorenzo Tazzieri y el régisseur Marco Voleri, mientras que los elencos lo integran Davide Piaggio (Turiddu / Canio), Claire Nesti (Santuzza), Marta Mari (Nedda), Rodolfo Giugliani (Alfio / Tonio), Claudia Lepe (Mamma Lucia) y Gloria Rojas (Lola). También participan, como cover, Paola Rodríguez (Santuzza), José Azócar (Canio) y Camila Guggiana (Nedda).


Lorenzo Tazzieri (1985) es el gran motor de esta empresa. Llegó a Chile en 2019, recomendado por la pianista Verónica Torres, para hacerse cargo de una admirable versión de “Madama Butterfly” (Puccini), primer título operático que subió al entonces flamante Teatro del Biobío. Desde entonces no dejó de trabajar en Concepción, donde se convirtió en director artístico del Chile Opera Festival.


Con 37 años, Tazzieri es director titular de la Tokyo Metropolitan Opera Foundation, director artístico del Festival Internacional de Música Juvenil de Génova, el Festival Internacional de Música de Batumi (Under Sky) y el Festival chileno. En 2020 fue el músico más joven galardonado por el alcalde de Génova y por el presidente del Senado de la República Italiana con el título de Embajador de Génova en el Mundo, debido a su interés por producir convenios entre ciudades e intercambios de artistas jóvenes de todas las latitudes con el fin de generar nuevos espacios de trabajo e impulsar carreras.


“Vi en Chile un país con un enorme potencial para la ópera, no solo porque hay excelentes profesionales, sino porque conocí la avidez que el público tiene por estos espectáculos. Además, Concepción tiene una muy buena orquesta, con la cual es posible ir dando pasos en términos de repertorio. Estoy seguro de que Concepción se puede convertir en un gran centro operístico. Lo importante es generar las condiciones para que haya contacto con otros países y se pueda producir un verdadero intercambio; las posibilidades económicas del mundo actual son muy deficitarias, de manera que tenemos que ayudarnos. Y también tenemos que ayudarnos entre los teatros del propio Chile. Planear cosas en conjunto, aunar fuerzas”, dice Tazzieri.


—Uno de los premios del concurso de canto del festival es que el ganador actúe en Génova. ¿Cuál es el objetivo que persigue su ciudad con este festival?


“El Festival de Génova es joven. Tiene solo cinco ediciones. Pero no es un festival que pretenda hacer temporadas de ópera; de eso hay mucho en Italia. La idea es generar relaciones internacionales a través de la cultura en general y la música y la ópera en particular. Ya tenemos 13 acuerdos internacionales, lo que ha generado varias iniciativas artísticas y económicas que no habrían sido posibles si no existiera el festival. Uno de los logros de este tiempo fue hacer que la Orquesta Sinfónica UdeC, para la celebración de sus 70 años, hiciera su primera gira europea, con tres conciertos en Italia y otros 3 o 4 en Austria. Eso obviamente es una gran oportunidad para los instrumentistas chilenos, pero también para Italia; de hecho, en Génova nunca antes había tocado una orquesta chilena. En eso tenemos mucho que agradecer al gobierno italiano, a la embajada en Chile y al Instituto Chileno-Italiano”.


—¿Cuáles son los siguientes pasos en relación con el festival en Chile?


“Hay que afianzarlo y seguir adelante. Uno de mis objetivos es crear una suerte de Ópera-Studio para formar a los cantantes en estilo y repertorio. Algo que he podido ver en varios países de América Latina es que los cantantes no tienen la formación suficiente. Por eso es que es importante que también puedan viajar para conocer cómo se trabaja afuera, y para que regresen a construir en su país formas de trabajo que les permitan llevar adelante su vida. Y esto no solo es para los latinoamericanos; yo mismo, cuando salí por primera vez al mundo a los 23 años, no podía creer todo lo que había afuera de Italia. Salir significó un aprendizaje enorme”.


—Su forma de trabajo para el montaje de estas óperas es la de un taller, algo diferente a lo que se ve en los teatros.


“Es la única manera de que las cosas resulten bien. Montar una ópera debe tomar al menos un mes de trabajo, y ojalá más. Hoy esto no sucede casi en ninguna parte. En países como Chile, esto es imprescindible. Hemos buscado buenos cantantes internacionales y nacionales, y hacemos la experiencia de un escenario compartido. Todo el tiempo estamos todos trabajando. Sin proceso creativo, los resultados no pasan de ser regulares. En cambio, si trabajamos de esta manera, el resultado será el mejor que podemos lograr”.

IN-EDIT y Feria Pulsar inician sus nuevas ediciones

 El Mercurio


Mientras el festival de cine tendrá documentales sobre figuras como Leonard Cohen, David Bowie y Sinnead O'Connor, el encuentro musical incluirá más de 70 conciertos y el lanzamiento de las memorias de Los Bunkers.

Raimundo Flores S.

Anoche en el Teatro Nescafé de las Artes se daba el vamos a la decimoctava edición de IN-EDIT Chile, el tradicional festival internacional de cine y documental musical. La película elegida para abrir los fuegos fue “Nothing Compares”, de Kathryn Ferguson, que ahonda en los años de formación de Sinnead O'Connor a través de archivos inéditos de la cantante irlandesa. El largometraje también se exhibirá hoy a las 21:00 horas en el Centro Arte Alameda y mañana, a las 16:00, nuevamente en el Nescafé de las Artes.


Otro de los filmes que destacan en la cartelera del festival, que tendrá casi 30 títulos entre largometrajes y cortometrajes, es “Moonage Daydream”, de Brett Morgen. Este documental aborda la biografía de David Bowie, recorriendo desde su infancia hasta sus últimos días, guiado por la voz del mismo músico inglés, extraída de múltiples entrevistas. Hoy al mediodía, en el Teatro Nescafé de las Artes, será su única función.


Un ícono de la talla de Bowie también dirá presente en “Hallelujah: Leonard Cohen, a Journey, a Song”, de Daniel Geller y Dayna Goldfine. Tal como lo indica su nombre, la cinta está enfocada en una de las canciones más célebres del cantautor canadiense, indagando en su historia y en la huella que sigue marcando. Se dará mañana a las 20:00 horas en el Centro Arte Alameda, y el domingo a las 16:00 en el Nescafé de las Artes.


También estará “Ennio, el maestro”, de Giuseppe Tornatore, sobre el compositor italiano Ennio Morricone, que cuenta con testimonios de Clint Eastwood, Quentin Tarantino, Bernardo Bertolucci, Quincy Jones, John Williams, Bruce Springsteen, Joan Baez y Hans Zimmer, entre otros. Se exhibirá mañana y el domingo en el Nescafé de la Artes, a las 18:30 y 12:00, respectivamente, y el sábado en el Centro Arte Alameda a las 20:00.


Otros títulos son “In the Court of the Crimson King. King Crimson at 50”, del grupo de rock progresivo; “Rock por mil. La banda más grande del mundo”, sobre una visita de Foo Fighters a Italia; “Meet me in the Bathroom”, que explora la escena musical de Nueva York a principios de los 2000, y “Summer of Soul”, último ganador del Oscar a Mejor Documental.


Música, libros y reuniones


En tanto, hoy comienza en el Centro Cultural Estación Mapocho una nueva edición de la Feria Pulsar, que organiza la SCD. Se trata del mayor encuentro de la industria de la música chilena, que después de años mermado por el estallido social y la pandemia vuelve en todo su esplendor.


Incluirá más de 70 conciertos entre hoy y el domingo. La jornada inaugural incluirá nombres como Inti-Illimani, Sonora Palacios, Plumas y Mariel Mariel. Mañana actuarán Flor de Rap, Pedropiedra, Fernando Milagros y La Combo Tortuga. La programación del sábado comprende, entre otros, a Cami, Harry Nach, Gepe y Masquemusica. Por último, el día de cierre estará marcado por la presencia de Soulfia, Ases Falsos, Karla Grunewaldt y Cabezas Rojas, el proyecto de Macha Asenjo con Claudio Araya.


En otro ámbito de actividades, mañana a las 18:30 horas, se realizará la presentación de “Canción para mañana”, las memorias que escribió Mauricio Durán sobre la historia de Los Bunkers. Un poco antes, a las 18:00 horas, será el turno de “Con el corazón aquí: Rock, estado y mercado en la transición”, de Cristofer Rodríguez, libro que aborda la escena rockera local en la primera mitad de los años 90.


El sábado a las 18:00 horas se presentará “Manuel García-Acuario”, texto de Sergio Cancino que gira en torno al cuarto disco del cantautor. Ese mismo día, a las 16:00 horas, en un conversatorio con la periodista Marisol García, se reunirán algunos de los integrantes de la disuelta banda Pánico para hablar de una biografía que se está desarrollando sobre ellos e interpretar algunas canciones.


Además, Pulsar tendrá más de 80 stands de tiendas, productoras, sellos y de otros actores de la industria.

lunes, diciembre 05, 2022

Víctor Gutiérrez entre la música y la ciencia: El compositor chileno que estrenó con la Sinfónica de Berlín

 

Víctor Gutiérrez propone una música contemporánea escrita que tenga vínculo con lo escénico y con otras disciplinas. JAN WEGMANN

El Mercurio


“Encodes seas”, para orquesta, electroacústica, imágenes y poesía, se fundamenta en una investigación científica sobre la relación de energía que se da entre los océanos y la atmósfera.

IÑIGO DÍAZ

“Para mí es clave no escribir obras tan rígidas, me aburre solo trasladar ciertos datos a notas en una partitura. Cuando estudié electroacústica con Andrés Ferrari en la U. de Chile entendí que la música no es solo la partitura, sino el sonido y la performance, o sea lo que termina ocurriendo en el escenario en ese momento”, dice Víctor Gutiérrez (1991), un compositor chileno que da nuevos pasos en Alemania, a donde llegó en 2018 y donde ha encontrado un campo abierto para sus propósitos.


Ayer la Orquesta Sinfónica de Berlín dio un concierto en la U. de Künste, de la misma ciudad, con un programa que incluyó música de Britten y Frank Bridge, pero también del joven chileno Víctor Gutiérrez, con la obra “Encodes seas”. Es resultado de una investigación científica de gran especificidad.


“Yo ya había trabajado antes con este grupo de científicos de la U. de Hamburgo, lo que desembocó en una obra acerca de la resonancia que se manifiesta al interior de una sala con 280 parlantes. Como continuidad de ese experimento me comisionaron un trabajo mucho mayor, ahora con la partitura para la Sinfónica de Berlín”, dice Víctor Gutiérrez.


El chileno trabajó con la data obtenida por los investigadores del proyecto TRR-181, Transferencias de Energía en la Atmósfera y el Océano, y creó una obra de mediana duración para orquesta, que además incorpora aquellos otros elementos capaces de situarla en la dimensión performática: la electroacústica que contrasta, la poesía que se declama, las imágenes que se proyectan.


“A través de boyas sumergidas a 15 metros en el mar, el proyecto TRR-181 midió el movimiento de las corrientes y los remolinos. La ubicación cambiante de las boyas llegaba a los satélites, y así se pudo medir el comportamiento de las aguas. Con ese concepto en mente trabajé con los datos y los utilicé en la partitura para representar esas corrientes y remolinos”, explica Gutiérrez. “‘Encodes seas' habla de la relación entre lo humano y la tecnología y cómo nosotros utilizamos la tecnología para interactuar con la naturaleza”, completa el compositor.

¡Larga vida a Yaritza y Ramiro!

El Mercurio


Juan Antonio Muñoz H.

Es conmovedor ver un teatro casi lleno, con un público expectante y emocionado ante dos cantantes jóvenes que han desarrollado su arte haciendo frente a enormes dificultades y que han logrado avanzar hasta convertirse en referentes para su generación. Las circunstancias de la pandemia y la crisis de seguridad han hecho tambalear la experiencia de los espectáculos en vivo, pero cuando esta se produce, como ocurrió esta vez, se vuelve a confirmar que es insustituible: hay que agradecer por esto a la Corporación Cultural de Providencia y a la Corporación Amigos del Teatro Municipal.


La soprano Yaritza Véliz y el barítono Ramiro Maturana poseen voces destinadas a brillar más allá de nuestras fronteras, y son ejemplos de perseverancia en un trabajo de dificultades enormes en un mundo donde la competencia es muy dura. Con ellos, el pianista Jorge Hevia, un valioso guía musical y que, al inicio de la segunda parte del programa, interpretó, sin partitura al frente, la endiablada “Paráfrasis de Rigoletto” (Verdi / Liszt). No fue lo único que hizo como solista, pues ya antes había creado la atmósfera para “Addio del passato” (“La traviata”), con el interludio del tercer acto de la ópera.


Elegantemente vestida, Yaritza Véliz otra vez dio cuenta de un material poderoso, de una voz central plena con armónicos subyugantes y de una entrega dramática vital. Es en Puccini donde ella se expande como artista, pero debe cuidar la intensidad expresiva, atender los matices y profundizar el carácter de su Mimí (“La Bohème”) y su Liú (“Turandot”). Lamentablemente, no fue posible escucharla en “Senza mamma” (“Suor Angelica”) y “La canción de la luna” (Dvoøák), incluidas en el programa, pero omitidas, misma situación que ocurrió con el dúo “Nedda! Silvio!”, de “I Pagliacci” (Leoncavallo). Aunque estuvo bien en “Addio del passato”, de la que cantó solo la primera estrofa, su mejor momento fue la bellísima “Son pocchi fiori” de “L'amico Fritz” (Mascagni).


Hay, sin embargo, que hacer algunas consideraciones. Iniciar un recital con “Adriana Lecouvreur” (Cilea) no es lo más recomendable porque “Io son l'umile ancella” exige tener la voz ya entrenada: la línea de canto es muy exigente en términos de fiato. Y atención con la elección del repertorio, pues ni Norina (“Don Pasquale”, de Donizetti) ni Marguerite (“Fausto”, Gounod) son adecuados a su voz. Habría que explorar el estilo del belcanto, en el caso de la primera, y la fonética francesa y la coloratura, en el de la segunda.


Fue sorprendente la actuación del barítono Ramiro Maturana. Con una presencia escénica de gran atractivo y dueño de los personajes que interpretó, tiene además una voz que, sin ser exuberante en términos de volumen, es personal y de especial belleza tímbrica. Su canto es siempre distinguido y en estilo, lo que es fundamental, por ejemplo, en “Bella siccome un angelo”, de “Don Pasquale”; sería excelente poder verlo como el doctor Malatesta en la versión completa de la ópera. Lo mismo ocurrió con “Avant de quitter ces lieux” (“Fausto”), con fonética perfectible, pero en total comprensión del heroísmo místico del rol de Valentín. Rara vez es posible escuchar en un recital el aria “Questo amor, vergogna mia” de “Edgar” (Puccini) y Ramiro Maturana ofreció de ella una versión impecable. Es cierto que su Germont (“La Traviata”) todavía está en ciernes o que tal vez no sea para él, porque le falta peso y oscuridad; sin embargo, el dúo con Violetta (“Pura siccome un angelo”) lo mostró en correcta aproximación al personaje, lo mismo que la intención expresiva de su “Di Provenza”. En vez del dúo entre Silvio y Nedda, se incluyó la escena de Silvio, que cantó con elegancia y con un conmovedor acento en la vulnerabilidad de este rol, con el que se encontrará en la nueva producción de “I Pagliacci” que se estrenará en el Teatro del Biobío de Concepción el 15 de diciembre.

domingo, diciembre 04, 2022

Larga vida musical a la bohemia de Valparaíso

 

Tardes y noches memorables en La Isla de la Fantasía, en el cerro San Juan de Dios, con Lucy Briceño secundada por Juan Pou y el Tío Beno. CARLA DANNEMANN

EL Mercurio


Luis Alberto Martínez, María Cristina Escobar y Humberto Pollito González recibieron el reconocimiento de Tesoro Humano Vivo. Cultores de la cueca, el vals, el bolero y el tango, son los nombres mayores de una de las manifestaciones inmateriales reconocidas por la Unesco, una trama de canto y camaradería única.

IÑIGO DÍAZ

Sus días han transcurrido entre las tardes en el taller de costura, corte y confección en calle Victoria, y las noches de canto en diversos locales de Valparaíso. Son los dos oficios en los que Lucinda Gioconda Briceño Riquelme se ha convertido en una maestra. Más conocida como Lucy Briceño, ya ostentaba la investidura local de “primera dama de la canción porteña”, pero en 2017 ella dio un paso mucho mayor.


“Lucy Briceño recibió entonces el reconocimiento de Tesoro Humano Vivo, y así se convirtió en la primera cultora de la música de la bohemia tradicional de Valparaíso en tener este estatus”, dice Lorena Huenchuñir, profesora de música especialista en patrimonio. “Ella destacó entonces por su presencia en la cueca porteña, que entonces era lo que representaba al puerto. Ello nos llevó a realizar una investigación participativa para ampliar ese universo de músicas que son parte de la bohemia y su dinámica en el puerto”, agrega.


Así, el vals, el bolero y el tango se incorporaron a esta manifestación musical porteña tan identitaria, que ha sido reconocida por la Unesco entre las 27 prácticas inmateriales en Chile, junto con los tejueleros sureños, los carpinteros de ribera, los bailes chinos o las alfareras de Quinchamalí, entre otras manifestaciones. Junto a la cueca, estos estilos recién incorporados definen una mesa firme de cuatro patas.


En noviembre pasado fueron distinguidos en La Moneda como Tesoros Humanos Vivos representantes de siete comunidades y seis cultores de distintas prácticas. “Cada representante es clave en la transmisión y construcción de la identidad de su territorio. Es fundamental escuchar y aprender de sus saberes y experiencias, para una participación vinculante con miras a la salvaguardia efectiva”, dice la ministra de las Culturas, Julieta Brodsky, anticipando un plan de políticas públicas.


Entre esos cultores en palacio se encontraba la cantora María Cristina Escobar, una de las figuras de más larga data en la bohemia tradicional de Valparaíso, iniciada en 1963 como solista en radio Caupolicán como intérprete de valses, boleros, cuecas y tonadas. También ostenta la investidura de Hija Ilustre de Valparaíso.


Junto a ella, este año recibió el reconocimiento el bolerista Luis Alberto Martínez, “la voz más triste de Chile” y, al igual que Lucy Briceño, de 91 años de edad. Y también el célebre pianista y número puesto en las noches del Cinzano Humberto González, el Pollito, quien falleció este 18 de septiembre a los 87 años.


“Esta es la generación ‘Emblemática', popularmente reconocida como ‘los viejos cracks'. Son los cultores que van de los 70 años hacia arriba y que han marcado la música tradicional del puerto por décadas. La investigación que realizamos a partir de sus testimonios arrojó la presencia activa de 80 cultores de distintas edades: la generación ‘Transicional', que va desde los 45 a los 69 años, y la generación ‘Joven', que llega hasta los 44”, define Huenchuñir, coordinadora de este valioso informe de complemento para la inclusión del bolero, el vals y el tango a la hegemonía de la cueca en la música de la bohemia.


Todos somos artistas


Musicalmente, esta práctica se define por los cuatro estilos ya identificados, mientras que territorialmente opera al interior de un polígono que marcan los escenarios actuales donde estos artistas se presentan: El Rincón de las Guitarras en El Almendral, el Liberty y La Pará Kultural en el Barrio Puerto, el Cinzano en Plaza Aníbal Pinto, La Quinta de los Núñez en el cerro La Loma y La Isla de la Fantasía en el cerro San Juan de Dios.


“La música de la bohemia tradicional es una manifestación que no se da solo en el escenario. Esa es su esencia como oficio y estilo de vida. Lo más importante ocurre abajo y muchas veces después de un show. Fuera del escenario se da la conversación y la interacción, donde el público pasa a ser protagonista. Alguien puede tomar la guitarra y cantar en las mesas o subir al escenario. Así todos son pares, todos son artistas”, dice el músico e investigador de la música tradicional porteña Bernardo Zamora.


Zamora fue, además, productor de los tres discos de La Isla de la Fantasía, un elenco de cantores y músicos porteños de generación espontánea, que en su origen se reunía en el patio de la casa de la familia de Benito Núñez, el Tío Beno. Poco a poco capturó la atención de terceros que fueron apareciendo para escuchar a los artistas en su hábitat natural.


Virtualmente, La Isla de la Fantasía se convirtió en una selección de cracks, que eran viejos, pero aún no tan viejos cracks como hoy. “De los doce que grabamos hace 20 años solo quedan dos: los cantores Lucy Briceño y César Olivares”, dimensiona Zamora.


Las tres generaciones identificadas por el Servicio del Patrimonio están dando un aire nuevo a la música de la bohemia en esta extinción natural de los antiguos cultores, Manuel Fuentealba, Huaso Alvarado, Flaco Morales, Silvia La Trigueña, Elías Zamora, Mascareño.


“Hoy veo que cabros de 14, 20, 25 se están integrando a esta música, incluso gente que viene de las universidades, no necesariamente de las mismas familias de estos artistas”, dice Bernardo Zamora. “Se produce un traspaso más rápido y directo. Los jóvenes acuden a los emblemáticos, quienes les transfieren el saber, las técnicas, las mañas, para que luego hagan con ello lo que quieran”, cierra. Eso es oralidad pura.


Tesoros de la juventud

Luis Alberto Martínez

“Todo lo que tengo en mi repertorio son dramas, porque estoy convencido de que al público le gusta sufrir”, dice Luis Alberto Martínez en su entrada de la enciclopedia chilena MusicaPopular.cl. No sorprende entonces que haya sido presentado ante los públicos como “la voz más triste de Chile”. Curicano de nacimiento, tuvo acción en el Norte Grande antes de instalarse en Santiago. Bolerista dermático, fue distinguido como Ciudadano Ilustre de Valparaíso por su presencia musical en el puerto.


María Cristina Escobar

Es una de las pocas damas sobrevivientes de la generación emblemática de la bohemia tradicional. Fue fotografiada en primerísima fila en La Moneda cuando recibió la distinción. Son más de seis décadas en el canto del vals, el bolero, la tonada y la cueca desde que comenzó en una familia de músicos. Durante el gobierno de Frei Montalva, fue parte de la recordada Caravana Musical de Ferrocarriles del Estado, con giras por todo Chile. Al presidente le cantó la “Cueca de la reforma agraria”.



Pollito González

En quintas de recreo del cerro San Roque, en el mítico American Bar, en los Baños del Parque, el Checo o el Pancho Criollo, pero sobre todo durante cuatro décadas como pianista del Cinzano, Humberto José Miguel González Ramírez (1935-2022) consolidó su estatus de ineludible en el puerto. Su toque y musicalidad se pueden apreciar en los álbumes producidos por Roberto Lindl que capturaban allí el ambiente de una bohemia tanguera: “Una noche en el Cinzano” (2002) y “Otra noche en el Cinzano” (2007).






3 directores chilenos que llevan la batuta por el mundo

El Mercurio

Paolo Bortolameolli (40), Helmuth Reichel Silva (39) y Luis Toro Araya (27) son notables ejemplos de una brillante nueva generación de conductores nacionales que hoy destaca en importantes escenarios internacionales y con orquestas de trayectoria. Hablan de sus ambiciosos proyectos, de sus sueños y del futuro de la dirección en nuestro país. 
Maureen Lennon Zaninovic



Helmuth Reichel Silva y la ópera

Radicado en Alemania desde 2002, Helmuth Reichel Silva (39) es otra de las batutas jóvenes con mayor proyección internacional. Director titular de la Orquesta de la Universidad de Dresde, es el único artista chileno que ha logrado ser finalista en el prestigioso Concurso Besançon y, hasta antes de la pandemia, protagonizó una intensa agenda de presentaciones en Europa y Asia.

“Él ya se ha consolidado como una importante presencia dentro del contexto orquestal nacional. Su liderazgo y su alto compromiso por el desarrollo musical en el país lo han llevado a desarrollar paralelamente una labor pedagógica, en la cual hemos trabajado en forma conjunta, tanto en Chile como en Suiza. Admiro mucho su capacidad de exponer problemáticas de la dirección en un idioma lúcido y transparente, haciéndolo muy querido en la comunidad estudiantil”, señala a “Artes y Letras” Rodolfo Fischer, director musical de la Orquesta de Cámara de Valdivia y quien además imparte clases de dirección orquestal en Basel (Suiza)

Por estos días Reichel Silva se encuentra en Frutillar. En el Teatro del Lago conducirá el 9 y 10 de diciembre una versión reducida de la ópera “Pinocchio”, de la compositora Gloria Bruni.

“Esta es la primera ópera con producción completa que dirijo en Chile”, adelanta a través de un contacto telefónico desde la ciudad lacustre. Agrega que en lo musical estamos “ante una obra con muchos contrastes. Tiene segmentos que son, en el sentido positivo de la palabra, muy sencillos, pero en los momentos más conflictivos de la historia, la música se expande hasta llegar a la atonalidad y politonalidad. Se produce una intensidad armónica muy compleja”, manifiesta. Helmuth Reichel Silva continúa con su reflexión y dice que desde una mirada estilística, “es difícil clasificar a esta ópera. Hay una música que a veces roza la pureza infantil, pero también contiene otros aspectos que evidentemente son más modernos”.

Sobre sus influencias, confiesa su admiración hacia el letón Mariss Jansons (1943-2019), “quien fue director de la Orquesta de la Radio de Baviera. De hecho tuve la suerte de poder estar presente en muchos de sus ensayos con la orquesta. Fue una gran escuela para mí. Si tuviera que escoger uno, sería él. Pero al final uno va aprendiendo de muchos”, afirma.

Para lo que viene para el 2023, Helmuth Reichel Silva adelanta que retomará con más presencia sus compromisos con la Orquesta de la Universidad de Dresde y que quedaron inconclusos por la pandemia. “Ahora estamos abordando nuevo repertorio y las temporadas. Ese es un trabajo que me implica bastante dedicación, pero siempre hay espacio para otras orquestas alemanas. Estoy, además, en conversaciones para poder volver a Chile y, en 2024, ojalá dirigir en el Municipal de Santiago”.

También seguirá impartiendo clases en línea para un diplomado de dirección orquestal en la Universidad Alberto Hurtado. “Lo que falta en nuestro país es un buen programa de pregrado. Poder estudiar la carrera completa, como sí ocurre en Europa. Se está haciendo mucho, pero lo ideal sería contar con un programa de ocho semestres y para ello necesitamos buenos docentes en todas las ramas y con amor por la pedagogía”, concluye Helmuth Reichel Silva.




Paolo Bortolameolli atrapado por Gustav Mahler

Hace unos días Paolo Bortolameolli (40) vivió un imborrable estreno en la Ópera de París. El exbecado estrella de la Corporación Amigos del Municipal y de la Fundación Ibáñez Atkinson aún saborea su paso por uno de los legendarios coliseos líricos del mundo.

“Increíble. Fue un gran debut no solo en la Ópera de París, sino que también en ‘Tosca', de Puccini. Fueron 11 funciones y con un elenco impresionante; entre otros, Joseph Calleja como Mario Cavaradossi y Saioa Hernández como Floria Tosca”, cuenta el músico chileno que también es director asociado de la Orquesta Filarmónica de Los Angeles (LA Phil), en Estados Unidos, principal director invitado de la Orquesta Filarmónica de Santiago y batuta titular de la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil, esta última conjunto estrella de la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles (FOJI) que lidera Miguel Farías.

Añade que lo que más le impresionó es que el edificio de La Bastilla tiene una capacidad de 2.745 butacas y “todas las funciones estaban llenas. ¡Fue emocionante ver tanta gente!”, dice instalado en un palco del histórico escenario de Agustinas.

Bortolameolli está de regreso en Chile porque de aquí a mediados de enero desplegará una agenda de actividades impresionante. Desde este martes y hasta el 11 de diciembre, en el Municipal de Santiago dirigirá a la Filarmónica en la Segunda Sinfonía “Resurrección” de Mahler y el 13 de enero, en el Teatro Caupolicán, junto a la Sinfónica Nacional Juvenil y con un inédito contingente de músicos invitados, protagonizará un hito en la historia musical con el estreno en Chile de la Octava Sinfonía de Mahler.

Este año, además, en un llamado de último minuto, el 7 de septiembre realizó un reemplazo y tuvo su debut en la Philarmonie de Berlín dirigiendo a la Orquesta de la Deutsche Oper de Berlín justamente con la Sinfonía “Resurrección” del compositor de Bohemia.

“¡Una locura! El director original se contagió con covid-19 y, a través de mi agente, me contactaron para ver si podía asumir este relevo. Además sabían que iba a dirigir a fin de año esta obra en Chile. En ese momento estaba en París y todo se dio para que pudiera aterrizar y en tiempo récord ensayé y dirigí a la orquesta y al coro. Fue una función bellísima y a teatro lleno también”, rememora. Añade que fue un sueño “debutar en este olimpo de la llamada música clásica. Un lugar muy místico y especial y con Mahler. Aún no me lo puedo creer”. El director comenta que el 2022 fue un año plagado de hitos; entre otros, por primera vez dirigió a la San Francisco Symphony y pisó el Gran Teatre del Liceu de Barcelona con ‘La flauta mágica” de Mozart, en una serie de funciones que alternó con la súper estrella de la dirección venezolana Gustavo Dudamel. “Estuve siete semanas en Barcelona y quedé enamorado de ese teatro. Me encantó. Quedó la sensación de que se hizo un muy buen trabajo y ojalá pueda volver en el futuro”, confiesa este artista exclusivo de la agencia Fidelo Arts, que también representa a Dudamel y al célebre conductor finés Esa-Pekka Salonen.

Siguiendo con otros importantes desafíos internacionales como director asociado de La Phil, adelanta que está pronto a cerrar un ciclo en la Costa Oeste de Estados Unidos. “En mayo concluye mi última temporada en este cargo. Fue una muy buena experiencia, pero mi carrera despegó en lo internacional y hoy las semanas que puedo dedicar a la Filarmónica de Los Angeles se reducen a proyectos específicos. Gustavo Dudamel ha sido una persona fundamental en mi carrera. Estoy en un momento más bien agridulce y lleno de nostalgia porque mi paso por esta agrupación fue inolvidable, pero es el momento de tomar vuelo propio. Todos los que han pasado por mi cargo, eso sí, mantienen una relación de por vida con esta institución”, manifiesta.

Una verdadera locura

En lo inmediato, Paolo Bortolameolli habla de su próximo compromiso en el Municipal: la Sinfonía “Resurrección” y que, según explica, está basada en textos del poeta Friedrich Gottlieb Klopstock con los que se encontró Mahler y se sirvió de ellos para dar forma al clímax de su obra. Considera que estamos “ante una composición extraordinaria. Siempre he dicho que es una de las piezas que te cambia la vida cuando la escuchas en vivo. Escucharla es impactante, pero escucharla en vivo es sobrecogedor. Es muy emotiva y al mismo tiempo muy teatral”. El principal director invitado de la Orquesta Filarmónica de Santiago continúa con su relato y destaca que el compositor nacido en 1860 no alcanzó a escribir una ópera, pero dirigió varios títulos líricos. “Ahí uno puede entender esa cercanía cotidiana con este mundo, con esa teatralidad y que puso de manera abstracta o literal en sus sinfonías. Todo el tiempo está contando una historia”, explica. Dice que su primer movimiento es una marcha fúnebre, el segundo es más sutil, “y luego el tercero, cuarto y quinto movimientos se pueden analizar como toda una concatenación que incluye el miedo a morir, el enfrentarse al llamado de Dios y, finalmente, el alma se desvanece y aparece la voz del coro que dice ‘levántate nuevamente que todo lo que has hecho ha valido la pena'. Se abre el cielo. Es una sinfonía muy profunda y bella”, declara. Para Bortoloameolli, por lo demás, abordar esta pieza es muy significativo porque desde 2019, con la Séptima Sinfonía de Mahler (Gala “El Mercurio”) que no se presentaba en el Teatro Municipal de Santiago. “Son muchos años de ausencia”, expresa.

A lo largo de su carrera, este músico chileno ha abordado con elogiosas críticas la creación de este compositor de Bohemia; entre otras, dirigió “La Canción de la Tierra”, junto a la Fundación Teatro a Mil. “Mi obsesión con Mahler tiene que ver con que es un artista muy completo en muchos sentidos. Protagonizó un momento bisagra muy especial no solo en la evolución de la música, sino también de la cultura y de la civilización. Se nota que fue el último eslabón de una tradición muy larga. Enamorado de la tradición, pero siempre desde el colapso, de la nostalgia rota. Musicalmente es muy rico. ¡Fascinante!”.

El 13 de enero, en el Teatro Caupolicán, dirigirá la Octava Sinfonía (también conocida como la Sinfonía de los mil). Sin duda estamos ante “palabras mayores” y como señala esta elogiada batuta, “el motivo real que nos impulsó con Miguel Farías, director ejecutivo de la FOJI, a emprender esta locura es que estamos convencidos de que es la obra más importante para celebrar los 30 años de una de las obras musicales más importantes de Chile: la Sinfónica Nacional Juvenil. Hoy podemos escalar el ‘Everest' de la música clásica y para ello tendremos a la conformación actual de este conjunto estrella más invitados, es decir, a numerosos músicos que pasaron por sus filas. Entre instrumentistas y coros, estamos hablando de 600 personas en escena”. Para él es un privilegio abordar “un himno permanente al amor y a la trascendencia de lo femenino. De hecho se la ha llegado a comparar con la Novena de Beethoven, por su canto a la humanidad”. Paolo Bortolameolli concluye que no “es solo un concierto. Es una celebración, una experiencia. Un triunfo de los talentos nacionales”.




Brillantes logros de Toro Araya

“Si Bortolameolli ya está alcanzando su consagración internacional, Luis Toro Araya, radicado en Zúrich, lo sigue a pasos agigantados: en 2021 y en menos de 20 días, fue finalista del premio para jóvenes directores Herbert von Karajan y uno de los ganadores del concurso internacional de dirección de Rotterdam”.

Son palabras de Gonzalo Saavedra, crítico de música de “El Mercurio”, a propósito de esta prometedora batuta (San Vicente de Tagua Tagua, 1995) que en mayo tuvo su debut al frente de la Orquesta de Cámara de Chile.

Rodolfo Fischer rememora que conoció a Toro Araya cuando aún era violinista en la Orquesta Sinfónica de Chile. “Me convenció inmediatamente como una presencia absolutamente natural en el podio, lo cual fue compartido con mi colega Johannes Schlaefli, su actual profesor en Zúrich. Hoy en día, ha pasado muchas de las vallas más complejas”.

Agrega que lo que más admira de él “es su foco y madurez musical, la cual no deja espacio a los aspectos más efímeros de la carrera, en una época en donde la capacidad de autopromoción pareciera estar un tanto sobrevalorada”.

Lo cierto es que su año ha estado pleno de logros. A inicios de junio concluyó la primera edición del certamen internacional Conducting Competition Rotterdam (Holanda) y Luis Toro Araya se impuso en dos categorías: ganó la Mejor Dirección de Ópera y el Premio del Público. Junto con ello —tras superar un proceso en el que participaron 108 aspirantes de todo el mundo—, este discípulo del concertino de la Sinfónica Alberto Dourthé, obtuvo el puesto de director asistente de la Orquesta Nacional de España. Suma y sigue porque estará en Los Angeles (California) en febrero y marzo del 2023, como parte del exclusivo programa Dudamel Fellows, del que también formó parte Paolo Bortolameolli. “Voy a tener que asistir a Gustavo Dudamel y a Zubin Mehta en la Tercera Sinfonía de Mahler y con LA Phil voy a tocar la suite ‘El pájaro de fuego' de Stravinsky. Es un honor haber sido seleccionado por Gustavo, uno de los directores más icónicos de nuestro tiempo. Él fue la primera batuta latinoamericana que rompió barreras”, revela a través de un contacto por Zoom desde Madrid, donde hoy conducirá la Orquesta Nacional de España en una selección de “Romeo y Julieta” de Prokófiev.

Al preguntarle por su balance del 2022, este músico de 27 años comenta que ha “sido una verdadera montaña rusa de emociones, con muchos viajes y experiencias diferentes. Estoy tranquilo y tomándome con calma todo lo que me está pasando. Los desafíos siguen apareciendo”, advierte este conductor que tiene su residencia en Suiza, aunque se traslada de manera regular hacia España. De hecho, hace un mes tuvo su debut en la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. “Hubo una muy bonita conexión y sus integrantes aún recuerdan con gran cariño a quien fuera su director titular Maximiano Valdés”, expresa Luis Toro Araya, quien el 20 y 21 de octubre de 2023 tendrá su estreno en el Teatro Municipal de Santiago. Con la Filarmónica conducirá, entre otras piezas, la Obertura “Genoveva” de Schumann y la Sexta Sinfonía de Tchaikovsky.

“Este escenario sin duda es una las instituciones culturales más prestigiosas del país y la Filarmónica de Santiago es una orquesta que admiro y en especial cuando volvió a dirigirla el maestro Juan Pablo Izquierdo. Es un honor estar en esta temporada y con un repertorio que me acomoda mucho”, dice este profesional que cuenta con dos agencias que representan su ascendente carrera: Ibermúsica (España, Portugal y Latinoamérica) y Askonas Holt (resto del mundo).

Con la Orquesta Nacional de España también tiene compromisos relevantes para el 2023, que incluyen la asistencia del director titular de este conjunto, David Afkham, en la Séptima y la Octava de Mahler. “Es difícil incluirme en un catálogo, pero en los últimos años, por un tema de sonido y por lenguaje, siento más afinidad con compositores como Wagner, Mahler, Bruckner y Haydn. Además de música chilena del siglo XX y muchísima otra música que no se conoce tanto y que es más expresionista”.

Concluye que “la ópera también está en mis proyectos. El género lírico es una de mis grandes pasiones”, cierra Toro Araya.

domingo, noviembre 27, 2022

Pablo Milanés: el amor y el desamor de un trovador universal


 El Mercurio


Pablo Milanés fue uno de los pilares de la Nueva Trova en Cuba, un movimiento musical que influyó en toda Iberoamérica, llevando la canción de autor a nuevas alturas, en el camino iniciado por Violeta Parra, Atahualpa Yupanqui, entre otros.

JUAN PABLO GONZÁLEZ U. Alberto Hurtado / U. Católica de Chile

Fue en la capilla del Campus Oriente de la Universidad Católica, una mañana de abril de 1998, donde Pablo Milanés nos cantó “Yo pisaré las calles nuevamente”, la emotiva canción a Santiago que había compuesto poco después del golpe de estado de 1973. Se trataba de un encuentro del trovador cubano con los estudiantes chilenos, donde aquella canción adquirió todo su significado, como si la hubiera escrito para ese preciso momento. Pablo Milanés había estado por primera vez en Chile en septiembre de 1972, junto a Silvio Rodríguez y Noel Nicola, gracias a las gestiones de Isabel Parra, quien los había conocido en el momento en que iniciaban el movimiento de la Nueva Trova Cubana, que tanto impactaría en el mundo. Es así como Milanés pisaba nuevamente las calles de Santiago y lo hacía ante el mar de lágrimas que inundaba la capilla.


Del feeling al filin


Es que Pablo Milanés sabía calar hondo en el sentimiento humano, pues su trayectoria había comenzado con el estilo sentimental e intimista de la canción cubana de los años cincuenta basado en la poética de lo cotidiano, que revitalizaba el bolero con las armonías del jazz, cruce que funcionaba muy bien en la guitarra. Ese era el filin, que conoceríamos con Omara Portuondo en el rescate de Buena Vista Social Club de mediados de los años noventa, y también con algunos boleros de César Portillo de la Luz, como “Contigo en la distancia”, popularizado por Lucho Gatica en el mundo. Sin embargo, poco supimos de los clubes nocturnos de La Habana activos hasta mediados de los años sesenta, como el Saint John, El Gato Tuerto o el Karachi, donde un joven Pablo Milanés absorbía todo el sentimentalismo y vuelo melódico del filin con los que impregnaría su obra.


Al igual que Lucho Gatica, que había llevado el bolero del cantar al decir, Milanés afirmaba que el filin “hay que decirlo”, poner voz, sentimiento y corazón. A lo largo de su carrera grabó cuatro discos dedicados a este estilo y lo cultivó desde muchas de sus canciones y sobre todo desde su forma de cantar, que es íntima y delicada en “Yolanda”, donde duplica el canto con su propio falsete, pero que también despliega con fuerza en “Canción por la unidad latinoamericana”, llegando a combinar delicadeza y potencia en una misma frase, como en “Creo en ti”.


Con el decidido apoyo de su madre, Pablito, como le llamarían sus cercanos, participó desde los seis años en concursos radiales de aficionados, ganándolos todos. En su casa se escuchaban diariamente programas de boleros, sones y trova cubana, géneros que luego versionó, sumando habaneras y repertorio tradicional. Es que Pablo Milanés desarrolló su extensa carrera artística no solo con sus canciones, sino también con canciones de otros, lo que lo fortaleció como intérprete, que es lo que muchos de sus seguidores destacan de él. De este modo, a los diecinueve años, cuando ya cantaba en los clubes nocturnos de La Habana, sus canciones se empezaban a difundir por la radio, haciendo avanzar el filin hacia lo que vendría después.


Siempre atento a su pasado y a su presente, a Milanés le llamó la atención la popularización de un estilo neobarroco en los años sesenta, con las versiones jazzísticas de Jacques Loussier y vocales de los Swingle Singers de música instrumental de Bach, por ejemplo. Estos últimos colaboraban con Michel Legrand, autor de la música de “Los paraguas de Cherburgo” (1964), que impactó tanto a Pablo Milanés que adaptó al español las canciones de la película. Buscando siempre lo nuevo, comenzaría a plantearse la necesidad de innovar también con la canción cubana, logrando la confluencia de la guajira y el son, géneros olvidados en la ciudad, con propuestas modernizantes. Es que Milanés no fue un músico aislado, sino entretejido en una tradición centenaria que llevó a las innovaciones del filin, como en su canción “Mis veintidós años”, grabada en 1968 por Elena Burke, aunque “Años”, donde Pablo canta “el tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos”, es un ejemplo más conocido de esa mezcla.


De la prisión a la gloria


Pablo Milanés había empezado tempranamente a expresar su desilusión con el modo en que los ideales de la revolución se estaban llevando a cabo en Cuba. Parecía que las utopías cuando se hacían realidad se transformaban en distopías. Es así como en 1966 fue enviado por el régimen a una de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción, UMAP, que eran campos de trabajo forzado creados con la finalidad de “reeducar” a jóvenes homosexuales o que expresaban disidencia con el régimen, pero a los que también enviaban presos comunes. Sin poder soportar lo que el propio Pablo describiría más tarde como un campo de concentración estalinista, terminó fugándose, aunque luego tuvo que entregarse a las autoridades en La Habana, que intentaron seguir “reeducándolo” hasta fines de 1967.


Una vez liberado, continuó su camino de alabanza y crítica a la revolución, ambas expresadas con la misma intensidad. De todos modos, logró ser acogido por instituciones culturales y artísticas cubanas, como Casa de las Américas, organismo no gubernamental dedicado a la promoción del arte y la cultura, y el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos, donde junto a Silvio Rodríguez, Noel Nicola y Sergio Vitier fundó el Grupo de Experimentación Sonora bajo la dirección de Leo Brouwer. Allí estos jóvenes desarrollaron un trabajo de aprendizaje y creación orientado a la música para cine. De este modo Pablo Milanés completó una formación iniciada en el conservatorio, pero continuada en la calle, conoció repertorios musicales diversos y quedó en condiciones de dar el siguiente y definitivo paso junto a sus colegas: la creación del movimiento de la Nueva Trova Cubana.


Casa de las Américas, bajo la dirección de Haydée Santa María, había acogido los gérmenes de lo que sería este movimiento con la organización del Primer Encuentro Internacional de la Canción Protesta en 1967 y del primer recital de Pablo Milanés y Silvio Rodríguez juntos al año siguiente. Es así como Casa cobijaba esta nueva forma de hacer canción bajo un marco cultural y político más que comercial y nocturno. De este modo se formalizaba en Cuba la corriente renovadora de la canción de autor que ya venía desarrollándose en el Cono Sur de América desde hacía más de una década con los aportes de Violeta Parra, Atahualpa Yupanqui, Daniel Viglietti, Patricio Manns y Víctor Jara. Todos interpretando sus propias canciones de letras poéticas y de compromiso social, y buscando desde la guitarra sumar tradición y modernidad. Varios de ellos también cayeron presos, murieron o tuvieron que partir al exilio por sus canciones.


La organización en 1967 del Primer Encuentro Internacional de la Canción Protesta permitió aglutinar en La Habana a medio centenar de cantores dispersos por América Latina, Estados Unidos y Europa que tenían en común la preocupación por denunciar injusticias sociales desde la canción, pero que no tenían la noción de formar parte de un movimiento. Es así como a los pocos meses de la trágica muerte de Violeta Parra, asistían a este festival sus hijos Ángel e Isabel, junto a Rolando Alarcón, que lideraba la escena del neofolclor en Chile. En la primera pista del disco doble producido por Casa de las Américas como fruto del festival, Ángel Parra canta “Me gustan los estudiantes”, encendida canción de su madre que también grabó como corto documental en las escalinatas de la Universidad de La Habana, anunciando tantos encuentros por venir de cantautores con estudiantes, como el de Pablo Milanés en la Universidad Católica.


Querido Pablo, querido


En la segunda mitad de los años setenta, Milanés inició su camino definitivo a la internacionalización. Si bien su primer destino había sido Chile, llegaba como un perfecto desconocido, pero luego de su tercer y cuarto disco, “La vida no vale nada” (1976) y “No me pidas” (1978), que incluyen canciones que se hicieron clásicas, se le abrieron las puertas de gran parte de Europa y América Latina. Comenzó a ser conocido y admirado por el público y por sus propios colegas, produciendo tres discos dobles en que canta con una apreciable cantidad de ellos. El primero, “Querido Pablo”, fue grabado en Londres en 1985 con arreglos de Geoff Westley, e incluye la participación de Joan Manuel Serrat en “Yo pisaré las calles nuevamente”, Mercedes Sosa en “Años”, Silvio Rodríguez en “El breve espacio en que no estás”, además de Ana Belén, Víctor Manuel y Miguel Ríos.


Continuando esta senda, en 2002 publicó en México “Pablo querido” cuadruplicando los músicos convocados, entre los que se destacan Gal Costa en “Amame como soy”, junto a Caetano Veloso, Milton Nascimento, Charly García, Fito Páez y Joaquín Sabina, a los que se suma un heterogéneo grupo con Illapu en “Yolanda”, Armando Manzanero en “Para vivir”, más Ricardo Arjona, Maná y Alberto Cortez. Una perfecta muestra de crossover que incluye además una introducción hablada de otro de sus grandes amigos, Gabriel García Márquez. Lo interesante es que en las voces de otros sus canciones develan las múltiples facetas que poseen, transitando de la balada romántica al rock, rozando la música andina y la nueva canción, visitando la salsa, vistiéndose de pop, pero siempre aflorando el bolero y el filin. Quedamos a la espera de “Pablo querido 2”, que alcanzó a ser grabado antes de la partida del querido Pablo.


¿Qué más puede pedir un artista que ser reconocido por sus pares? Son muchos los premios que se entregan en base a ese reconocimiento y quizás Pablo Milanés no recibió los suficientes, como tampoco recibió las disculpas del régimen cubano por el injusto trato recibido y sus restos yacerán en España por decisión familiar.


Junto al gran nivel de su música y a la organicidad de sus arreglos, resulta evidente la altura poética de muchas de sus canciones, con un fuerte foco tanto en el amor como en el desamor. Viniendo del filin, Pablo Milanés desacraliza el romanticismo, lo hace cotidiano llevándolo a la convivencia del día a día y de ese modo llega a las generaciones del posbolero, menos ensoñadoras y un poco más desencantadas. Tus ojos no son luceros que alumbran la madrugada, pero si me miras, siento que me tocas con tus manos, canta en “Amor”. Como gran narrador, Milanés describe escenas, personas y situaciones con precisión y sobre todo lleva las canciones a un final, las resuelve y, aunque las hayamos escuchado antes, logra sorprendernos con una revelación. En “Yolanda”, por ejemplo, solo la nombra al final.


La cotidianidad del filin llevada a lo político y social produce, en cambio, canciones demasiado concretas, nombrando a La Moneda en “Yo pisaré las calles nuevamente”, o celebrando que es del Caribe en “Amo esta isla”. Entonces donde podemos encontrar su despliegue poético es en las canciones de (des)amor y también existenciales, como las que se enfocan en el paso del tiempo o en el sentimiento trágico ante la muerte. Baste escuchar “Años”, “El tiempo, el implacable, el que pasó”, “Plegaria”, “Otoño”, “Si morimos” o “Cuanto gané, cuando perdí” para darse cuenta de ello. “Otoño” termina diciendo Yo seguiré esperando en mi viejo sillón a que pase el otoño y esta triste canción. ¿Cuándo y dónde habrá conocido el otoño este trovador del Caribe? Mientras es velado en pleno otoño en la capilla ardiente de la Sala Cervantes de Casa de América en Madrid, pienso que por sobre todo, la vida de Pablo Milanés fue testimonio de ética y consecuencia, haciendo que persona, obra y artista se fundieran en uno solo. Sus canciones siguen ahí, es un tesoro por descubrir, pues los artistas no mueren nunca, nos acompañan y reconfortan siempre.