viernes, marzo 01, 2024

Marcela Parra y una música hacia el silencio y la palabra



29-02-2024

El Mercurio


“Poetas de Chile” es una serie de seis documentales que cuenta con música de la compositora, cantautora, profesora y también poeta.

IÑIGO DÍAZ

La Marcela Parra (1981) de hace una década es distinta a la actual. En su primer disco, “Astronautas en la playa” (2015), abundaba la palabra poética escrita y cantada a la manera de un trovador. Hoy, esa palabra reaparece en diversas formas, incluso la palabra en completo silencio, algo que ella ya había esbozado en su segundo trabajo, “El sonido no coincide con la imagen” (2019).


“Las metodologías y las herramientas musicales cambiaron para mí porque pasé del canto y la guitarra al trabajo con medios digitales. Es una experimentación que ahora se profundiza en esta obra de cinco partes, una música para imagen, la banda sonora de documentales”, dice Marcela Parra, compositora, autora, profesora universitaria de arte y también poeta: el año pasado publicó el poemario visual “La pescadora de estrellas” (Pez Espiral).


Acaba de lanzar su tercer disco, “Poetas de Chile”, esa obra de varias secciones a la que se refiere y que opera no solo como música incidental, sino como un relato simultáneo y con vida propia. Con composiciones en la estética de la electrónica ambient, acompaña los documentales del mismo nombre producidos por Archipiélago Films y dirigidos por Gerardo Quezada, próximos a estrenarse en canales culturales de TV y plataformas digitales. Son capítulos de 25 minutos, que recorren el imaginario y pensamiento poético de autores como Lionel Lienlaf, Carlos Cociña, Carmen Berenguer o Rosabetty Muñoz, situados en sus propios espacios de vida: la costa lafkenche, la ciudad de Los Ángeles, el corazón de Plaza Italia o un bosque chilote de cielos cubiertos.


“Quise representar esos territorios con collages sonoros, creados por distintos elementos de mi banco de sonido y su modulación a partir de sintetizadores digitales que emulan antiguos aparatos análogos: el Pigment, el Jup-8 o el Buchla. Me he inspirado en compositoras que han utilizado estos sintetizadores de los años 80, como la estadounidense Suzanne Ciani o la italiana Caterina Barbieri”, dice Marcela. “Es interesante representar el silencio, la poesía y la naturaleza a través de las herramientas digitales, porque a la nota y su duración añade la posibilidad de transformación”, agrega.


Marcela Parra integra la Orquesta de Poetas, y su voz aparece en el reciente álbum “Todas voces”, del sello Discos PM, que también edita “Poetas de Chile”. Además de componer, dar clases y ser mediadora en el Palacio Pereira, aparece en otra saga de documentales transmitidos por 13C, “Ellas en la palabra”, donde comparte espacio con mujeres poetas: Verónica Zondek, Margarita Bustos y Roxana Miranda, entre otras.

sábado, noviembre 25, 2023

El testigo de Joan Jara

 


El Mercurio


Héctor Herrera es el hombre que evitó que Víctor Jara fuera un detenido desaparecido más: junto a su mujer, Joan Jara, lograron sacarlo de la morgue y enterrarlo en el Cementerio General. Hace unos días él volvió a ir a ese lugar, esta vez a dejar a la esposa del cantautor. “Fue el cierre de un ciclo”, dice hoy a los 73 años, mientras recuerda su historia con ella y también sus últimos dolores, esos que lo llevaron a decir que se quedará viviendo hasta su muerte en Francia.

Por Estela Cabezas


El miércoles 15 de noviembre Héctor Herrera se paró en frente de la tumba de Víctor Jara, en el Cementerio General, y le habló en silencio. Acababan de dejar ahí, a su lado, a Joan Jara, su esposa, repitiendo el mismo ritual que Herrera y ella habían hecho 50 años antes, cuando pudieron sacar de manera clandestina el cuerpo de Víctor Jara de la morgue y lograron darle sepultura, evitando así que se transformara en un detenido desaparecido más.


—Le dije que por fin iban a estar juntos y que así como lo había dejado a él ahí, ahora venía a dejarla a ella.


Héctor Herrera, quien hoy tiene 73 años, está jubilado y vino de visita a Chile a cerrar varios temas personales, no pensó que esta vez también cerraría esta historia que lo ha acompañado toda su vida y a la que se enfrentó por casualidad días después del Golpe, cuando solo tenía 23 años y era un trabajador más del Registro Civil. Cuenta que el sábado 15 de septiembre de 1973 fue a trabajar porque así se lo habían pedido y que ese día fue elegido por un uniformado, junto a otros compañeros, para una tarea especial y terrible: identificar a los cientos de muertos que había en la morgue. Entre la pila de cadáveres, un compañero, al que le decían Kiko, encontró el cuerpo de Víctor Jara lleno de heridas de bala y con el cuerpo y cara completamente golpeados. Ahí, el joven Herrera inició una carrera contra el tiempo para chequear su identidad y darle así aviso a su viuda, la bailarina británica Joan Turner. Juntos lo enterraron de manera clandestina, saltando todas las barreras de seguridad que tenían en ese lugar los militares, el 18 de septiembre de 1973. En el Cementerio General solo estuvieron ella, él, Héctor Ibaceta —un amigo de la pareja que financió el cajón y la tumba—, y los dos funcionarios del cementerio, como testigos.


La travesía que ambos vivieron está contada en detalle en 5 minutos. La vida eterna de Víctor Jara, una biografía novelada que fue escrita por el periodista Freddy Stock.


—No he leído aún el libro, pero sé que está escrito con el corazón y desde la emoción de lo que vivimos Joan y yo. Quiero leerlo tranquilo y terminar de cerrar así esta historia —dice.


De alguna manera, el que él haya hecho su vida en Francia se debe a ese evento: tras dejar a Víctor en el cementerio y volver a su trabajo en el Registro Civil, lo tomaron detenido cuatro veces, sin decirle bien por qué. Él y su familia siempre tuvieron miedo de que se enteraran de su rol en el entierro del cantante, por lo que tres años después emigró a Francia, junto a una familia francesa con la que había trabajado en Chile. Tras dejarlos, hizo un curso de cocina y se empleó en un restaurante, donde trabajó varios años. Ahí juntó dinero y en 1985 instaló su propio restaurante en Milhaud.


—Hice mi vida y fui muy feliz —dice.


Tras salir del cementerio, Joan Jara dejó a Héctor Herrera en la puerta de su casa, en el sector de Vivaceta, en la comuna de Independencia. Al despedirse prometieron no verse nunca más y no contarle a nadie lo que había sucedido. Él cumplió a rajatabla: solo su familia sabía.


Pero en 1979, cuando viajó a Berlín, supo que un primo suyo había contado más de la cuenta sobre él.


—Yo no quería contarle a nadie por temor, mis papás aún vivían en Chile y tenía la ilusión de poder volver. Pero mi primo había contado. Eso lo supe cuando fuimos a una comida donde estaban los principales exjerarcas de la Unidad Popular, exministros y exsubsecretarios. Llegué a ese salón, con esta gente que había perdido todo y a la que el dolor se les sentía y que estaban esperando que yo les contara todo lo que había pasado con Víctor. Y ahí me llevé a mi primo a un lado y le pegué un retón: “¿No sabes que yo tengo un secreto con su esposa, la Joan Jara? Porque ella piensa volver un día a Chile”.


Cuenta que varios de los que estaban allí le dijeron que las hijas de Víctor Jara tenían el derecho de saber y que su mamá (Joan Jara) habría insistido en que él dejara una relación de los hechos para un posible juicio. Así es que llegaron a un acuerdo: él iba a grabar un audio y ellos lo iban a transcribir.


—Les hice firmar un papel de honor que dijera que eso nunca se iba a publicar y que sería entregado a su esposa.


Un año después, en 1980, él vivía en París junto a su señora y recibían turistas, entre ellos varios chilenos. Un día salió con algunos a mostrarles la ciudad. Al volver, uno de los que se habían quedado le dijo: “no te puedes imaginar con quién estuve todo el día tomando tecito aquí en tu casa”.


— “¿Quién?”, le digo yo. “¡La señora de Víctor Jara!”. Y los otros “¡¿qué?!”. Ahí les dije que ella era una exprofesora mía de la universidad. Ella me había dejado la transcripción en un sobre, con el teléfono de Rayén, una bailarina que estaba casada con Willy Oddó, de Quilapayún, para que la llamara.


Ahí se juntaron a hablar por primera vez después de siete años.


—Nos fuimos a un café. La gente que nos vio ahí debe haber pensado que estábamos rompiendo, porque lloraba ella, lloraba yo. Ahí le dije que todo eso que estaba escrito ahí lo podía usar para un posible juicio. Y también le dije “esta va a ser la última vez que nos vamos a ver, porque yo para usted soy el peor recuerdo”, todo esto llorando los dos. Le dije: “no voy a olvidar lo que pasó en Chile, pero yo quiero vivir”.


Héctor se queda en silencio un momento y luego dice:


—Y ella lo entendió.


Ese día Joan le contó un poco de su vida. Estaba en Londres y se había enterado por esa reunión en Alemania sobre quién era él: cuando pasó lo de la morgue y el entierro, nunca supo su apellido ni nada que le permitiera identificarlo.


—Me contó que ella cuidaba mucho a sus hijas, Manuela y Amanda, porque se preocupaba de no exponerlas. También le interesaba que no perdieran clases, sus rutinas, por eso no las llevaba a sus viajes. “Seguramente habrás leído que soy invitada aquí, allá, en todas partes y trato de cuidarlas mucho porque antes de salir de Chile, yo les tuve que anunciar la muerte de su padre, y el grito que dieron lo tengo aquí, y no quiero que a ellas las conozcan como las hijas de. Quiero que formen su propia personalidad”, me dijo. Yo le encontré razón, querer cuidar a esas niñas de un peso tan grande. Me contó que ya había pasado a ser “la mujer de Víctor” y que estaba bien que yo no quisiera transformarme en el tipo que enterró a Víctor.


En ese momento, dice, le preguntó si es que ella no había encontrado un compañero en todo ese tiempo.


—Me dijo que no, que después del peso de Víctor, no había forma. Me explicó que se había puesto la misión de hacer justicia, que por eso se había contactado conmigo y que era importante para ella que yo le diera la autorización para que un abogado usara mi testimonio en un juicio.


—¿Ella a esas alturas había investigado algo?

—Yo creo que sí, pero ahí me dijo, “tú eres el que más sabe”. Yo lo vi con tierra; bueno, ella también; tenía tierra apelmazada con la sangre seca, sobre todo en los pómulos, claro con los golpes de nudillos que le dieron. Y los orificios de las balas (…) Entonces ahí le dije que le entregaba todo, pero que yo no quería vivir triste, porque había visto a muchos chilenos que se juntaban entre ellos y eran el dolor mismo.


En 1987 pidió permiso para venir a Chile. Como no estaba en ninguna lista, un año después se lo dieron.


—Visité todo Santiago y fui a la tumba de Víctor un día, escondido.


Vino varias veces después, una de ellas para el funeral de su madre. Pero en 1992 fue distinto. En ese viaje, una noticia en un diario sobre la creación de la Fundación Víctor Jara le llamó la atención. Anotó el teléfono y llamó.


—La secretaria me dijo que le dejara un recado, y yo pensé: “¿qué le puedo decir para que me reconozca?”.


El recado fue: “Nos conocimos un 18 de septiembre”.


—La secretaria al teléfono me dijo, ¿entenderá la señora Joan un mensaje así? Le respondí: “mire, si no entiende la frase, no me va a llamar. Pero esté segura de que si la entiende, me va a llamar”.


Y lo hizo. Y se juntaron. Y lloraron otra vez.


Ese día Héctor Herrera y su pareja decidieron que cuando volvieran a Francia iban a desarrollar distintos eventos para juntar dinero para dársela a la naciente fundación. Así sucedió durante 33 años, hasta que él se jubiló.


Esa vez , Joan le contó que se estaba armando el juicio contra los asesinos de Víctor Jara y le preguntó si estaba dispuesto a romper su secreto para ser interrogado por la PDI como testigo y así conseguir una cita con el juez del caso.


—Le dije que sí y vinieron casi inmediatamente tres jóvenes de la PDI. Ahí me di cuenta de que yo tenía una memoria increíble, que había dejado guardado eso y que estaba abriendo un cajoncito y ahí estaba todo. Luego hablé con el juez, y me dijo que yo era el único testigo que tenía que había visto todos los balazos que tenía el cuerpo de Víctor Jara, así como los golpes. Con su testimonio se echaron abajo varios otros que se habían dado, entre ellos una autopsia falsa que estaba fechada el 22 de septiembre.


En agosto pasado, la Segunda Sala de la Corte Suprema confirmó la sentencia definitiva por los crímenes de Jara y del exdirector de prisiones Littré Quiroga, quien también fue asesinado en el Estadio Chile. Seis de los condenados fueron sentenciados como autores de secuestro y homicidio calificado en ambos casos. El 28 de noviembre, Pedro Pablo Barrientos, también acusado del crimen de Víctor Jara, será extraditado desde Estados Unidos a Chile para enfrentar a la justicia.


Desde ese año 1992, Joan Jara y Héctor Herrera se mantuvieron permanentemente en contacto. Él venía una vez al año junto a su esposa a Chile y siempre pasaban a dejar el dinero para la Fundación. Ahí tenían conversaciones.


—Un día Joan Jara me dijo “mira, estar casada con un hombre como Víctor, tan completo, es casi imposible… yo aquí en Chile me he transformado… yo sin quererlo aquí he perdido hasta mi apellido. A mí me llaman Joan o me dicen Joan Jara. Yo me llamo Joan Turner, pero eso ya lo perdí.


—¿Usted cree que eso le pesaba?

—No, al contrario. Era como una misión, me dijo que ella donde podía hablaba de los detenidos desaparecidos, no solamente de Víctor. Bueno, y entonces ese día me dice “mira”, mostrándome una foto del Víctor, “él con esta historia salió ganando”. Y yo le dije “¿pero cómo salió ganando si lo mataron?”. Y Joan me dijo “sí, claro, eso es lo horroroso, pero mira: “nosotros estamos aquí con el pelo blanco, con arrugas y él quedó joven, jovencito”.


En 1995, cuando Herrera vino a Chile, no pudo ver a Joan, recuerda. Ella estaba escribiendo su libro Un canto truncado. Se juntó entonces con Manuela y Amanda, para entregarles el dinero para la fundación.


—Ahí pasó que la Manuela y la Amanda me dijeron: “Héctor, mira, ya que estamos aquí tú podrías contarnos lo que pasó ese día con mi papá. Es doloroso, tenemos recuerdos de muy chicas, cuando mi mamá nos avisó, pero después ella no nos dijo más. Ella nos cuidaba mucho, no nos dejaba ir a las manifestaciones, no quería que pasáramos a ser las hijas de Víctor Jara, y escuchar horrores y los discursos y solidaridad. Nos protegió. Y cuando estábamos un poco más grandes, las dos nos pusimos de acuerdo y le pedimos que nos contara cómo encontró al papá. Y ella nos dijo ‘ustedes son muy jovencitas, yo tengo el deber de cuidarlas, un día les voy a contar cuando estén más grandes'. Pero nunca pasó, siempre tuvo una excusa”.


Él sintió que no podía hacer otra cosa, por lo que solo les pidió que fueran fuertes.


—A los cinco minutos, lloraban como magdalenas, porque era su padre. Fue con mucho detalle, muy fuerte. Fue la primera vez que supieron todo. La Manuela se acordaba un poco de este joven que apareció y que después las mandamos con la Quena al segundo piso, pero no sabía lo que habíamos conversado, la relación con su madre, todo eso. Estaba muy impresionada; en mis manos lloró no sé cuánto tiempo.


—¿Cuándo fue la última vez que vio a Joan Jara?

—Así de estar solos, el 2014. Le anunciamos que el 2015 yo me jubilaba, vendía el local y no íbamos a tener nunca más la plata para dar a la fundación. Entendió perfecto, estaba contenta, me dijo “cómo se pasaron los años”. El 2016 vinimos porque la Presidenta Bachelet le iba a entregar un premio y nos dijo que quería que estuviéramos. Éramos los únicos fuera de la familia y de la Fundación; bueno, también estaba Ángel Parra. Después nos llamó para invitarnos a un concierto en el Teatro de la Universidad de Chile. Ahí ya estaba quedando ciega. Pidió que nos sacaran una foto a Héctor Ibaceta, a ella y a mí. Así es que ahí posamos los mismos que enterramos a Víctor. Habían pasado ya cuarenta y tantos años.


Héctor Herrera viajó a Chile con Beatrice Dumond, su mujer, en diciembre de 2019. Venían a vivir por seis meses. Se habían comprado un departamento y ahí estaban cuando comenzó el covid. Ambos se encerraron, pero enfermaron igual y en junio de 2020 su mujer falleció.


Finalmente él pudo volver a Francia, con las cenizas de su mujer a fines de agosto.


—Perdí como 12 kilos con el coronavirus y con la muerte de mi mujer, llegué allá muy mal y anímicamente peor. Me encerré un mes más. Y un día me estaba muriendo, eso sentía, y pasó que ese día decidí vivir. Fui al peluquero y al médico y me mandaron a caminar para recuperar masa muscular.


Y comenzó a caminar en un bosque que está cerca de su pueblo, que se llama Garrige y que queda frente a Milhaud, en el departamento de Gard, en la región de Occitania.


—Y caminé y caminé y descubrí que en la naturaleza podía dejar todo mi dolor.


Ahí, cuenta, comenzó a ver que había mucho plástico, cosas de comida chatarra que dejaban tiradas los jóvenes y empezó a recogerlas, siempre a modo de ejercicio. Se ponía un palo en la espalda, armaba dos bolsas y colgaba una a cada lado. Llegó a recoger 1.070 botellas en un radio de cinco kilómetros.


Lo que estaba haciendo trascendió a los medios: un día llegó una periodista al lugar y contó su historia en los medios locales, luego salió en la prensa nacional. Al poco tiempo se le unieron muchas personas que solían caminar, grupos de mujeres en su mayoría.


—Las autoridades se enteraron, me contactaron, me animaron para crear una asociación y me ofrecieron una subvención para seguir trabajando en eso.


La fundación se llama “La felicidad” y actualmente tiene 70 socios. Ellos se dan cita los sábados a las nueve de la mañana para salir a limpiar. Este año, además, le entregaron la medalla de la ciudad en reconocimiento a su trabajo.


—¿Por qué cree que le han sucedido todas estas cosas?

—Yo vi demasiada gente a la que le quitaron su vida y siento que en nombre de ellos tengo que hacer cosas, y lo más importante, disfrutar. Y vivir.




jueves, noviembre 09, 2023

Una madre y una hija: valiosos cancioneros de Violeta e Isabel Parra

 

Violeta con Isabel Parra en 1957.

El Mercurio


La reconstitución de un cuerpo de creaciones de ambas autoras se encuentra en los volúmenes de Ediciones UC, “Violeta Parra. Virtud de los elementos” e “Isabel Parra. Libro de mis canciones”.

IÑIGO DÍAZ

“Me encontré con tesoros desconocidos al reescuchar una a una las canciones, cosas que aparecían en las versiones de Violeta Parra y que se han ido perdiendo con el tiempo. Ella tenía una intencionalidad especial: deliberadamente creaba compases irregulares que le daban valor a una canción. Nada de eso fue al azar”, dice Greco Acuña, un percusionista con larga historia en la música latinoamericana.


Él participó en la transcripción a partituras de 63 canciones de Violeta Parra, del total de 116 que se consideran en su catálogo y que incluyen material desde 1948 hasta esa serie de canciones reencontradas en París. Es un auténtico traspaso de la oralidad a la tradición escrita, en un libro que en realidad es un cancionero: “Violeta Parra. Virtud de los elementos” (Ediciones UC, $16.000).


Pero en rigor este material es una actualización del libro homónimo de 1993, que contó con transcripciones y correcciones de Osiel Vega, editado entonces por la Fundación Violeta Parra.


“Muchos conjuntos que han tocado la música de Violeta Parra tienden a eliminar esos elementos ‘irregulares' que creaba para sus canciones. Entonces, a partir las versiones originales las repusimos y las reprodujimos ahora por escrito, en la partitura”, señala Greco Acuña.


Las transcripciones corregidas llevan al pentagrama la línea melódica de la voz de cada canción, acompañada por la letra y la armonía en clave americana, junto con una serie de notaciones: el tempo, el tipo de rasgueo, las introducciones de guitarra o bombo o la afinación campesina si se trata de guitarra traspuesta.


Desde lo musical, el proyecto fue encabezado por Tita Parra, pero no solo para este libro, sino también para “Isabel Parra. Libro de mis canciones” (Ediciones UC, $16.000), que incluye 74 piezas. “Por primera vez se publica un trabajo de este tipo con la obra de Isabel Parra. Era un paso muy importante en su historia personal, pero también para nuestro medio, porque reconocemos su cancionero como parte de un patrimonio chileno”, señala María Angélica Zegers, directora de Ediciones UC.


“Isabel Parra. Libro de mis canciones” cuenta con un prólogo de Silvio Rodríguez, una biografía escrita por Tita Parra y cuantiosas fotografías nunca vistas o poco difundidas, además de una discografía razonada. En el caso de “Violeta Parra. Virtud de los elementos”, el cancionero se acompaña por otra presentación de Silvio Rodríguez, fotos, afiches recuperados y una serie de cartas y manuscritos obtenidos de sus cuadernos.


Allí aparecen, por ejemplo, el puño y letra para canciones como “Arauco tiene una pena”, titulada entonces como “Levántate Huenchullán” y otras piezas medulares como “Arriba quemando el sol” o “Gracias a la vida”, ni más ni menos. “El próximo año vamos a publicar esos cuadernos de Violeta Parra en una edición facsimilar. Son una maravilla porque además de canciones, tienen reflexiones, notas al margen y apuntes domésticos”, concluye Zegers.

martes, octubre 24, 2023

“Es como llegar a la primavera nuevamente”: Hermanos Ilabaca adelantan su nuevo álbum con “Alma Mía”

 



La Cuarta


Felipe y Pablo no componían juntos desde el último trabajo de estudio de Chancho en Piedra, ahora los hermanos han regresado a sus raíces musicales para ofrecer un “disco terrible vacilón”, que según comentaron a La Cuarta, viene cargado de su característico sonido con melodías funkys como solo ellos saben.

Bastián Escalona Ampuero


Pocos hermanos han logrado influir tanto en la música nacional como Felipe y Pablo Ilabaca, ya que los artistas llevan casi 30 años dejando su huella con cada uno de sus proyectos, ya sea con Chancho en Piedra, 31 Minutos o Pillanes. Ahora este dúo está explorando en sus inicios artísticos para entregar un disco cargado de melodías alegres y pegajosas bajo el nombre Hermanos Ilabaca (HI).

A pesar de que los músicos llevaban un tiempo alejados de crear en conjunto, el trabajar en este próximo álbum los ha llevado a reconectarse con su infancia y componer en equipo al igual que lo hacían cuando niños. Hace un mes HI mostró al mundo su primer single, titulado “Sólo de ti”, y esta semana lanzaron “Alma Mía”, una canción con el sello característico de este parcito.

En conversación con La Cuarta, los artistas adelantaron parte de lo que se viene en este próximo álbum de 11 canciones que preparan los hermanos y cómo han sentido la recepción del público en esta primera aventura que emprenden en “solitario”.

“Estamos súper contentos. Ha sido un trabajo que lo estamos haciendo muy profesionalmente, con la conciencia, el alma y el corazón metido entero en el proyecto Hermanos Ilabaca. Para mí, que no tocaba con Felipe ni grababa con él hace unos cinco años más o menos, ha sido como llegar a la primavera nuevamente. Salir a tocar en distintos escenarios, la recepción de la gente en los conciertos que hemos hecho ha sido espectacular, entonces no te puedo decir otra cosa, solo que me siento muy bien”, partió señalando Pablo.

Según comentó Felipe, le ha sorprendido gratamente que en cada una de sus presentaciones, haya gente que ya se sabe las letras de algunas canciones que ni siquiera han sido estrenadas, por lo que se nota el compromiso de sus fans con la música que crean.

“La recepción ha sido súper sorpresiva para nosotros, el alcance y la buena acogida que ha tenido, y siendo consciente de la carrera larga que tenemos y el reconocimiento que hemos tenido en nuestra carrera, uno nunca da por hecho que tu música tiene que gustar, por eso Pablo y yo estábamos bien expectantes de saber si les iba a gustar a la gente nuestra música. Cada vez que hemos tocado, que ya van dos o tres presentaciones, ha sido espectacular, hay gente que se sabía “Alma Mía”, cuando ni siquiera había salido y eso habla de que le han prestado mucha atención a la letra en vivo. Esos son los más fanáticos y fanáticas de nuestra carrera, pero también está aquella gente que está recién descubriendo esta música como si nosotros fuéramos un dúo emergente y ha sido súper bien recibida, así que estamos muy contentos”, agregó el cantante.

Si bien Felipe y Pablo son los principales creadores e intérpretes de este disco, ya que estuvieron a cargo de las guitarras, bajos y voces, en el proceso de grabación pudieron compartir con grandes artistas nacionales que colaboraron en el estudio. Danilo Donoso estuvo a cargo de las baterías, los teclados y pianos recayeron en Valentín Trujillo Godoy, nieto del “Maestro” Valentín, además participó el cuarteto de cuerdas Las 4 Estaciones.

A la fecha solo han visto la luz dos temas de este disco, siendo la más reciente “Alma Mía”, la que fue estrenada junto a un videoclip que se grabó en un hotel capitalino. “Quisimos hacer todo una intervención del hotel, desde el acceso hasta la azotea, nos tomamos los pisos, los ascensores, algunas habitaciones y estuvimos ahí prácticamente todo el día grabando muchas tomas para registrar el espíritu de lo que somos nosotros, yo creo que eso es lo más entretenido que tiene el videoclip. Tiene un aire muy primaveral por así decirlo y desde el acceso y dentro del hotel se pueden apreciar los colores de estos cielos que ya se asoman en la ciudad y que reflejan el espíritu de la canción, así que está hecho con mucho cariño y con mucha onda”, comenta Felipe.

PROCESO DE CREACIÓN

Ustedes además de tener una gran conexión por ser hermanos, llevan muchos años trabajando juntos, ¿cómo fluyó la creación de este álbum?

—Pablo: Muy fluido, súper entretenido y natural. Con Felipe hacemos música desde que tenemos como cinco años, pero siempre sigue siendo algo nuevo. Siempre seguimos aprendiendo cosas nuevas, en el disco hay temas que son instrumentales, hay uno que se llama “Que no pare el webeo” que salió como tres cucharadas, la papa. Hay otro tema que hizo Feli que se llama “Escorpión”, que es super difícil de tocar, es bien complejo, tienes que tener una destreza importante para poder realizarlo, entonces van pasando esas cositas nuevas en el camino, uno sigue aprendiendo a tocar. En mi caso, me está gustando demasiado tocar la guitarra ahora, porque me volví a encontrar con la guitarra nuevamente y eso me inspira y me motiva para tocar cada vez mejor. En el último tiempo me he dedicado más a cantar que a tocar guitarra y esa energía se siente heavy y la van a sentir cuando escuchan el disco.

—Felipe: Ha sido súper natural y bonito, hace siete años que no componíamos juntos, lo último que hicimos fue el último disco de los Chancho en Piedra Funkybarítico, hedónico, fantástico, después tuvimos alguna aventura en el estudio, pero era música de Pablo.


Al haber compartido en tantos proyectos musicales distintos, ¿cuál creen que es la fórmula para que cada uno de estos grupos tenga una identidad propia?

—Pablo: Yo creo que puede ser el respeto que hay que tenerle a la música, como entidad, como algo de la naturaleza, algo que hay que respetar y eso significa conectarse con ella, grabarla de la mejor forma. Pero sin duda es porque somos hermanos y tenemos una interactividad musical férrea con Felipe, lo otro que me gusta mucho es como suenan nuestras dos voces y se produce un chorus Ilabaca que queda en los corazones de las personas.


La infancia

¿Siempre fueron unidos? ¿o cuando más chicos tenían la típica rivalidad de hermanos?

—Felipe: Siempre fuimos yuntas, pero naturalmente cuando éramos más chicos pasó lo típico, que primero son los dos de la primera infancia, pero después uno se queda en la primera infancia y el otro (yo, que soy el mayor) crecía un poco más y jugaba la pelota con los más grandes, naturalmente eso se va acortando con los años, pero siempre jugamos juntos, muy hermanables. La diferencia se puede haber producido en la adolescencia, porque yo tenía amigos más grandes que mi hermano, pero se hizo nada después cuando los dos nos hicimos jóvenes y sobre todo cuando me metí a los Chancho en Piedra, porque yo fui el último en entrar a la formación original, el grupo originalmente lo habían armado Pablo y Lalo, siendo ellos compañero de curso, después entró Toño (Leonardo Corvalán) que es contemporáneo a mí, íbamos cuatro o cinco cursos más arriba que los chiquillos, imagínate toda la diferencia que puede haber en eso, o sea, cuando yo estaba en cuarto medio, Pablo estaba en octavo. Pero cuando formamos la banda volvimos a jugar a la música como niños, y ese fue el momento en que empezamos a hacernos profesionales en esto y confirmamos esa hermandad y esa fraternidad que teníamos desde muy chiquititos.


¿Nunca pasaron por un momento como el de los hermanos Gallagher, de no querer verse ni en pintura?

—Pablo: ¡No!, nos agarramos harto de las mechas por situaciones musicales, como: ‘oye toca este acorde, o toca esto’, cosas así, pero para nada, somos súper hermanables, nos queremos harto. Y esta etapa está increíble, volver a tocar y ver la respuesta de la gente nos tiene súper contentos y muy motivados.


Según comentaron los Hermanos Ilabaca, una característica de este álbum es la mezcla de sonidos retro que incorporaron, lo que se traduce como un verdadero viaje al pasado que hicieron los artistas en el proceso de creación. Recordaron la música que se escuchaba en su casa durante su niñez, y las melodías que los motivaron a convertirse en lo que son actualmente, recogiendo matices de varios géneros para entregar un resultado fresco y disfrutable.


En su familia ¿quién fue la persona que los introdujo en la música?

—Felipe: Principalmente nuestro padre, primero que todo. Yo creo que él hubiese querido ser músico, en la casa había una guitarra y había mucha música envasada. Él tiene una buena colección de vinilos, de cassette y discos de 45, un variopinto catálogo de música, desde la música clásica, hasta música popular, folklore latinoamericano y chileno, la Nueva Canción Chilena: Quilapayún, Inti-Illimani, Violeta Parra, Los Jaivas y por otro lado, música orquestada de Fausto Papetti, Los Indios Tabajaras, rock británico de Pink Floyd, The Who y The Beatles sobre todo, era un beatlemaníaco que nos influyó mucho. Y la otra gran influencia en nosotros fueron nuestros tíos, cuando había reuniones en su casa siempre se cantaba, sobre todo samba Argentina, era muy popular la canción española también, Joan Manuel Serrat.

“Después vinieron nuestros hermanos mayores, que ellos siendo adolescentes cuando nosotros éramos niños, todas sus influencias llegaron a nosotros, desde la Nueva Trova Cubana de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, hasta la música pop, new wave, incluso heavy metal que nuestra hermana escuchaba, por ejemplo Iron Maiden, Ozzy Osbourne, todo lo que estaba muy de moda en los 80s, que era una mezcla entre eso y al otro lado tenías a Donna Summer o música disco. Entonces había mucha influencia en nosotros desde chico y yo creo que ahí nació el bichito de hacer nuestra propia música, era tanto lo que escuchamos, que se nos ocurrían melodías todo el día”.

—Pablo: Hay una fauna super variada de la música que nosotros escuchamos de niños, había de todo como decía Felipe, pero lo principal eran los Beatles. Los dos discos que escuchamos harto fueron: Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (The Beatles) y La Cantata de Santa María de Iquique de Luis Advis, los escuchábamos caleta, y el Jesucristo Superstar de Camilos Sesto.


¿Cuáles son los planes en el corto plazo de los Hermanos Ilabaca?

—Pablo: El disco va a salir el primero de diciembre, estamos súper contentos porque ya viene, se pasó rápido el tiempo y tocar, tocar y tocar, en todos lados. Queremos que el grupo Hermanos Ilabaca te llegue a tu oído por comentarios, por el boca a boca, y para eso tienes que tocar en todos lados, a corto plazo esos son nuestros planes, lanzar nuestra música, tocarla, promocionarla y el próximo año, en marzo o abril meterse al grabar otro al toque. Como que fuera una inyección intravenosa pero rítmica.


A pesar de que en los últimos años la escena musical rockera ha ido perdiendo terreno, mientras que otros movimientos ganan cada vez más espacios de representatividad, Felipe y Pablo Ilabaca miran con optimismo el futuro de la música “orgánica” chilena. El regreso de Los Tres con su formación original y el rotundo éxito que han conseguido Los Bunkers en la venta de tickets marcan un precedente alentador para los amantes del género, quienes ven en estos acontecimientos un último grito de guerra de un estilo que no quiere morir en silencio.


—Felipe: Nosotros que somos bien longevos en esto y que llevamos 30 años de carrera profesional hemos visto como esto siempre sube y baja, cada cierto tiempo aparece una tendencia que desplaza al rock, y ya partamos de la base de que el rock haya sido popular en alguna oportunidad, ya fue un gran logro. Porque en teoría debiese ser algo subversivo y más alternativo dentro del panorama musical, quizás nos mal acostumbramos a que en los 90′ se transformó en el mainstream. Pero lo más natural es que otras corrientes más comerciales y populares sean la música principal.

“Hace unos cinco años se veía bastante oscuro el panorama, estadísticas mundiales decían que el rock iba en retroceso. Ahora quizás viene una nueva ola, un nuevo un nuevo resurgir de la mano del retorno de Los Tres,y por supuesto el éxito de Los Búnkers, que marcan un hito y llenan de optimismo a todos los que trabajamos de la misma forma, con amplificadores, baterías, guitarras, teclado, música que se cocina en vivo. Es algo que nos motiva, creemos que nosotros al no haber bajado los brazos nunca en cualquiera de nuestros proyectos, hemos contribuido a eso”.

“Es muy inspirador para la nueva generación, supongo que a todos los colegas les deben decir lo mismo, pero a nosotros constantemente nos llegan videos de chicos muy jóvenes que sacan nuestra música, que están tocando guitarra y bajo. Tan inspirador como ver a Congreso, que saca y saca discos siendo casi una leyenda viva y creemos, estamos seguros que nuestro disco es un aporte a eso también”.

—Pablo: Absolutamente, lo de Congreso es heavy el ejemplo que nos dan, como podemos llegar a los 70-80 años tocando, y ni hablar de Los Jaivas. Creo que nuestro disco está fresquito, está nutrido por toda esa inspiración, aunque no es un disco de rock, es un disco de funk-soul, tiene bien poco rock, nuestra actitud es la rockera, nuestras letras, pero es un disco terrible vacilón.



Beatriz Bustos: “El nuevo espacio de Chile en Venecia es muy secundario”

 El Mercurio


La exdirectora del Centro Cultural La Moneda cree que la controversia que ha rodeado al envío chileno a la Bienal de Arte de Venecia inhibirá a “artistas profesionales” a postular al evento.

Roberto Careaga C.

Cuando en 2013 Alfredo Jaar representó a Chile en la Bienal de Arte de Venecia, Beatriz Bustos estuvo en un papel clave de las bambalinas: fue la gestora del pabellón local, coordinando el diálogo entre el artista, instituciones culturales locales y la misma bienal. La exdirectora del Centro Cultural La Moneda trabajó por más de un año en la gestión. Por entonces, Jaar fue escogido por el Ministerio de las Culturas para representar a nuestro país en Italia, sin la necesidad de entrar a un concurso, como hoy se elige a un proyecto para ir al evento. Para Bustos, el proceso en torno al certamen debería ser revisado, especialmente a la luz de la controversia que se ha generado este año.


Las alertas sobre la participación en Venecia venían de antes, pero estallaron el 10 de octubre pasado, cuando el artista Patrick Hamilton y su equipo desistieron de seguir adelante en el concurso para representar a Chile en la bienal acusando una “serie de escollos” en el proceso. Según plantearon, fue decisiva la demora en informar que el espacio de exposición no estaría dentro del Artiglieri dell'Arsenale, como ya era tradicional, sino en otro más grande y lejano del centro del evento ubicado en el edificio de la Marina Militar. Luego, la dupla integrada por Joaquín Cociña y Cristóbal León también se bajó del certamen del ministerio, del que era finalista junto a otros seis proyectos.


Una semana después renunció a su cargo la secretaria de las Artes de la Visualidad del ministerio, Alessandra Burotto, mientras la ministra de las Culturas, Carolina Arredondo, instruía una investigación para “clarificar las eventualidades irregularidades y las consecuentes responsabilidades” en el proceso. Beatriz Bustos ha estado atenta a todos los pasos de la controversia.


“Patrick Hamilton y su equipo, y la dupla de León y Cociña, son artistas que han estado en Venecia, conocen bien las dinámicas de la bienal, y por eso saben perfectamente en qué lugar se instalaba el pabellón (y eventualmente su obra) y la carga simbólica de la trayectoria del pabellón nacional. La decisión que tomaron me parece tremendamente seria. Difícil, pero refleja su profesionalismo. Para mí, la credibilidad del concurso está en las personas que se retiraron”, dice Bustos.


La participación de nuestro país en Venecia tuvo un punto de inflexión el año 2009, cuando se empezó a arrendar un espacio para su pabellón en la zona de Artiglieri dell'Arsenale. “Conseguir estar de manera permanente ahí fue un logro para las artes visuales de Chile”, dice Bustos, que no está del todo conforme con la explicación del Ministerio de las Culturas sobre el cambio de lugar: que el espacio del Arsenale será sometido en 2024 a trabajos de restauración.


—¿Para usted esa no es una explicación suficiente?


“Desconozco la verdadera razón que llevó a que el ministerio cambiara la sede, pero no me convence el argumento dado. No operan así las cosas en Venecia. No me parece suficiente, porque una institución como la bienal avisa con mucha antelación el espacio de sus pabellones. Venecia arrienda sus espacios con mucha antelación y se podrían haber hecho gestiones mucho antes”.


—¿Qué tan importante es estar en el Arsenalle?


“El Arsenalle es un espacio importantísimo. Hay otros espacios que son secundarios y otros que son invisibles. El lugar que en que se ha informado que finalmente estará Chile es simbólicamente muy secundario. Puede circular menos gente, pero sobre todo levanta una pregunta: ¿por qué Chile no está en Arsenalle? Después de haber estado tantos años en ese espacio, dejarlo significa que nuestro país baja de lugar”.


—¿Cuánto daño puede hacerle esta controversia a la estructura que se había desarrollado para la participación de los artistas chilenos en Venencia?


“Impacta mucho al sector. Había cierto prestigio y validación en el medio de los procesos para la convocatoria a Venecia y toda esa figura hoy queda muy débil. Es muy difícil que artistas profesionales quieran dedicarle tiempo y energía a postular a un pabellón nacional si es que ha habido todos estos problemas. No tienen la certeza de cuál es el espacio, o si la gestión del ministerio y todas las otras instituciones va a ser fiable. Ahora que estamos en una crisis quizás hay que revisar si realmente es buena política hacer un concurso para elegir un representante; revisar también el presupuesto y los tiempos que se manejan. Pero no es el momento. Hoy me pregunto si se han hecho todas las gestiones necesarias que ya deberían haberse hecho, desde el arriendo de hoteles, contratación de imprentas para catálogos, personal para construir el pabellón. Si no se ha hecho ya, el gasto va a subir mucho.


—¿Le parece que los problemas que se han visto en el envío chileno a Venecia es un efecto de un problema mayor en el Ministerio de las Culturas?


“Para realmente ponerle proa en eventos internacionales hay que creer en Venecia, hay que creer en (la Feria Internacional del Libro) Frankfurt; hay que creer en el rol de la presencia de Chile en estos espacios. Hay que creer que es importante para la cultura chilena estar en espacios de validación internacional. Me pregunto si existió la voluntad, si se puso como un objetivo prioritario, como ha sido desde 2009.


Trabajadores del ministerio llaman a paro indefinido


Las Asociaciones Nacionales de Trabajadores y Trabajadoras del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural hizo ayer un llamado a sus asociados a una “paralización indefinida” a partir del jueves 26 de octubre. La movilización surge después de varias reuniones con autoridades del Ministerio de las Culturas en que se les habría negado la posibilidad de reasignar y aumentar el presupuesto destinado a sus condiciones laborales, hoy determinado en el proyecto de ley del Presupuesto 2024. La convocatoria se enmarca en la ocupación de la oficina de la ministra de las Culturas, Carolina Arredondo, que mantiene desde el jueves pasado la asociación.


David Greilsammer cerrará hoy con un recital gratuito el ciclo “Pianistas, la nueva generación”.

 El Mercurio


Con una nutrida discografía bajo sellos de primera línea como Sony Classical y Naïve, por estos días el músico radicado en Suiza David Greilsammer está desplegando en nuestro país una intensa agenda como director de orquesta y pianista.


Como intérprete se presentó el domingo en la Universidad Técnica Santa María de Valparaíso y hoy, a las 19:00 horas y en el Teatro Oriente, cerrará el ciclo “Pianistas, la nueva generación”, que organiza la Fundación Cultural de Providencia.


El músico llega a Santiago gracias a la Embajada de Suiza en Chile y la Universidad Andrés Bello. En la presentación de hoy abordará piezas de su última grabación, “Labyrinth”, entre otras, las “Bagatelas”, Op. 126, de Beethoven.


“Este disco es la historia de un sueño que tuve a los 15 años, un sueño muy extraño donde caminé por un laberinto. Este álbum, con muchos compositores, estilos y épocas, da cuenta de este sueño muy misterioso”, comenta a través de un contacto telefónico David Greilsammer. Agrega que el concierto de hoy contempla las mismas composiciones que incluyó en su último disco. “Partimos con el Barroco, el siglo XVII, hasta llegar a la música contemporánea. Son casi 400 años de música. Será un viaje sin pausa”.


Más información en Teatrooriente.cl.

lunes, octubre 23, 2023

Sello Raíces recobrado: 30 antiguas grabaciones, ahora en línea



 El Mercurio


La disquera en los años 80, que fue un hermano menor del sello Alerce, donó su gran archivo a la Biblioteca Nacional y, en paralelo, digitalizó el catálogo completo de casetes de folclor, canto urbano, canción contingente y poesía.

IÑIGO DÍAZ

El cantor Pedro Yáñez toma la palabra para introducir al público en el Festival Nacional de Folklore en San Bernardo acerca de la denominada “paya a dos razones”, una de las variaciones en el canto a lo poeta.


“A dos razones significa improvisar entre dos poetas. Una décima, que tiene diez líneas, se canta alternadamente entre dos poetas, por lo tanto, el primero canta las dos primeras y las dos últimas y se va alternando con el otro cantor, que a su vez acompaña... Ustedes lo van a ver, es muy sencillo”, dice. Pero su interlocutor, el poeta pircano ciego Santos Rubio, le contesta “ya, no expliquís na' mejor”.


Esa grabación de 1981 es un tesoro nacional de la música chilena. Se le considera la primera vez que cantores y poetas de aquella tricentenaria tradición salían de su hábitat natural, patios, ramadas, cantinas y casas campesinas, para subir a un escenario frente a una audiencia.


“Pedro Yáñez, Santos Rubio, Piojo Salinas y Jorge Yáñez eran los cuatro grandes y ese fue un momento histórico. Grabamos un día, y al otro día ya teníamos el casete fabricado, que vendimos en el festival y también lo llevamos a las disquerías de Santiago”, recuerda Ramón Andreu, creador del sello discográfico Raíces, en 1980.


Folclorista, músico y bailarín iniciado a los 17 años en Rauquén, uno de los tantos conjuntos de proyección folclórica de los años 50 y 60, Ramón Andreu puso en marcha esta editora de música en tiempos complejos. En toda la década de los 80 editó una treintena de trabajos, todos en el formato de casetes, de folclor campesino, canto urbano, canción de protesta y varias grabaciones de poesía.


De hecho, uno de los más sobresalientes del catálogo es “Neruda vive! A diez años de su muerte” (1983), con la grabación de un recital de Neruda en 1955 en el Teatro Municipal de Viña del Mar, donde aparecen Roberto Parada y María Maluenda. “Y de repente, canta Margot Loyola. Es la primera vez que se musicalizaban las ‘Tonadas de Manuel Rodríguez', antes incluso que la famosa orquestación que hizo Vicente Bianchi para estos poemas de Neruda”, dimensiona el folclorista y antropólogo Camilo Leiva.


Él está a cargo de un proceso paralelo que el sello Raíces puso en marcha junto con la donación de su gran archivo a la Biblioteca Nacional. Se trata de la digitalización de todo ese acervo fonográfico para ponerlo a disposición de la escucha en plataformas digitales.


Semana a semana se están publicando los casetes en la cuenta de YouTube Sello Raíces Digital. Ya se encuentran ahí el primero del catálogo histórico, “Encuentro de payadores”, con los cuatro grandes a toda máquina en San Bernardo, además de “Santiago, canto y raíz. Vol. 1” (1981), con intérpretes como el dúo Tierra y Canto, el conjunto Palomar de Margot Loyola, Los Parralitos, Paillal, Calicanto o Los Hermanos Morales de Lolol.


Entre esas grabaciones también está el primero de los tres programas “Chile Ríe y Canta”, que René Largo Farías grabó en casete para Raíces tras su regreso al país en 1985; el concierto de despedida del payaso Tilusa y su casa Kamarundi en su viaje a Europa del año 81, o la grabación clandestina “Vamos Chile”, con Gabriela Pizarro, Osvaldo Jaque y Catalina Rojas. El último casete digitalizado de la serie en incorporarse a la plataforma en línea será “América Latina”, de la cantautora Orietta Alveal, un nombre desconocido para las audiencias actuales.


“En Raíces éramos como el hermano menor del sello Alerce, y, como ellos, hicimos un registro de época que contribuyó a poner en valor a los músicos que en dictadura habían perdido espacios. Hoy esa música tiene un nuevo valor histórico”, cierra Ramón Andreu.


Se Puede acceder al material a través de este link  https://www.youtube.com/@selloraicesdigital/featured






domingo, octubre 15, 2023

“El cuaderno de Oxford”: el diario en que Nicanor Parra ideó los antipoemas

 

Nicanor Parra Por Francisco Javier Olea


El Mercurio


Entre 1949 y 1952, el poeta estudió en Inglaterra un doctorado en Cosmología, pero lo que en realidad hizo fue afinar el tono de la antipoesía. Mantuvo un diario de trabajo que también era una bitácora de vida donde logró cristalizar el método iconoclasta de su obra y, entre otras cosas, ideó el nombre del libro “Poemas y antipoemas”. Desconocido, pero alguna vez mencionado como una leyenda, el cuaderno hoy lo tiene el librero especializado en títulos antiguos y raros Eduardo Morel. Son 150 páginas que conforman un laboratorio de preocupaciones íntimas y literarias de valor decisivo para indagar en su obra. Parra siguió por años dejando notas en el diario hasta que lo cerró en 1986.

Roberto Careaga C.

Llevaba ocho meses viviendo en un departamento ubicado el 31 de Norham Road, en la ciudad de Oxford, cuando decidió dibujar posibles portadas para un conjunto de poemas que estaba trabajando hacía años. El sábado 19 de mayo de 1951 Nicanor Parra tomó el cuaderno que usaba como diario de trabajo o bitácora diaria, y en una página hizo cinco bocetos sencillos con lápiz pasta azul en los que básicamente aparecían títulos. Nombres tentativos: “Notas al borde de un abismo”, “Memorias de un ataúd y otras historias”, “El joven experto”, “Versos a lo humano y lo divino” y, finalmente, “Poemas y antipoemas”. Ese último sería el título que Parra escogió para un libro que haría temblar los cimientos de la poesía en español.


Pero aún faltaban al menos tres años para que Parra publicara “Poemas y antipoemas”. Después de su primer libro, “Cancionero sin nombre” (1937), avanzó a tiras y aflojas en el tono iconoclasta de la antipoesía y, según él mismo contaría, fue en Inglaterra donde la idea terminó por cuajar. La historia es clásica: un día en Londres ve en la vitrina de una librería un libro del francés Henri Michaux llamado “Apoems” y se activa su inspiración. “Me llamó mucho la atención esta palabra ‘apoems'”. Pero, simultáneamente, me pareció una palabra que estaba a medio camino. ¿Por qué no le pondría directamente ‘antipoemas'?”, contó el escritor en una charla en el Liceo de Temuco en 1982.


En esa misma charla, justo antes de hablar del libro de Michaux, Parra mencionó que estaba puliendo varios textos: un “mamotreto”, fue la palabra que ocupó. Lo que no dijo es que, paralelamente, llevaba un diario personal en que anotaba las bambalinas de esos trabajos y que lo acompañó durante toda su estadía en Inglaterra, entre 1949 y 1952. Entre sus 30 y 33 años. Es un cuaderno de tapas duras negras, de alrededor de 30 centímetros de alto y de 200 páginas, de las cuales el poeta llenó 150 con innumerables apuntes, poemas, anotaciones diarias, citas, dibujos y fórmulas matemáticas. Es un laboratorio de preocupaciones íntimas y literarias que en su primera página anuncia el tono general en un par de frases: “Commonplace, book of a day to day (lugares comunes, libro de un día a día). Notas, apuntes. Work book (libro de trabajo)”.


Fallecido el 23 de enero de 2018 con 103 años, Parra dejó un legado cultural incalculable que no solo puso en cuestión las formas clásicas de la poesía contemporánea, sino que también retrató el desasosiego del sujeto de fines del siglo XX desde un sospecha radical. “Durante medio siglo / La poesía fue / El paraíso del tonto solemne. / Hasta que vine yo / Y me instalé con mi montaña rusa”, escribió Parra en 1962, luego de haber entrenado su mordacidad por años. Precisar el inicio de esa rebelión es imposible, pero durante sus años en Inglaterra, estudiando un doctorado en Cosmología en la Universidad de Oxford, llegó a cristalizar el método de la antipoesía.


La ruta de los diarios


Es probable que el cuaderno de Oxford sea la pieza faltante para armar el rompecabezas de la creación de Parra. El poeta cuidó del objeto por años: no solo lo trajo desde Inglaterra a Chile, sino que lo visitó de cuando en cuando y fue dejando notas esporádicas ahí hasta 1986, cuando lo cerró para siempre con un par de líneas a dos días del atentado a Augusto Pinochet, el 7 de septiembre de ese año. Fue un secreto al que pocos tuvieron acceso y, sin embargo, existe. Antes de que falleciera, el cuaderno salió de su casa en La Reina, pasó por manos de algunos coleccionistas y hoy está en poder del librero especializado en libros antiguos y primeras ediciones Eduardo Morel. Y está en perfectas condiciones.


“Lo tengo desde hace ocho años. Originalmente fue vendido hace como 15, en 2008, por uno de los hijos de Nicanor Parra, el Barraco (Juan de Dios). Lo tenía un coleccionista, Javier Echeverría Prieto, y él me lo vendió a mí”, cuenta Morel en su librería, un local ubicado en la Galería La Merced que siempre está cerrado. En la puerta tiene un letrero que pide a los interesados ubicar al dueño a través de un celular. Adentro está lleno de primeras ediciones y libros raros, entre los que ciertamente no está el cuaderno de Oxford. Ese está en la bóveda de un banco. “Cuando lo vi supe que debía ser para el Estado de Chile. Esto es un patrimonio, esto no puede irse fuera de Chile. Es de una importancia fundamental. Registra todo el proceso mental de cómo Parra concibe la poesía y llega a la antipoesía”, añade.


La ruta que ha seguido el cuaderno de Oxford es parte de un camino complicado que siguieron otros cuadernos de Parra y que incluso llegó a la justicia. A fines de 2017, la hija del antipoeta, Colombina Parra, y su hijo, Cristóbal Ugarte, denunciaron la pérdida de aquellos papeles e hicieron un llamado público para que quienes los tuvieran los devolvieran a la familia. “La cagué vendiendo algunos cuadernos y papeles de mi padre, pero no me robé el Louvre. Sus cosas eran también mis cosas, y siempre lo tomé como un empeño”, reconoció Barraco en el diario La Tercera en 2018. Paralelamente, el reconocido bibliófilo César Soto fue acusado del delito de receptación por tener “escrituras, pensamientos escritos, papeles íntimos o inéditos” de Parra, pero en octubre de 2019 el Octavo Juzgado de Garantía de Santiago declaró inadmisible la querella contra Soto.


“Yo tenía este cuaderno en barbecho, pero me asusté un poco cuando la familia de Parra hizo denuncias a la justicia por la procedencia de estos papeles. Pero fue el hijo de Parra quien los vendió. ¿Cómo iba a ser que uno los devolviera de forma gratuita? Por eso es que la justicia ya dictaminó que eso no ha lugar”, cuenta Eduardo Morel con confianza en su pertenencia. Y relata que ya han existido interesados en comprarle el cuaderno de Oxford. Entre ellos, uno de importancia: el Presidente Gabriel Boric. El primer mandatario, según dice Morel, revisó el documento en la misma librería a inicios de este año, le sacó fotos y evaluó la posibilidad de adquirirlo para que lo preservara el Estado. Desde La Moneda, sin embargo, declinaron comentar el asunto.


Un despistado en Oxford


“Lo ‘vi' alguna vez en la casa de La Reina de Nicanor, creo que fue en el año 1992, pero fue una noche con amigos y mucho vino, y no llegué a leer nada”, recuerda Niall Binns sobre el cuaderno de Oxford, en un e-mail desde España. Académico británico especialista en la antipoesía y parte del equipo que editó las Obras completas de Parra para Galaxia Gutenberg, en 2011 Binns publicó un ensayo llamado “¿Qué hay en un nombre? ‘Poemas y antipoemas'. Oxford 1950”, donde menciona la noche en que vio el cuaderno. “Poder revisar ese cuaderno de su época ayudaría a aclarar el impacto que tuvo en el poeta su estancia en la ciudad universitaria por antonomasia de Inglaterra”, escribió.


Según cuenta Binns, en 1951 Enrique Lihn anunció la futura publicación de dos libros de Parra: “Oxford 1950” —quizás los futuros “Poemas y antipoemas”— y otro de apuntes titulado “Notas al borde del abismo”. “Supongo que el cuaderno de Oxford sería la base de ese libro”, dice Binns. “¡Cuánto me gustaría verlo y cuánto lamento, en esa noche de risas y vino, haber postergado mi curiosidad! Años después, en Las Cruces, me puse con Nicanor a buscarlo, pero no estaba entre los cuadernos que tenía allí”, añade.


Lo más probable es que aún estuviera en la casa de La Reina, donde, luego de dejar Santiago, Parra mantuvo una biblioteca entre la que se incluían decenas de cuadernos de diferentes épocas. Combinando lápiz pasta y grafito, Parra escribió el diario alternando entre el inglés y el español. “Para mí un individuo se encuentra al borde del precipicio. Meditaciones abordo: para mí no existe otro más que el que llevamos en la cabeza”, anota al iniciar la bitácora, a la que va sumando notas domésticas, apuntes de sus estudios y citas del físico Niels Bohr, Goethe, Da Vinci o Platón. Pronto llega hasta las páginas la sueca Inga Palmen, con quien se casó en Inglaterra terminando el matrimonio con Ana Troncoso, quien se había quedado en Chile.


Becado por el British Council, Parra se matriculó en el Saint Catherine's College, perteneciente a Oxford, el 19 de octubre de 1949 para estudiar mecánica moderna y vivió el primer año en Pembroke Street, donde escribió poemas como “El soliloquio del individuo”. El cuaderno de Oxford lo empieza a llevar cuando se cambia al departamento de Norham Road, en agosto de 1950. En una de las primeras anotaciones en el diario cuenta esa mudanza, un trámite tan sencillo que hacia la dos de la tarde ya estaba listo para su cuarta clase de manejo: “Partí a la perfección y solo una vez cometí el error de no soltar el acelerador. Aprendí sin dificultad dar una vuelta en la esquina, ya sea a la derecha o a la izquierda. Me divertí como un chino”, escribió.


Ese mismo día, Parra anduvo en bicicleta y se juntó con amigos. “A las 16:30 terminé de desempaquetar y me miré al espejo. Tengo una expresión de agotamiento, la camisola verde me da un aspecto de ridículo, el pelo me está escaseando de forma dramática en el centro del cráneo. Y hacia los lados se ven algunas canas. Además estoy chupado como una manzana. Debí haberme echado a dormir, pero a las 17:15 tenía que jugar tenis con Guillermo y unas jóvenes españolas”, cuenta el escritor que ya tenía 31 años.


Por entonces, el poeta empezó a trabajar con el astrofísico Edward Arthur Milne en una tesis que tuvo como título “Some unsolved problems on kinetic relativity” (“Algunos problemas no resueltos en la relatividad kinética”). Y aunque en el diario deja una nota sobre el tema que dice “estudiar la teoría del movimiento relativo”, sus apuntes empiezan a ser dominados por citas a filósofos, listas de poemas, ideas literarias. “Fui al siquiatra para que me viera el tarot”, escribe sin contexto. Y luego, otra vez sin explicaciones: “La neurosis no niega la realidad, se limita a no querérselas ver con nada de ello. La sicosis la niega e intenta sustituirla. Octopus, el block maravilloso, la máquina infernal”.


“Él no es un estudiante serio de matemáticas. Sugiero que él haga lo pertinente para aprovechar las oportunidades de Oxford, y que no sea presionado para seguir los cursos”, dice en carta a las autoridades de la universidad el profesor Milne, y al parecer la recomendación funcionó. Entonces llega al 19 de mayo de 1951, día que, entre unos bosquejos de cartas en inglés, cuenta que mantuvo unas partidas de ajedrez que perdió “miserablemente”. “El final de la partida con el hindú sudafricano me derrumbó como una pirámide de letras en conserva. Dolores de cabeza, opacidad, confusión de sentimientos, taquicardia”, anota y luego hace los dibujos de las portadas donde aparecerá “Poemas y antipoemas”. A un lado, deja una palabra: “Despistado”.


El destino del cuaderno


Parra persistió en el diario hasta 1958, aunque cada vez con menos regularidad. De regreso a Chile, junto a Inga Palmen, aborda detalles de la elaboración de “El Quebrantahuesos”, los collages con recortes de prensa que realizó junto a Jodorowsky y Lihn y exhibió en el restaurante El Naturista y frente a los Tribunales de Justicia en 1952. “Ayer colgamos Jodorowsky y el que habla un número del Quebrantahuesos que me tocó hacer a mí solo. La gente sigue riendo a carcajadas, pero me siento exhausto de mi esfuerzo tan sostenido. A ratos no veía más que una mancha negra delante de mí, un juego obligatorio de mis más ingratos trabajos”, anota en mayo de ese año. Luego, deja una frase: “Poesía funambulesca, pintoresca”.


En los años siguientes, los apuntes en el diario son cada vez más espaciados. Habla de Violeta Parra; menciona a Luis Oyarzún, Tomás Lago, Jorge Millas, Gastón Soublette. “Pongo en práctica uno de los consejos de Don Quijote a Sancho: anda despacio”, anota sin contexto. En 1968 cuenta que su hija Catalina se casa con el poeta Ronald Kay y escribe junto a esa información: “Dogmatizar y filosofar. Ojalá que me corten la cabeza”. En los años 70 casi no hay notas y en 1986, la última: “Antenoche fue el atentado contra P. (Pinochet). Hoy al mediodía comienza mi nuevo semestre. ‘El barco que se hunde', Robert Louis Stevenson”.


Enorme, laberíntico, lleno de notas oblicuas, la mayoría personales, el cuaderno de Oxford requeriría a un especialista parriano para ser descifrado. O más de uno. Hace unos años, el coleccionista y editor en el sello Pequeño Dios, Guillermo García, accedió al cuaderno. El librero Eduardo Morel se lo mostró pensando en que García podría completar una colección de primeras ediciones y diversos papeles de Parra que ha reunido. Entre ellos, algunos cuadernos más contemporáneos del poeta, en los que solía trabajar en uno o dos poemas por decenas de páginas. Evaluó comprarlo, pero su colección ya está cerrada.


“El cuaderno de Oxford relata una etapa fundamental en su poesía. Vendría a ser como los manuscritos de ‘El canto general' de Neruda a la obra de Parra. Ese es el valor que tiene. Ahí es cuando surge la antipoesía”, dice García. “Ningún cuaderno marca hallazgo decisivo como para cambiar la historia, pero este es un cuaderno fundamental. Es el más importante de los que se tiene conocimiento. Y proviene de una época donde prácticamente no hay material más que las publicaciones. Hay que recordar que Nicanor también era muy desprendido con sus cosas. Que él lo halla conservado significa que lo consideraba relevante”, agrega.


Es posible que el cuaderno de Oxford tenga que ser leído con al menos otros dos libros que Parra dejó inéditos: el poemario “Simbad el marino”, fechado en 1939, y un cuaderno de mecánica racional no datado, pero de la década de 1940, que tiene decenas de poemas, casi todos inéditos. Ambos son parte de la colección de César Soto y no están a la venta. En cambio, Morel sí tiene a la venta el diario de Inglaterra. En sus planes, espera que sea el Estado de Chile quien pueda acceder a él para que no se pierda el patrimonio del poeta. Si no, cree, es probable que lo adquiera una entidad extrajera. Incluso podría ser la Universidad de Oxford. Quizás hay que seguir al pie de la letra una indicación que dejó Parra junto a otra portada que dibujó y que tituló “Consejos teóricos y prácticos. 1950”. Ahí dice: “Lámpara: frotarla, puede ser la de Aladino”.


Nicanor Parra en Oxford, Inglaterra, donde estudió en 1949 y 1952 y llegó a concebir la idea de la antipoesía. Archivo Nicanor Parra





martes, septiembre 19, 2023

Los Huasos de Algarrobal presentarán su nueva formación

Los antiguos miembros de la agrupación quisieron formar personalmente a los nuevos.


 El Mercurio


El emblemático grupo folclórico dará el próximo domingo un concierto en el Teatro Municipal de Las Condes, que servirá para despedir a sus antiguos integrantes y darles la bienvenida a los recién llegados.

Raimundo Flores S.

Eugenio Rengifo, Cristián Donoso y Rafael Rodríguez son los tres integrantes de Los Huasos de Algarrobal que han estado más años en las filas del conjunto, fundado en 1966. Según cuenta Rengifo, hace algunos años empezaron a conversar sobre qué pasaría con la agrupación una vez que ellos envejecieran y, aunque pensaron en disolverse, finalmente decidieron que lo mejor era preparar ellos mismos una nueva formación.


Ya en 2017 sumaron a Raimundo Rodríguez como integrante reemplazante y un año después como titular, tras el retiro de Enrique Barros. En 2021 también incorporaron a Cristian O'Ryan, con quien ya habían trabajado, y finalmente añadieron a Cristóbal Walker y Enrique Rodríguez. Con ese cuarteto ya creado, los integrantes antiguos han estado trabajando casi dos años en conjunto, preparándolos para que asuman la formación titular.


“Esto no es una situación improvisada, sino que se ha preparado con mucho cariño, esfuerzo y trabajo de parte de los huasos históricos apoyando a los nuevos huasos para lograr que sigan en la ruta del Algarrobal en el tiempo. Hemos estado trabajando juntos, entregándoles primero el espíritu Algarrobal, traspasándoles en qué consiste, enseñándoles el repertorio que hemos desarrollado en la historia y enseñándoles armonías y arreglos musicales”, comenta Rengifo.


El cambio de formación se realizará oficialmente este domingo, a las 18:30 horas, con un concierto en el Teatro Municipal de Las Condes, donde participarán ambas versiones del conjunto. El show incluirá una obertura musical en guitarra de Eugenio González, colaborador habitual del conjunto, y presentaciones de las alineaciones antigua y nueva, por separado y en conjunto.


“Es un honor y también hay un sentimiento de agradecimiento hacia los huasos históricos por confiar en nosotros y tener la generosidad de dejar el conjunto en otras manos porque para ellos son más de 50 años, entonces es como entregar un hijo que ya está criado en adopción. Y eso lo hacen porque precisamente sienten que todavía el conjunto como institución tiene mucho que seguir entregando y reposicionando la música chilena en nuestro país, porque las tradiciones hoy día están medias trastocadas”, dice Cristián O'Ryan.


Por su lado, Rengifo también usa la metáfora del hijo para explicar lo que significa dejar el grupo después de más de 50 años. “Es difícil, pero es lindo porque es como cuando un hijo ya se va poniendo adulto y dice ‘me voy a ir de la casa porque tengo que hacer mi vida.' Con Los Huasos de Algarrobal nos ha pasado que hemos construido un mundo maravilloso que nos ha entregado muchas cosas fantásticas, como el público en todas partes, tanto en Chile como en el extranjero, con aquellos chilenos que viven afuera. Eso para nosotros ha sido una base fundamental de motivación para seguir adelante. Se siente una emoción y una alegría porque lo que hemos hecho en estos 57 años no ha sido en vano, porque hay gente a la que le interesa mantener ese espíritu de rescatar nuestra identidad y transformarla en música, en canciones”, señala.


El estado del folclor en Chile


Tanto la generación antigua como la nueva de Los Huasos de Algarrobal coinciden en que uno de los desafíos actuales de la agrupación es preservar y transmitir las tradiciones culturales chilenas. Aunque Rengifo admite que las expresiones ligadas al folclor hoy tienen muy poca cabida a nivel masivo, sí cree que esa llama sigue viva en otros sectores. “Si uno va a las regiones, va a intercambiar con las comunidades de los distintos pueblos del país, cuando uno va y se sienta en las cocinas de la gente a conversar en la noche, junto a un buen vaso de vino, se da cuenta de que hay una tradición, que hay una cultura que ellos heredan de sus padres, de sus abuelos y que la van transmitiendo”, dice.


En la opinión de O'Ryan, una de las grandes dificultades de hoy es que el folclor tenga que competir con toda clase de música que viene de fuera. “Eso está bien, pero la música chilena es la que nos interpreta como pueblo y creo que no la podemos perder”, plantea y agrega: “Yo creo que esos son los desafíos que tenemos: traer la música chilena a nuestros tiempos, ir leyendo el contexto e ir tomando distintos estilos, y también hacer un aporte desde el estilo del Algarrobal”.


En esa línea, O'Ryan adelanta que uno de los primeros proyectos de la nueva formación es grabar un disco con las canciones más representativas de Los Huasos de Algarrobal, para dar cuenta del sonido que impregnarán las flamantes voces del conjunto.

Katy Perry vendió su catálogo musical

 El Mercurio


La artista pop recibió US$ 225 millones por ceder los derechos de las canciones de sus álbumes “One of the Boys”, “Teenage Dream”, “Prism”, “Witness” y “Smile” a la compañía Litmus Music. La decisión de vender su música se explica por su deseo de volver a trabajar con Dan McCarroll, cofundador de la compañía, y con quien había colaborado antes, cuando él presidía Capitol Records. Perry se suma así a otros músicos que también han vendido recientemente sus catálogos, como Justin Bieber, Phil Collins, Sting y Justin Timberlake.

Buenos Aires celebró un histórico festival musical femenino

 El Mercurio


“Equal” se llamó el primer concierto con solo cantantes mujeres realizado en la capital argentina el fin de semana recién pasado, que se efectuó en el Hipódromo de Palermo y contó con la presencia de alrededor de 18 mil personas. Lali —presentada a través de una pantalla por Moria Casán—, Soledad, María Becerra, Emilia, Marilina Bertoldi y Connie Isla estuvieron dentro del variado cartel de ocho exponentes que buscó exponer cómo solo el 25% de los intérpretes y menos del 13% de los compositores son mujeres.

lunes, septiembre 11, 2023

Isabel Parra: “Hay muchas cosas estimulantes para seguir viviendo”





El Mercurio

 

La cantautora y guardiana de la obra de Violeta prepara la publicación de su primer cancionero y del nuevo espacio que albergará el patrimonio de la folclorista. “Me he hecho cargo de esa mochila, y me alegro de haberlo hecho”, dice a sus casi 84 años. Aquí repasa parte de su vida, sus duelos y renacimientos.

María Florencia Polanco


Si Isabel Violeta Parra Cereceda fuera un árbol, probablemente sería un roble, y si fuera un animal, un águila. Su espíritu es como el de un bosque milenario cuyo eco nunca deja de cantar: sobre el amor, las tragedias, la vida, el renacer.


Son casi 84 años. El suicidio de su madre. El exilio. La muerte de su padre. El regreso a Chile. El último aliento de Antar, su único nieto. El incendio del Museo Violeta Parra.


“Yo me he sostenido con la música. La música ha sido el árbol potente, inspirador, protector, amable, permanente de mi vida”, dice una mujer de cuero curtido, convicciones fuertes, opiniones tajantes, de signo géminis y devota, desde niña, de la Virgen de Lourdes.


Sentada en su departamento en Providencia, que es la sede de la fundación que lleva el nombre de su madre, la cual preside y es responsable del patrimonio de la folclorista, enumera los proyectos que la tienen “cantando por la vida”.


No solo sigue haciendo recitales, también está preparando su primer cancionero, que será publicado por Ediciones UC, y trabaja en manuscritos inéditos de Violeta. “Estoy súper entusiasmada. Tengo que empezar a recordar, remontarme para atrás”, cuenta.


—¿Qué recuerdos se le han venido a la memoria?

“Yo he tenido una vida complicada. Mi mamá era re buena mamá, pero andaba en su gitanería y buscando su destino. Lo buscó toda la vida. Sufrimos esta irregularidad afectiva y de tanto movimiento”.


—¿Cómo es repasar esa etapa con la distancia que dan los años?

“A estas alturas de la vida, no lo califico. No es bueno ni es malo. Es lo que a uno le tocó. No reniego de la vida que tuve. Jamás de los jamases. Creo que es positivo que, en medio de estos desórdenes, yo me haya convertido en una cantante profesional”.


—También volvió a presentar “Canto para una semilla”, después de medio siglo.

“Están pasando cosas. Yo creo en el año del conejo. Ese conejo está haciendo bien las cosas y nos está ayudando. Y tengo a la Virgen de Lourdes ahí, la veo desde mi balcón. Le doy las gracias, le pido ayuda. Es de esos pilares fundamentales para la existencia”.


—Se ve radiante. ¿Cuál es el secreto?

“Soy cuidadosa. Nunca he sido una artista bohemia. Yo vengo de una familia alcohólica. Eso me ha abierto los ojos y el corazón para salir de ese recuento deprimente y doloroso. Así como dejé de fumar de un día para otro. Yo me quiero mucho, me respeto mucho”.


—¿Cómo es ser adulto mayor en Chile?

“Hay altanería, un desprecio por la historia de otros, quienes han sido gestores”.


—¿En qué nota ese desprecio?

“En una falta de cariño tremendo por los que han hecho cosas importantes para Chile. Pero es un desprecio antiguo. Con la Gabriela Mistral, con la Cecilia Vicuña (Premio Nacional de Artes Visuales, a sus 75 años) que dice ‘Este premio cambia mi muerte', con Gastón Soublette, que recién lo recibió (el de Humanidades y Ciencias Sociales) a los 93 años”.


—¿Cómo ve a sus pares generacionales?

“Empobrecidos. No se arreglan los problemas básicos, como las pensiones, la seguridad social, la vivienda, los alimentos. Los artistas no tienen jubilación que los proteja”.


—Y usted, ¿cómo está?

“Haciendo las cosas que quiero hacer. Soy jefa de mí misma. Mientras sienta que tengo las herramientas para hacer las cosas que me he propuesto, que pueden ser insignificantes o importantes, las hago con la misma pasión”.


Isabel Parra es una joven que, el 29 de septiembre, cumple 84 años. Se desplaza con agilidad para preparar el té, contestar el celular y silenciar las notificaciones de WhatsApp. Camina a diario, toma clases de respiración, canturrea, toca el cuatro, cuida a “Brunito”, el perro que comparte con su hija Milena, que vive en su mismo edificio, va al cine y navega por Netflix. “Ahora estoy viendo un documental sobre la gente más longeva del planeta, que está en Japón. Hay una señora que tiene 101 años y baila con una botella en la cabeza. Los consejos que ella da son no enojarse y reírse”, dice.


—¿Le hace sentido?

“Llegar a eso sería estupendo”.


Vaciar la mochila


“Qué suerte llamarse Parra y qué desgracia también, lidiar con este apellido y con nombre de mujer”, confiesa la cantautora en “Con los pies en la tierra”, tema de su disco homónimo. Es el grito de desahogo de una artista que, a corta edad, se transformó en la guardiana del inagotable patrimonio de Violeta.


—¿No se cansa?

“No de mi trabajo, sino que me he cansado de la mochila que se llama Violeta Parra, que a veces es muy pesada. Amorosamente, me he hecho cargo de esa mochila, y me alegro de haberlo hecho. Admiro a mi mamá por encima de todas las cosas. Ahora la vamos a dejar feliz y tranquila en la Universidad Católica”.


El 7 de febrero de 2020, las manifestaciones en la “zona cero” no daban tregua tras el estallido social, cuando la tragedia volvió a golpear a la familia Parra. El museo que resguardaba las arpilleras y creaciones de Violeta —exhibidas en el pasado en el Louvre de París— era devorado por el fuego. Veinte años demoró concretarlo, un día destruirlo.


“Lloré mucho. Todavía están los carbones. Nos quedamos huérfanos, de nuevo. Y ocurrió este milagro”, dice, refiriéndose a la llamada que recibió del rector de la Universidad Católica, Ignacio Sánchez, proponiéndole crear la “Casa de Violeta Parra” en el Campus Oriente. “Nos volvió el alma al cuerpo”. Tendrá 350 metros cuadrados, 60 obras, una sala de música y un área infantil. Su apertura se proyecta para octubre.


—¿Cómo la pilla este proyecto?

“Estoy en un período de mucho agradecimiento. Ando cantando por la vida. Es una cosa tan mágica. Cuando se cuelgue cada cuadro, cada bordadito de lana, cada instrumento, que va a ocurrir pronto, va a ser una fiesta de dicha. Me salta el corazón y me emociono. A mí no me desalientan los fracasos”.


—¿Qué la mantiene en pie?

“Fortaleza, optimismo, confianza en que las cosas serán mejores, que tendremos un mundo mejor”.


—¿Ese optimismo nunca la ha abandonado?

“Nunca. Siempre que se cierra una puerta se abre otra. No hay mal que por bien no venga. Hay muchas cosas estimulantes para seguir viviendo”.


—¿De dónde saca la fuerza?

“No tengo idea, pero está ahí. No me ha pasado que me deprima, que me desaliente, que no tenga ganas de levantarme, que no quiera seguir luchando, que no pueda hacer una canción, un texto, que deje de reírme. Dios quiera que no me ocurra todavía, porque hay cosas que me faltan por ver”.


—¿Cómo cuáles?

“Como la ‘Casa de Violeta' llena”.


—¿Quién le gustaría que siguiera su posta?

“No sé, porque no quiero dejarle mochilas a nadie. Quiero vaciarla y que mis hijas vivan sus vidas felices y hagan lo que quieran”.


Una vida que contar


Era 1982 y un niño de pulmones fuertes se hacía escuchar mientras su mamá, “Tita”, sostenía el auricular de un teléfono público en Horcón, a 11 mil kilómetros de París. “Hay una nueva vida que contar. Lo escuché en el teléfono llorar. Dicen que lo llamarán Antar”, le cantaba desde el exilio a su nieto, que conoció a los cuatro meses. A los 28 años, lo despidió. “No tengo nieto y me muero de dolor”, dice con la triste serenidad de quien aprende a convivir con la muerte. “Yo disfruté de mi Antar”, sigue.


—¿Tenían una relación cercana?

“Estrechísima. Hacíamos giras, recitales los dos solos. En su corta vida, le sacó el jugo al estar vivo, y se enfermó de un tumor cerebral. Con la mamá y la abuela ausente”.


—Un nuevo duelo para la familia Parra.

“Un duelo enorme y permanente. La vida que se extingue de alguien que uno adora no se explica. No hay consuelo para eso. Siempre lo estoy viendo. Él mismo se ha encargado de que este sufrimiento no sea tan tremendo. Me acompaña y me está consolando”.


—¿Cómo era Antar?

“Era adorable. Un niño muy iluminado. Tenía mucho talento para la música y un carácter estupendo, puro, fresquito, risueño”.


—¿Cómo se conecta con él?

“Creo que todos los seres humanos estamos rodeados de nuestros muertos. De eso no me cabe duda. Es una buena y necesaria compañía. La pérdida de mi madre la tengo presente en mi vida. Estos seres me sostienen, no me tiran para abajo”.


—¿Eso lo ha sentido siempre?

“Lo empecé a sentir con mi padre, que murió cuando yo estaba en el exilio; con mi madre, que decidió poner fin a su vida, y con otros seres que he amado mucho, como Víctor Jara”.


—El día que se publica esta entrevista, se cumplen 50 años del golpe de Estado. ¿Cómo debería conmemorarse?

“Con una cosa muy sencilla y que la necesitamos: que algún día el 11 de septiembre sea duelo nacional. Sería una acción benéfica para todos”.


Nicanor Parra y su hija Colombina, junto a Isabel.


Ángel, Tita e Isabel cantando en los 90 una canción de Violeta Parra. 


Isabel Parra y Paulina Esquenazi en “El Mercurio”, durante la ceremonia de distinción de “100 Líderes Mayores 2022”. Yasna Kelly

Tommy Rey, a sus 79 años: “Felizmente y gracias a Dios tengo la suerte de mantenerme cantando”



 El Mercurio


No son 20, ni 30, ni 40, son 60 años de cumbia. La voz de “Un Año Más” repasa su larga trayectoria musical, sus inicios en Radio Portales, cómo todavía algunos creen que se llama Tomás y los duelos de la vejez. “Cuando estoy en el escenario, me siento joven”, dice.

María Florencia Polanco

El rey de la cumbia, la voz melódica inconfundible que —sagradamente— cada 31 de diciembre entona “un año más que se va” mientras su público gasta las suelas, en realidad es una persona tranquila. Cuando Patricio Fernando Zúñiga Jorquera se sube al escenario, impecablemente vestido de traje, humita y comienza a cantar, se transforma.


Tommy Rey, como le gritan en la calle, tiene 79 años, pero no lo parece. “Dicen que no se me nota mucho”, comenta acomodándose en el sillón principal del living de su departamento en Reñaca, el que tiene una vista preferencial a un televisor plasma en el que navegará buscando videos de sus shows más antiguos. Uno es del 31 de diciembre de 1982, cuando con la recién conformada “Sonora Tommy Rey” que lidera participaron en el programa “Esperando El Año Nuevo”, conducido por Enrique Maluenda.


—“Es el tiempo el que no se detiene”, canta en “Un año más”. ¿Lo siente así?

“Cuando estoy en el escenario me siento joven. Después, cuando me bajo, me siento cansado. Es que a veces tocamos más de una hora”.


Hace meses, confiesa el vocalista, convive con un fuerte dolor lumbar que se le irradia a una pierna y que se intensifica de noche o cuando está acostado. “Tengo que operarme, pero le dije al médico que después de las Fiestas Patrias”, dice la voz de “Daniela”. Como cada septiembre, la sonora “corre de aquí para acá” para llegar a las distintas fiestas y eventos que tienen programados.


—¿Sus 60 años de cumbia y trabajar de noche no le han pasado la cuenta?

“A veces ando decaído, pero cuando voy a actuar me doy ánimo. Cuando me subo al escenario me olvido de todo. Uno tiene que entregarle alegría a la gente”.


—¿Ha sentido alguna vez, ‘ya, Tommy, hasta aquí llegaste'?

“No puedo, porque es mi trabajo. Tengo que seguir hasta que Dios diga. Yo creo en Dios y le doy las gracias por los tantos años que llevo trabajando en la música. En noviembre voy a cumplir 61 años trabajando, partí a los 18”.


—¿Cómo fue pasar de ser el alma de la fiesta a estar encerrado en pandemia?

“Fue muy triste. Hacíamos ciertas cosas por Zoom, cada uno tocando en su casa. La pandemia fue fatal para todos los músicos”.


—¿Qué fue lo que más le costó?

“La gente, que es muy buena con nosotros. Siempre, en todas partes donde vamos, el público disfruta. Es muy bonito. Se nota un cariño. Eso le agradezco a Dios. Después de tantos años, la gente se me acerca y me pide fotos. Están todos descansando y cambiándose de ropa en el camarín y yo sacándome fotos, pero es bonito. Es bonito que la gente lo quiera a uno, lo disfrute, lo admire”.


—Y usted, ¿lo disfruta?

“Sí, en todas partes. Especialmente en lugares al aire libre, llenos de gente”.


—¿Cómo es la relación con sus compañeros de la Sonora, después de tantos años juntos?

“Somos como una familia. Son todos muy amigos y muy cariñosos conmigo. Me cuidan, me ayudan”.


—¿Qué ha sido lo más bonito y lo más difícil en esta etapa de su vida?

“Cuando uno empieza a hacerse más viejo le cuesta un poquito más. Pero felizmente y gracias a Dios tengo la suerte de mantenerme cantando. A veces ando un poquito mal de la garganta, pero me tomo unas aspirinitas”.


Cueva musical


Casi nadie lo conoce por su nombre real. Patricio Zúñiga fue rápidamente reemplazado por “Tommy” en todas las esferas de su vida. El autor intelectual de su —supuesto— nombre de fantasía fue el baterista de “Los Peniques”, Silvio Ceballos. Le dijo que Patricio no pegaba para una banda de cumbia, así que lo bautizó como “Tony Rey”. Pero Tony parecía nombre de payaso, así que se rebautizó como “Tommy”.


—¿Alguna vez le han dicho “Tomás”?

“Más de una vez (ríe). Todos creen que me llamo Tomás Reyes”.


—Su nombre incluso inspiró a otra banda de músicos, “Tomo como Rey”.

“Nosotros los conocimos en el Instituto Nacional. Siempre íbamos a tocar para la fiesta de los profesores. Un día se nos acercaron unos muchachos jovencitos y dijeron: ‘Oiga, Tommy, sabe qué, estamos formando un grupo y queremos ponerle un nombre, pero no sé si se puede enojar usted'. ¿Y cómo es el nombre?, les digo, ‘Tomo como Rey'. Nosotros nos reímos. Y al final se hicieron bien populares. Hemos estado con ellos. Nos dicen ‘llegaron los papás', y yo les digo ‘llegaron los abuelos'”.


Tommy Rey —que no toma alcohol— vive hace tres años en Reñaca. Emigró buscando tranquilidad. Con él viven su esposa, Gloria Sáez, una de sus nietas y el gato Darwin.


—¿Cómo es Tommy Rey en su casa?

“Yo soy súper tranquilo. No tomo. Antes me tomaba un whiskicito antes de actuar y todo eso, pero ya no, porque tengo hipertensión. Cuando vamos a tocar nos ponen una botella de tequila, y nada. Tomo pura agua mineral sin gas, porque el gas me hace mal, me produce calambres. Hay que cuidarse, es la única manera”.


—¿Qué hace cuando no está arriba del escenario?

“Me entretengo en el computador, buscando cosas. Tengo una colección enorme”.


Este hombre tranquilo, de personalidad nerviosa y noctámbulo —se queda despierto hasta las cuatro de la mañana— tiene una guarida en su casa que llama cariñosamente su “cueva musical”. La enseña con orgullo, como si la habitación hablara por él. Es un espacio amplio e iluminado donde exhibe una colección de figuras de Cantinflas, compact disc y fotos con rostros emblemáticos de la canción chilena. Posa sonriente con Cecilia “la incomparable”, el Puma Rodríguez, Zalo Reyes, Peter Rock, Antonio Prieto, Buddy Richard y Myriam Hernández.


También tiene acumulados cientos de galardones y reconocimientos que ha recibido en sus 60 años de trayectoria musical. Algunos son el primer cassette de oro que logró la “Sonora Tommy Rey”, en 1989, el Premio a la Música Nacional Presidente de la República, que le otorgaron en 2005, y una gaviota de oro del Festival de Viña del Mar, de 2013, la última vez que cantaron frente al monstruo.


“Salimos a las tres de la mañana y cuando terminamos ya habían cortado la transmisión. La gente no alcanzó a ver que nos habían entregado la gaviota. Estábamos enojados. Eso no se hace. ¿Por qué prefieren a los artistas extranjeros? A los artistas chilenos se nos ningunea”, dice molesto.


—Y a los adultos mayores, ¿se los ningunea?

“Hay gente que no respeta mucho a la gente mayor, pero generalmente sí. Yo la respeto mucho. Bueno, yo soy mayor ya. Pero siempre los respeté”.


—¿No se aburre de cantar siempre las mismas canciones?

“A casi todos les gusta escuchar lo que conocen. Las cantan y bailan. Hay muchos temas que uno los quiere mucho, les toma cariño”.


—Como el infaltable “Un Año Más”

“‘Un Año Más' es de un coquimbano, Hernán Gallardo, que murió desgraciadamente. Él hizo ese tema, y era leeeeento, más nostálgico. Y nos dejó una grabación en cassette. En ese tiempo no existían los pendrive. Y lo escuchamos. Bonito el tema, pero no hubo mucho interés en grabarlo. Entonces yo dije, ‘¿por qué no lo cambiamos a cumbia? Y quedó bien bueno. Yo estaba en la ‘Sonora Palacios' en ese tiempo”.


—¿De dónde vino el talento musical?

“Mi papá tocaba la guitarra, pero no era músico, era mueblista. Yo después aprendí a tocar la guitarra, mirando, sin clases, sin nada. Después, como a los 16 años, empecé a ir a un programa en la radio Portales que se llamaba “Calducho”, donde iban los aficionados, Fresia Soto, Luis Dimas, yo. Incluso, la Fresia iba vestida de colegial en ese momento”.


—¿Y qué cantaba?

“Yo cantaba melódico. En ese tiempo estaba de moda el rock and roll y el twist. No me daban mucha esférica. Una sola vez me hicieron cantar, entonces me fui a la radio Agricultura”.


—Donde le cambió la vida.

“Allí estaba Enrique Valladares, que fue un gran locutor y cantante. A él le gustó como cantaba. En las noches había un show, con la orquesta ‘Los Peniques', que acompañaba a otros artistas. Y entonces Valladares les dijo, ‘¿por qué no lo prueban a él?'. Y un día en la tarde ensayé con ellos y les gustó. Sabía varios de sus temas, los escuchaba desde chico. En poco tiempo nos fuimos a trabajar a Concepción en el Hotel City, donde estuve un año”.


Cuando volvió a Santiago supo que quería seguir en el mundo del espectáculo. Itineró por varios grupos hasta que integró la “Sonora Palacios”, donde grabó canciones emblemáticas como “Un año más”, “El caminante” y “La peineta”. “Grabé más de 100 temas en los casi 20 años que estuve con ellos, hasta que nos separamos”. Con la “Sonora Tommy Rey” grabó otros, como “Daniela” y “La parabólica”.


—¿Hay algún show que recuerde con especial aprecio?

“Una gira por Europa en los años 80. En las Fiestas Patrias, estaba lleno de chilenos. Y no empezamos tocando el tradicional repertorio, empezamos con el himno nacional y la gente se puso a llorar. Después tocamos tres pies de cueca y bailables. Eso fue muy emocionante e inolvidable. Era como llevarles un pedacito de Chile. Había muchos exiliados”.


—¿Qué es lo que más le agradece a la vida?

“Le agradezco a Dios que me haya dado esta voz. La gente se me acerca y me dice que sigo cantando igual. Eso me llena de satisfacción. Son cosas lindas. Y bueno, le agradezco especialmente a mi esposa, que me cuida mucho”.