Hoy suena curioso, pero el éxito de "Te perdí" del Pollo Fuentes por sobre Los Beatles no fue extraño en su tiempo. En los años 50 y 60, la música popular chilena no sólo vivió un boom y experimentó cambios radicales, sino que también se caracterizó por el eclecticismo en los estilos y por la irrupción del adolescente en la industria. Una nueva investigación de tres académicos de la UC revela las particularidades de esta época.
Evelyn Erlij
ra el fin de un año agitado para John, Paul, George y Ringo. El recuento final de 1964 para Los Beatles daba como resultado dos discos, una película, una infinidad de singles número uno y multitudinarios conciertos en Hong Kong, Francia, Australia y Estados Unidos. A esas alturas, el cuarteto tenía a medio planeta postrado a sus pies y Chile no fue la excepción: desde noviembre de ese año en adelante, ningún grupo o cantante pudo competir contra ellos en las listas de popularidad nacionales.
Ninguno, hasta abril de 1965, cuando llegaron Los Huasos Quincheros con su versión de "El corralero" y desplazaron a los Fab Four del primer lugar de los rankings. En definitiva, el famoso estribillo "cómo pretende que yo/ que lo crié de potrillo/ clave en su pecho un cuchillo/ porque el patrón lo ordenó" logró llegar más profundo al corazón de los chilenos que las "lolas" letras de hits como "No puedes comprarme, amor".
Por ese entonces, cuecas y tonadas eran ritmos popularizados por estrellas nacionales como Silvia Infantas y Ester Soré, además de formar parte de la música de fondo en las noches de diversión bohemia en cualquier boite de la capital. Y la tonada de Los Huasos Quincheros no será la única tendencia musical que venza al rock and roll. Años más tarde, durante la misma década, el Pollo Fuentes -el gran ídolo chileno de los años 60 junto a Cecilia-, Raphael e Isabel Parra, entre otros, también lograrán robar el preciado número uno a Los Beatles.
Estos ejemplos son una muestra del eclecticismo que dominaba el gusto popular de esos tiempos, pero también son un reflejo del auge del folclor en sus distintas vertientes -a pesar de la avasalladora presencia extranjera- y de la aparición de la mujer en la escena nacional, dos de los grandes cambios que marcan la industria musical entre 1950 y 1970. Ese período es, precisamente, el que abarca el segundo volumen de la investigación "Historia social de la música popular chilena" del musicólogo Juan Pablo González y del historiador Claudio Rolle, a quienes se unió en esta edición un tercer académico de la UC, el guitarrista Óscar Ohlsen.
"Se trata de las dos décadas en que más fenómenos ocurren en relación a la música popular en Chile", explica González. "Es un período en que hay mucha música estadounidense, europea y latinoamericana. Pero, al mismo tiempo, también hay una fuerte propuesta chilena en el ámbito del bolero, del folclor y del incipiente pop, las tres corrientes que generarán los grandes hitos que tiene este país en música popular, desde Lucho Gatica hasta Violeta Parra", afirma el musicólogo.
En el texto están revisados todos los movimientos, géneros y tendencias musicales que marcaron la época -como la balada, la cumbia, la Nueva Canción, el rock y el pop-, pero también explora las transformaciones sociales y culturales que afectaron tanto a la industria discográfica como a la sociedad de entonces, sacudida en todo el mundo por los embates de la Guerra Fría. Todo cambiará en la música popular después de los 50 y los 60, y el culpable será un nuevo actor social: el adolescente, productor y consumidor de los nuevos ritmos, costumbres y modos de vivir.
El tocadiscos en la pieza
Los rankings musicales demuestran la diversidad de ritmos que reinaban en esos años, pero también son, en sí mismos, el reflejo de dos fenómenos transversales que impactan en la música popular: la enorme influencia de los medios de comunicación y la emergencia de la cultura juvenil dentro de la industria cultural. Esto, no sólo porque las listas de popularidad eran publicadas en revistas dedicadas sólo a los jóvenes -Ritmo, Rincón Juvenil, El Musiquero-, sino además porque la medición reflejaba el consumo de los adolescentes, los principales compradores de discos de entonces.
En las portadas y páginas de esos medios brillaban desde figuras de la llamada Nueva Ola hasta cantantes del neofolklore como Pedro Messone o de la futura Nueva Canción Chilena como Patricio Manns, todos iniciados como ídolos juveniles. "La música popular implica el cruce de ideas, sonidos, actitudes, formas de circulación, consumo y difusión que se expresan en productos como discos, revistas, fotografías y otras expresiones, las que permitieron una potente entrada de la cultura juvenil en la vida nacional", señala Claudio Rolle.
Asimismo, los avances tecnológicos permitieron una mayor autonomía del adolescente: "A partir de los 50, los chicos pueden comprar discos más baratos y escucharlos en el famoso pick-up , aparato que desde entonces pueden tener en su pieza. Antes de eso, el sonido era controlado por el padre, ya que normalmente el equipo de música estaba en el living", explica González.
Esta mayor independencia también tendrá que ver con una revolución en las formas de hacer música. "Los jóvenes empiezan a tener en sus manos la posibilidad de producir un sonido que antes sólo podían reproducir las orquestas profesionales para bailar, que solían estar compuestas por veinte músicos. Con el rock and roll y los instrumentos amplificados, todo se reduce a lo que se llama power trio: bajo eléctrico, guitarra eléctrica y batería con micrófono", detalla el musicólogo.
Se prohíbe bailar en la sala
"Columbia Pictures y la empresa Teatro Real ruegan al público asistente mantener la calma durante las exhibiciones de la película" era el aviso que se mostraba en 1956 previo a la proyección de la famosa película "Rock around the clock", protagonizada por Bill Haley and His Comets. La música de la cinta provocaba desenfrenados bailes entre los jóvenes espectadores, pero también les enseñaba cómo tocar sus primeros acordes rocanroleros. A esas alturas, los adolescentes no sólo eran los grandes consumidores de música popular, sino también sus principales protagonistas.
"Claramente, los solistas y grupos chilenos fueron, al menos en sus comienzos, émulos de los ídolos juveniles norteamericanos, como por ejemplo Peter Rock, que partió imitando a Elvis Presley", señala Óscar Ohlsen sobre una de las figuras juveniles emblemáticas del rock and roll en Chile, que comenzó su carrera a los catorce años de edad. Lo mismo ocurrió con otras estrellas de la llamada Nueva Ola, agrega el guitarrista: "Los Carr Twins, modelados al estilo de los Everly Brothers; Danny Chilean en el estilo de Frankie Avalon, y Fresia Soto, transformada en la Brenda Lee chilena".
Pero no todo fue imitación o rock and roll: "Los cantantes melódicos chilenos, como Lucho Gatica y Antonio Prieto, que hicieron sus carreras fuera de Chile, crearon estilos propios y gozaron de una inmensa fama internacional", agrega Ohlsen sobre las dos estrellas chilenas más grandes del bolero.
Aun así, a lo largo de las dos décadas que abarca el libro, se ve una industria musical chilena siempre pendiente de lo que ocurre en el extranjero -incluso Violeta Parra y Víctor Jara manifestarán su aprecio por los Beatles- y constantemente tomando préstamos de ritmos foráneos. Que Palmenia Pizarro haya sido elegida la cantante más importante del folclor peruano o que Ginette Acevedo se haya destacado por sus grabaciones de repertorio litoraleño y paraguayo son una prueba de ello.
Esto explica, en parte, el rotundo éxito de artistas extranjeros en suelo nacional, como Charles Aznavour, cuyas canciones eran las más demandadas en la sección de guitarra de las revistas juveniles, o Raphael, el artista más popular en el Chile de los 60 al lograr 61 presencias en los rankings entre 1967 y 1970. "Esa mirada hacia afuera de Chile tiene que ver con nuestro aislamiento geográfico y con una manera de estar al día y traer el mundo para acá. Y eso está en todos los estratos sociales, lo que se percibe, por ejemplo, en el gusto por la música mexicana y la cumbia en el campo", explica González.
Este fenómeno también se refleja en una mezcla de ritmos que caracterizará, a nivel general, a la música popular chilena. Es el caso de la Nueva Canción -donde se destacan Violeta Parra, sus hijos Isabel y Ángel, Víctor Jara y el mencionado Patricio Manns-, movimiento que incorporará ritmos latinoamericanos al folklore nacional.
Y existen más ejemplos. "A nadie en el mundo se le había ocurrido tocar una balada o bolero acompañado con un grupo de rock que tocaba funk, como a Los Ángeles Negros. Tampoco mezclar rock y música andina, como en el caso de Los Jaivas. En base a las importaciones hacemos las mezclas, y esto hace que los músicos chilenos sean muy dúctiles", afirma Juan Pablo González.
Desde esta perspectiva, no es de extrañar que "Te perdí" haya desplazado a "Yellow submarine" en los rankings, ni que Los Huasos Quincheros hayan derrotado con sus guitarras al rock de Los Beatles. "El Festival de Viña también es una muestra de ese eclecticismo", agrega el musicólogo. De qué otra forma podría entenderse un espectáculo que en 1991 tuvo a la banda de rock Faith No More, a la cantante pop mexicana Yuri y a la fusión chilena de Congreso en el mismo escenario.
La chilenización de las estrellas mundiales
En estas dos décadas se dio el auge del star system local, gracias a los fan clubs y a la intensa cobertura de la prensa. Lucho Gatica, Cecilia y el Pollo fueron los ídolos indiscutidos.
"Lucho Gatica será el primer astro chileno que produzca fenómenos públicos de fanatismo a partir de sus presentaciones en Radio Minería durante la primera mitad de 1953", escriben los autores de "Historia social de la música popular chilena" sobre la gran estrella de la canción que tuvo Chile en los años 50. Ver al astro del bolero junto a Elvis Presley, Sammy Davis Jr. o Nat King Cole en fotografías de la prensa nacional se había vuelto una costumbre. "Nuestro" rancagüino Lucho Gatica era, por ese entonces, una estrella de alcance mundial. De hecho, si de vez en cuando visitaba Chile, cuenta González, no era porque venía a ver a sus fans chilenos, sino porque aquí vivía su mamá y porque aprovechaba de pasar a la disquería que tenía en la Plaza Italia.
El impacto internacional de las estrellas chilenas de la canción en los 50 y 60 fue asombroso. Antonio Prieto fue otra de las figuras emblemáticas: en los 60 condujo el programa de TV más importante de Buenos Aires durante cuatro años y recibió una veintena de premios Martín Fierro. También está el éxito del dúo melódico Sonia y Myriam en México y el de Luis Dimas en Perú, donde el rey del twist tuvo tres programas de televisión.
Por entonces, la construcción de figuras mediáticas de la canción era una práctica de marketing consolidada varios años antes en la industria musical mundial, aunque en Chile esta tendencia tuvo su gran clímax en los 60, con la aparición del neofolklore y la Nueva Ola. El auge del star system local se traducirá en clubes de fans, en una incesante exposición de las estrellas en los medios de comunicación y en fenómenos colectivos de locura por los astros nacionales.
Esto tuvo que ver, en parte, con las estrategias de la industria discográfica. Los sellos disqueros locales solían privilegiar la grabación y difusión de éxitos internacionales en versiones chilenizadas a cargo de artistas locales, por encima de las canciones originales. Esta "nacionalización" de la música extranjera fue la clave en el éxito de la Nueva Ola, que tuvo a Peter Rock, Pat Henry, Luis Dimas o Fresia Soto interpretando canciones de Paul Anka, Elvis Presley, Johnny Tillotson, Chubby Checker o Brenda Lee. Cecilia incluso llegará a cantar en inglés e italiano con una muy dudosa pronunciación.
La explotación de la imagen de las estrellas en las revistas -y posteriormente en la televisión, que llegó a Chile veinte años después que en Estados Unidos- será otro de los motivos de este fanatismo. Patricio Manns, Los Cuatro Cuartos y Pedro Messone, galanes absolutos de la época, muchas veces serán portadas de las revistas juveniles. Cecilia y el Pollo Fuentes serán casos aparte, ya que generarán los fenómenos más impresionantes de euforia entre la juventud.
El "cecilismo" fue un hito. "Ninguna artista mujer había despertado ese nivel de admiración y fanatismo", escriben los autores del libro, y al respecto también es citado el periodista Cristóbal Peña en su biografía "Cecilia, la vida en llamas", quien consigna: "A su manera, el fenómeno de Cecilia fue en Chile similar al que en paralelo provocarán Los Beatles en Inglaterra y EE.UU". Fuentes, en cambio, será el ejemplo del niño bueno, "de modales correctos y buen hablar, polo opuesto de muchos coléricos", según El Mercurio en 1968.
El fanatismo será visible también en las visitas a Chile de ídolos extranjeros, como Paul Anka, Neil Sedaka y Brenda Lee, todos ellos dulces y apacibles "pretty faces". Aunque el rock and roll era muy popular en el país, casi ningún astro de esa órbita vino a presentarse en vivo.
"Nunca vino Elvis, y Bill Haley llegó cuando tenía 30 años y no vendía nada en Estados Unidos. Después de eso, el próximo rockero que vino a Chile fue Rod Stewart en 1989", afirma González.
2 comentarios:
falto Carmen Maureira, Marisa y Luz Eliana!
Me extraña .En su recopilación falta un gran cantante con más de mil composiciones propias.
Ocupó los primeros lugares con muchas de sus canciones y hasta hoy sigue componiendo y dando conciertos en varios continentes.Muchos cantantes y músicos tienen versiones de sus canciones.
Averigüen qué países iba a visitar éste año.Quizás por el "Covid 19" no podrá dar todos esos conciertos.
Saludos cordiales de Sara.
Me refiero nada máz y nada menos que al gran Salvatore Adamo.
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