Es el reino de la autogestión, donde la prioridad es hacer buenos shows y buenos amigos. Así se canta en nuestro país en el siglo XXI.
POR JAVIERA HERNÁNDEZ
"Este es el mejor momento de la música chilena", dijo Fernando Ubiergo en la versión 50 del Festival de Viña, y la frase quedó resonando en el aire. Puede que no a todos nuestros músicos les esté yendo bien, pero es cierto que nunca habían convivido tantas bandas, de estilos tan distintos y con propuestas tan innovadoras como ahora.
Un día anuncian a Francisca Valenzuela por la radio, al otro sabemos que Difuntos Correa canta la versión moderna de "El tiempo en las bastillas" en la exitosa serie "Los 80" o que la canción final de la última película de Andrés Wood es de Chinoy, el descubrimiento de la trova sanantonina. Y si no, basta con mirar la interminable lista de 71 bandas que tocaron en la última Cumbre del Rock que se realizó en el Club Hípico en enero pasado, o los 6 mil inscritos que tiene hoy la Sociedad Chilena del Derecho de Autor, SCD (en 1997, a dos años de su fundación, tenía cerca de 2 mil). El ganador de Viña 1978 parece no estar tan equivocado.
Pero eso no significa que los músicos chilenos hoy la tengan fácil: Los grandes sellos discográficos ya no están tan abiertos a firmar largos contratos por uno o más discos, o años, ni hay tanto cazatalentos buscando artistas como sucedió en el boom de la música local en los 90.
La canción chilena se teje hoy de manera distinta: a través de internet y sitios como MySpace y de variadas salas para armar tocatas. Es el reino de la autogestión, donde la prioridad es lograr buenas canciones, tener buenos shows y hacer buenos amigos, porque todo funciona a través de invitaciones o de la institución del padrino: una persona que sabe, ayuda y enseña desde cómo pararse en un escenario, pasando por invitarlos a telonear sus presentaciones, hasta darles datos como cuál es el mejor estudio de grabación. Y nada de esto se hace por plata. Nadie promete un contrato con una disquera. Ahora las relaciones se dan por onda. Gusto. Sintonía.
Padrinos y ahijados: Los Bunkers y Francisca Valenzuela vienen llegando de una gira que hicieron juntos por el país. Los Bunkers estaban promocionando su nuevo álbum "Barrio Estación" (2008) y Francisca Valenzuela fue la invitada especial que se dedicó a cantar los éxitos radiales de "Muérdete la Lengua" (2007). Hacer la gira con ellos fue fácil porque está a la espera de grabar su segundo disco, una etapa a la que no estaría llegando si no es porque la banda de Concepción la apadrinó desde el inicio.
Se conocieron hace cuatro años cuando un amigo les recomendó a Los Bunkers que grabaran las canciones de la talentosa chica que había descubierto tocando piano en el bar Thelonious. Luego de verla en algunas tocatas, se pusieron de acuerdo y comenzaron a ensayar. Con los tres temas elegidos ("Dulce", "Peces" y "Las Vegas") ellos la llevaron a los estudios de la radio Rock&Pop para que los grabara. Un año después de eso, Francisca los llamó nuevamente para pedirles que la ayudaran a terminaran de grabar el disco: había tratado por otros lados sin resultados.
Así se forjó una colaboración que partió en conversaciones de música y llegó hasta invitaciones a cumpleaños. Hoy suman la producción de un disco, seis tocatas juntos, cerca de 50 ensayos y han perdido el número de cervezas que han tomado en el Liguria.
Francisca aprendió cómo funciona una banda, a rockear con la guitarra y lograr buenos momentos en el escenario. "Por ejemplo, aprendí que muchas veces cantar simple, pero con sentimiento, puede ser más emocionante que la complejidad técnica", reconoce la cantante. Además la dejaron bien dateada: "Me dijeron que Estudios Triana es de lo mejor que hay para grabar discos en Santiago", recuerda ella (ver recuadro).
Ni Francisca ni Los Bunkers han hablado de crear un proyecto juntos. "La idea sólo ha sido compartir", cuentan los músicos que una vez fueron apadrinados por Álvaro Henríquez, quien los invitó a participar en un disco tributo a Violeta Parra, produjo su segundo trabajo, "Canción de Lejos", y los contactó con Sony. "Pero hubo algo más importante que eso: cuando en los inicios se tiene un espaldarazo de un tremendo músico como él, eso afirma tus convicciones y te inyectas de energía", dice Mauricio Durán, guitarrista de Los Bunkers. Cuando analizan por qué han llegado a contactarse con ciertos músicos, Mauricio Durán responde: "Simplemente las canciones son buenas, eso nos hace compatibles".
Aceptar invitaciones. Si uno está permanentemente tocando se topa con gente, músicos a quienes les puedes gustar. Para eso hoy en día hay que aceptar las invitaciones, independiente de si es una pequeña tocata o un lugar con onda y buen sonido. Lo importante es poder ser visto por los fans y los mismos pares. Así fue como llegó la suerte a Chinoy (Mauricio Castillo).
A mediados de 2007, Manuel García no quería que un desconocido Chinoy teloneara su tocata en el Consejo de la Cultura de Valparaíso: según él, corría el riesgo de que aburriera al público. Pero no tenía muchas opciones. La noticia se la dio su mánager a pocos minutos de que el show empezara, por lo que debió escuchar rapidito qué tal cantaba el joven de ojos rasgados. Chinoy cautivó inmediatamente al trovador de Arica con las canciones que sacó de la destartalada guitarra que había comprado por 5 mil pesos en su San Antonio natal. Desde ese momento se transformó en su padrino.
Manuel García se trajo a Chinoy a Santiago. Lo salvó así de seguir buscando trabajo en bares del puerto y lo recibió en su casa. "Compartimos un par de días y se sentía que podríamos llegar a ser amigos. Más que amigos, sentí que de él yo tenía mucho que aprender como artista", dice el ariqueño. Chinoy cuenta que entre ellos todo ha sido espontáneo. "Terminé cantando una de sus canciones en el living de su casa y de ahí pasé a cantarla en escenarios más grandes. Sin ensayar, me la aprendí escuchándolo a él".
García reconoce que "cuando era más pendejo me gustaba que me invitaran", pero de la experiencia de haber partido en un grupo (Mecánica Popular) aprendió que ser solista no significa trabajar solo. Hoy va para todos lados con diez personas, entre músicos, iluminadores y asistentes. Eso es lo que trata de comunicarle a Chinoy, quien aún ama el romanticismo de llegar solo con su guitarra y que las cosas se informen a través del boca a boca.
Ese romanticismo es el mismo que motiva a los sellos independientes, que se formaron hace unos cuatro años con el objetivo de canalizar el trabajo de tantos músicos que siguen naciendo a pesar del vacío que quedó cuando perdió valor el disco tangible y con él, sus fabricantes
El disco de Chinoy saldrá luego y Manuel García espera ansioso el lanzamiento, porque le gustaría hacer algunas versiones de sus temas. Por mientras, los trovadores de puerto siguen componiendo al aire libre con su guitarra y siguen coincidiendo, porque después de esa primera invitación la gente se acostumbró a verlos juntos, entonces cuando invitan a tocar a uno, también llaman al otro.
Buscarle a internet. Javiera Mena y Gepe siempre se topaban en fiestas y reuniones porque tenían amigos en común, pero sus conversaciones nunca pasaron más allá del saludo. Hasta que un día alguien del círculo le mostró a Gepe unas canciones que le había grabado a Javiera. "Me encantó. De ahí la invité a mi casa y me ofrecí para ser su baterista. Empezamos juntándonos a ensayar y lo pasábamos súper bien", cuenta Gepe.
Cuando se conocieron, ella ya había grabado su primer disco - que nunca se publicó- y estaba buscando músicos para formar su nueva banda. Él vio que Javiera ya tenía un camino recorrido y quería aprender de ella. "Porque ella desde los quince años sabía que quería hacer canciones así y no de otra forma", recuerda Gepe, quien reconoce que persiguió a Javiera para que le enseñara lo que había aprendido. Y lo consiguió.
Ella llevaba tiempo buscando nuevas formas de promocionar su música y en internet había encontrado la solución. Después Gepe siguió sus pasos. Hoy ambos le han sacado jugo a sus computadores para grabar canciones, subirlas a MySpace, organizar tocatas por mail y promocionarse a través de grupos en Facebook. Incluso ahora Javiera se hizo usuaria de Twitter, un sitio de la web 2.0 donde irá informando las etapas en que va su próximo disco.
Como todos los nuevos músicos, han entendido que estar en internet es sinónimo de existir. Ya no necesitan convencer a un gran sello para que les produzca su primer disco y así tener una carta de presentación en las radios. Hoy pueden ser escuchados gratis por personas de todo el mundo.
Gracias a internet, Javiera y Gepe llegaron a tocar juntos a Buenos Aires y se les acercó el sello independiente Quemasucabeza para ofrecerles la producción de sus discos. "Creo que todo fue gracias a que fuimos bien 'busquillas' desde el comienzo", reconoce la cantante, que invitó a Gepe a cantar la canción "Sol de invierno" en su primer disco. Ahora él la invitará a cantar en su próximo álbum.
Independientes pero profesionales. Álex Anwandter (vocalista de Teleradio Donoso) es un perfeccionista. Por eso escuchó muchas veces las cerca de 70 canciones que tenía el grupo antes de elegir las 12 que irían en su primer disco. También se preocupa del look de la banda y los videos que la acompañan cuando tocan. Y ha producido los discos de dos grupos independientes: Fother Muckers y Adrianigual.
A Adrianigual los escuchó por primera vez gracias a un EP que la banda había sacado. Le impresionó tanto su música que invitó al vocalista Diego Adrián a su casa y le ofreció grabarle un disco gratis. "Para mí, Adrianigual es de las pocas bandas en Chile, quizás la única, que hace música considerada actual en el mundo", afirma Álex sobre el grupo del que terminó haciéndose amigo y con el que hoy están trabajando juntos en los videoclips de ambas bandas.
"Es un privilegio conocer gente que uno admire, y más todavía poder aportarles en algo. A mí me encanta producir y me sirve también para no quedarme encerrado en un tipo de música", cuenta Álex. Pero no basta con grabar y tocar. Para llamar la atención y perdurar en el tiempo, es necesario hacerlo bien. "Dar un buen espectáculo, tocar harto, intentar sortear las condiciones técnicas pencas - que abundan- , valorar el trabajo propio ganando dinero y pasarlo bien", son las cosas que enumera el músico para lograr un excelente show en vivo.
La autogestión para él también es una ventaja que permite abaratar costos y controlar mejor lo relacionado con la estética de los músicos. Cada vez crece más el circuito de pubs como el Club Mist o La Berenjena que buscan llenar sus locales con las presentaciones de nuevas bandas. Y si al público le gusta, lo más seguro es que sean invitados a tocar en un lugar cool como El Living, con buen sonido como la Sala Master o masivo como La Batuta. Por eso, "tocar en bares o clubes chicos para los amigos, tíos y perros es una excelente manera de empezar", dice Álex.
El espíritu de la nueva música se basa en la autogestión y creencia en el propio gusto. Y aunque cada uno está preocupado de sus proyectos personales, si existe la posibilidad de ayudarse, intercambiar y compartir, ninguno pone mala cara. Todo sea por lograr un buen show.
"ESTO ESTÁ QUE EXPLOTA"
Con menos artistas que ahora, en la segunda mitad de los 90 la música chilena vivió un boom. Pero eso se acabó. La piratería y la decisión de los grandes sellos (de los que ahora sólo quedan cinco) de apostar a los superventas televisivos, como "Mekano" y el axé o los cantantes de "Rojo", dejaron a los artistas que no cabían dentro de esa categoría en el aire. Y hubo un vacío, porque nadie tenía muy claro cómo hacerlo sin el antiguo sistema.
Antes, el único estudio profesional de grabación era Estudios Sur, donde una banda debía pagar cerca de 400 mil pesos para ocuparlo por un día, y el costo no incluía al ingeniero en sonido. Si se tiene en cuenta que un disco puede tardar tres semanas en quedar listo, queda claro por qué ninguna banda sin sello tenía posibilidades. Con la diáspora de las grandes casas discográficas, Estudios Sur debió cerrar y los músicos e ingenieros, además de crear sellos independientes, crearon a sus reemplazantes. Así aparecieron Estudios Foncea (2004) y Estudios Triana (2006), este último de los ingenieros en sonido Carlos Barros, Gonzalo "Chalo" González, Claudius Rieth y el audiovisual Francisco Anwandter. Triana nació con la idea de terminar la notoria diferencia entre lo top y lo hecho en casa. Cobran 20 mil pesos la hora, ingeniero incluido, y hacen precio cuando piden el estudio por más de un día.
"Esto está que explota. Nos ha ido realmente bien. Hay algo en este lugar que la gente disfruta, aparte de que tengamos buenos equipos", dice Claudius Rieth. Han analizado incluir cantantes más comerciales como Myriam Hernández o Luis Jara, pero han desistido porque no quieren que el lugar "se llene de gente histérica por los números. Queremos aportar a la música chilena, a este pedacito de historia que se está escribiendo desde el 2005", concluye. Quienes ahora están dedicados a la difusión de estos discos son los sellos independientes como Oveja Negra, Quemasucabeza o El Escarabajo. También trabajan sólo con músicos de su gusto. Para los impacientes que prefieren moverse por su cuenta antes que esperar que un padrino caiga del cielo, la opción es concursar en el Sello Azul (2001) de la SCD, que cada 20 meses convoca a nuevas bandas. Para la última versión postularon 520 artistas, de los que sólo 12 quedarán seleccionados para producir su primer disco.
Javiera Hernández.
http://diario.elmercurio.com/2009/03/13/wiken/_portada/noticias/EDB17346-994C-4370-A2CA-D9C99E0D850D.htm?id={EDB17346-994C-4370-A2CA-D9C99E0D850D}
No hay comentarios.:
Publicar un comentario