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martes, mayo 19, 2015
Margot Loyola: Una vida marcando a generaciones de músicos chilenos
El Mercurio
En medio de versiones de que su salud atraviesa un mal momento, Osvaldo Cádiz, esposo de la folclorista de 96 años, despeja las dudas, recuerda momentos claves de su vida y reflexiona sobre el legado que deja para la cultura nacional.
Javier Contreras
"Mire, comadre, uno tiene que decidir el momento en que se muere, en que se va", le dijo Violeta Parra a Margot Loyola, entonces amigas inseparables, meses antes de que la autora de "Volver a los 17" se quitara la vida. Pero Loyola discrepó: "Yo no, porque yo no me quiero morir". De ese diálogo han transcurrido más de cinco décadas, y la compositora y folclorista Premio Nacional de Artes Musicales todavía se aferra a ese deseo. A los 96 años -nació en Linares un 15 de septiembre de 1918-, Margot Loyola sigue eligiendo vivir.
"Últimamente ha recibido visitas de un italiano", dice su esposo Osvaldo Cádiz (73), mientras ella descansa en su habitación. "De franco deterioro", puntualiza el hombre y luego suelta una carcajada. Echa mano a la picardía para restarle dramatismo a las versiones de que en las últimas semanas su salud ha empeorado, al borde de encender las alarmas de una inminente desgracia.
"Naturalmente que a estas alturas está con los achaques propios de los años. Se cuida mucho de los fríos. La levantamos poco porque nos han dicho que tenemos que evitar los cambios bruscos de temperatura. Para no tener problemas, tiene que estar tomando remedios todos los días", explica Cádiz, su compañero desde principios de los 60 -se conocieron cuando él tenía 15 y ella 39-y marido
desde 1990.
Pese a los cuidados, Margot se las arregla para mantenerse activa. "Ella sigue recibiendo alumnos, sigue corrigiéndoles, sigue dictándole letras, sigue enseñándoles rasgueos de guitarra, y a pesar de lo poco que se levanta, también les enseña movimientos de pañuelos y movimientos de brazos", explica.
Gepe, Juga di Prima, Natalia Contesse, Daniel Muñoz y los integrantes de El Parcito se cuentan entre quienes han visitado a la maestra para aprender de ella técnicas compositivas y de interpretación, así como para interiorizarse de los géneros del folclore nacional y de sus manifestaciones en las distintas regiones del país. Cádiz recuerda en particular una conversación que Loyola tuvo con Lulo, miembro del grupo hip-hop Legua York a quien le tiene un gran cariño. "'Nosotros también en la tradición tenemos rap', le discutía Margot. 'De dónde', le dijo el joven. Y ella empezó a tocar la guitarra y se puso a 'rapear' un canto recitativo: 'huifa, rendija, la mama, la hija, Rancagua, Pisagua, le lloran la guagua. Y Lulo dijo: '¡de veras!'"
Como la principal folclorista del país y reconocida investigadora -el método que utiliza para sus estudios de los cantos de tradición oral es referido en las universidades estadounidenses como el de "la chilena"- ha sido inspiración constante para los artistas nacionales. "Y transversal", enfatiza su esposo y mano derecha en labor académica. "Desde Los Huasos Quincheros hasta Víctor Jara, todos han admirado su trabajo", agrega.
Cádiz recuerda su relación con Jara: "Cuando Víctor iba a trabajar en terreno, llegaba después con temas que estaba estudiando. Y partía donde Margot para hacérselos escuchar. Y Víctor le decía: 'esto qué cosa es', 'cómo lo podemos clasificar'. Tenían una relación muy linda desde que en 1961 hicieron una gira juntos cuando él estaba en Cuncumén". Con Los Huasos Quincheros, a quienes Loyola ha prestado varias de sus canciones, había un respeto mutuo, en particular por Benjamín Mackenna. "Después del golpe militar, estuvo muy preocupada de los amigos folcloristas y profesores que estaban detenidos, y ayudó a sacar a algunas personas de Chile. El puente fue Benjamín Mackenna, que estaba a cargo de la cultura", revela.
Pero de todos los artistas a los que guió, fue Violeta Parra quien le cambió la vida. "Tuve la gran suerte de verlas a las dos juntas; conversar, cantar, intercambiarse los temas que estaban componiendo, eras dos volcanes", rememora Cádiz. Y continúa: "Ella conoció a la Violeta actuando en una fonda en la Quinta Normal. Se acerca y la felicita porque había cantado dos temas propios. Margot le pregunta si los tiene inscritos y le dice que no. Llegan a la casa de Margot, y Margot le transcribe y le inscribe estos temas. Al poco tiempo le pide que sea la madrina de Rosita Clara, con Nicanor como padrino".
"Ella le cantaba y dictaba sus canciones, y Margot anotaba y transcribía. Violeta no sabía partituras. Cuando se encuentran, Margot la invita a escribir las partituras en sus temas y luego la lleva a las diferentes radios, y la promociona, entendiendo que Violeta era una figura extraordinaria", explica Juan Pablo López, director ejecutivo de la Academia Nacional de Cultura Tradicional, organización que administra el legado formativo de la folclorista (su contraparte musical recae en el grupo Palomar).
Un legado que bien vale recordar hoy, cuando Margot Loyola insiste en su determinación de abrazar la vida. De abrazar un país. Porque pocas nombres resumen mejor en su biografía la identidad de Chile. "Cuando le han preguntado donde le hubiera gustado haber nacido, la maestra ha dicho siempre, con toda fuerza: 'en mi país, no podría haber nacido en otro país'".
Amiga de la Presidenta
Loyola ha cultivado una estrecha amistad con Michelle Bachelet. Hasta hoy la Mandataria usa un anillo con forma de kultrun que le regaló la folclorista y que sirve para "alejar las malas vibraciones y atraer lo positivo".
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