sábado, julio 29, 2023

Cecilia: “No me arrepiento de nada. Volvería a vivir igual”



En esta entrevista inédita –un compendio de las distendidas conversaciones que una periodista de Wikén sostuvo entre 2018 y 2019 con la fallecida cantante–, “Cecilia la incomparable” comparte recuerdos y detalles íntimos de su vida y su carrera, y reflexiona sobre lo que significó transgredir los parámetros establecidos para las señoritas en el Chile de la Nueva Ola. Por Camila Sáez Ibáñez


Es la tarde del jueves 14 de junio de 2018, cuando hago la primera de una seguidilla de entrevistas a la icónica cantante Mireya Cecilia Ramona Pantoja Levi, conocida como Cecilia, la incomparable, en el marco de la investigación para un libro sobre grandes mujeres de Chile. Antes de concretar esta primera cita, Cecilia canceló a última hora en cinco oportunidades. Y a pesar de haber acordado que iría una fotógrafa, pide que no le saquen fotos: “Hoy estoy con cara de cu... Que venga mañana”.


La entrevista es en su casa, un departamento en la Villa Frei, que más que departamento parece un museo: las paredes están tapizadas de premios, fotos y discos.


—Ya. ¿Cuáles son las preguntas? —dice Cecilia antes de saludar.


Hasta el día de su muerte, el lunes 24 recién pasado, producto de una enfermedad pulmonar obstructiva crónica, Cecilia nunca dejó de ser una estrella del rock. Falleció poco antes de cumplir 80 años y su velorio fue una fiesta con música en vivo en el Teatro Caupolicán.


Con canciones como “Baño de mar a medianoche”, “Puré de papas”, “Dilo calladito” o “Aleluya”, ganadora del Festival de Viña del Mar (1965) y acreedora del primer disco de platino en la historia del país, Cecilia fue un ícono de la música chilena. Con un estilo único, se resistió a ser encasillada en las tendencias de la época o en lo que se esperaba de una “señorita”. Cuando todos cantaban rock and roll, ella cantó boleros en italiano. Cuando todos inventaban nuevas canciones, ella decidió reversionar himnos clásicos. Cuando todas querían ser reinas de belleza, ella cambió la minifalda por pantalones y se cortó el pelo, sin importarle el qué dirán. Sin quererlo, impuso un estilo único, rebelde, incomparable.


Baño de mar en Tomé


Oriunda de Tomé, de niña quería ser estrella de cine. En un tarrito juntaba las monedas que le daba su papá para ir al biógrafo a ver a las divas de las películas en blanco y negro. Él, cantante frustrado de boleros, proyectó sus sueños en la voz de su hija y la empujó a profesionalizar su carrera.


—Mi mamá me dejó ser. Y mi padre me aconsejó, me dio confianza, tuve su apoyo completo. Antes de morir me dejó una carta, que desgraciadamente no he podido encontrar. Ahí me dejó unos piropos y me dijo que tenía que ser conocida a nivel internacional.


—Era la regalona.

—Sí (piensa). Pero no creas, mi hermano también era muy regalón. Jugaba fútbol y yo andaba a la cola de él. Entonces me ponía al arco y jugábamos con sus amigos. Era buena. Me decían que parecía un sapito (se ríe).


—¿No tenían ese sesgo en su casa, de que había cosas de mujer y cosas de hombre?

—Vivíamos en una casa muy grande, que tenía también una pequeña fábrica de chalecos. Como mi mamá trabajaba, yo tenía que ayudar con el aseo. Mi hermano nunca tomó una escoba. A mí me tocaba hacer todo el segundo piso, hasta que empecé a cantar.


En el colegio, cuenta, era “diablilla”, peleaba con los profesores, fumaba a escondidas, la suspendían. Pero fue durante un paseo de curso, cuando —para pagar una penitencia y le tocó cantar frente a todos—, que un inspector la escuchó y la reclutó para participar en un festival. Así partió como vocalista de su primera banda, Los de Tomé. Pronto firmó con un sello discográfico y con solo 16 años se vino a vivir a Santiago.


—Ahí todavía me vestía como señorita —bromea, mientras vemos algunas fotos de ese tiempo.


En una época en que las mujeres acostumbraban sentarse en el asiento del copiloto, ella manejaba su propio auto. Usaba pantalones, fumaba, tomaba alcohol y se comía el tuto de pollo con la mano.


—Todo lo entretenido era de hombre. Las mujeres no podíamos ni silbar... Hoy día todo eso es más libre. La mujer es más libre. ¡Por Dios cómo me criticaban! Pero yo, feliz de la vida. No hice caso. Me encantaban los autos, aprendí a manejar a los once años.


—¿Le enseñó su papá?

—Sola, niña. Mi papi tenía una cuchufleta, un auto de esos de los años 20. Lo hacía partir con una lima, me ponía cojines en la espalda y partía. Una vez me pillaron y me sacaron la cresta. ¡Casi fundo el motor! Daba la vuelta a la manzana en primera. Y a todo chancho. Qué divertido. El manejo siempre me llamó la atención, yo le pedía a mi papá: “Présteme el volante”. Y me dejaba manejar. Eso me sirvió mucho para atreverme.


“No es de señoritas”


Cecilia fue la primera rockera chilena y se adelantó a todo. Con sus pantalones largos, su pelo corto y su espíritu libre, su estilo era muy distinto al ideal de mujer sumisa que había sido exaltado en la década del 50. De hecho, al comienzo de su carrera, su padre la impulsaba a arreglarse y actuar de forma más femenina.


—Me cargaba usar vestido, qué cosa más incómoda. Me veía estupenda, sí —recuerda entre risas.


A medida que su fama fue creciendo, Cecilia encontró la fuerza para expresarse más libremente, tanto en su actitud y su imagen como en su peculiar estilo musical que, a pesar de pertenecer generacionalmente a la Nueva Ola chilena, distaba mucho del twist o el rock and roll. Ella incorporaba boleros, tangos, clásicos italianos, folclor y rock, con su voz y su estilo “incomparable”.


—En una revista Ritmo de la Juventud, del año 67, aparece esta frase suya: “Espero algún día volver a enamorarme y casarme. Ya que mi anhelo, como el de toda mujer, es formar un hogar”.

—Ah, pero eso lo pusieron. ¡Lo pusieron! ¡Yo no lo dije! (Se ríe). ¿Formar un hogar? ¡Nunca! Y dedicarse al marido…


—Muchas artistas contemporáneas suyas brillaban, además de su talento, por su belleza o como íconos sexuales. Gloria Benavides, Fresia Soto, entre otras. Usted se desmarcaba mucho. ¿Cómo era ser mujer en la industria musical en esa época? ¿Sufrió algún tipo de discriminación o acoso?

—En todo, nunca faltamos los rebeldes. Eso que dices tú lo vi muchas veces, pero no me tocó a mí. Yo creo que por mi carácter, los espantaba. A Luis Dimas sí le paré el carro una vez… Pero no por fresco, por otras cosas.


—Su carácter le sirvió, pero me imagino que también le dificultó otras cosas. Hay artículos que decían que usted tenía actitudes “que no eran de señorita”.

—Mira, una vez, cantando en el Teatro Caupolicán, se me quedó atascado el taco del zapato en un tablón del escenario. Me tuve que sacar el zapato en la mitad del show, así que me saqué también el otro y terminé de cantar a pie pelado. Me criticaron tanto, que era una ordinariez... Igual que en el Festival de Viña, con el beso de taco. ¡Ahí sí que me criticaron! Es que no hallaban cómo echarme para abajo. Al Festival de Viña fui con mi carrera ya muy bien cimentada, pero yo por mí no hubiera ido, me daba nervio. Mi padre me obligó. Y cuando escuché rugir al público, de puro nervio, se los devolví tirándoles un beso de taco. “¡Aaargh!”. La gente rugió. Y como seguía rugiendo, lo seguí haciendo. Empezaron las críticas, porque era una cosa medio futbolística, ahombrada. Salió así, como algo del momento y se volvió un sello. Todavía lo sigo haciendo. O sea, cuando me puedo agachar, porque ando con la columna más o menos nomás.


—¿Piensa que somos más libres hoy día las mujeres o todavía nos reprimimos?

—Mucho más libres. Yo les abrí la puerta. Fui la primera que salió con pelo corto, pantalones, fumando, andando en auto y haciendo todas esas cosas cuando las mujeres ni pensaban. Les ofendía tanto que me pusiera pantalones o que me gustara el fútbol. Hoy son cosas más normales. Yo pavimenté el norte. Después que salí yo, las chiquillas iban a la peluquería y decían: “Córteme el pelo como Cecilia”. Después empezaron a usar chaquetas de cuero. Yo no fui nunca para tener hijos tampoco, cuando antes era la regla que te casaras para tener hijos. Rechazaba a los chiquillos también. Así nomás, de lejos (hace un gesto con la mano). La música es y siempre ha sido el amor de mi vida. Pero yo nunca lo hice a propósito. Yo fui yo, y el que se abrió, se abrió. Eso fue.


—¿Y qué opina de la ola feminista de ahora (2018)? ¿De las jóvenes que marchan y que se están tomando colegios y universidades?

—Cuando me tengo que defender, me defiendo sola. Pero claro que estoy ahí con las que ponen la bandera, las aplaudo. Si la mujer siempre ha trabajado muchísimo más que el hombre, en todo sentido, y está bueno ya que se empiece a valorar eso, a mirar de otra forma. ¡Pero no con las pechugas al aire! Con el poto al aire tampoco (se ríe).


—¿Nunca se le pasó por la mente que hubiera preferido ser hombre?

—(Piensa) Fíjate que no. Me encanta ser mujer, lo paso bien, no lo cambiaría. Y a pesar de todo, yo siempre he podido decir y hacer lo que yo quiero.


Rumores


La carrera de Cecilia cayó en declive durante la dictadura y desapareció casi por completo de las radios. Uno de los momentos más difíciles fue cuando estuvo en la cárcel. Allí, durante una riña, sufrió una fractura en la mandíbula que la dejó con secuelas para hablar.


—¡Yo también pegué! Pero igual me sacaron la cresta. “¡Ahora canta, Cecilia, canta!”, me pegaban patadas. Me pegaron con un palo en el riñón. Estuve un mes presa sin saber por qué. Yo nunca me metí en política, pero me empezaron a marginar. Decían que era comunista. Y no es así, yo soy yo nomás. Sin colores políticos.


—En esa época, usted había grabado nuevas versiones de canciones de Violeta Parra y Víctor Jara.

—Mira, si hubiese sabido… Pero ¿sabes qué? Yo creo que las hubiera grabado igual nomás. Porque la intención, el sentir que yo tenía en ese momento hacia Violeta era muy fuerte. Lo de Víctor Jara fue más de añadidura. Era bonito el tema y fluía muy bien con el montaje, así que me gustó y lo hice. Pero no sentía nada de eso con Víctor Jara; la verdad, él era bien pesadín. Con Violeta, en cambio, llegamos a ser muy cercanas. Ella era harto más adulta que yo, nunca le pregunté su edad. Pero las dos teníamos nuestro carácter fuerte y el mismo sentido del humor. Entonces, yo tenía muchos sentimientos para hacer ese homenaje. Después decían que yo era del MIR, que era guerrillera. El 68 hice una fotonovela, que eran como las telenovelas, en revista, y salía en “Réquiem para una guerrillera”. Salgo con un fusil así, ¡regia! Y se basaron en esa foto. ¡Ridículo!


Además de los rumores sobre su militancia política, se hablaba sobre su orientación sexual. Al no ajustarse al estereotipo de mujer que tenía la industria del espectáculo, Cecilia pronto fue tachada de lesbiana. Nadar contra la corriente la diferenció del resto, pero también tuvo altos costos para su carrera.


—Nada es gratis. Me criticaron y me postergaron mucho también. Cuando empezó con más fuerza la televisión, yo no entraba ahí, no me querían. Yo no le di bola, así que empecé a actuar en boîtes y fui la reina de la noche en todos los locales nocturnos de Chile, de Arica a Punta Arenas. Cosa que las señoritas tampoco hacían. Pero a mí siempre me dio lo mismo lo que dijera la gente.


Para Cecilia, los rumores de su sexualidad, a los que se sumaron los de su supuesto alcoholismo, fueron hechos por sectores conservadores para ensuciarla. Durante ese mismo período creó una productora, se peleó con los grandes y formó su propio sello independiente. Fue pionera, sin embargo, le costó la notoriedad. Los shows clandestinos en boîtes fueron su único medio para poder subsistir, y fue así que comenzó a relacionarse con el mundo más marginal de las prostitutas y homosexuales. Fueron estos grupos quienes la convirtieron otra vez en un ícono, ahora de un circuito kitsch y alternativo, y le dieron un nuevo aire, que la impulsó más adelante a volver a repletar teatros y ganar un nuevo público, más joven y diverso.


—De repente me volví un ícono gay. Los gays me quieren mucho, han sido muy buenos conmigo. Yo los quiero mucho a los de toda esa onda. A los trans, a los gays, a las prostitutas. Hicieron harto por mí en esa época. ¡Pero yo nunca he dicho que soy gay!


La nonna Ceci


Hace 20 años, Cecilia cayó de un tercer piso. Algunos lo informaron como intento de suicidio, pero ella lo desmintió.


—Vi el túnel, pero nunca me he querido morir. Por eso volví —dice.


Tras sobrevivir a la caída, tuvo que ser operada de la columna. Yasmín Bau y Claudia Sánchez la encontraron y, sin conocerla, se dedicaron a cuidarla durante su rehabilitación. Después de la muerte de sus padres y de sus hermanos, a Cecilia le quedaron solo sus sobrinos, a los que veía poco. Estos últimos años vivió acompañada por la gente que conoció en el camino.


—Cuando conocimos a la Ceci estaba sola, así que la ayudamos y nos ayudamos entre todas. Nos volvimos muy cercanas —cuenta Yasmín Bau, quien la acompaña en esta entrevista.


Yasmín, que desde niña la admiraba, la acompañó en su postoperatorio y comenzó a ayudarla también con su carrera. Pronto terminó convirtiéndose en su mánager. Claudia, que se acababa de separar, también se quedó a vivir con ellas y su hijo Simón, de entonces tres años, a quien Cecilia adoptó informalmente como su nieto putativo.


—¡Mi niño! Él me dice “la nonna”. Llegó aquí, habrá tenido tres años… y ahora tiene 15 (hoy de 20). La Yasmito… (mira con ternura a Yasmín) también llegó chiquitita. Yo estaba sola y ahora esta es mi familia. Bien poco convencional, pero aquí cada uno por su lado y nos queremos.


Sentada en un sillón dio sus últimos conciertos en casinos y teatros regionales, y sentada, también, compartió escenario en 2019 con grupos como Sinergia, Villa Cariño, Los Prisioneros y humoristas como Edo Caroe y Jorge Alís, para un show a beneficio en el Velódromo del Estadio Nacional, frente a más de 5 mil personas.


—Mirando hacia atrás su carrera, lo grande que fue…

—¿Cómo que fue, niña? ¡Que soy! —interrumpe, riéndose—; hay Cecilia para rato. La música es inmortal.


—¡Perdón! Quería preguntarle si, mirando hacia atrás, ¿se arrepiente de algo?

—No me arrepiento de nada. Igual que la Edith Piaf. ¿Quieres saber si, después de todo, hubiera hecho las cosas de otra manera? No. Volvería a vivir igual.


Corría autos deportivos, cuando las mujeres acostumbraban ir en el asiento del copiloto. Archivo Zig Zag

“El 68 hice una fotonovela y salieron con que era guerrillera del MIR”. Instagram @cecilia_laincomparable



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