lunes, septiembre 11, 2023

Isabel Parra: “Hay muchas cosas estimulantes para seguir viviendo”





El Mercurio

 

La cantautora y guardiana de la obra de Violeta prepara la publicación de su primer cancionero y del nuevo espacio que albergará el patrimonio de la folclorista. “Me he hecho cargo de esa mochila, y me alegro de haberlo hecho”, dice a sus casi 84 años. Aquí repasa parte de su vida, sus duelos y renacimientos.

María Florencia Polanco


Si Isabel Violeta Parra Cereceda fuera un árbol, probablemente sería un roble, y si fuera un animal, un águila. Su espíritu es como el de un bosque milenario cuyo eco nunca deja de cantar: sobre el amor, las tragedias, la vida, el renacer.


Son casi 84 años. El suicidio de su madre. El exilio. La muerte de su padre. El regreso a Chile. El último aliento de Antar, su único nieto. El incendio del Museo Violeta Parra.


“Yo me he sostenido con la música. La música ha sido el árbol potente, inspirador, protector, amable, permanente de mi vida”, dice una mujer de cuero curtido, convicciones fuertes, opiniones tajantes, de signo géminis y devota, desde niña, de la Virgen de Lourdes.


Sentada en su departamento en Providencia, que es la sede de la fundación que lleva el nombre de su madre, la cual preside y es responsable del patrimonio de la folclorista, enumera los proyectos que la tienen “cantando por la vida”.


No solo sigue haciendo recitales, también está preparando su primer cancionero, que será publicado por Ediciones UC, y trabaja en manuscritos inéditos de Violeta. “Estoy súper entusiasmada. Tengo que empezar a recordar, remontarme para atrás”, cuenta.


—¿Qué recuerdos se le han venido a la memoria?

“Yo he tenido una vida complicada. Mi mamá era re buena mamá, pero andaba en su gitanería y buscando su destino. Lo buscó toda la vida. Sufrimos esta irregularidad afectiva y de tanto movimiento”.


—¿Cómo es repasar esa etapa con la distancia que dan los años?

“A estas alturas de la vida, no lo califico. No es bueno ni es malo. Es lo que a uno le tocó. No reniego de la vida que tuve. Jamás de los jamases. Creo que es positivo que, en medio de estos desórdenes, yo me haya convertido en una cantante profesional”.


—También volvió a presentar “Canto para una semilla”, después de medio siglo.

“Están pasando cosas. Yo creo en el año del conejo. Ese conejo está haciendo bien las cosas y nos está ayudando. Y tengo a la Virgen de Lourdes ahí, la veo desde mi balcón. Le doy las gracias, le pido ayuda. Es de esos pilares fundamentales para la existencia”.


—Se ve radiante. ¿Cuál es el secreto?

“Soy cuidadosa. Nunca he sido una artista bohemia. Yo vengo de una familia alcohólica. Eso me ha abierto los ojos y el corazón para salir de ese recuento deprimente y doloroso. Así como dejé de fumar de un día para otro. Yo me quiero mucho, me respeto mucho”.


—¿Cómo es ser adulto mayor en Chile?

“Hay altanería, un desprecio por la historia de otros, quienes han sido gestores”.


—¿En qué nota ese desprecio?

“En una falta de cariño tremendo por los que han hecho cosas importantes para Chile. Pero es un desprecio antiguo. Con la Gabriela Mistral, con la Cecilia Vicuña (Premio Nacional de Artes Visuales, a sus 75 años) que dice ‘Este premio cambia mi muerte', con Gastón Soublette, que recién lo recibió (el de Humanidades y Ciencias Sociales) a los 93 años”.


—¿Cómo ve a sus pares generacionales?

“Empobrecidos. No se arreglan los problemas básicos, como las pensiones, la seguridad social, la vivienda, los alimentos. Los artistas no tienen jubilación que los proteja”.


—Y usted, ¿cómo está?

“Haciendo las cosas que quiero hacer. Soy jefa de mí misma. Mientras sienta que tengo las herramientas para hacer las cosas que me he propuesto, que pueden ser insignificantes o importantes, las hago con la misma pasión”.


Isabel Parra es una joven que, el 29 de septiembre, cumple 84 años. Se desplaza con agilidad para preparar el té, contestar el celular y silenciar las notificaciones de WhatsApp. Camina a diario, toma clases de respiración, canturrea, toca el cuatro, cuida a “Brunito”, el perro que comparte con su hija Milena, que vive en su mismo edificio, va al cine y navega por Netflix. “Ahora estoy viendo un documental sobre la gente más longeva del planeta, que está en Japón. Hay una señora que tiene 101 años y baila con una botella en la cabeza. Los consejos que ella da son no enojarse y reírse”, dice.


—¿Le hace sentido?

“Llegar a eso sería estupendo”.


Vaciar la mochila


“Qué suerte llamarse Parra y qué desgracia también, lidiar con este apellido y con nombre de mujer”, confiesa la cantautora en “Con los pies en la tierra”, tema de su disco homónimo. Es el grito de desahogo de una artista que, a corta edad, se transformó en la guardiana del inagotable patrimonio de Violeta.


—¿No se cansa?

“No de mi trabajo, sino que me he cansado de la mochila que se llama Violeta Parra, que a veces es muy pesada. Amorosamente, me he hecho cargo de esa mochila, y me alegro de haberlo hecho. Admiro a mi mamá por encima de todas las cosas. Ahora la vamos a dejar feliz y tranquila en la Universidad Católica”.


El 7 de febrero de 2020, las manifestaciones en la “zona cero” no daban tregua tras el estallido social, cuando la tragedia volvió a golpear a la familia Parra. El museo que resguardaba las arpilleras y creaciones de Violeta —exhibidas en el pasado en el Louvre de París— era devorado por el fuego. Veinte años demoró concretarlo, un día destruirlo.


“Lloré mucho. Todavía están los carbones. Nos quedamos huérfanos, de nuevo. Y ocurrió este milagro”, dice, refiriéndose a la llamada que recibió del rector de la Universidad Católica, Ignacio Sánchez, proponiéndole crear la “Casa de Violeta Parra” en el Campus Oriente. “Nos volvió el alma al cuerpo”. Tendrá 350 metros cuadrados, 60 obras, una sala de música y un área infantil. Su apertura se proyecta para octubre.


—¿Cómo la pilla este proyecto?

“Estoy en un período de mucho agradecimiento. Ando cantando por la vida. Es una cosa tan mágica. Cuando se cuelgue cada cuadro, cada bordadito de lana, cada instrumento, que va a ocurrir pronto, va a ser una fiesta de dicha. Me salta el corazón y me emociono. A mí no me desalientan los fracasos”.


—¿Qué la mantiene en pie?

“Fortaleza, optimismo, confianza en que las cosas serán mejores, que tendremos un mundo mejor”.


—¿Ese optimismo nunca la ha abandonado?

“Nunca. Siempre que se cierra una puerta se abre otra. No hay mal que por bien no venga. Hay muchas cosas estimulantes para seguir viviendo”.


—¿De dónde saca la fuerza?

“No tengo idea, pero está ahí. No me ha pasado que me deprima, que me desaliente, que no tenga ganas de levantarme, que no quiera seguir luchando, que no pueda hacer una canción, un texto, que deje de reírme. Dios quiera que no me ocurra todavía, porque hay cosas que me faltan por ver”.


—¿Cómo cuáles?

“Como la ‘Casa de Violeta' llena”.


—¿Quién le gustaría que siguiera su posta?

“No sé, porque no quiero dejarle mochilas a nadie. Quiero vaciarla y que mis hijas vivan sus vidas felices y hagan lo que quieran”.


Una vida que contar


Era 1982 y un niño de pulmones fuertes se hacía escuchar mientras su mamá, “Tita”, sostenía el auricular de un teléfono público en Horcón, a 11 mil kilómetros de París. “Hay una nueva vida que contar. Lo escuché en el teléfono llorar. Dicen que lo llamarán Antar”, le cantaba desde el exilio a su nieto, que conoció a los cuatro meses. A los 28 años, lo despidió. “No tengo nieto y me muero de dolor”, dice con la triste serenidad de quien aprende a convivir con la muerte. “Yo disfruté de mi Antar”, sigue.


—¿Tenían una relación cercana?

“Estrechísima. Hacíamos giras, recitales los dos solos. En su corta vida, le sacó el jugo al estar vivo, y se enfermó de un tumor cerebral. Con la mamá y la abuela ausente”.


—Un nuevo duelo para la familia Parra.

“Un duelo enorme y permanente. La vida que se extingue de alguien que uno adora no se explica. No hay consuelo para eso. Siempre lo estoy viendo. Él mismo se ha encargado de que este sufrimiento no sea tan tremendo. Me acompaña y me está consolando”.


—¿Cómo era Antar?

“Era adorable. Un niño muy iluminado. Tenía mucho talento para la música y un carácter estupendo, puro, fresquito, risueño”.


—¿Cómo se conecta con él?

“Creo que todos los seres humanos estamos rodeados de nuestros muertos. De eso no me cabe duda. Es una buena y necesaria compañía. La pérdida de mi madre la tengo presente en mi vida. Estos seres me sostienen, no me tiran para abajo”.


—¿Eso lo ha sentido siempre?

“Lo empecé a sentir con mi padre, que murió cuando yo estaba en el exilio; con mi madre, que decidió poner fin a su vida, y con otros seres que he amado mucho, como Víctor Jara”.


—El día que se publica esta entrevista, se cumplen 50 años del golpe de Estado. ¿Cómo debería conmemorarse?

“Con una cosa muy sencilla y que la necesitamos: que algún día el 11 de septiembre sea duelo nacional. Sería una acción benéfica para todos”.


Nicanor Parra y su hija Colombina, junto a Isabel.


Ángel, Tita e Isabel cantando en los 90 una canción de Violeta Parra. 


Isabel Parra y Paulina Esquenazi en “El Mercurio”, durante la ceremonia de distinción de “100 Líderes Mayores 2022”. Yasna Kelly

1 comentario:

Luis Hernan dijo...

Muy cierto y categóricas las respuestas de Isabel Parra, cantante y artista del mejor nivel que tiene nuestro país Chile. Quisiera verla con vida hasta los 100 o mas años, y si así no fuese alguien debe mantener su legado musical.
La admiro al igual que a su hermano Angel, otro gran artista y cantor popular de nuestras raíces folklórica.