jueves, junio 02, 2011

Gustavo Miranda: "Admiro a quienes son capaces de entregar un mensaje a través de la música"


El Mercurio

Es uno de los talentos pianísticos más prometedores de nuestro país. Alumno aventajado de la Juilliard School en Nueva York, esta semana actuó con gran éxito en el Teatro Municipal de Santiago, y el 14 y 15 de julio debutará junto a la Orquesta Sinfónica de Chile. Un músico de 20 años para no perder de vista.

Maureen Lennon Zaninovic

"Mi historia es bien particular. No provengo de una familia musical. Mi primer encuentro con este mundo ocurrió en una casa que mis abuelos cuidaban en el Cajón del Maipo. Ahí había un piano y alrededor de los tres años me empezó a deslumbrar este 'mueble' que sonaba. Mis papás se dieron cuenta de que había un interés real y contrataron a una profesora que vivía a dos cuadras de mi casa, en Puente Alto. A los seis aprendí a leer música y a los nueve me matricularon en el Instituto de Música de la UC (con beca completa), donde me formé con dos profesores fantásticos: Miguel Ángel Jiménez y María Iris Radrigán".

Así recuerda Gustavo Miranda (1991) sus emocionantes inicios en este instrumento. Desde que ganó el Concurso Nacional Claudio Arrau, en Quilpué, con sólo diez años de edad, su carrera ha sido intensa y ya cuenta con importantes triunfos nacionales e internacionales. En mayo de 2012 terminará su formación para optar al grado de Bachelor en la prestigiosa Juilliard School, de Nueva York. Su profesor Julian Martin -tal como lo adelantó hace unos meses a "El Mercurio"- está muy orgulloso de sus avances: "Su interpretación está marcada por una inusual madurez, profundidad de comprensión, buen dominio del teclado y una destreza comunicativa natural que es, sin duda, excepcional". Martin confesó en dicha oportunidad que Miranda era su mejor alumno.
Afortunadamente cuenta con beca completa de estudios y la Corporación Amigos del Teatro Municipal financia su residencia en esa ciudad. En su promoción (12 estudiantes) es el único latinoamericano que estudia piano.

Una hazaña no menor. Tal como lo confirma el director chileno Juan Pablo Izquierdo -gran conocedor del medio académico estadounidense- "entrar a la Juilliard es como formar parte de las grandes ligas. Es un privilegio y a la vez es muy difícil lograr que te acepten. Además de contar con excelentes docentes, durante el período de estudios los alumnos tienen la posibilidad de tocar con orquestas de prestigio y en teatros de primerísima línea".

Una experiencia que es refrendada por el propio pianista:
"Han sido tres años realmente geniales. He podido ofrecer conciertos en Nueva York (Lincoln Center) y en otras ciudades. También he recibido master class muy enriquecedoras con grandes músicos como Alfred Brendel, Richard Goode y Anton Kuerti", señala Miranda, quien se encuentra en nuestro país aprovechando un período de vacaciones de la Juilliard.

De estreno

Pero en Chile no está descansando, precisamente. El martes debutó en el Teatro Municipal de Santiago, en la apertura del Ciclo de Mediodía. Allí abordó la Partita N°5 en Sol Mayor de Bach; la Sonata para piano N°12 Op. 26 de Beethoven, además de una selección de populares piezas de Chopin. (Ver comentario).

"Fue un sueño cumplido el poder actuar en esa sala donde se han presentado legendarios pianistas. Ahí escuché a Anatol Ugorski en una Fantasía de Schubert; un repertorio que después me animé a abordar. Para mi debut escogí una obra de Beethoven, porque en estos últimos años he profundizado muchísimo en sus Sonatas, en las Opus 22, 26, 27 y 28. Siempre he sido muy cercano a este compositor alemán y espero -ojalá muy pronto- ejecutar su ciclo completo de Sonatas. Beethoven está muy ligado al alma del intérprete. En su obra no todo está explícito y eso resulta estimulante para cualquier artista".

Y hay más. El 14 y 15 de julio debutará con la Orquesta Sinfónica y con la dirección del músico ruso Victor Yampolsky. En el Teatro de la Universidad de Chile abordará el exigente Concierto N°2 de Brahms.

Muy extenso

"Ha sido un 2011 espectacular, con dos debuts muy importantes para mi carrera. Me parece genial poder mostrar mis avances en la Juilliard. En estos últimos tres años he tocado más en Nueva York que en Santiago. Y me encanta el público chileno".

Sobre el Concierto N°2 de Brahms agrega que le mandó un DVD a Micha {lstrok} Nesterowicz (director titular de la Sinfónica). "Tras escucharme, me invitó a tocar y como estaba estudiando esta obra de Brahms -uno de mis Conciertos preferidos-, se lo propuse como parte del programa. Aceptó mi sugerencia, lo que me tiene demasiado ilusionado".

"Es una pieza monumental. El tercer movimiento tiene un solo de cello que es una maravilla. También es muy especial que contenga cuatro movimientos, lo que lo acerca más a una sinfonía".
-¿Qué desafíos implica interpretar este Concierto N° 2?

"Muchísimos. Es una pieza muy larga -cerca de 50 minutos- y requiere alta concentración. Ya he tocado obras que se asemejan en extensión, por ejemplo la Sonata en Si menor de Liszt y el año pasado abordé la Sonata N° 3 de Brahms (45 minutos). ¡Pero el Concierto N° 2 es inmenso! Requiere una resistencia física y mental que hay que saber canalizar muy bien. Su escritura es bien especial, por la forma como el músico alemán concibió el piano, de manera muy distinta a la de Chopin. En esta pieza hay impactantes masas de sonidos. Hay que saber frasear a través de esas masas de acordes y lograr que cante el piano".

-¿Cuáles son sus proyecciones profesionales?

"Ofrecer más conciertos y ampliar mi repertorio. Sobre todo quiero rescatar piezas que alguna vez toqué; obras de Beethoven y de Schumann, fundamentalmente. En la biblioteca de la Juilliard, por ejemplo, descubrí una fantasía de Schubert, prácticamente inédita, y que me encantaría abordar".

-¿Qué pianistas admira?

"A Murray Perahia, y he tenido la suerte de escucharlo un par de veces en Nueva York, y a Krystian Zimerman. Los admiro porque hay muy pocos intérpretes -como ellos- capaces de entregar un mensaje a través de la música".



Comentario del recital

En el Teatro Municipal se presentó el joven pianista Gustavo Miranda, quien estudia en la afamada Juilliard School of Music de Nueva York, pero conocido en Santiago por sus presentaciones en salas menores durante sus vacaciones.

Su debut en la sala grande del Municipal comenzó con la Partita No. 5 de Bach. Si en el Preámbulo y las primeras danzas el ejecutante pareció algo tenso y nervioso, ya en la Sarabande logró transmitir una calma que hipnotizó a la audiencia por la extrema delicadeza con que fue ejecutada. En el tiempo de minueto posterior reveló una capacidad de jugar y divertir al público que no suele asociarse al nombre de Bach. Pero sus marcados acentos y la vitalidad rítmica que impone no llegan a contrariar las convenciones actuales sobre la interpretación de dicho compositor en el piano.

El clímax del recital fue la interpretación de la Sonata No.12 (de la marcha fúnebre) de Beethoven. Compuesta cuando el compositor comienza a experimentar saliéndose del estilo clásico, su movimiento inicial no es de una sonata, sino un tema con variaciones. A cada una de ellas, Miranda supo encontrarle un aspecto original que subrayó con toda claridad. La marcha fúnebre nunca sonó más fúnebre, más marcial ni más solemne. El joven intérprete destaca el juego dinámico de Beethoven, con un dominio y control total de la ejecución. Es notoria y excepcional la atención con que el público sigue su interpretación y hasta los sectores más juveniles e inquietos de la audiencia parecieron absortos en la música. El artista es capaz de abarcar desde un suave lirismo hasta arranques electrizantes, sin perder la pureza del tono ni aún en los extremos dinámicos. Sus rubatos crean un suspenso que parecen dejar a toda la audiencia suspendida sobre el borde del abismo, para rescatarla justo antes de la caída con un pianissimo o un ataque fogoso.

La Balada No. 3 de Chopin, las mazurcas y la Barcarola con que concluyó, sólo confirmaron a un virtuoso del piano, capaz de comunicarse en forma elocuente mediante el teclado. Además, es evidente que disfruta tocando.

Hace algunos años un respetado crítico londinense lamentaba la comparación con Claudio Arrau, un gigante del piano, que debían sufrir los jóvenes pianistas chilenos. Gustavo Miranda no ha podido escapar a ese destino en Nueva York y hasta aquí -recién cumplió 20 años- resiste en pie tan severo examen.

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