Era un concierto de navidad lo que nos esperaba ese día, y para mi iba a ser la primera vez que vería dirigiendo a don Vicente Bianchi. La ceremonia comenzó como todo acto oficial: Gente bonita en las primeras filas, locutor oficial, palabras del alcalde, un padre que iba presentando en sus palabras cada sector de la municipalidad que comenzaría a ser iluminada (un discurso perfecto, seguramente iluminado por dios); fallas en la iluminación de navidad, musicos que comenzaron a tocar sin ser presentados, etc.
Hace unas semanas me comentó don Vicente que él solo dirigiría, que la orquesta y el coro lo ponen la municipalidad y que el iba a unirse con los musicos en los ultimos ensayos.
Cuesta reconcoerlo, pero los musicos profesionales de musica de concierto confían demasiado en su profesionalismo, en su capacidad de lectura a primera vista; y los primeros instantes del concierto así lo denotaron: una orquesta y un coro totalmente descuadrado, una solista soprano que no sabía donde entrar, ni a que pulso interpretar la obra. Tal vez les faltó la humildad de ver en Don Vicente a un maestro al cual hay que escuchar, y deberían haberlo escuchado en concienzudos ensayos, pero parece que eso no ocurrió.
A partir de la tercera obra la agrupación comenzó a mostrar un sonido mas prolijo; y la directora del coro Silvia Sandoval pudo acercarse tranquilamente al sonido para corregir ciertos problemas de equalización.
A partir de ahí se pudo apreciar de mejor forma los arreglos de Don Vicente para obras tradicionales del repertorio navideño, incluso incorporando el aleluya de la misa a la chilena; arreglos precisos, auditivamente sencillos, hermosos.
pero de repente uno podía sentir que todo se desarmaba o que podía caer a borbotones...
Don vicente, con su fragil apariencia puede aún dirigir con maestría, solo faltan musicos que se pongan a la altura que les corresponde al estar en frente de tal figura de la musica nacional.
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