El Mercurio
En 2011, el fallecido músico registró en el Teatro Caupolicán un concierto que fue editado en todo el planeta y cuya trastienda lo mostró en su ley: mujeres, alcohol y exceso de rock.
José Vásquez
Sin rodeos. Así comenzaban los conciertos de Lemmy Kilmister (70), el icónico bajista de Motörhead fallecido el lunes luego de habérsele descubierto un cáncer que lo consumió demasiado rápido: "Nosotros somos Motörhead y tocamos rock and roll", escupía con esa voz ronca y aguardentosa, macerada por décadas en bourbon, antes de desatar el enjambre sonoro de un trío que hasta el final sonó como un ejército, siempre a un volumen que sobrepasaba lo aconsejable.
Lo de la noche del 9 de abril de 2011 en el Teatro Caupolicán, por supuesto siguió ese patrón. La banda, una de las influencias directas de todo lo que posteriormente se denominó "metal", llegaba por tercera vez a Chile como parte de la gira de su álbum "The wörld is yours" para registrar en la capital -una experiencia prácticamente inédita hasta entonces- su concierto, el que sería editado en formato de DVD en todo el planeta bajo el título "The wörld is ours vol 1".
"Se habían barajado otras opciones, pero la banda decidió grabar su material aquí; conocían la efusividad del público rockero chileno. Motörhead era una licencia de EMI, y ese material se transformó en un trabajo prioritario para el sello entonces", recuerda Gonzalo Ramírez, director de EMI en ese momento.
Durante esa gira, la voz de "Ace of spades" ya llegaba como un sobreviviente, aunque no experimentaba los graves problemas de salud (padecía diabetes, y en 2013 se debió poner un marcapasos) que en los últimos años lo obligaron a suspender presentaciones a minutos de subir al escenario. Pese a todo, Lemmy no abandonaba sus vicios. "Entre sus requerimientos pedía una botella de Jack Daniels en su transporte desde el aeropuerto hasta el hotel. O sea, bajándose del avión debíamos tenerle la botella lista", señala Guillermo Italiani, productor de Trucko, encargados de ese show.
Afuera del Caupolicán, un importante contingente de carabineros seguía a los miles de rockeros envueltos en poleras negras que caminaban por calle San Diego. Dentro del recinto, todo era una hoguera: seis mil personas -se habilitaron hasta las vistas parciales, por la alta demanda- rugían frente a los amplificadores con que atacaba Motörhead.
"Lemmy estaba muy alegre por la respuesta de la gente; incluso me pidió que hiciera pasar al camarín a unas chiquillas que él vio en el público. Las tuvimos que ir a buscar, y estuvieron compartiendo con él, todo muy tranquilo y relajado dentro de todo. Ahí me di cuenta de que ya se le notaba que era una persona de la tercera edad; se veía cansado. Sentí que estaba un poco sobreexplotado", recuerda Italiani.
Su última visita
En mayo pasado, Motörhead vino por última vez a Chile para presentarse en el Movistar Arena junto a Rob Halford. Otra vez el recinto fue una caldera. "Había algo de incertidumbre, porque había cancelado un show cercano a la fecha de Santiago. En el ambiente había una sensación de que ese concierto podría representar la última oportunidad de verlo en Chile. Y a pesar de eso, se apoyó de un bastón, y el tipo se subió al escenario, dio un tremendo show y se bajó como si recién estuviera empezando. Todo un rockstar", recuerda Francisco Goñi, director de The FanLab, la productora a cargo de ese show, que aún repara en un detalle: "Esa noche no quiso compartir con sus seguidores, pero cuando se le contó que Matías Torres, el niño símbolo de la Teletón, fanático de su música, lo quería conocer, no tuvo problemas en abrirle sus puertas. Eso también habla de la dimensión a la que pertenecía esta persona".
No hay comentarios.:
Publicar un comentario