El Mercurio
Desde Sevilla, el guitarrista clásico observa la diversidad creativa del compositor para este instrumento a través del disco "Homenaje a Gustavo Becerra".
IÑIGO DÍAZ
"Él es uno de los genios que Chile le regaló al mundo: yo pongo al compositor Gustavo Becerra (1925-2010) a la misma altura de Pablo Neruda o de Roberto Matta", dice el músico chileno Marcelo de la Puebla (1966) desde Sevilla, la ciudad donde vive desde 1995.
Nacido en Dinamarca, criado en Francia y con una vida musical que ha transcurrido entre Chile, Perú, Marruecos y España, Marcelo de la Puebla es un exponente de la guitarra clásica chilena, aunque también ha recibido las influencias de la guitarra flamenca y la guitarra popular latinoamericana.
Alumno en Chile de Liliana Pérez Corey y del español Alberto Ponce, el músico está presentando su último trabajo. Si hace quince años había recuperado las obras para guitarra del español Vincent Asencio, De la Puebla hizo ahora un rescate mucho más valioso en lo personal.
"Gustavo Becerra es la figura más relevante del panorama musical chileno durante la segunda mitad del siglo XX. Su obra es amplia y en muchas direcciones, pero siempre estuvo cerca de la guitarra. Existe una antigua obra con cantante, recitante y guitarra campesina rasgueada ('Canciones de alta copa', 1962), en cuyo estreno el guitarrista fue Víctor Jara", cuenta el chileno.
En "Homenaje a Gustavo Becerra", editado en España por Sonografic, De la Puebla observa lo que él llama "apenas una pincelada", del catálogo para guitarra de Becerra. "Quise mostrar un repertorio amplio, con piezas como la 'Segunda sonata para guitarra', de 1956, una obra de juventud, o su 'Concierto para guitarra y grupo de percusión', de 1990, que estrenamos en 2007 en Sevilla con Becerra presente en el teatro", dice el músico.
Entre esas piezas se incluyen el "Divertimento para guitarra y piano" (2004); la "Cuarta sonata para guitarra" (2004), dedicada a De la Puebla, o la pieza "Nana" (2009), parte de la serie "Tres canciones", que Becerra escribió inspirado en el hijo del guitarrista. "Luchito estaba por nacer, y Gustavo, que sabía que se encontraba en sus últimos días, me preguntaba mucho por ese nacimiento. Creo que para él escribir su última obra fue una manera de despedirse y de dar una bienvenida al mismo tiempo", dice.
-¿Cómo nació ese vínculo?
"En los años 70 me tocó vivir de cerca la realidad de los exiliados en Francia. Mi padre solidarizó con ellos cuando comenzaron a llegar allá. Ahí estaban los Parra, los Quilapayún, los Aparcoa, Sergio Ortega , Héctor Pavez, y Edmundo Vásquez. Y Gustavo Becerra era como un patriarca de todos ellos, desde Alemania. Pensé que tenía que conocerlo y así fue. Nos hicimos así de cercanos. Era como un tío. Yo le decía 'tío Gustavo'".
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