La Tercera
El 5 de febrero de 1967, la compositora de "Gracias a la vida" escribió una carta destinada a su hermano Nicanor y luego apoyó la pistola en su sien derecha. Con el tiempo, la carta adquirió bordes míticos. A más de 50 años de su muerte, las últimas palabras de la artista más gravitante de la música chilena son reveladas en un perfil de la periodista Sabine Drysdale para el libro Extremas (Ediciones UDP).
Por Andrés Gómez Bravo
Sobre sus piernas descansaba una carta, salpicada de sangre y destinada a su hermano Nicanor. Violeta Parra había pasado toda la tarde sentada en su cama, en una sencilla cabaña junto a la carpa que había instalado en La Reina. Escribía y bebía vino. Era un domingo de verano y desde el tocadiscos sonaba reiteradamente la canción venezolana “Río Manzanares”: “Manzanares, manzanares/ con tu corriente pa’rriba/ por una mujer bonita/ yo quiero perder la vida”. Poco antes de las seis de la tarde, un balazo acabó con la calma de ese día.
“Si juntamos dos mil hombres no alcanza a salir de ellos un cuarto de hombre”, escribió la compositora aquel 5 de febrero de 1967.
“Desesperada, nada. Clarificada.
Dice uno por ahí que los Parra son cortados a una misma tijera. El que lo dice debe haberlo cortado por un serrucho.
Yo no me suicido por amor. Lo hago por el orgullo que rebalsa a los mediocres”.
Durante décadas, las últimas palabras de la artista más significativa de la música chilena permanecieron en la intimidad familiar. Nicanor Parra mostró la carta a un círculo estrecho de conocidos y su contenido adquirió bordes legendarios.
“La ‘Carta del vidente’ de Rimbaud no es más lúcida, no es más apocalíptica, no es más humilde”, dijo Nicanor Parra en su libro de Conversaciones con Leonidas Morales.
Más de medio siglo después y a un año de la muerte del antipoeta, el contenido de la carta de suicidio es revelada por la periodista Sabine Drysdale en “Violeta Parra: la violenta Parra”, uno de los 13 perfiles que integran el volumen Extremas, recién publicado por Ediciones UDP.
“La aparición de fragmentos de la mítica carta de Violeta Parra dirigida a Nicanor antes de suicidarse son tremendos”, dice Matías Rivas, director de publicaciones UDP. “Le dan al texto contundencia, ya que está la voz de la protagonista expresándose en una situación límite. Es un gran perfil. Memorable”, añade.
Artista de una fuerza arrolladora, de enorme creatividad y personalidad de rasgos bipolares, a los 49 años Violeta Parra atravesaba una profunda crisis, acentuada por el fracaso de la carpa de La Reina y la relación con el suizo Gilbert Favré.
Trece años menor, Favré conoció a Violeta Parra en 1960 y mantuvo con ella una relación atravesada por los conflictos facilitados por el genio complejo de la artista: su profunda sensibilidad eventualmente podía pasar de la dulzura a la violencia.
“De vez en cuando teníamos enfrentamientos que rozaban la tormenta. Con Violeta la vida era tan tensa que de vez en cuando pensábamos que una pequeña separación era necesaria”, contó Fravré en sus memorias.
Valorada por un influyente círculo de artistas e intelectuales, el aprecio popular en cambio le fue esquivo. La sobrevivencia fue un problema prácticamente insoluble para ella, así como el reconocimiento masivo. Su último gran proyecto, La Carpa de la Reina, su sueño de una universidad popular, naufragó entre la indiferencia, la lejanía, el frío y la lluvia.
Inaugurada en diciembre de 1965, en un terreno cedido por el alcalde Fernando Castillo Velasco, la carpa se levantaba sobre una estructura de palos, piso de tierra y un escenario de tablas. Al medio había un fogón donde la artista asaba carne y cocinaba sopaipillas. Distante del centro de Santiago, donde sus hijos Ángel e Isabel llenaban su peña cada noche, y de difícil acceso, la carpa recibía muy poco público, a veces ninguno.
Un año después era un apoteósico fracaso.
La decepción la invadía, resintió su relación con Gilbert y la enemistó con su entorno.
A inicios de 1966, Violeta Parra conmocionó a sus cercanos: una sobredosis de calmantes la condujo al hospital. Cuando despertó, le dijo a Favré: “Si no haces lo que te digo, me voy a suicidar de verdad”.
El volvió a La Reina, recogió sus cosas y se dirigió a Bolivia. Ella compuso “Run Run se fue pa’l norte”.
Ultimas composiciones
Por aquellos días, Violeta Parra le cantó a Margot Loyola y su marido Osvaldo Cádiz uno de sus nuevos temas, “Gracias a la vida”. La canción formaría parte del disco Las últimas composiciones (1966), su obra cumbre, una soberbia muestra de su genio y su madurez artística. Pero aquella vez la interpretó de un modo preocupante: “¿Pero por qué la canta así, si es tan linda la letra?”, le preguntó Margot Loyola, recoge Drysdale.
Una de esas noches frías y lluviosas Violeta Parra se quedó tomando mate con la artesana Amalia Chaigneau. “Echó garabatos contra todo el mundo, entre ellos contra los dos chiquillos, sus hijos. Estaba muy peleada con ellos, porque no querían meterse en el proyecto de la carpa. Tenían razón a lo mejor los chiquillos. Ella quería hacer un centro de música popular que pudiera proyectarse un poco más socialmente y ellos querían una peña, ganaban plata y podían vivir de eso”, cuenta en el libro. Violeta habló también contra el Partido Comunista: “Decía que la había botado después de que ella había sido muy colaboradora con los organismos del partido, aunque no era militante”.
Poco después de la partida de Favré, se acercó a La Reina el músico uruguayo Alberto Zapicán. La encontró deprimida, sola y con la carpa en muy mal estado. “La gente la aplaudía, pero ella no tenía una retribución como para solventar los gastos”, dice hoy con más de 90 años, en contacto con la autora del perfil. “No había nadie que le ofreciera una mano”.
“Peleaba por todo, lo bueno, lo malo”, dice al abogado Nurieldín Hermosilla, su amigo, en las páginas del libro. “Que todos la perseguían, que eran unos cabrones… Yo nunca la vi bien en la carpa. Nunca”, agrega.
Antes del 5 de febrero de 1967, Violeta Parra llamó a la muerte otra vez: se cortó una muñeca. Alberto Zapicán, que vivía con ella, reaccionó a tiempo y la llevó a urgencia. Pero la tercera fue inevitable. “Ella estaba muy convulsionada emocionalmente, muy desbordada y en algún momento se automedicaba, y tenía fondeadas unas pastillitas y se las tomaba. Por ahí tomaba una copita de vino y como había tomado pastillas le hacía una convulsión interna. Había un matrimonio que cuidaba la carpa. Ese matrimonio había escondido el revólver, pero buscaba y buscaba hasta que al final lo encontró”, dice Zapicán.
“Lo di todo”
Lejos de un ánimo melancólico o nostálgico, la carta exhibe un espíritu airado. De algún modo Violeta Parra transparenta en ella sus frustraciones y dolores, pero en un tono de amargura y rabia. Dedica palabras de gratitud a Nicanor, crítica a los revolucionarios y se dirige severamente a sus hijos, sobre todo a los mayores, Ángel e Isabel. Escribe:
“Mi madre es una reina mañosa.
La Carmen Luisa despertará frente al vacío que deja su madre.
Me cago en los discursos de despedida. (…)
Los revolucionarios clandestinos le han quitado una luchadora al país.
No tuve nada. Lo di todo. Quise dar, no encontré quien recibiera.
Ángel está prisionero. Isabel también. Carmen Luisa también, pero de la nebulosa. Y no como los anteriores huevoncitos grandes. Los deslumbran los encerados.
Pucha qué gran tipo es Nicanor. Sin él no habría Violeta Parra. Pero al pobre yo le escondo todo porque le rompe el corazón.
El presidente Frei es un farsante. Fidel es un romántico. Lenin se equivocó.
No quiero que mis hijos sean más cobardes”.
Los fragmentos corresponden a una copia hecha por Nicanor Parra el 28 de julio de 1988.
Isabel Parra, presidenta de la Fundación Violeta Parra, dice a Culto que ella no ignoraba las palabras de su madre: “En fin, esa carta la conozco y su hermano Nicanor la tenía y me la mostró. Es natural que ahora aparezca por la cercanía de la UDP con los hijos del tío. Algún día lo iban a hacer. Tienen otros genes y así funcionan (…). Venderán libros manoseando la vida de estas mujeres. Muchos se alegrarán. Otros no”.
Trece mujeres radicales
“Son todas mujeres entregadas a un deseo, a una pulsión; lo que más me gusta como editora es buscar los matices, y aquí hay mujeres geniales, muchos talentos, pero ninguna es angelical”, dice Leila Guerriero, la periodista argentina que ofició de editora de Extremas. El volumen recoge perfiles de 13 mujeres latinoamericanas, del arte a la guerrilla y el deporte. En el conjunto destacan el perfil de la poeta Stella Díaz-Varín por Oscar Contardo; la artista cubana Ana Mendieta, por Alan Pauls, y la argentina Liliana Maresca, por Mauro Libertella.
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¿Tenía conocimiento de la existencia de esta carta?
Había hablado con Sabine y muchas veces me dijo que me la mostraría, pero quizás por una cuestión de timidez preferí no verla. Es raro que no se haya publicado antes porque Nicanor se la mostró a mucha gente, es una carta semi pública. No sé cuánto de Nicanor y cuánto de Violeta hay en esa carta porque esta es una transcripción que él hizo en los años 80, ya que el original se perdió. De todas formas he visto otras cartas de ella y tienen el mismo tono.
¿Cree que conocer esta carta cambia en algo la imagen pública de Violeta?
Creo que despeja un poco la idea de que ella se mató por amor, que era una sentimental, una pobre mujer enamorada de un suizo. La carta es de una gran violencia y el gesto de suicidarse es un gesto político, quería llamar la atención, al margen de que también estaba desesperada. La carta habla de una mujer dura y lúcida para escribir, un verdadero volcán.
¿Qué le parece lo que dice sobre sus hijos?
Con sus hijos hay un conflicto que es lo más polémico de la carta. Los dos hijos empezaron a brillar con luz propia, tenían una cantidad de éxito fruto de su propio esfuerzo, pero también una gran cantidad de contactos que la Violeta sentía que se lo debían a ella. Es una mezcla compleja de sentimientos, porque para el clan Parra ninguno está solo, los hijos y nietos son todos parte del mismo proyecto.
¿Qué le llamó la atención del contenido de la carta?
Es reforzar la idea de que Violeta no era una mujer común, era una fuerza de la naturaleza y esa comparación que Nicanor hace con Rimbaud no me parece del todo descabellada, ella era un ser poético que vivía la poesía y el arte de manera existencial. No supo nunca mantener la distancia de su cuerpo y de su arte, que es lo que Nicanor trató de enseñarle de manera desesperada; que ella tuviera una vida regular, civil y que se pudiese acoplar con su arte. Ella en cambio se levantaba a las 6 de la mañana y estaba en la onda Violeta Parra todo el día.
Se nota en su carta que Violeta se sentía menospreciada.
Creo que es algo injusto pero muy propio de ella, porque Violeta tuvo mucha valoración, fue inmensamente popular y conocida y tuvo bastante apoyo en su vida, lo que pasa es que una artista de su tamaño en un país como éste obviamente le queda chico, pero no es culpa del país, digamos. Si hubiese nacido en Brasil o Argentina, otro gallo le cantaría. Mercedes Sosa fue quien la hizo popular a nivel latinoamericano justamente porque era argentina y allá el folclore y la música de raíz tienen un lugar que no tiene en Chile y Mercedes Sosa, que es una enorme cantante, necesitaba una compositora del tamaño de su talento y la encontró en Violeta Parra.
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¿Tuvo acceso a esta carta antes o mientras escribía la biografía de Violeta Parra?
Nunca, pero todos estábamos en conocimiento de su existencia. Además, yo decidí que no le iba a dedicar grandes esfuerzos en la investigación, porque lo que hice fue una biografía, que es bastante más amplio. Aun así, varios sabíamos que Nicanor se había dedicado a difundir desde el mismo día de la muerte de Violeta que él la tenía, y algunos extractos habían salido antes, aunque muy pocos. Lo que ha publicado Sabine Drysdale es lo más completo que se ha visto hasta ahora de la carta.
¿Qué piensa de los mitos que la rodearon por años?
El artífice de todo el mito en torno a la carta fue Nicanor. El se la mostró durante años a muchas personas, y se suponía que la original estaba manchada con sangre. Si ésta lo está o no, lo desconozco, pero no es casual que Nicanor nunca haya querido entregarla. Su hallazgo viene a derrumbar también el mito de que la carta estaba dirigida a él. Por lo que vemos, no estaba dirigida a Nicanor sino a todos, y por eso es que a varios les caen palos encima.
¿Qué fue lo que más le sorprendió del contenido?
Siempre intuimos el espíritu que tenía la carta, y al leerla nada me sorprende mucho. La propia Violeta dio señales de todo eso en vida. Se sabía, por ejemplo, que hablaba mal de Fidel Castro y de lo defraudada que estaba de los revolucionarios. El tema de los hijos también se sabía: ella decía hasta el cansancio que estaba extrañada con esta vida burguesa, a juicio suyo, que llevaban sus hijos Ángel e Isabel. ‘Todo lo que hago es para el pueblo de Chile, no para mis hijos’, decía. A la Peña de los Parra, que fue la primera en Chile, iban universitarios y políticos, no era una peña popular. Hoy en día, probablemente sería un punto de encuentro para el red set. Lo que sí me llamó la atención al leer la carta es que me esperaba una crítica más dura de su parte.
¿A qué se refiere?
Creo que hay que irse con cuidado con cuál es el valor que uno le otorga a su contenido. Sí es de gran valor periodístico, por cierto, pero tampoco hay que olvidar que fue escrita por una mujer que un día antes de su muerte había bebido mucho alcohol, y normalmente no lo hacía. Lo supe por la autopsia, donde aparecen los milígramos de alcohol en su sangre. En ese sentido, me llama la atención lo serena que estaba. Realmente pensé que iba a ser mucho más violenta. Sigo pensando que la frase que mejor explica a la verdadera Violeta, es cuando dice que no se mató por amor. No estaba en su carácter pegarse un tiro por un tema amoroso, y eso también fue parte del mito que ella misma intentó ahuyentar.
1 comentario:
Dinde ouede leer el texto integro de la carta de despedida de Violeta
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