El Mercurio
Primer conservatorio chileno
De quince alumnos en 2010 pasó a 85 en 2011 . "Estamos formando profesionales", dicen los académicos que lo dirigen.
IÑIGO DÍAZ
Óscar Olivares, Segundo Zamora, Rafael Berríos, Hernán Bahamondes. Parecen nombres de compañeros de colegio, pero son cuatro de los máximos acordeonistas chilenos de todos los tiempos. Aunque este instrumento de compleja ingeniería ha sido desplazado de su protagonismo, hoy está retomando una posición desde distintos frentes. Uno de ellos es la revitalización de la cueca urbana, donde los nuevos conjuntos usan el acordeón como arma de infantería. Otro, el estudio académico del instrumento, un área que hasta ahora permanecía desierta.
"Cuando era niño quise estudiar acordeón, pero no existía la cátedra. Me vi obligado a estudiar piano", dice Ignacio Hernández (32), uno de los más importantes intérpretes de la actualidad y director del nuevo Conservatorio Nacional de Acordeón.
Nacido en San Bernardo, en esa ciudad armó sus primeros grupos de cueca con acordeón (Los Santiaguinos y Las Capitalinas), y allí también abrió este espacio de enseñanza regular que acaba de iniciar sus actividades en calle Barros Arana. Tiene nueve maestros y 85 cupos.
Hernández había comenzado en 2010 con una escuela de 15 alumnos, pero en menos de un año la demanda se multiplicó. "Tuvimos que crecer en todo sentido. Antes enseñábamos a tocar el instrumento, pero ahora estamos formando profesionales con este conservatorio. El estudio es más profundo y completo". La carrera dura seis años.
Se enseñan lectura musical, técnica y repertorios. La gran parte de los estudiantes tienen entre 20 y 30 años, aunque Antonia Sepúlveda es un diamante en bruto de nueve años, y Carlitos Márquez, un avanzado alumno de 85 años. Apenas la quinta parte de los estudiantes son sambernardinos: "También llegan desde Valparaíso, La Serena, Talca y Temuco", dice Hernández.
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