jueves, septiembre 16, 2021

Gastón Soublette: “Hay un elemento mágico siempre presente en mi vida”















El Mercurio


El destacado escritor y docente publica por Ediciones UC “Marginales y marginados. Ensayo autobiográfico”. Se trata de un texto que recoge sus lúcidas conversaciones con distintas personas, desde famosos como Violeta Parra y Charles Chaplin, hasta gente sencilla.

Por Maureen Lennon Zaninovic


Al iniciarse esta llamada telefónica, Gastón Soublette (1927) —reconocido académico del Instituto de Estética de la UC, pensador y escritor de elogiados volúmenes, entre otros, “Sabiduría chilena de tradición oral”— pide, desde su casa en Limache, que le hablen fuerte y lento “para escuchar la articulación de las palabras”, dice. En conversación con “Artes y Letras” se muestra distendido, pese a que no resultó ganador en la última edición del Premio Nacional de Humanidades 2021 (finalmente se impuso el abogado José Rodríguez Elizondo) y reconoce que la pandemia ha sido un período muy estimulante en esta etapa de su vida profesional. Bajo Ediciones UC, en mayo, publicó “Tao Te King”: su versión castellana del texto del pensador chino Lao Tse, y con este mismo sello, a partir del 20 de septiembre, reaparecerá con “Marginales y marginados. Ensayo autobiográfico”.

En este último trabajo —con un sello más personal e íntimo— rememora una serie de diálogos con distintos personajes, algunos de ellos de fama mundial como Violeta Parra y Charles Chaplin, pero también hay numerosos encuentros con gente sencilla, alejada de la primera línea, como una pobladora de Valparaíso y un peregrino de la Ruta 5 Norte. “Son historias muy distantes en el tiempo. Hay un elemento mágico siempre presente en mi vida. No sé por qué”, expresa. Soublette prefiere hablar de la palabra sincronicidad y para ello cita a uno de sus maestros: Carl Gustav Jung. “Él inventó ese vocablo o neologismo que alude a fenómenos que nadie puede explicar. Por ejemplo, el hecho que cuando se muere una persona muy querida de la familia aparecen pájaros que picotean las ventanas o que entran en las casas. Eso les ocurrió a los familiares de mi cuñado: Gabriel Valdés. Cuento en el libro que cuando falleció, sus tres hijos vieron pájaros. La explicación que da Jung es que estamos ante una antigua creencia, que han tenido prácticamente todos los pueblos, donde el alma abandona el cuerpo del difunto en forma de pájaro”, explica.

La grandeza del ser humano

El autor de “Marginales y marginados…” advierte que no se siente cómodo con la definición de memorias. “Cuando yo vi que mi hermana Sylvia Soublette escribía las suyas y le salió un ‘mamotreto' como de 700 páginas, me dije ‘no estoy en condiciones de hacer esto'. Lo que sí puedo hacer es una exposición de ciertos episodios de mi vida donde se muestre mi relación con la gente marginal que he conocido, ya sea marginales por vocación o marginados por las circunstancias; junto con citar algunos fenómenos de sincronicidad que me han interesado enormemente. Escogí a mendigos, a delincuentes, a nobles como Lanza del Vasto, que desciende de los más nobles de Alemania, sin embargo, ese hombre fue un vagabundo que viajó a pie desde París a la India y renunció a tener cosas materiales. Ahí hay un marginal por vocación”, afirma. También hay referencias a Jesucristo, “un humilde carpintero de la ciudad de Nazaret, quien se transformó en un predicador popular que —a poco andar— empezó a ser seguido por grandes multitudes”. El profesor de la Universidad Católica concluye que “quisiera que quedara en claro que mi atracción por los seres marginados que han llegado al extremo de la miseria tiene que ver con que descubrí en ellos la grandeza del ser humano. Todos ellos tuvieron una luz y una sabiduría para decirme las cosas que me dijeron”.

Su más reciente publicación está plagada de emocionantes anécdotas, como cuando conoció a su ídolo de infancia y que lo ha acompañado en otra de las facetas de su elogiada carrera profesional, como experto en cine: Charles Chaplin. El autor rememora su encuentro en París con el protagonista de “El Pibe”. Quería verlo en el Hotel Ritz, donde daría una conferencia de prensa, y después de mucho cavilar “se me ocurrió pedirle ayuda a una señora chilena de sonoros apellidos, muy conocida en París porque fue condecorada por el gobierno de Francia como héroe de la Segunda Guerra Mundial. Se trata de doña María Edwards de Errázuriz, quien trabajó intensamente en la clandestinidad salvando a los hijos de mujeres judías a quienes los nazis mataban al momento mismo de nacer”, escribe Soublette, y agrega que la llamó por teléfono, se vistió con un terno azul y se compró una corbata elegante hasta adquirir la estampa de un caballero. El autor volvió a insistir en su pedido y, gracias a las gestiones de María Edwards, pudo cumplir uno de los más grandes sueños de su vida: conocer y hacerle preguntas a Chaplin.

—¿Cuándo comenzó este libro?
“Partí en plena cuarentena. Fue la pandemia la que me permitió poner por escrito estos recuerdos. Los tenía muy frescos porque desde hace tiempo estaba con el interés de escribirlos y ofrecerlos a algún editor y fui muy bien acogido por Ediciones UC. No tengo pretensiones literarias. Solo me interesa que la gente sepa lo que realmente ocurrió, con algunas reflexiones mías, por eso tiene el carácter de un ensayo. Por ejemplo, cuando hablo del mendigo que se pasea por la Ruta 5 Norte analizo su mensaje desde un punto de vista filosófico. Fue él quien me dijo que no hay nada de eso que llaman inteligencia. ‘Su inteligencia, señor profesor, no es superior a la de un mosquito. ¿Sabe usted qué es lo único que hay? Lo único que hay es un padre y una madre'. Con ese comentario impresionante, él nos remonta a un conocimiento original del mundo”.

—Usted fue diplomático (agregado cultural de Chile en Francia), usó chaqueta y corbata, pero también ha desarrollado una notable carrera como docente y difusor de la cultura popular. ¿Hay dos almas en Gastón Soublette?
“Fui una persona muy mal orientada en su juventud. Creí que podía ser abogado o arquitecto y eso fue un gran error. Estudié entera la carrera de Derecho, aunque no la ejercí. Fui becado y pude estudiar música en París y ahí comenzó mi realización y, luego, la Universidad Católica me contrató como profesor en Filosofía y en el Instituto de Estética. Eso ha sido realmente mi oficio: soy un educador, un intelectual apto para la academia. Eso se me definió con retardo y antes fui diplomático, fui director artístico de Canal 13: cargos muy bien pagados, pero no me sentía muy bien vestido de cuello y corbata todos los días (risas), con palabras de buena crianza o tener que asistir a grandes recepciones. Eso quizás fue lo que le hizo decir a Violeta Parra que yo era ‘un pituco de mierda' y que nunca iba a entender a su pueblo. Mi atracción por la cultura popular se la debo a ella. Su arte, lo que ella cantaba, me interesó tremendamente y no hice el menor esfuerzo para que fuéramos amigos. Violeta Parra se me presentó, cuando yo dirigía la programación de la Radio Chilena CB 66. Ella apareció en mi oficina a pedirme que pusiera por escrito las melodías y las entonaciones de todo lo que ella había recopilado a lo largo de Chile y ahí empezó nuestra amistad. Violeta es un ícono de la cultura popular chilena que vino a mi encuentro”.

—Siendo tan amigos, ella va a verlo en Francia y le recrimina por el gobierno de Eduardo Frei Montalva…
“Hay un pasaje en mi libro de un encontrón bastante violento, porque ella vino a verme a mi oficina en la embajada de Chile en París. Lo primero que hizo, ni siquiera me abrazó o me dio la mano, me habló muy mal del gobierno de Eduardo Frei, que estaba engañando al pueblo, sin progreso, y que su administración era un teatro. Yo le hice sentir, de una manera diplomática, que esa no era una manera de saludarme después de tanto tiempo sin vernos. Habíamos sido muy amigos y colaboradores y me recibió, como se dice popularmente, con ‘una patada en el hocico'. Eran sus momentos de furia, después se calmaba y se transformaba en una mujer muy abierta, muy simpática y talentosa. Pero tenía esos reventones. Tenía una vena de dureza en su carácter que por un lado es malo, pero también es positivo, porque Violeta fue una persona que se atrevía a decir la verdad frente a los poderosos. Eso es una virtud. Les decía en su cara lo que ella pensaba ¡Muy valiente! Pero, a veces, los amigos teníamos que afrontar las consecuencias de su mal humor”.

—¿Porqué, como señala en el libro, usted y Nicanor Parra fueron las personas más fieles de Violeta Parra?
“Isabel Parra me mostró un escrito de su mamá donde decía ella que yo era el único que le seguía siendo fiel. Siempre he estimado su arte de la mejor manera posible. Nunca le fallé y todo lo que escribí de ella o dije en Canal 13 lo hice con una profunda convicción de su valor. Cuento en el libro que me tomó un examen en un aeropuerto para saber si sabía bien todo lo que había aprendido de ella. Eso fue una manera de comprobar que lo que me había enseñado permanecía intacto en mi memoria. Nicanor, por otro lado, fue el referente de protección: el antipoeta fue su referente paterno. Violeta se quejó de que todos le fallaron y puso fin a su vida no por penas de amor, sino por la imbecilidad de los hombres. Por eso la pongo como un personaje marginal, por su incompatibilidad con el mundo que le tocó vivir. Ella me habló no solo de poesía o de música, también me habló de este modelo de civilización frente al que ella no estaba de acuerdo, al igual que yo. Por otro lado, la figura de Cristo nunca dejó de ser importante para ella. Llegó a decirme ‘a Cristo no me lo sacan del corazón ni el comité central del Partido Comunista'. Esa es una frase para el bronce”.




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