El Mercurio
Especialistas revelan las joyas patrimoniales de la mayor colección privada en Chile de partituras, libros y manuales de música del siglo XIX. Fueron catalogados 2.600 ítems de valor patrimonial
Romina de la Sotta Donoso
Fernanda Vera Malhue (1983) estudiaba musicología en la Universidad de Chile en 2009 cuando Carlos Cabezas -entonces seminarista y hoy sacerdote- la invitó a ella y a su compañero de estudios José Contreras al Seminario Pontificio Mayor de los Santos Ángeles Custodios, de la Arquidiócesis de Santiago, en La Florida.
"Él estaba organizando la biblioteca, y descubrió partituras guardadas en cajas, sin clasificar", recuerda Vera. Bajo la guía del musicólogo José Manuel Izquierdo y con un Fondo de la Música, hicieron un catastro y la conservación primaria de esa colección, en 2012. Ahí supieron que el Fondo Musical del Seminario Mayor es la mayor colección privada conocida en Chile de partituras, libros y manuales de música del siglo XIX.
Un tesoro que recién ahora será accesible, pues acaba de completarse la catalogación de los 2.600 ítems del Fondo, datados entre 1843 y 1940. Se trata de partituras -impresas y manuscritas, tanto sacras como profanas- y libros, tanto de texto como de canto llano, manuales de teoría e instrumentos, y álbumes de partes instrumentales y vocales.
La catalogación fue liderada por Vera, con la participación de Rosa Velázquez Zapata y Elizabeth Mendieta Contreras, y financiada con $6.124.000 del Fondo de la Música y $1 millón del Seminario. La edición del catálogo es de Natalie Guerra Araya, y el diseño, de Claudia Díaz.
En 2012, además, Vera trabajó en un proyecto de digitalización financiado por una Beca Harvard Rockefeller para archivos de Latinoamérica. Sumada, la inversión de los tres proyectos de rescate es de $21 millones.
Joyas recobradas
"Nuestra primera sorpresa fue que compositores como Palestrina y Tomás Luis de Victoria ya eran interpretados en el Seminario en el último cuarto del siglo XIX. Segundo, que aquí se encontraban muchas creaciones de Tulio Hempel, José Zapiola, José Bernardo Alzedo y Alfonso Desjardins. Y tercero, que ya a mediados del siglo XIX había un fuerte interés por la enseñanza formal de la música, lo que desmiente el mito de precariedad y atraso en el quehacer musical del periodo", detalla Fernanda Vera.
Anuncia que próximamente los tres tomos del catálogo serán puestos a disposición de la comunidad, en sitios de la Biblioteca Nacional.
Y aclara que una de las joyas descubiertas en el Seminario "es la partitura manuscrita 'A Chile y sus héroes', de Vicente Carrasco. Es la única composición de la época de la Guerra del Pacífico de la que se tiene noticia". Destaca también la "Cantata para la repartición de premios" -probablemente la primera obra chilena llamada "cantata"- y el "Álbum de canciones españolas y chilenas". "Es una verdadera rareza, pues contiene algunos de los primeros repertorios que pueden haber sido considerados populares, copiados con delicada caligrafía", apunta la musicóloga. Y confiesa que hay dos copias únicas en Chile que llaman su atención. El "Himno Encomiástico" dedicado a la Clase de Canto Llano de José Bernardo Alzedo, y la "Colección Selecta de Cánticos Sagrados", de Moisés Lara. Esta última es una edición chilena de fines del siglo XIX de más de 300 páginas con el repertorio que se hacía en la capilla de la Catedral.
El Fondo también contiene los primeros materiales de ópera copiados en el país: "Hay un álbum con la transcripción de 127 piezas vocales de Mozart, Monteverdi, Victoria y otros. Es un volumen compilatorio único".
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