La Tercera
Dos meses después del golpe de estado, el español llegó por primera vez al país para dar cuatro conciertos a beneficio del Fondo de la Reconstrucción impulsado por la Junta Militar. Un debut olvidado hasta por el propio cantante.
Andrés del Real
A mediados de noviembre de 1973, los ojos del mundo seguían puestos en Chile. La prensa local consignaba por esos días la partida del embajador de Suecia en el país, Harald Edelstam, declarado persona non grata por la Junta Militar, al igual que la incertidumbre en torno al partido de vuelta entre Chile y Unión Soviética, que finalmente clasificó a La Roja por secretaría. “Reconstrucción” era la palabra que más se repetía en titulares y propagandas, llamando a los lectores a donar dinero al nuevo régimen. En ese contexto, Camilo Sesto aterrizó por primera vez.
Un debut olvidado en el amplio historial entre el fallecido artista y el público local, además de una visita sorpresiva, en medio de un clima convulsionado y anunciada sólo 48 horas antes.
El 16 de noviembre de aquel año, en una conferencia en el Hotel Carrera, el general Carlos Spoerer, gerente del recinto, dio a conocer la noticia: el joven cantante español, que en ese momento lideraba los ránkings locales con “Algo más”, arribaría dos días después para realizar una serie de conciertos gratuitos cuyos ingresos serían destinados al llamado “Fondo de la Reconstrucción”.
“Me siento muy satisfecho por la actitud de este cotizado cantante, porque realmente todos estamos tratando de ayudar a Chile”, añadió entonces Roberto Inglez, aliado histórico de Lucho Gatica y por ese entonces gerente del sello Alba (ex IRT), que gestionó la visita del solista junto a Lan Chile y la empresa cervecera Cóndor. En total se fijaron cuatro funciones para el domingo 18 y lunes 19 de noviembre, dos en el mismo Carrera y otras dos en el teatro Caupolicán, a 700 y 2.000 escudos, respectivamente.
Días antes, Sesto participó en el festival de la OTI en Belo Horizonte, donde representó a España con la mencionada “Algo más”. Terminó quinto, un puesto arriba del chileno Antonio Zabaleta, cuya actuación estuvo dirigida por Horacio Saavedra. “Llegó con un grupo de muchos músicos, incluso algunos instrumentos folclóricos que usaba. La orquesta del festival no era muy buena y tuvieron que llevar músicos en un charter a última hora”, recuerda el director sobre el certamen donde se amarró la visita del español a Chile.
Así, una semana después y con el mote de “El Raphael de 1973”, Camilo Sesto aterrizó en Santiago, aunque con una banda más acotada: sólo cuatro de sus músicos, detalló la prensa entonces. En una nota de La Tercera se lee que “el ídolo de la juventud llegó de Río de Janeiro en compañía del empresario José María Lasso de la Vega” -quien antes fue el primer mánager de Serrat-, y centenares de lolitas fueron a esperarlo para pedirle autógrafos”.
El mismo artículo consigna que el artista “declaró que estaba feliz de pisar tierra chilena y que la recaudación de sus actuaciones irá a incrementar el Fondo de la Reconstrucción Nacional”.
Si bien su carrera solista recién despegaba, a sus 27 años el español era un fenómeno. “Con él ha ocurrido algo impactante”, comentaba Inglez en alusión al éxito comercial del cantante. “De su single se han vendido 80 mil copias, lo que realmente es algo extraordinario”.
Lo anterior quedó reflejado en su debut en el Caupolicán, en uno de los primeros espectáculos masivos que se realizaron en Chile después del Golpe. “Camilo Sesto ha hecho renacer el frenetismo de los fans que hacía tiempo no tenían la ocasión de manifestarse. Chillidos y audaces intentos de lanzarse sobre el ídolo fue la recepción”, consignó El Mercurio.
Las funciones benéficas de Sesto en calle San Diego contaron con “teloneros” locales del sello Alba -como Ramón Aguilera, Patricia Maldonado y Nano Parra-, incluyeron una docena de canciones y sellaron su regreso casi inmediato al Festival de Viña 1974. Si bien el evento de la Quinta Vergara estuvo en duda, en diciembre del 73 confirmó al español como su primer número internacional y la eliminación de la competencia folclórica.
Tras cuatro días en la capital, el cantautor -que después lanzaría himnos como “Ayudadme” y “Todo por nada”- partió rumbo a Perú, no sin antes grabar un par de “videotapes” para la televisión local y dar una única entrevista, a la revista Ritmo. Ésta se publicó un mes después y allí el solista, además de declarar que no ganó “absolutamente nada” con sus shows en Santiago, fue consultado por sus primeras impresiones de Chile. “En tan pocas horas me es muy difícil dar una visión global pero me parece que la gente está más contenta ahora y que todo va a ir bien”, contestó.
“En más de una oportunidad me señaló que no le gustaban las dictaduras, pero que no lo publicara, porque no le gustaba meterse en política”, recuerda Alfredo Lamadrid, autor de aquella entrevista. Luego de ésta, cuenta, se volvieron cercanos e incluso al año siguiente lo invitó a comer a la casa de sus padres en Santiago.
Fue el inicio del idilio entre el valenciano y su armada “camilista” chilena. Luego volvió varias veces, y aquella primera visita comenzó a perderse en la memoria. De hecho, en una entrevista a la revista Fibra en 2003, el español se perdió en las fechas al reconocer que en otros países lo comenzaron a apodar “Pinocho, porque fui el primero en ir a Chile cuando nadie quería ir, en 1974”.
Confusión o memoria selectiva, lo cierto es que Sesto no borró del todo el recuerdo de aquella primera vez. José Antonio Aravena, administrador del Caupolicán, cuenta que hace varios años le planteó por teléfono al español la idea de que volviera al teatro donde debutó, del cual dijo tener buenos recuerdos. Nunca se concretó.
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