El español murió a los 72 años y dejó una huella gigante en el cancionero hispano: abordó todos los ángulos del amor, era uno de los pocos en componer sus propios temas y cultivó una alta intensidad escénica e interpretativa.
Carlos Farías y Claudio Vergara
Y Camilo Sesto dijo adiós. El cantante que se resistía una y otra vez al retiro, el hombre que intentó desafiar los años con cirugías que lo convirtieron casi en una figura disecada, y la leyenda cuyo rostro grácil y juvenil se perpetuó en generaciones completas de hispanoamericanos, escribió su desenlace definitivo este fin de semana: ayer por la madrugada falleció, a los 72 años, producto de un paro cardíaco.
“Queridos amigos & amigas. Lamentamos mucho comunicaros que nuestro gran y querido artista Camilo Sesto nos acaba de dejar”, informó su Twitter. Pese a lo formal del mensaje, la noticia propinó un impacto profundo: con su partida desaparece una de las más grandes voces del cancionero hispanohablante. Aquí, las razones que explican su leyenda.
El salto al amor
Como parte importante de sus coetáneos, Sesto se inició en la música en los 60, maravillado por el rock and roll y las bandas inglesas, integrando grupos como Los Dayson o Los Botines, todos deudores del sonido de The Beatles. Pero con el fin de ese decenio, comprendió que la música en español debía tener un sello distintivo: no había para qué seguir imitando fórmulas si la gran mina de oro estaba en cantarles a las audiencias del sur del mundo sobre sus alegrías y sus penurias en el amor. Junto a Julio Iglesias, Raphael o Sandro, conformó la generación de artistas que impulsó la mejor época del cancionero en nuestro idioma, plasmado en la era de gloria del dial AM o en eventos como el Festival de Viña. “Fue el gran cambio de guardia”, definió ayer el crítico Diego Manrique en El País.
El hombre que lo hacía todo
Sesto tiene una diferencia fundamental con Raphael o Iglesias: él escribía casi la totalidad de sus canciones, lo que le permitió imponer un estilo diferenciador desde su primer título, Algo de mí (1971). Una rúbrica que involucraba canciones ricas en orquestaciones, donde el histrionismo vocal rebosaba por todas partes, con letras entrelazadas como historias melodramáticas y melodías tan dulces como vehementes, con una voz que podía tejerse desde la desolación para rematar en una intensidad épica.
Ricardo Martínez, autor del libro Clásicos AM, dice: “Es uno de los pocos intérpretes de balada que era también el compositor de sus propios temas. Eso es algo que comparte dentro del estilo sólo con Dyango. Era una especie de hombre orquesta, hacía todas las cosas al mismo tiempo, estaba preocupado de todo. Por ejemplo, desde la producción, con Jesucristo Superestrella, él pagó casi todo de su bolsillo. En ese sentido, era mucho más completo que otros artistas del estilo”. Pese a ello, ayer fue recordado con admiración por contemporáneos como Raphael: “Se nos fue Camilo Sesto, una de las voces más importantes de la música de España y Latinoamérica. Ídolo indiscutible. Gran amigo mío”.
A escondidas
El hecho de escribir sus temas le permitió abordar ángulos de las relaciones de pareja particularmente ásperos y flagelantes. Sesto integró una camada de intérpretes que no solo le cantaba a la entrega amorosa y a los idilios ensoñados, sino que también a las pasiones prohibidas e incorrectas. Piel de ángel es el mejor ejemplo, casi un himno de ese amor que vive en penumbras: “A escondidas, tengo que amarte/A escondidas, como un cobarde/ A escondidas, cada tarde/ Mi alma vibra, mi cuerpo arde”.
El estallido de la TV
Aunque tuvo como gran catalizador de su obra a la radio, la irrupción masiva de la TV en los 60 y los 70 lo ayudó a reproducir su facha inapelable, sus looks bien cuidados y su desplante teatral. Desde sus inicios apareció en la Televisión Española (TVE) y en su debut en el Festival de Viña, en 1974, aprovechó de desplegar todo su brillo escénico. Ricardo de la Fuente, exdirector de Viña que trabajó en el show del español en el Festival de 2004, agrega: “Sí, era muy pretencioso. Él se quería mantener joven toda la vida”.
El momento de los musicales
En 1975 protagonizó la réplica española de Jesucristo Superestrella y no hubo vuelta atrás: los hispanohablantes tenemos como patrón esa versión antes que la creación original de Andrew Lloyd Webber. Por lo demás, asumió un rol controversial -el propio Jesús-, se dejó barba y puso de moda los musicales en los mercados de habla hispana.
Resurrección kitsch
Los 80, los 90 y los 2000 no fueron buenos años para el artista, desplazado por astros más jóvenes -Luis Miguel, Miguel Bosé- y con una paulatina merma física e interpretativa que lo remitieron al ocaso. Sin embargo, sus mejores días no se fueron al piso: Sesto es una de las mejores encarnaciones del fenómeno kitsch, vale decir, cuando el público de nuevas generaciones, que no había nacido en su era de fama, comenzó a rescatar su música como un producto estiloso y atractivo. Hasta hoy suenan en fiestas hits como Fresa salvaje, Vivir así es morir de amor y Perdóname: otra señal más de una herencia casi inmune a los años.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario