En 1974, Ángel Parra fue liberado del campo de prisioneros Chacabuco gracias a una gestión del fallecido senador. En agradecimiento, el músico le escribió una carta y le envió un Cristo de madera fabricado por él mismo. Aquí, su hijo, el ex guitarrista de Los Tres, detalla una historia que también tiene a su madre como protagonista.
Por Claudio Vergara
Ángel Parra (53) repasa parte de su genealogía familiar, traza vínculos y lazos, pero por unos segundos se detiene y desvía la mirada, como si una repentina reflexión se hubiera cruzado en su relato: “Es curiosa la familia que tuve”.
Difícil rebatirle. El ex guitarrista de Los Tres, nacido Ángel Cereceda Orrego, es parte del linaje más significativo y trascendente de la cultura popular chilena. Pero esta vez su comentario no lo concluye apelando a Violeta, las canciones o las guitarras, sino que a una figura absolutamente distinta: “Hay un recuerdo muy increíble: la persona que le salvó la vida a mi padre fue Jaime Guzmán”.
Prisionero
Casi 24 horas después del Golpe de Estado, al mediodía del 12 de septiembre de 1973, Luis Ángel Cereceda Parra –Ángel Parra Padre, hijo de Violeta y uno de los emblemas de la Nueva Canción Chilena- fue detenido por una veintena de carabineros en su residencia de calle Los Leones, luego que una de sus vecinas llamara a las autoridades protestando que cómo era posible que un cantautor adscrito a la izquierda y militante comunista aún no estuviera preso. Lo subieron a un bus y lo llevaron al Estadio Nacional, donde estuvo cerca de dos meses y coincidió con otros ilustres, como el director de cine Patricio Guzmán y el periodista Alberto “Gato” Gamboa.
El 10 de noviembre de ese mismo año fue trasladado a Chacabuco, el campo de prisioneros ubicado en las antiguas oficinas salitreras del mismo nombre. Ahí junto a otros seis compañeros formó un grupo musical –Los de Chacabuco- gracias a una guitarra y un bombo que le enviaron desde el sindicato de la salitrera María Elena.
Antes de ser recluido, Ángel Parra padre vivía con su esposa, Marta Orrego Matte; los dos hijos que ella había tenido en su primer matrimonio, Paula y Claudia Sánchez; y los otros dos que habían tenido juntos, Ángel y Javiera, futuros protagonistas de la música chilena desde los 90.
A Marta la conoció a principios de los 60 en la casa de un amigo en común, cuando ella le pidió que le hiciera clases de guitarra. El flechazo fue tan rotundo que la joven dejó precisamente a su primer marido, el biólogo Patricio Sánchez: de Parra la cautivó su labor de cantautor, su sensibilidad más liberal, su vida en un clan encabezado por la gran matriarca Violeta y, por sobre todo, que fuera 12 años menor.
En sus meses de cautiverio, Marta se convirtió a la distancia en el gran sostén del artista. Cuando estuvo en el Estadio Nacional, le envió un paquete de provisiones a través de la Cruz Roja y un recorte de diario que informaba de la muerte de Pablo Neruda. Casi todos los días iba a la puerta del recinto a la espera de que eventualmente lo liberaran, ya que los militares durante las tardes habían establecido el sistema de soltar prisioneros de manera gradual. Nunca sucedió, pero a los que salían les preguntaba sí poseían alguna información de cómo estaba Ángel Parra, hace rato una celebridad en todo el país.
Cuando lo movieron a Chacabuco, su mujer empezó a buscar caminos para que los uniformados lo pudieran dejar libre. Hubo una conversación clave que le dio esperanza: Joan Turner, quien ya había sufrido el fallecimiento de su esposo Víctor Jara, le dijo que, según comentarios que había escuchado, los aparatos del régimen militar no estaban pensando asesinar a otro ícono de la Nueva Canción Chilena. Si ya habían acabado con uno, sería un riesgo y una ferocidad hacerlo con un segundo. Por tanto, existía una alta opción de que a Ángel Parra no lo mataran.
Su hijo, “Angelito”, sigue: “Mi mamá estaba en un acto de desesperación. Y ante el hecho de que no soltaban a mi papá, tuvo que recurrir a sus parientes cercanos, para a través de ellos llegar a la persona indicada”.
El encuentro
Marta Orrego Matte pertenecía a una de las familias más poderosas de la sociedad chilena a mediados del siglo XX, parte de una casta dominada por políticos, empresarios, académicos, banqueros y diplomáticos. Su padre era Héctor Orrego Puelma, destacado doctor y fundador del Hospital del Tórax de Santiago. Su madre era la aristócrata Marta Matte Larraín, perteneciente a la segunda generación de la familia Matte y hermana, entre otros, de Arturo Matte Larraín, quien tuvo cargos de senador y ministro de Hacienda, y fue candidato presidencial en 1952.
Además, era prima de Carlos Altamirano, el ex dirigente de la Unidad Popular fallecido en mayo pasado, y su mejor amigo de infancia fue el escritor Jorge Edwards.
En esta historia, la figura de Arturo Matte Larraín es esencial: estaba casado con Ester Alessandri Rodríguez, hija de Arturo Alessandri y hermana de Jorge Alessandri, ambos ex presidentes de Chile en distintos períodos. Por lo demás, se trataba de una familia que tenía una larga cercanía y amistad con Jaime Guzmán.
Eso sí, Marta Orrego Matte cultivaba una personalidad diferente: se dedicó a la artesanía y la joyería, fue fiel colabora de la Peña de los Parra, quiso seguir una carrera de bailarina, fue integrante del Mapu y participó activamente del gobierno de la UP. Pese a ello, su suegra, Violeta Parra, siempre la miró como “burguesa” y “pituca”.
Parra hijo sigue: “Mi mamá tuvo que ir a alguna parte a pedir ayuda y finalmente Jaime Guzmán permitió que ocurriera eso, que mi padre saliera del centro de detención. Pero fue un acto desesperado, porque no lo soltaban nunca y no había ninguna razón para que estuviera preso. Por eso es interesante la imagen de mi madre, porque hizo muchas cosas que son claves para que mi papá salvara su pellejo”.
En esa misión, Marta habló con su cuñada, Ester Alessandri, para que a su vez ella pudiera comentarle del tema a Guzmán. Así lo hizo y les pactó una cita: la mujer de Ángel Parra se reunió con el abogado y dirigente gremialista -por esos días parte de una comisión que elaboraba la nueva Constitución de Chile- en su departamento en Providencia. Ahí, este último aceptó conversar con las jefaturas militares e interceder.
Finalmente, Ángel Parra fue liberado de Chacabuco en marzo de 1974. Cuando le tocó dejar el recinto, no sólo se despidió de sus compañeros con un pequeño show, donde interpretó canciones dedicadas a sus hijos como una forma de festejo; también fabricó un Cristo de madera que se lo envió a Guzmán como agradecimiento.
Junto a la figura iba una carta fechada el 8 de marzo de 1974, la que hoy está en poder de la Fundación Jaime Guzmán, entidad que la facilitó para esta nota (ver imagen abao). El documento dice: “Jaime: este Cristo nació en Chacabuco de entre mis manos, forma parte de mi historia que es la historia de miles, en definitiva historia de la patria. Recíbelo. Gracias por Marta y tu ayuda. Ángel Parra”.
Hoy su hijo comenta: “Mi padre se dedicada a la carpintería en esas horas infernales que había en Chacabuco. Hizo muchas figuras de Cristo y le dio una de regalo a Guzmán como gesto de cariño”.
Tras abandonar Chacabuco, toda la familia Parra Orrego partió al exilio, en un trayecto que incluyó residencias en México y Francia. En 1978, el clan se quebró: Ángel y Marta se separaron, y ella optó por regresar a Chile junto a sus hijos. Por su parte, “Paparra” se volvió a emparejar, esta vez con la alemana Ruth Valentini, con quien vivió en París hasta su muerte en 2017. Y como no volvió a Chile de manera permanente, nunca más tuvo algún contacto con Jaime Guzmán. Pero el círculo igual terminó de cerrarse.
La reconciliación
En 2000, mientras pactaba unas presentaciones con la Municipalidad de Santiago, conoció al periodista Juan Pablo Moreno, sobrino de Jaime Guzmán y director cultural de la entidad, presidida en ese entonces por el alcalde Joaquín Lavín. En un almuerzo, al advertir el parentesco, el cantante le contó toda esta historia a Moreno.
“Él ahí me dijo: ‘yo le debo la vida a tu tío. Nunca esperé que él me iba a ayudar como me ayudó’. Además, le emocionaba mucho encontrarse con un familiar de Jaime Guzmán, era una manera de cerrar todo lo sucedido. En décadas no se había topado con nadie cercano a mi tío. Para mí, fue también una reconciliación desde las dos veredas del sufrimiento”, dice hoy Moreno.
Gracias a la empatía entre ambos, el músico le regaló una tarjeta que Guzmán le envió cuando recuperó la libertad en 1974.
Ángel Parra hijo dice que su padre nunca abordó demasiado el tema: ante una narración que implicaba dolores privados y confianzas familiares, prefirió mantenerlo bajo total discreción y ni siquiera sugerirlo en sus libros de corte autobiográfico. También resalta la valentía de su madre Marta –quien falleció en 2009- como una presencia mayúscula en la vida de su familia y por lo mismo le dedica la portada de su nuevo disco solista, Travesuras, aparecido hace una semana.
Pero por sobre todo remarca el gesto de entendimiento que subyace a este episodio: “Por eso digo que la izquierda y la derecha unida jamás serán vencidas. A veces son sectores que se pelean por los temas más insólitos y aquí hay una muestra de lo que el destino le tenía preparado a estos dos hombres” .
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