En su alocución recordó que para estar acá tuvo que desdecir a un asesor “millennial” que había desechado la invitación cursada por el Instituto. En representación del organismo usó la palabra su presidente, Joaquín Fermandois.
María Soledad Ramírez y Maureen Lennon
Con la solemnidad que suele albergar el Instituto de Chile en sus ceremonias, ayer el organismo que busca “promover en un nivel superior el cultivo, el progreso y la difusión de las letras, las ciencias y las artes” en el país inauguró su año académico, con las restricciones aún necesarias por el covid-19, mascarillas de por medio.
El invitado principal era el actual mandatario, Gabriel Boric, quien en su discurso reconoció que cuando llegó la invitación a la ceremonia alguien de su generación —“que de seguro llaman ‘millennial”— decidió que esto del Instituto de Chile no iba. “Por circunstancias de la vida, me llegó la noticia de que la habíamos rechazado y dije cómo es posible. Justamente, hay que valorar las palabras, ese espacio, como decía Bello, que es uno de los pocos lugares donde las verdades se tocan. No sé si estoy a la altura de eso, pero por lo menos el gesto de estar acá es importante”, dijo el Presidente, con su manera llana de contar sus anécdotas.
El mandatario estaba frente a un selecto grupo de invitados, por los aforos, que incluía al expresidente Ricardo Lagos —a quien elogió en varias oportunidades—, además de miembros de las academias que conforman el Instituto de Chile: de la Lengua, de la Historia, de Ciencias, de Ciencias Sociales, Políticas y Morales, de Medicina y de Bellas Artes.
Joaquín Fermandois, presidente de la Academia Chilena de la Historia, preside hasta 2025 esta entidad. El historiador inició los discursos y presentó dos temas que a su juicio ameritan la atención de las academias y del Gobierno. La primera de sus inquietudes es sobre la discusión que se dio en 2019 sobre la eliminación de la obligatoriedad de la enseñanza de la historia en la educación media. “Considero que de esta manera el problema estaba pésimamente mal planteado, en lo que intervinieron moros y cristianos. Porque las humanidades y las ciencias exactas son como dos cuerpos de la misma alma. Lo que hay en Chile, asumiendo completamente lo que se dice hace tantísimo tiempo, es una deficiencia en la calidad, en el hacer bien hecho de las pequeñas tareas diarias”.
El segundo punto fue sobre la deriva de la cultura de masas en la representación de la polis, cada vez más degradada. “En particular, hemos sido víctimas de hace muchos años de su avance progresivo, que en algún momento se enseñoreó de los espacios de vida cívica. En nuestro país ha sido acompañado por el crecimiento de una marea parlanchina, a la que no encuentro otro nombre que llamarla coprolalia, que apriori me parece más intensa que en otros países hispanoamericanos. Todo esto en nuestro mundo no se trata necesariamente de un signo de marcha ineluctable al abismo, sino uno de los tantos desafíos que surgen y surgirán”.
Diálogo intergeneracional
Luego le tocó el turno al mandatario. Destacó la interpretación de “Gracias a la vida” a cargo de la soprano Carolina Muñoz, que había ocurrido minutos antes en la ceremonia. “Pensaba en los versos ‘así yo distingo dicha de quebranto' y se me vinieron a la cabeza unas palabras que de seguro Adriana Valdés conoce bien: ‘Nada tiene que ver el dolor con el dolor / Nada tiene que ver la desesperación con la desesperación / Las palabras que usamos para designar esas cosas están viciadas / No hay nombres en la zona muda', dijo Enrique Lihn tres meses antes de su muerte en un libro que gracias a ti conocemos”.
También le confesó a Joaquín Fermandois que no quiso hacerle un desaire, porque había leído su obra cuando estudiante, “en particular ‘La revolución inconclusa', que creo que toda persona de izquierda debiera leer, algo que lamentablemente no se usa mucho. Poder conocer su visión es muy importante”.
El presidente no leyó su discurso, que reconoció que estaba muy largo, sino que fue revisándolo e improvisando. Fue tocando varios temas, como que solicitó, “con el mayor de los respetos, que la juventud se integre de manera más activa a este Instituto. Si hay algo que he aprendido en este último tiempo es que los diálogos intergeneracionales le hacen muy bien a la patria”. También tuvo momentos más políticos, reconociendo aportes de los últimos 30 años y abogando por la nueva Constitución.
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