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domingo, marzo 20, 2011
Juglares en Melipilla, un oficio de la Edad Media española vigente en nuestras tierras
El Mercurio
Doscientos cincuenta poetas cantores había en Melipilla cuando Manuel Dannemann comenzó a escribir el libro que se presentará el próximo 4 de mayo en la Universidad de Chile. En él se puede apreciar el resultado de sus investigaciones durante 50 años, en que estudió y recorrió los diferentes poblados chilenos en busca del "canto a lo poeta".
Sara Montt
Las huellas de la conquista española, aunque silenciosas, son evidentes: unos ojos zarcos (azules) en medio del campo; el recuerdo de los sarpullidos rojos de la viruela; cientos de versos que el viento arrastra por algunas regiones y que Manuel Dannemann recopila en un libro que se publicará en mayo, sobre los juglares en nuestro país.
¿Por qué subirse a un camión, a un caballo o emprender recorridos a pie por diversas comunas chilenas y no ir a ver a los juglares en España, donde nacieron? Porque ya no quedan, al menos de esta forma. Lo que se escucha allá proviene de especiales espacios de encuentros de improvisadores, organizados por instituciones.
Una investigación de 50 años
Manuel Dannemann es profesor titular de la Universidad de Chile en la Facultad de Ciencias Sociales, coordinador de un programa de identidades culturales y director del seminario de Folclore como Cultura. Ha estudiado durante cinco siglos la existencia de la juglaría en varios países de Latinoamérica, como Cuba, Ecuador, y Panamá; y en algunas regiones de Chile (de la IV a la VII). Pero se ha centrado particularmente en Melipilla, donde -tal como sucede con las siembras de frutillas y tomates en sus tierras- el canto se da de forma natural.
"Mire, cuando yo era chico, el 90% de la gente sabía versos. Aunque no todos eran cantores, sabían versos. Los decían en el trabajo... y cuando salíamos a hacer 'canto a lo divino', la mitad éramos niños menores de 12 años", dice Domingo Pontigo, el máximo exponente en San Pedro, Melipilla. "Nos criamos escuchando. Imagínese, yo a los 6 años empecé cantando en mi casa, y escuchaba a mi mamá hacer una novena de la Virgen del Carmen", dice Pontigo, quien el año pasado fue premiado por la Unesco, que lo reconoció como "Tesoro Humano Vivo". Ahora, y desde hace seis años, hace clases de "canto a lo poeta" en escuelas, pues no quiere que el oficio que lo impregnó desde pequeño se pierda. "A cualquier cosa le hacemos versos, así recordamos nuestro pasado".
Qué significa ser juglar
Basta con que se presente una tarde tranquila en el trabajo para que los poetas-cantores vayan soltando sus versos. Ya no es tan común, eso sí, que se pongan a cantar luego de un partido de fútbol, aunque en los funerales de "angelitos (cuando mueren niños de no más de tres años) siempre lo hacen. Se ponen en semicírculo. Comienza uno. Le sigue el que viene, guiándose por el orden en que se mueven las manecillas del reloj, y así se va sumando el resto. Cada uno canta una décima (estrofa compuesta por diez versos o líneas), hasta completar el verso . Le llaman así a todo el canto: a las cuatro décimas y a la despedida, conjunto conocido como "canto a lo pueta" (poeta).
También se los escucha en funerales de amigos, en reuniones con amigos, en eventos masivos, en procesiones a la Virgen del Carmen.
El juglar tiene una doble función, la de enseñar y entretener. Puede cantar decenas de versos que no le pertenecen y que ha memorizado (lo que incluye algunos de la Edad Media y el Renacimiento, que se han ido transmitiendo de generación en generación), o pueden ser algunos que ha creado él mismo. Para ello estudia, y mucho, sobre el tema con que va a construir las décimas. Para el "canto a lo divino", por ejemplo, lee el Nuevo Testamento. Este canto, aclara Dannemann, es uno de los temas que puede tener el "canto a lo pueta (poeta)": el medio de expansión de los juglares.
A Darío Hernán Aguilar -gran memorizador-, le pidió el director de la escuela de Loica Abajo que le compusiera unos versos. "Yo le dije: 'no tengo material. Tráigame, porque conozco el tema, pero lo conozco de nombre'. Y se los hice". Uno sobre el cuidado al medio ambiente y otro sobre la llegada de Pedro de Valdivia a Chile.
Aguilar no canta, a pesar de que su padre, Atalicio, fue uno de los grandes juglares. Les presta sus versos a sus amigos, y dice que le gustaría "...Señor yo soy cultor / En décima y poesía / Del verso con picardía / De la rama del folclor". Dice que le gustaría aprender a ponerles melodía a sus décimas y a tocar la guitarra. Cuando habla, sus versos interrumpen (y complementa) su discurso.
Manuel Dannemann también hace décimas
A los 14 o 15 años, Dannemann -quien también compone versos- conocía juglares de Algarrobo y de Casablanca. Dos años después comenzó a interesarse en el tema. Cuenta que un profesor de su colegio, Julio Orlandi, lo hizo "comprender la relación que tiene la poesía en general con la cultura. Y yo justamente encontré que estos juglares cultivaban la poesía como una forma de vida, y que por lo tanto a través de la poesía juglaresca, más que de la poesía propiamente literaria o de la poesía popularizada, sentí que existía una concepción más profunda y más completa de la vida", dice.
Luego siguió los pasos de otro profesor que tuvo, Juan Uribe Echevarría, quien desde mediados de los años 40 y en la década del 50 recorría Melipilla, siendo pionero en destacar la existencia e importancia de los juglares en aquella zona. "Él entendió su poesía como una forma de vida, y los dignificó muy fuertemente. Eso no se puede olvidar".
Manuel Dannemann llegó después, en los años 60, junto a otras personas del Instituto de Investigaciones Musicales de la Universidad de Chile.
"Me llamaba mucho la atención un compromiso que yo comprobaba en aquellos juglares. Un compromiso por cantar, por prolongar su práctica. Un compromiso social empírico, no premeditado". Además se sintió atraído por ellos porque, a diferencia de cómo sucedía en otras comunas que también había estudiado, sentía que en Melipilla había una concepción más directa del mundo a través de los fundamentos y una diferenciación muy clara de ellos. El más común, cuenta Dannemann, es el "verso por historia". Además, tenían (y tienen) un léxico técnico muy rico. "La lengua no es solamente un medio de comunicación, sino que también es un medio de relación, un medio de comprensión que puede ser profundamente afectivo. En este caso me encontré con que en Melipilla, eso se destacaba. También vi que había una cantidad muy poderosa de juglares, más que en los otros lugares que yo había estudiado", dice.
Cambios en el oficio
Durante la Edad Media y el Renacimiento, en España los juglares "desempeñaban un oficio remunerado, en las plazas, en los castillos y en los palacios (...) además de disfrutar a menudo de la buena mesa de los reyes y de los grandes hombres", relata Dannemann en su libro. En Melipilla no hay cortes de reyes, y los juglares no reciben dinero. Su arte y su oficio constituyen, como dice el autor del libro, una expresión de vida, que no responde a otro principio que al del poeta-cantor que se crió entre los versos y que cumple con el cometido de la tradición que heredó: entretener y enseñar.
Variaciones de cuartetas
De España
Mas vale querer a un perro
que querer a una mujer,
que el perro es agradecido
al que le da de comer.
Por un tropezón que di
todo el mundo murmuró,
otros tropiezan y caen
y no los murmuro yo.
De Chile, Melipilla
Más vale querer a un perro
que no a una mala mujer,
que el perro es agradecido
cuando le dan de comer.
Por un tropezón que di
todo el mundo se admiró,
otros tropiezan y caen
¿cuál es que me admiro yo?
Los 7 temas del mester de juglaría melipillano
A lo divino: concierne a asuntos de doctrina cristiana.
A lo humano: contiene hechos verídicos y ficticios de la existencia del hombre.
Por angelito: saludos y despedidas que se cantan en homenaje a niños fallecidos en sus funerales.
Por astronomía: se refiere a las peculiaridades de los cuerpos celestes, con o sin interpretación astrológica.
Por geografía: comprende las propiedades físicas del espacio terrestre y/o marítimo y/o aéreo.
Por historia : donde se hace patente la gran relevancia que se da a su protagonista. EJ: Carlomagno.
Por literatura: por este nombre se conoce a las poesías de escenas bucólicas, de idealización de la naturaleza.
Domingo Pontigo. Cuenta que el juglar canta con "guitarra traspuesta", creando diversas afinaciones.
Manuel Dannemann. Ha estudiado afanosamente a los juglares de diversas localidades de Chile y de varios países latinoamericanos.
Darío Hernán Aguilar. Hijo de Atalicio Aguilar, quien fue un reconocido juglar.
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