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El viajero por excelencia entre la generación actual de cantantes chilenos presenta su sexto disco, Las torres de sal. Que no es como los otros. "Es completamente diferente a cualquiera que haya hecho antes, porque nació del silencio", dice. "No nació de la vorágine ni del ruido ni de la locura. Nació de la observación, del quedarse quieto, de la meditación en todas sus formas".
La canción es un pájaro sin plan de vuelo, dice Nano Stern que dijo Violeta Parra alguna vez, y no es casual que la segunda canción del nuevo disco de este músico chileno sea otro guiño a esa artista. Con veintiséis años de edad, los últimos seis de los cuales ha dedicado a una carrera como solista, y con otros seis discos personales y viajes por cuatro continentes sumados en esa carrera, ahora como pocas veces la trayectoria de Nano Stern es también un viaje sin plan de vuelo.
Se escucha claro apenas parte su nuevo disco, Las torres de sal (2011). La primera canción se llama "Cuatro vientos" y en ella este santiaguino nieto de inmigrantes húngaros se remonta a sus ancestros por medio de la música. "Habla de mis orígenes, de donde viene y dónde va", explica. "Está en un ritmo muy afroamericano, pero al mismo tiempo, y de esto me di cuenta después, tiene ritmos del folclor europeo del Este, sobre todo de Hugría, de donde vienen mis antepasados. La letra justo habla de eso y la melodía tira para allá, para el Este, para Turquía, y termina como con los gitanos del sur de la India".
En su nuevo disco, Nano Stern, el cantante chileno más nómade de su generación, no para de viajar. "Son son viajes que están ahí", dice, "pero debajo de la piel".
Conexión Estambul-Chiloé
Stern suele pasar buena parte del año en giras autogestionadas por festivales y encuentros de música folk o tradicional entre Europa, Asia e islas de Oceanía como Australia y Nueva Zelandia. Y en apariencia 2010 no fue distinto. Entre junio y septiembre actuó en Europa, pasó de vuelta por Australia y estuvo por primera vez en Turquía durante un mes, donde se relacionó con la música tradicional en Estambul.
-Que fue súper trascendental, para mí y para mi disco también -dice-. La temática gruesa de Las torres de sal surge allá.
Igual de importante en la bitácora es un retiro de meditación que hizo en Chiloé: once días de soledad y silencio absoluto, según recuerda, y una disciplina de trece horas de meditación al día.
-Me hizo muy bien además para aprender un poco a compensar toda la locura. De hecho marcó absolutamente un antes y un después. Y marcó el disco también.
-Van dos lugares que marcaron el disco, entre Turquía y Chiloé.
-Son cuatro lugares: Turquía, Chiloé, Valparaíso y Ñuñoa, que es donde estuve viviendo en Chile. Turquía fue una pausa, con una energía muy grande, en Estambul, una ciudad de veintiocho millones de personas, capital del Imperio Romano, con esa tradición y la ortodoxa muy fuertes.
-Y con dos continentes juntos, además.
-Claro, y habiendo estado antes en la India, en el Lejano Oeste en una isla en Rusia cercana a Japón, y por otro lado desde los Balcanes hasta Irlanda, habiendo hecho ese viaje continuo por tierra un par de veces, tenía la película muy clara de cómo la cultura viaja y se va transformado de a poco, desde Irlanda hasta Serbia y Macedonia, y luego todo el rollo asiático. Pero me faltaba ese vínculo.
-¿El puente entre los dos continentes?
-Sí, y sabía que tenía que ir ahí a buscar algo. Y fui con esa misión súper cultural y etnomusicológica y todo y terminé encontrando más cosas mías al final. El puente entre muchas cosas, pero no las que yo creía que ba a encontrar, sino muchos lugares olvidados, de alguna manera, en mi conciencia.
Stern pone por ejemplo los versos de la canción "Las torres de sal", con líneas como "Camino por los recuerdos / pa' ver si puedo encontrar / una canción enterrada / entre las torres de sal". Recuerda que fue escrita en el desierto, en la región de Capadocia en Turqía, caracterizada por las formaciones de roca porosa erosionadas en las que se escondieron los cristianos bajo la persecución del imperio romano.
-Es una roca muy porosa, como piedra caliza, pero más roja, donde podían cavar y esconderse -explica el cantante, que vivió esa estada en un pueblo en el desierto-. Las primeras basílicas estan ahí, y es muy bonito porque toda la simbología cristiana original no tiene nada que ver con las cruces actuales, tiene una carga hermética enorme. Me iba todos los días, diez, once horas, a caminar en silencio. Fue como el primer hito de silencio.
-¿Es lo mismo de Chiloé entonces, pero en otro lugar?
-Sí. En el fondo es estar en otro lugar, pero dentro de uno, entender esas relaciones, y sobre todo callarse. Este disco es completamente diferente a cualquiera que haya hecho antes, porque nació del silencio. No nació de la vorágine ni del ruido ni de la locura. Nació de la observación, del quedarse quieto, de la meditación en todas sus formas.
El sentido lindo de la violencia
Es el sexto disco del cantante tras una saga que incluye Nano Stern (2006), Voy y vuelvo (2007), Los espejos (2009), el DVD En casa (2010), el reciente disco en vivo Live in concert (2011) y el propio Las torres de sal (2011), sumado a otros cinco con grupos y colaboraciones paralelos. Pero en algo es diferente a todos los anteriores, dice el autor.
-Tenía nada más que la escucha interna como referencia de para dónde iba esto, y fue absolutamente a propósito. No había nada, pero había todo: yo era capaz de echarme en mi cama y apretar play en la cabeza y escuchar el disco entero, salvo las secciones de improvisación que hay. Pero se trataba de ir más allá del desapego de querer saber cómo iba a sonar.
-¿Cuando estabas haciendo el DVD del año pasado ya sabías que iba a venir un freno?
-Y vino. Y curiosamente no necesariamente en lo exterior. No es que yo haya parado: el año pasado hice cientos de conciertos en muchos países.
-Ni tampoco bajaste el ritmo de grabaciones.
-No, fueron muchas más. En realidad trabajé en cuatro discos (se refiere a Live in concert, Las torres de sal y dos colaboraciones, con el grupo Ethno in Transit y la cantante australiana Kavisha Mazzella). Pero aprendí cómo dar ese paso entre el círculo máximo del huracán donde se destruye todo y el lugar que está al lado, en el centro del huracán, donde estás observando todo lo que pasa a tu alrededor. Y esos dos lugares dialogan constantemente. Lo que no implica que no haya una energía violenta, en el sentido lindo de violencia, de pelea, de lucha, de destrucción y creación constante, pero desde un lugar centrado, que quisiera que se reflejara en el disco. Quisiera creer que esta música conlleva una profundidad distinta a la de los anteriores. La poesía también va por otro lado, un poco más descriptiva, lejana, con un poco más de distancia de las cosas.
-¿También tiene que ver con callarse, tú que siempre conversas harto con el público en los conciertos, por ejemplo? ¿Eso agota?
-De eso hablábamos la otra vez, del íncito en lugar de éxito, de que no todo es para afuera. Hasta entonces había sido para afuera, pero empecé el proceso de retracción. Creo que este disco va a ser implosivo en su relación con la gente. Ya siendo el quinto disco más o menos uno sabe para dónde va a ir. Voy y vuelvo era saltar y chasconearse. Este disco es todo lo contrario, un poco.
-Pero al mismo tiempo volviste a tocar la guitarra eléctrica ahora. ¿Eso no es más rockero, no es más "expansivo y explosivo" que "implosivo"?
-Sí. Hay dos canciones eléctricas ("La raíz" y "Voy volando"), pero esa última habla de ir buscando y terminar en ruido, y de que parece que al final la respuesta es volver atrás. Pero ese descubrimiento es violento. Por ejemplo: meditar. Puede parecer algo muy zen entrar en tu conciencia y estar levitando, pero es muy violento, de rabia, angustia, opresión, violencia.
De Lot a Orfeo: manual de mitologías
La diferencia entre la realidad y la ficción es que la ficción tiene sentido, dice Nano Stern que dijo alguna vez Aldous Huxley, y eso también tiene que ver con Las torres de sal. El disco fue grabado en directo, hace un mes, en Santiago de Chile y en no más de cinco días, con invitados como Pancho Sazo y Joe Vasconcellos, los dos históricos cantantes del grupo Congreso, y el saxofonista de jazz Andrés Pérez.
-Y ahora recién empieza el viaje, ahora que la gente lo va a escuchar -se prepara el cantante-. Pasé seis meses escuchándolo en mi cabeza y de pronto en cinco días ya estaba hecho. Y si hay pequeñas cosas que no me gustaron son parte de eso. La perfección es algo que no tiene ninguna cabida en esto. Es como esa afirmación de Aldous Huxley. La ficción es coherente, pero en la realidad de repente salen cosas inesperadas que quedan allí y uno sigue descubriendo.
Si se trata de anti-perfección, ya hay un error en la reseña promocional de Las torres de sal, según se da cuenta ahora el mismo cantante. Es una confusión entre el mito griego de Eurídice y Orfeo y el episodio bíblico de Sodoma y Gomorra, cuando la mujer de Lot se transforma en sal al mirar hacia atrás a la ciudad. "También Orfeo mira hacia atrás a ver si Eurídice viene con él y la pierde para siempre", compara. "Pero bueno, ambos mitos fueron súper importantes en el disco".
Stern recuerda además que en este tiempo estuvo escuchando "Orfeo", de Monteverdi, considerada la primera ópera en la historia de la música. "Y que es maravillosa. No tiene nada que ver con la ópera que uno conoce, es otra estética, con laúd, teorba, orquestas barrocas. Marca exactamente el comienzo del Barroco. Es muy hermoso como plasma ese mito de Orfeo". Y en la misma veta, la canción "La puta esperanza" se desprende a su vez del mito de la caja de Pandora, que al ser abierta libera a todos los males de la humanidad.
-Es una canción súper luminosa en su sonoridad pero súper oscura en su letra. Está nuevamente el mito griego y el mito judeocristiano. Eva, al morder el fruto, acaba con el paraíso, se desencadenan los males y Adán y Eva son expulsados. Es muy parecido: ellos tienen también la esperanza de la resurrección, del mesías. Y cuando salen todos los males de la caja de Pandora finalmente queda la esperanza. Entonces Nietzsche apareció dos mil años después a decir nones, que no hemos entendido nada, que en realidad esto significa que la esperanza es el peor de todos los males porque te hace caer de nuevo.
-¿Nietzsche recoge el mito y tú recoges a Nietzsche?
-Absolutamente. Por eso (la canción) dice "Esperanza, puta esperanza, todos creen que les pertenece". Puta en el sentido de prostituta. La mitología griega es distinta a la Biblia en el que sentido de que no hay una sola fuente, hay varias versiones de los mitos, pero ninguna da una visión positiva a la esperanza. Esa es una visión judeocristiana que te hacer interpretarlos dede una óptica mesiánica.
-¿Es el disco con más mitología que has hecho?
-Sí, pero por otro lado es el más simple, habla de muchas cosas cotidianas, chiquititas. Así como tenemos una tradición musical de la cual me nutro, tenemos también una tradición cultural, y es bueno con humildad empezar a entender la mitología y la Biblia, que por algo es tan potente, es un valor arquetípico que está dentro de todos nosotros. Desde antes de saber que el disco iba para allá he estado pegado con la mitología. Porque llega a todo lo que te pasa. Es como ahorrarse ir al siquiatra: por algo ahí están los arquetipos, que representan partes de la conciencia humana. Todos llevamos adentro un Orfeo y un Lot y sabemos de esa prohibición que desobedecemos igual.
De Pandora a Víctor: manual de etimologías
La diferencia es que hasta ahora Stern había inventado sus propios arquetipos, distingue.
-Es una necesidad decir cosas para las cuales ya existen arquetipos. Los puedes inventar, y de hecho hasta ahora yo lo hacía así, pero hay una profundidad agregada cuando recurres a ciertas simbologías, ahora creyendo un poco en Jung: hay un inconsciente si menciono a Pandora, aunque no sepas de qué se trata está en nuestros genes, somos occidentales y venimos de ahí, de la cultura griega, latina, judeocristiana. Todo eso está metido en nuestro idioma.
Y no se da una pausa antes de que el idioma lo lleve a otro lado. "Una cosa que ha sido bacán para mí en los últimos dos o tres años es la etimología. Estoy pegado, pegadísimo. Al decir una palabra no sólo estás trayendo a colación toda la historia que hay detrás de esa palabra, sino además otras palabras que están ahí", dice, y como ejemplo menciona dos títulos de discos de otros músicos.
Uno es Eco (2004), de Jorge Drexler.
-Eco era una semidiosa griega, que tenía la voz más hermosa y era muy arrogante. Hasta que conoció a Narciso, que era el más bello de todos, se enamoró por primera vez y le dieron un poco de su propia medicina. Pidió a los dioses que lo castigaran, y el castigo de Narciso fue su muerte: se vio reflejado en el agua, se enamoró de sí mismo y se ahogó. Pero luego los dioses castigaron a Eco y la hicieron desaparecer de pena, y para toda la eternidad la condenaron con su voz a imitar las palabras de los demás.
Y el otro disco es Pánico (2005), de Manuel García.
-Es otro título que encuentro que se pasó. Claro: pánico es miedo. Pero también está el dios Pan: es el miedo a lo desconocido que se producía por la música que él estaba haciendo en el bosque, con su flauta, para generar lujuria con la gente.
-Es como hablar de la caja de Pandora, palabras que todos conocen, aunque no sepan de qué se trata.
-O lo mismo con el terremoto: las imágenes "dantescas", sin que hayas leído el Infierno de Dante. Pero no es que yo pase todo el día en la biblioteca estudiando a Eurídice, porque no. No estudié ni literatura ni filosofía ni letras ni antropología ni historia, pero siento que son ésas las cosas de las cuales hay que nutrirse. Sobre todo trato de estar con los ojos abiertos y de conversar.
-De hecho un verso de la primera canción de disco dice "Yo fui casi cuatro años a la universidad / Y todo lo que me enseñaron ahora trato de olvidar".
-Y el verso que antecede a ese es "Una niña que conozco / tiene cuatro años de edad / y creo que sabe mucho más que yo de la vida". En la inocencia ya contenemos la sabiduría, ya viene dentro. Por algo uno dice "Pandora", "eco", "pánico" o prácticamente todas las palabras contienen mucho más que lo que creemos.
-¿Es mejor la Universidad de la Vida, ya que hablamos de mitos?
-Claro. Yo opté por salirme de la universidad -dice Stern, que estudió música en la Universidad Católica de Chile entre 2003 y 2004 y luego en el Conservatorio Superior de Amsterdam, Holanda, entre 2005 y 2006-. Pero estoy usando los mitos y los arquetipos en un contexto creativo. E igual para mí una noche de borrachera en Serbia tocando con los gitanos... ésa es la universidad. Ahí aprendes.
El nuevo grupo con que Nano Stern estará presentando desde ahora Las torres de sal está compuesto por su núcleo previo a trío con los músicos de jazz Daniel Navarrete (contrabajo) y Daniel Rodrígiez (batería), además del saxofonista Andrés Pérez y de la chelista austriaca Magdalena Rust, de paso por Chile y por la banda de Stern desde el año pasado. "Maggie", la llama él.
-¿Es austriaca y tiene un nombre latino? ¿O tú le dices Magdalena?
-Nuevamente: Magdalena no es un nombre latino. Es un nombre bíblico, que se encuentra desde Noruega hasta Chipre -sonríe-. Es un bombre hebreo, de hecho.
-De veras.
-Pero es interesante el error, porque uno asume que esto es mío, que las cosas son de uno. O Víctor: en Chile uno dice Víctor y hay toda una imaginería poco menos que con Ramona Parra, pero Víctor es un nombre romano, que remite a la victoria. Todo remite, remite, remite.
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