El Mercurio
Sienta el pulso de esta tradición, que tiene tanta historia como variantes. Lo demuestra el libro "Y se va la primera... Conversaciones sobre la cueca".
Romina de la Sotta Donoso
La omnipresencia que ha tenido la cueca en los últimos años también llegó a la Biblioteca Nacional. Micaela Navarrete, directora del Archivo de Literatura Oral y Tradiciones Populares, fue testigo del renovado interés de las jóvenes generaciones.
"Entre los chicos que venían a investigar y el público de nuestra programación cultural empezó a haber mucha tendencia a entusiasmarse con la cueca brava. Esto hubiera estado muy bien si no fuera porque se empezó a decir que era la única cueca verdadera. Estaba claro: debíamos sentarnos a conversar para que vieran que existen otras cuecas", recuerda.
Se refiere a las cuecas de trilla, rodeo y velorio; a las del minero, del chilote y de circo, entre tantas otras. "Hay muchas cuecas y, además, cada persona la baila distinto", asegura.
Así fue que en 2008 organizó un ciclo de conversaciones -a sala llena- con investigadores de la talla de Rodrigo Torres, Hiranio Chávez, Juan Estanislao Pérez, Jorge Cáceres y Raquel Barros, además de los cantores Santos Rubio y Catalina Rojas, entre otros.
Testimonios que fueron compilados por Navarrete en el libro "Y se va la primera... Conversaciones sobre la cueca" (LOM, 318 páginas). Los artículos son decidores, y recorren desde los albores de nuestra nación -pues ya había canto a la rueda en las galleras de José Miguel Carrera, se dice- hasta la enorme influencia que tuvieron Hernán Núñez y Roberto Parra en el renacer actual de la cueca.
Maximiliano Salinas contrasta el retrato que la historia oficial y la cueca han hecho de algunos políticos. Así, la poesía popular condena a Pedro Montt -"Don Pedro es peor que su padre/ es más cruel y sanguinario/ sueña con la Presidencia/ con el puñal y el rosario"- y enaltece a Balmaceda - "Gloria eterna al gran patriota/ víctima de la traición/ al ilustre Balmaceda/ de tan noble corazón".
Patricia Chavarría revisa la larga cueca campesina y su estrecha relación con la religiosidad, y Luis Castro, de Los Chinganeros, se aboca a la tradición del canto a la rueda.
Las mujeres se revelan como actor protagónico de la cueca, según Leslie Becerra. Destaca ella a las mestizas pioneras que, para poder sustentarse, se dedicaban al baile y al canto, fundando chinganas desde el siglo XVII. Otras féminas seguirían la tradición en las fondas y en las picás y los conventillos del siglo XX.
El libro, además, tiene un subtítulo: "Las cuecas de la Lira Popular". Es que contiene la transcripción de todas las cuecas que existen en los 1.500 pliegos de los "diarios de cordel" que circularon a fines del siglo XIX y comienzos del XX.
"La Lira Popular es un mar sin orilla, aborda muchísimos temas", comenta Navarrete. Y la secunda Karen Donoso, investigadora que estuvo a cargo de ordenar los versos por tema. "Predominan las cuecas amorosas, a pesar de que los poetas que las escriben son hombres. Es curioso, porque es como si estuvieran cantadas por mujeres. Nos hace pensar que talvez las escucharon por ahí en alguna chingana, y las recogieron", dice.
También hay cuecas políticas y de crítica social; de fiestas, y de amor por Chile. Llaman la atención los versos referidos a los oficios: las mujeres brillan como conductoras de tranvía -se les atribuye un carácter muy fuerte- y como afectuosas cocineras. Asimismo, esta poesía popular evidencia una admiración femenina descomunal por los cultores de oficios, y no por los "palogruesos". Específicamente, por los mecánicos de las maestranzas. Entre sus virtudes, se mencionan la caballerosidad y la honradez, amén de no ser ociosos ni tomadores.
Cuecas de la Lira Popular
A los mecánicos de la
maestranza (fragmento)
Por los mecánicos muero
Por esos de la maestranza
I me he de casar con uno
Así tengo la esperanza.
Yo por un tisnadito
No sé que hiciera
Por casarme con uno,
La vida diera.
La vida diera sí
Por hechar guata
Con cualquier tisnadito
Que gana plata.
Baile no mas mi hijito
No suena el pito.
Cueca para el Dieziocho
(fragmento)
Anteanoche una niña
Perdió el marido
I ahora aquí bailando
Encontró un querido
Un querido, sí,
No se ha turbado,
Porque ya a su marido
Bien lo ha gorreado.
Lo ha gorreado, sí,
Como soltera
Dejó al pobre viejo
Tirándose bien la pera.
Anda niña diablasa
Para tu casa.
Autor: Juan Bautista Peralta (1899)
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