La Tercera
Ramón Madrid comercializó 300 mil copias en 2011 de álbumes que incluían a Américo y Chico Trujillo.
por Claudio Vergara
Ramón Madrid (47) asegura que fue olfato puro. Una semana antes que Américo debutara en el Festival de Viña de 2010 juntó un puñado de sus canciones, las acumuló en un disco, lo colgó en kioscos a bajo precio y las ventas fueron inmediatas. El operativo no sólo fue una semana antes que el ariqueño dominara la Quinta Vergara; también fue casi siete días antes del terremoto que lo tumbó todo. "Si yo hubiera actuado como todos los sellos, que aprovechan el éxito de un artista en Viña para rentabilizar sus álbumes una semana después, ¿qué hubiera pasado? No hubiese vendido un solo álbum. El terremoto habría olvidado todo", remarca.
Con esa misma mezcla entre ojo comercial y estratega discográfico, Madrid ha establecido un modelo de negocios paralelo al de los sellos más tradicionales y que se sustenta en la comercialización de álbumes en kioscos, y en la asociación de títulos con marcas comerciales. La iniciativa le ha permitido levantar una pequeña industria en torno a su sola figura y convertirse, casi de manera anónima, en el empresario que más discos vende en el país, aunque sólo bajo el trabajo de distribuidor.
Y todo bajo el nombre de Master Media, la empresa que inauguró en 2004 y que, para remarcar aún más su espíritu paria, está enclavada en un rincón casi inadvertido de un caracol de Providencia, pequeñísima en dimensiones, y entre peluquerías y consultas médicas. "Pero yo he sido un pionero y un visionario. He incorporado nuevos canales cuando las disquerías casi no existen. El futuro va hacia otro lado y nos hemos posicionado", apuesta.
Su fórmula ha funcionado así: de profesión contador y con experiencia en el rubro, ya que trabajó 13 años como gerente de Recursos Humanos de EMI, en 2000 comenzó a husmear vitrinas alternativas para comercializar discos a precios ínfimos. Su método consiste en adquirir durante varios años licencias de catálogos de artista de amplia popularidad, para así utilizar las canciones con los fines más diversos y en los compilados más disímiles. O sea, manejar bajo su absoluto criterio un repertorio de éxito.
El primer paso fue armar álbumes corporativos para potenciar la relación entre las empresas y sus clientes. Por ejemplo, asoció a un compilatorio de Américo con una marca de tallarines y otro de Los Charros de la Comuna de Lumaco con una de chicles. Luego se lanzó con una serie de compilados de música romántica, ranchera y tropical que vendió en kioscos a $ 1.990. Cifras: en 2011 editó un promedio de 40 producciones, vendiendo un total de 300 mil copias. El lanzamiento estrella fue una colección de Chico Trujillo, catálogo que licenció al sello Oveja Negra, y en el que estima ventas de 17 mil ejemplares.
Según cuenta, y sin revelar tarifas, adquirir licencias tiene precios relativos, dependiendo del artista o de la negociación del sello. "Por ejemplo, la licencia de Chico Trujillo no es barata", dice. Eso sí, en muchos casos, como los de Américo y La Noche, ha comprado repertorio de sus primeras discográficas, cuando establecieron contratos que nunca vislumbraron un suceso mayor, pese a ya contar con varios hits. Por ejemplo, con el hombre de Te vas licenció las composiciones de la etapa cuando firmaba como Américo y la Nueva Alegría para Tekyla Records. Con la banda de Leo Rey lo hizo con los dos títulos que editaron bajo el sello Guyani (ambos créditos han vivido su mayor fama con Feria Music).
El escenario no sólo configura la habilidad de Madrid, sino que también el histórico desorden con que las mayores figuras del cancionero chileno han manejado sus inicios. Otros ilustres que ha distribuido son Zalo Reyes, Buddy Richard, Cecilia, Los Huasos Quincheros, Tommy Rey y Mazapán. Por estos días negocia con Alerce las licencias de las discografías de nombres combativos, como Sol y Lluvia o Santiago del Nuevo Extremo, además de los primeros títulos de Manuel García, cuyos bonos subirán tras su paso por Viña 2012.
El hombre que también es dueño de una empresa turística asegura que su modelo es rentable y encaja un círculo virtuoso, en el que sellos y artistas también ganan. Además, trabaja con sólo siete personas, entre las que está un fabricante de discos, un ingeniero en sonido y un encargado de pagar los derechos de autor que luego el sello debe cancelar a sus cantantes. "Las disqueras hoy pueden ganar mucho más negociando licencias con Master Media que vendiendo álbumes al mercado regular. Y yo tengo todo en ley. Nunca he ocupado la imagen de un artista para una marca, sino que sólo la foto que en un momento cedió para un sello. Ese material licenciado puedo manejarlo como quiero", comenta.
Aunque lo que hace es legal, dentro de la industria lo miran con distancia. Dicen que la extendida comercialización de catálogo antiguo, o la asociación con marcas que nada tienen que ver con el artista, contamina el material actual de un cantante y que, al llegar a kioscos, su estatus frente el público cambia. Otros afirman que es una gran forma de desempolvar trayectorias que no se comercializarían de otra manera. De rebote, su negocio ha generado fricciones: en 2009, Américo demandó a Tekyla Records por no pagarle las regalías correspondientes a las licencias de sus canciones, como las adquiridas por Madrid. "No me molesta que mis discos estén en kioscos. Lo que rechazo es que, por ese negocio, no se me hayan pagado las regalías", remata Américo.
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