domingo, febrero 12, 2012

Noventa años de música romántica en Chile: voces y canciones inolvidables



El Mercurio
De la antigua canción melódica al vals; del bolero omnipotente a la balada pura, y de la canción "cebolla" al "revivalismo AM". Si en algo ha sido dinámica la música romántica, es en las formas de transmitir su mensaje. Y si en algo ha sido estática, es en su mensaje: siempre el mismo. En vísperas del 14 de febrero, recorremos la canción de amor local.

IÑIGO DÍAZ

"El bolero hay que decirlo... Para decirlo, tiene que ser más o menos lentito", afirmaba el astro Humberto Lozán, bolerista y voz de la Orquesta Huambaly. Él es uno de los exponentes de la refinada propuesta melódica que aparecieron en Chile a partir de los años 40: primero a través de la tríada formada por Mario Arancibia, Arturo Gatica y Raúl Videla, y luego con estrellas de alcance internacional, como Antonio Prieto, Lucho Gatica, y Sonia y Myriam.

El bolero, surgido en Cuba, pasó en la década de 1940 a ser una bandera de la canción romántica latinoamericana, abrazada en Chile por intérpretes, autores y consumidores, y considerada también como una suerte de contraoferta a la canción norteamericana con etiqueta tipo Bing Crosby. Gozó de un amplio dominio en las preferencias populares por tres décadas, hasta que la balada se empezó a instalar a fines de los años 50 y ganó su primacía con toda propiedad en los 70.

Tonada, tango, vals, bolero, balada. La canción de temática romántica tuvo en Chile distintos rostros y ritmos en el transcurso del siglo XX. Pero su mensaje ha sido siempre el mismo. "Mucho más desamor que amor", dice Marisol García, la periodista y coeditora de la enciclopedia en internet MusicaPopular.cl. Hoy, en vísperas del 14 de febrero, "Día de los Enamorados", la canción de amor vuelve a reclamar espacio.
La estrella de la canción

En la interpretación de la música romántica nacional, Juan Pablo González, director del Instituto de Música de la Universidad Alberto Hurtado, detecta un hito fundamental, "que marca el inicio de la forma en que la entendemos hoy: se trata del uso del micrófono por parte del cantante en los años 20". Es la llave maestra de una industria y apunta al nacimiento de la estrella de la canción.

"Parte con Bing Crosby en Estados Unidos, Mario Réis en Brasil, José Bohr en Chile y Argentina. Gracias al micrófono, la voz del cantante romántico parecerá natural y muy cercana y creará una sensación de intimidad en el oyente", indica González, también coautor de los libros "Historia Social de la Música Popular en Chile". El profesor del Instituto de Música de la Universidad Católica y coautor del segundo de estos volúmenes, Oscar Ohlsen, difiere en su opinión con respecto al precursor: "Si alguien me presenta un par de discos cantados por José Bohr, donde su voz sea capaz de convencerme de que fue realmente un cantante romántico, cambiaré de parecer".

Ohlsen, en cambio, define al argentino Leo Marini y al mexicano Juan Arvizu como los primeros exponentes de la canción de amor en Chile. Marini, porque llegó desde Mendoza a Valparaíso en 1941 para grabar con el pianista cubano Isidro Benítez para RCA Victor. "Hizo 'Virgen de medianoche' (de Pedro Galindo), 'Puedes irte de mí' (de Agustín Lara) y dos canciones del chileno Luis Aguirre Pinto: 'Inútilmente' y 'Cerca de ti'. Arvizu también grabó con la RCA Victor, junto a la orquesta de Izidor Handler. Se le conocía como 'el tenor de la voz de seda'. Pero si hubiera que escoger a un cantante chileno, ése es Mario Arancibia", declara Ohlsen.

La historia reconoce en Arancibia un barítono de excepcionales condiciones expresivas. Aunque de carrera muy corta en Chile, dejó grabadas canciones sensibles, como "Despedida", de María Grever, con la orquesta de Vicente Bianchi. Tras su paso por escenarios de Río de Janeiro, Buenos Aires y Montevideo, actuó en nueve temporadas sucesivas en el Casino de Viña del Mar. "A principios de los años 50 se cambió al sello Odeon pero sin el éxito obtenido en su sello anterior, RCA Victor", cuenta Ohlsen. "Fue injustamente opacado por Lucho Gatica", agrega González.

"Lucho Gatica es nuestro Frank Sinatra", confirma Ohlsen. "El gran ícono de la canción romántica, con impacto internacional", agrega González. Grabó un cuantioso repertorio desde 1952: "Contigo en la distancia" (de César Portillo de la Luz), "Sinceridad" (de Gastón Pérez), "No te vayas amor" (de Vicente Bianchi), "Bésame mucho" (de Consuelo Velásquez). "Estamos frente al cantante-músico, como lo define Humberto Lozán, que logra frasear 'diciendo' el bolero a su gusto (...) Hay momentos en que una nota del cantante completa la armonía de la orquesta", escribe González.

 
Astros del bolero chileno. Lucho Gatica junto al pianista Pepe Carrera y las hermanas cantantes Myriam y Sonia von Schrebler, conocidas desde 1941 como Sonia y Myriam.


El estilo amyrianado
Antonio Prieto es la contraparte de Lucho Gatica, el otro astro chileno del bolero, aunque en los años 60 fue orientándose a la balada gracias al éxito de "La novia". "De voz más natural, aportó su encanto espontáneo y su capacidad histriónica, hasta transformarse en un chansonier al estilo Gilbert Becaud", dice Ohlsen.

La balada, que paulatinamente cambiará la orquesta por los instrumentos electrónicos y los sintetizadores, sustituye al bolero en la cronología, a través de nuevas voces: Cecilia, Buddy Richard y José Alfredo Fuentes en los 60, y Gloria Simonetti en los 70, hasta desembocar en los 80 en la máxima estrella de las últimas décadas.

"Myriam Hernández tiene todo lo que no tiene el cantautor romántico tipo Alberto Plaza o Pablo Herrera, que es más íntimo en su propuesta. Ella vive el personaje gestual, interpretativa y escénicamente. En eso es insuperable. Es la mujer enamorada, y lo demuestra en sus miradas, gemidos y hasta en sus declaraciones a la prensa", señala Marisol García.

En cuanto a interpretación vocal, se manifiesta en lo que la propia Myriam Hernández ha llamado "estilo amyrianado". "Se dio cuenta de eso una vez que vio a su hija imitándola cantar, con suspiros en cada final de verso. Myriam es la más 'amyrianada' de todas", agrega García.

El avance de los tiempos trajo además a una generación actual que se ha reconciliado con las raíces del dial AM. "Para mí, Javiera Mena es una cantante romántica excepcional. Está preocupada por los detalles. Cuando canta 'un audífono tú, un audífono yo', da una muestra de su madurez, y su canción pasa a ser como un himno generacional, aunque la temática se repita", opina García.

La temática, en efecto, se repite en la canción romántica más que en cualquier otra variante musical. En Chile, desde los años 20 y hasta reciente el hit "Miénteme una vez" de Los Vásquez. Marisol García analiza: "La educación sentimental de los latinoamericanos estaba filtrada por el bolero, y ahora por la balada, con todos sus estereotipos. Cuando un autor escribe 'no puedo vivir sin ti', está confundiendo al auditor. Porque, en el fondo, sí se puede vivir. Son esos estereotipos los que la canción romántica nunca podrá abandonar, porque si no se acabaría".

 
Rosita Serrano en Berlín, junto al pianista Kurt Wege y con la guitarra que lleva una dedicatoria del rey Gustavo de Suecia.

Su melodía y otra más: "Ay, ay, ay", "Vanidad", "Noche callada".
Mario Lanza, el famoso tenor y actor estadounidense de origen italiano, la cantó en 1957 en la película "Las siete colinas de Roma". No fue el único. Otros tenores europeos como Tito Schippa y Miguel Fleta, además las estrellas sudamericanas Carlos Gardel y José Razzano, y voces de internacionales como Pedro Vargas, Plácido Domingo y Julio Iglesias, cantaron esa pieza maestra de 1915 que se llama "Ay, ay, ay". "Las letras de Osmán Pérez Freire serían consideradas hoy melosas, por su candidez y dulzura. No hay duda de que esas composiciones estaban emparentadas con el período del romanticismo musical", señala Valentín Trujillo, quien aquí recorre entre el piano y su memoria el cancionero de clásicos chilenos.

Pérez Freire, muerto en Madrid en 1930 a los 49 años, es según Trujillo el primer autor de canciones románticas del siglo XX, precursor de todo un frente de compositores.

"Armando González Malbrán (1912-1950) es el capo di tutti capi . Como no se le conoce mucho, en el extranjero juran que su blue-beguine 'Vanidad' es mexicano. Claro, eso fue porque la grabó Pedro Vargas y la mostró por el mundo. Yo viví en Miami y me pasaba el tiempo diciendo que era chilena", cuenta Trujillo.
Francisco Flores del Campo escribió decenas de canciones en diversos ritmos. "Sufrir" es su bolero sanguíneo. Trujillo y Gloria Simonetti lo tocaron en su funeral en 1993 y lo grabaron en el reciente disco "Íntimo" (2011). Luis Aguirre Pinto (1907-1997) escribió otro bolero entrañable, "Un día llegarás", grabado por Arturo Gatica y el cubano Fernando Albuerne. Donato Román (1915-2004), el maestro del diminutivo bien calibrado, entregó su "Nidito de amor", que cantaron Sonia y Myriam; Luis Barragán escribió "Dudas de mí", que el portorriqueño Tito Rodríguez transformó en éxito; Vicente Bianchi (1920), que lo ha hecho todo en la música popular, compuso "Amanecer", bolero grabado por Pedro Vargas; y Jaime Atria (1919-1984), se inscribió con "Noche callada", con gran versión de los Quincheros.

"Ariel Arancibia (1925-1997) tuvo que esperar a que pasaran todos estos maestros antes de poner sus canciones en la mesa. Fue un compositor en una época de transición hacia la Nueva Ola, entonces podía escribir cosas juveniles como 'La ballena' y al mismo tiempo la mejor línea melódica para un poema de Óscar Castro, el bolero 'Para que no me olvides'", afirma Trujillo.

Entre los autores de una etapa intermedia están el músico y comediante Jorge Pedreros (1942), con la balada "Al pasar la edad"; Carlos Carrasco, uno de los Carr Twins, con el slow abolerado "Vida mía"; un injustamente opacado Orlando Salinas, con "Por que te quiero", que entregó a Los Ángeles Negros; y Nino García (1957-1998), con "Entre paréntesis". La línea autoral desemboca en Daniel Guerrero (1973), el hombre que en 2002 compuso la monumental "Mañana" para Luis Jara. Según Valentín Trujillo, "Guerrero sigue la línea de compositores como Buddy Richard y Marco Aurelio. Se centra en la melodía y no en el ritmo, como se hace ahora. Yo les digo a los autores: la melodía bonita los está esperando, no se peleen con ella. La melodía bonita es como la mamá, y con la mamá no se pelea".

 
Ha nacido un nuevo seductor. José Alfredo Fuentes puso la voz a la balada de fines de los 60.

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