domingo, febrero 05, 2012

La vigencia de Juan Orrego-Salas: a sus 93 años, lanza disco y nuevo libro


El Mercurio

El Premio Nacional de Música 1992 está contento. Por primera vez se publica un CD monográfico de su obra sinfónica, y en marzo lanzará un volumen con recuerdos, apreciaciones y fantasías. Además de hablar de las deudas pendientes de la música chilena, revela que siempre está tratando de componer. "Ideas musicales no me faltan, las tengo adentro. A veces sueño con ellas. Y creo que voy a componer otra obra más, pero hasta el momento no me ha resultado".


Romina de la Sotta Donoso

El 18 de enero, Juan Orrego-Salas cumplió 93 años. Lo celebró en Estados Unidos, país donde está radicado desde 1961 y donde hizo la segunda mitad de su larga y fructífera carrera. Como regalo de cumpleaños, la Academia Chilena de Bellas Artes y el sello SVR acaban de lanzar un CD doble dedicado a su creación sinfónica. Reúne seis grabaciones históricas realizadas entre 1952 y 1967, cuatro de ellas en los santiaguinos teatros Municipal y Astor; y dos en Estados Unidos.

"Estoy muy agradecido por este CD. Son seis obras sinfónicas que escribí entre 1948 y 1966 y que se conservan en el Archivo Sonoro del departamento de Música de la Universidad de Chile", comenta al teléfono Juan Orrego-Salas desde Bloomington, Indiana.

Premio Nacional de Música 1992, Orrego Salas es uno de los fundadores de la institucionalidad musical en Chile. A los cinco años, Orrego-Salas escucha, en concierto, a Claudio Arrau interpretando "El clave bien temperado" de Bach. Era 1924. Empieza a estudiar piano, y después sigue con composición con Pedro Humberto Allende y Domingo Santa-Cruz, en el Conservatorio. En 1944, la Fundación Rockefeller lo beca para seguir formándose en Estados Unidos, donde se convierte en alumno de Randall Thompson y Aaron Copland. Al año siguiente, estrena su primera obra en Norteamérica, cuando en Chile sólo se habían estrenado dos de sus partituras. Además de profesor del Conservatorio, fue director del Instituto de Extensión Musical de la U. de Chile, y fundó y dirigió en 1959 el departamento de Música de la Universidad Católica.

"No me quejo. Logré vivir de la música, a pesar de que estudié arquitectura, porque cuando salí del colegio me dijeron: 'bueno, ¿qué carrera vas a seguir?'. Yo respondí: 'pero si ya tengo una carrera que es la música'. Los abuelos, los padres, todos me dijeron lo mismo: 'No, no, no. Es muy linda la música, pero no te vas poder costear la vida'. Así que estudié arquitectura y me recibí. Pero sólo trabajé medio año como arquitecto, porque a esas alturas ya había empezado a ganarme la vida con la música", recuerda.

-Entre la investigación, la docencia y la composición, ¿qué ha sido más gratificante?
"Creo que la composición, porque es expresar lo que llevo adentro. La investigación, que es descubrir lo que viene de afuera hacia adentro, no ha dejado de interesarme nunca. Tampoco la docencia, pues los alumnos me han enseñado mucho".

-El entender la composición como una forma de expresarse, ¿se relaciona con el espíritu melódico que siempre ha tenido su obra y con el hecho de que usted nunca haya adherido a las fórmulas vanguardistas?
"También yo siento que existe un espíritu melódico. Pero no me gusta clasificar algo de vanguardista o no. Dentro de las tradiciones que he seguido, espero ser un vanguardista en el sentido de estar diciendo cosas originales".

La otra deuda externa


Uno de los mayores aportes internacionales de Orrego-Salas es la fundación, en 1961, del Latin American Music Center (LAMC) de la Universidad de Indiana, que hoy constituye el mayor registro musical de la región.

"El señor Jack Harrison, representante de la Rockefeller Foundation fue a Chile, el año 60, a consultarme si me interesaría ser director de un centro de esta especie. Le dije que sí y le pregunté dónde querían establecer este centro. Me respondió que en Washington, como parte de la OEA. Ahí le dije yo: 'en eso sí que no estoy de acuerdo; la OEA es una institución política y esto debe estar encarnado en una institución educacional. Si es posible, en una universidad a la que le interese ampliamente la música'".

-¿Qué sucedió entonces?
"Me encontró toda la razón. 'Voy a regresar a Estados Unidos y plantearle su criterio a la Fundación Rockefeller', me dijo. No se demoró 24 horas en llamarme para decirme que la Rockefeller había encontrado cuerdo mi pensamiento y que iban a hacer una investigación para ver cuáles universidades norteamericanas se interesaban. Una semana después, supe que una de las cinco excelentes universidades que habían seleccionado tenía un decano muy emprendedor que estaba interesado en que yo combinara la dirección de este centro con la enseñanza de composición. Y ésta fue la Universidad de Indiana".

Orrego-Salas dirigió hasta su jubilación, en 1987, el LAMC. Su objetivo, dice, era "promover el estudio y difusión de la música de Latinoamérica. Esta tarea se cumplió reuniendo una biblioteca que ha sido considerada la mayor existente en su especialidad, preparando a once graduados en musicología en sus tesis de maestría y memorias doctorales, centradas en la música de estos países, y difundiendo el conocimiento general de ésta en cursos, seminarios, conciertos y festivales".

-¿Ha aumentado o disminuido la presencia de la música clásica latinoamericana en el mundo en las últimas tres o cuatro décadas?
"Antes se tocaba mucha más música latinoamericana que ahora, especialmente lo que se refiere a la programación de los compositores jóvenes".

-¿Podría tener responsabilidad en ello el LAMC?
"Creo que ha dependido en gran parte de la debilitación de las relaciones institucionales e individuales entre el Latin American Music Center y otras entidades de esta categoría en Latinoamérica, así como su relación con los compositores e investigadores. En el período inicial del LAMC, yo hice un gran esfuerzo en establecer contactos con todas las organizaciones musicales de Latinoamérica. Y eso fue muy útil, porque organizaciones del Instituto de Altos Estudios Musicales y Editorial Argentina de Música de Buenos Aires, del Ministerio de Relaciones Exteriores del Brasil, del Instituto de Extensión Musical de la Universidad de Chile, del Instituto de Relaciones Culturales de la Universidad de Oriente de Cuba, de Ediciones Mexicanas de Música y de la Unión Panamericana de Washington empezaron a proveer al centro de materiales de investigación, partituras, manuscritos, libros. Y eso generó una magnífica biblioteca. También los compositores estaban interesadísimos en enviar obras a la biblioteca del LAMC. Por ejemplo, así llegó toda la colección de obras de Alberto Ginastera. A esto se agregaron varias giras, visitas e intercambios de músicos entre Estados Unidos y los países de Latinoamérica. Esta corriente se ha debilitado, y no costaría nada revivirla. Lamento que un aspecto tan fundamental como es el conocimiento y la difusión de las obras más recientes, no haya seguido atendiéndose con la misma intensidad".

-Al abandonar la difusión de la creación actual, ¿el LAMC se está convirtiendo más en un registro que en un promotor?
"Puede interpretarse como usted lo dice".

Vigencia en su patria
Orrego-Salas ejerció, además, la crítica musical en "El Mercurio" entre 1950 y 1961. "Conservo en mi memoria esos más de diez años de servicio como los de una tarea que me procuró múltiples satisfacciones y a la vez la decepción de haber herido con mi juicio a un colega; a lo que este oficio me obligaba si mi sincera opinión así lo establecía", confiesa.

-¿A quién hirió usted?
"Me dolió mucho no estar de acuerdo con qué representaba Enrique Soro en la música chilena: una posición que ya era del pasado. Lo dije en alguna oportunidad, y creo que me dolió a mí más que a él".

-¿Se arrepintió de haberlo dicho?
"No. Nunca me arrepentí de lo que había dicho, sino que de haber herido a alguien. Por ejemplo, cuando hacía comentarios de la ópera nacional, haber dicho que un tenor no era para representar el papel que había interpretado. Sin embargo, creo que los juicios de un crítico son siempre válidos. A pesar de que hieran".
Difícilmente podría decirse, en el caso de Orrego-Salas, que él ha recibido el "pago de Chile". Su obra se sigue programando en su patria, y un rol esencial ha jugado la Orquesta Sinfónica de Chile. En octubre de 2009, dirigida por Francisco Rettig, estrenó mundialmente su Sinfonía N° 6 "Semper reditus"(1996), como homenaje a sus 90 años. En julio del año siguiente, esta vez conducida por Maximiano Valdés, presentó su Concierto para violín (c.1980).

Tampoco la Universidad Católica lo ha olvidado. En el XVII Festival de Música Contemporánea UC, en 2007, se estrenó la última composición del Premio Nacional, "Estancias del Recuerdo", Op. 126, encargo del premio Charles Ives del Instituto Chileno-Norteamericano de Cultura.

"Desde entonces sólo he escrito dos libros, una especie de autobiografía, 'Encuentros, visiones y repasos'(2005, Ediciones UC) y el otro que está por salir 'Testimonio y fantasías: improvisaciones en mi computador'", revela.

-¿De qué se trata este libro?
"Representa una cantidad de pensamientos míos sobre una cantidad de cosas, no sólo sobre música. También es lo que pienso sobre política y existencialismo (ríe)... Son capítulos breves. Hay muchas fantasías; por ejemplo, yo me reúno y converso con Beethoven. Y cosas por el estilo".

La periodista Vivian Lavín, editora del volumen aclara que "la rigurosidad y la memoria de don Juan son fantásticas; describe a la perfección y con una aproximación emotiva, acontecimientos de su infancia, y encuentros con grandes figuras de la música. Es bien emocionante. No es para nada una despedida; su pluma es muy fresca y culta, tiene vuelo literario". El libro será publicado, en marzo, por Ediciones Radio Universidad de Chile en coedición con la Facultad de Arte de la U. de Chile y Liberalia Ediciones. Tendrá 300 páginas y un costo inferior a los $20 mil.

-Don Juan, al hacer un balance de su carrera, ¿tiene dudas sobre si fue la mejor opción radicarse en Estados Unidos y no volver a Chile?
"Tengo más curiosidad que dudas. La única manera de haberme quedado en Chile en el año 60 hubiera significado evitar que se fundara un centro como el Latin American Music Center. Yo sabía entonces que, si aceptaba, era por un tiempo muy largo".

-¿Piensa volver a Chile?
"Lo pienso todo el tiempo".

-¿Echa de menos?
"Mucho. Pero me es muy difícil viajar ahora, por la edad. Los aviones, uy, me cansan terriblemente".

-Y ahora que terminó sus dos libros, ¿volverá a componer?
"Ayayay. Difícil lo que me pregunta, Romina. Yo quisiera seguir activo, pero hay algo que el cuerpo no lo acepta. Pero siempre estoy tratando. Siempre. Ideas musicales no me faltan, las tengo adentro. A veces sueño con ellas. Y creo que voy a componer otra obra más, pero hasta el momento no me ha resultado".

-Allá cerca tiene el ejemplo de Elliot Carter, que sigue componiendo...
"¡Y tiene 103 años! Somos muy amigos; es una persona sencilla, simpática, muy buen compañero y muy buen compositor".

-¿Debemos esperar su Opus 127?
"Espérelo. Aunque eso me compromete un poco".

 

"Testimonio y fantasías: improvisaciones en mi computador", fragmentos del nuevo libro del compositor


"Leer lo expresado por Stravinsky en su autobiografía, que lo vivido 'eran memorias y no necesariamente verdades', me alivianó la tarea de escribrir estas líneas, el aceptar las muchas dudas que me producía el no recordar con absoluta transparencia ciertos momentos de mi vida y me facilitó escudriñar hasta los rincones más remotos de mis recuerdos, sin ser perturbado por ese otro ser, que al decir de Juan Ramón Jiménez 'camina junto a nosotros, calla cuando hablo y se pasea por donde no estoy; aquel que se mantendrá en pie cuando yo muera'".

"Lo he escrito para expresarme y ojalá entretener. Me he permitido la espontaneidad del instante, sin presunción. Estoy seguro de que en algún rincón de mi memoria o de mi imaginación, todo esto me estaba esperando; mis inquietudes sobre la política vigente, la historia y las ciencias, mis 'Fantasías' sobre los escapes hacia el pasado para conversar con Bach, Mozart, Beethoven, El Greco, Monet, Jules Verne y con mi abuelo Ricardo Salas".

"De esto proceden los 'Testimonios y Fantasías; improvisaciones en mi computador', las misceláneas que me han hecho navegar de la verdad a la falacia, de la realidad a la fábula, motivado por mi larga relación no sólo con la música, sino con el arte, la literatura, la política y la enseñanza".

 

Grabaciones históricas del nuevo CD
"Juan Orrego-Salas. Obras sinfónicas" (www.svrproducciones.cl, $10 mil) es el segundo volumen de la Colección Compositores Chilenos de la Academia Chilena de Bellas Artes). Incluye seis registros.
"Obertura Festiva" , Op. 21, es una de las cinco obras para orquesta que el músico compuso en Chile en 1948, y una de las cuatro que fueron estrenadas ese año. Siete años después se presentó en Estados Unidos con la dirección de Antal Dorati. Orrego-Salas la escribió para celebrar el nacimiento de su hija Francisca y la interpreta la Orquesta Sinfónica de Chile, con la conducción de Víctor Tevah.

También Tevah y la Sinfónica estrenaron su Concierto para piano y orquesta , Op. 28, en el 2° Festival de Música Chilena, en 1950, y su Concierto de cámara , Op. 34, en la tercera versión del evento, en 1952.
Orrego-Salas dedicó su Sinfonía N° 3 , Op. 50 a su hijo Juan Cristián. Se estrenó en el 2° Festival Interamericano de Washington, en 1961, junto con obras de Gustavo Becerra-Schmidt y Domingo Santa Cruz. En cambio, dedicó a su esposa, Carmen Benavente, su Serenata Concertante , Op. 40 (1954), encargo de la Sinfónica de Louisville.

Su Sinfonía N° 4 , Op. 59, fue estrenada por la Filarmónica de la Universidad de Indiana y Tibor Kozma en 1966. Un crítico de la época declaró: "Orrego-Salas es un compositor que puede hacer música con este lenguaje (dodecafónico), pero no está a merced del sistema".

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