Hoy viernes en la Casa Central de la U. de Chile tendrá lugar una masiva intervención musical, además de una obra de teatro familiar y el impostergable homenaje a los cultores más longevos de Chile: Tito Lizana y Gustavo Muñoz.
IÑIGO DÍAZ
Según los cálculos, no son más de 45 los organilleros que recorren las calles en Chile, de modo que la lógica dirá que cada vez que alguien se encuentra con uno de ellos en acción habrá tenido un golpe de suerte. Pero no hay que cantar victoria tan fácilmente.
"Esa cifra corresponde a la de los organilleros itinerantes, que mantienen la tradición y cuentan con organillos reales. Porque puedes toparte con organilleros que usan música en mp3", señala Peter Estay, presidente de la Corporación Cultural Organilleros de Chile, que reúne a unos 30 cultores. "Ante los altos costos, el chileno inventó esta solución 'mula'. A simple vista, no se ve y la gente no se da cuenta", denuncia.
Si bien hace unos años el oficio estuvo al borde de la extinción, hoy sigue en peligro, y por eso los cultores se han agrupado, generando actividades en bloque y divulgando su historia y su rol.
"El organillo es el primer tocadiscos autómata. En el siglo XIX permitía a la clase trabajadora y allegados del campo, que vivían en conventillos y arrabales, bailar los ritmos modernos a los que lógicamente no podían acceder en el salón burgués", señala Agustín Ruiz, coordinador de la Unidad de Patrimonio Cultural Inmaterial del Consejo de la Cultura, que hoy organiza una actividad especial.
"¡Este 18 es puro organillo!" se llama la cita en la Casa Central de la Universidad de Chile, con un amplio contingente de organilleros y chinchineros. "El organillo y el chinchín trabajaban juntos. Más o menos en los años 80 el chinchinero se independizó, porque se dio cuenta de que podía ser solista. Sin embargo, su espectáculo mantiene la lógica del organillo. Hay que saber mover la manivela, porque no es la misma intención en un vals que en un tango o en un foxtrot acelerado", anota Estay.
La intervención de organilleros y chinchineros, con sus trajes formales, sombreros de ala corta, loros para la suerte, remolinos, chicharras y arañitas, se inicia en el frontis de la universidad a las 10:30 horas. Luego recorrerá los alrededores para convocar a la gente a ingresar al Patio Andrés Bello, donde habrá un homenaje a los organilleros más longevos de Chile: Héctor Tito Lizana (87) y Gustavo Muñoz (80), que comenzaron a los siete años, en Santiago y Valparaíso, respectivamente. "Don Héctor es el primero de esa familia. Su hijo Manuel Lizana fue investido como maestro organero por los fabricantes alemanes, impresionados por la manera de trabajar, similar a la de los maestros del 1800 allá. Sus dos nietos son luthiers ", apunta Peter Estay.
La actividad incluye una función de la obra de teatro "Don Bonifacio, el último organillero" (compañía Teatro en la Ruta), ambientada en el año 2058, en la Plaza Yungay, y que narra la historia de un viejo cultor y la búsqueda de un depositario para que su arte no se extinga.
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