Violeta se fue a los cielos, la sexta película de Andrés Wood que está próxima a estrenarse, está basada en las memorias de un testigo privilegiado de la vida de Violeta Parra: su hijo Ángel. En esta entrevista, el cantante cuenta cómo fue el proceso de llevar su historia al cine y recuerda cómo era la vida junto a su madre: "No soy su portavoz ni su escudero, ella no lo necesita. Sí debo decir que ser el hijo de Violeta Parra es un privilegio".
Por Isabel Plant
Ángel Parra cuenta que cuando la vio, se impresionó de inmediato. El casting de la actriz Francisca Gavilán, personificando a su madre Violeta, es impactante.
-Los ojos se me llenaron de lágrimas -dice desde París, donde el cantante vive desde 1976 -. Fue muy impresionante sentir sus enormes deseos de hacer el personaje. Andrés no se equivocó al elegirla.
Cuando Violeta se fue a los cielos -presentada por Minera Escondida- se estrene el 11 de agosto, será la culminación de un largo proceso por llegar a retratar a la artista en la gran pantalla. La sexta película de Andrés Wood está basada en las memorias que Ángel Parra escribió sobre la vida de su madre, en el libro del mismo nombre.
-Queríamos trabajar con la figura de Violeta Parra -explica Wood sobre cómo llegó al libro-, para eso habíamos tenido una serie de conversaciones con Ángel, quien sin decirnos nada trabajaba en su libro. Salió el libro, lo leí y me pareció que había un material único ahí. La mirada personal de un testigo privilegiado, el hijo de Violeta. No hay mirada más personal y particular que la de ese libro. Nos dio el marco desde donde enfocar el trabajo sobre esta mujer casi inabarcable.
Las memorias, publicadas en 2006, no son una historia oficial, sino que una visión de niño, a veces confusa, a veces circular, que pintan en conjunto a una Violeta Parra madre que va más allá del mito de la mujer depresiva y sufrida, y muestran en vez a una chilena fuerte, llevada por sus ideas y que dominaba a todos y todo a su alrededor. "Se ruega no tomar nada de lo que aquí se escriba como verdades definitivas. Así serán las historias que encontrarán aquí. Instantáneas. Las declaraciones de amor son válidas en el momento en que se ofrecen. Estas son las mías", escribió Parra.
Andrés Wood ha dicho que su película, al igual que el libro de Parra, no es una historia oficial.
- No pueden existir historias oficiales en personajes como el de mi madre- dice Ángel Parra-. En esa Violeta hay otras Violetas, tierna, dura, triste o alegre. El poema de Nicanor Parra "Defensa de Violeta Parra" es un buen acercamiento a la idea que teníamos, y esta película sigue por ese camino. Cuando se intenta oficializarla, es una manera de "canonizarla", como dice Andrés Wood, lejos de nuestra intención. En el filme se ve cómo es ella quien cuenta la historia a través de sus canciones, décimas, pinturas y sobre todo a través de su obra y lucha cotidiana por salir adelante, en una época y en un mundo donde el machismo mandaba.
-¿Cómo fue el trabajo con Andrés Wood?
-Fueron tres años de mucha intensidad y búsqueda. Tiempo suficiente para crear una relación no solo de trabajo, también de amistad. Entrar en el mundo de mis recuerdos infantiles para llegar a una semblanza de ella fue lento y armonioso desde el primer día. Creo que los dos estábamos en una misma línea respecto de lo que queríamos hacer juntos. En el mundo del cine se ven muchos guiones terminados y muchos montajes antes de llegar a conclusiones definitivas, es parte del proceso. El director sabe dónde quiere llegar y para eso vuelve a comenzar infinitas veces. No sé cuántas veces repetimos el gesto: leer, corregir, discutir. Cuando algún punto estaba trabado lo dejábamos para el día siguiente.
-¿Tenía alguna ansiedad o aprensiones sobre el resultado?
-He visto varios montajes provisorios. Después de tres años de trabajar con Wood y su equipo nunca tuve aprensiones. Ahora que el filme está listo digo que no tuve ansiedad, pero sí las tuve, pero contenidas.
-¿Cuáles son los mayores mitos que hay que romper de Violeta ante los ojos de la gente?
-A mi manera de ver las cosas no existen mitos. Por lo tanto no hay nada que romper. Cada chilena o chileno se hace una idea, y yo no soy quién para romper bellas ilusiones.
TODO SOBRE SU MADRE
-Era igual que todas las madres en lo doméstico, y al mismo tiempo totalmente diferente del común de los mortales. Un ejemplo: yo aprendí a leer y a escribir en casa. Otro ejemplo: me preguntó un día: "¿Qué prefieres, ir a un colegio interno o aprender a tocar guitarrón con don Isaías Angulo en el campo?". No todas las madres educan a sus hijos con esa idea de libertad -cuenta Ángel, cuando se le pregunta cómo era Violeta Parra madre.
La memoria de Ángel Parra, la escrita y la de su cabeza, está llena de ejemplos como ese. Su memoria la va siguiendo por distintas casas, parejas -desde su padre, Luis Alfonso Cereceda, a Luis Arce y Gilbert Favre, su última pareja- por sus investigaciones con mujeres chilenas y de campo para redescubrir cantos y arte nacional. De no pasar hambre, pero sí a veces frío. De los personajes que se pasearon por su vida, revoloteando alrededor de su madre: Pablo Neruda, Pablo de Rokha, Víctor Jara, tantos más. De ir en micro a buscar leche en tetera al restorán de su abuela, cuando los tiempos estaban difíciles, o de pasar el terremoto de 1960 en Tenglo, con su madre esperándolo asustada en Puerto Montt.
Ángel Parra aprendió lo que aprendió en su casa, -desde lectura hasta guitarra-, donde también cambiaba pañales y cuidaba de sus hermanas.
-¿No le pasó alguna vez, como le sucede a veces a los hijos de artistas, que tuvo una etapa de querer tener una mama "normal"?
-Mis años de infancia son los más felices que recuerde. En las buenas y en la malas. El temprano trabajo en los circos me acostumbró a los cambios, de pueblo en pueblo. Los cambios de domicilio eran un pelo de la cola. Nunca pasamos hambre. Sin la obligación de ir a la escuela, libre como los pájaros. Conocí a una mujer genial que despertaba a las cinco de la mañana componiendo música para guitarra y a las ocho el almuerzo estaba listo, dejando libre todo el día para sus trabajos creativos. Sobre todo era mi madre, qué más se puede pedir.
Aunque la infancia de Ángel Parra estuvo marcada por la admiración incondicional, en su juventud comenzó a tener ansias de independencia. Partió de viaje a Uruguay y Argentina y lo trajeron de vuelta porque su madre estaba enferma. En su libro escribió: "Pensé que era bueno estar de nuevo en casa y que mis pequeñas rencillas con ella se terminarían. Después de haber viajado por tres países me sentía adulto y buscaba de su parte más que reconocimiento, respeto. Comenzaba a tener mi pequeño repertorio de canciones argentinas y uruguayas, cosa que molestaba, con justa razón, a mi madre. Era la única manera que tenía de decirle: "Mamá, yo también existo".
- Leyendo su libro uno nota esa ansia en un minuto de desmarcarse de una madre dominante. Pero cuando ella muere, debe ser para siempre "El hijo de". ¿Cómo vivió ese proceso de individualidad y, al mismo tiempo, de ser portavoz de su herencia?
-Cada lector reacciona de manera distinta frente al libro y es bueno que así sea. Yo prefiero describirla como una mujer de gran personalidad y carácter fuerte, no dominante. Algo me decía desde muy niño que mi madre era un ser especial. Por otra parte yo he hecho mi camino a mi manera, lentamente, no es por nada que ella solía llamarme "tortuguita". No soy su portavoz ni su escudero, ella no lo necesita. Sí debo decir que ser el hijo de Violeta Parra es un privilegio, me abrió muchas puertas en mi juventud.
-¿No se hace a veces pesado ser responsable de su recuerdo?
-Ya le dije antes, aquí no hay "responsables del recuerdo" ni portavoces. Si hubiese uno ese se llamaría pueblo de Chile, es en él en donde su presencia está más viva.
La muerte de Violeta Parra en 1967, quien ya había vuelto de exponer triunfante sus arpilleras en el Louvre y toparse con "el pago de Chile" acá en su tierra, instalada en su carpa sin mucha respuesta, pilló a Ángel Parra ya de adulto, de 23 años, con su primogénito Ángel ya nacido. Su suicidio muchas veces se atribuye al quiebre amoroso con Gilles Favre, a quien poco antes Violeta había dedicado "Run Run se fue pa'l norte", aunque Ángel Parra siempre se ha negado a reducirlo sólo a eso.
-Mantengo una sola línea en ese tema, no sólo con mi madre, con cualquier ser humano que tome una decisión de esa naturaleza: respeto. ¿Quién puede explicar las profundas razones de un gesto de esa envergadura? ¿Quién puede suplantar a la persona que decide terminar con su vida y cuarenta años después aparecer dando cátedra en su nombre?
EL NUEVO CHILE
Ángel Parra calcula que ha trabajado en 80 discos desde 1958 hasta hoy. Ha escrito también tres libros -publicará "El golpe de Estado contado a mis nietos" a fines de este año- y viene esporádicamente a Chile desde que en 1976 se instalara en París, donde vive su mujer desde hace tres décadas, la periodista Ruth Valentini. Aterrizó en Francia luego de un paso por México, donde llegó exiliado en 1974. Luego del golpe de 1973 estuvo preso y pasó por varios centros de detención, como Chacabuco.
-¿Cómo se ve, desde París, a Chile hoy?
-El Chile de hoy, con doscientos mil jóvenes y viejos en la calle cada semana, lo veo con esperanza, ese es el camino. Si no luchas por tus derechos nadie lo hará por ti. La marcha por los derechos de las minorías sexuales, de las minorías étnicas, me hace pensar que las cosas evolucionan positivamente. Algo que me hacía falta en la juventud, hoy esta ahí. La palabra conciencia está viva. Sumamente estimulante. Mi madre estaría feliz, por algo compuso la canción "Que vivan los estudiantes". Soy miembro desde hace cinco años de "Patagonia sin Represas" y participo activamente cada vez que estoy en Chile.
-¿Ve usted herencias de Violeta en algún artista chileno hoy?
-Cada alma sensible recoge lo que más le atrae, con lo que más se identifica. En el arte no hay leyes, y como dice el pueblo chileno: "En la variedad está el gusto". Entre más creadores haya, mejor será la vida. Colores, poesía, música tenemos cantidades en Chile. ¡Por suerte!
-¿Volver a vivir acá no es una posibilidad?
-Voy y vuelvo. Para mí la única residencia definitiva es el cementerio.
Por Isabel Plant.
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