El Mercurio
La próxima semana se recreará en Santiago un "salón modernista".
Dialogar, danzar y escuchar. Tres funciones vinculadas a la música desde que empezó a estar presente en los salones aristocráticos del Renacimiento y en los encuentros burgueses del Romanticismo. Sólo hemos cambiado la pianola por el chill out.
Juan Pablo González R. Universidad Alberto Hurtado
Grandes o pequeñas, antiguas o modernas, con familias extendidas o reducidas, las casas particulares han acogido buena parte de nuestra vida social estos últimos doscientos años y más. Aperitivos, comidas, asados, reuniones y fiestas de todo tipo señalan grandes hitos en nuestra vida doméstica. En tales reuniones, la música ocupa un lugar importante, aunque sea como fondo sonoro. Incluso existe el apelativo de música de cocktail para referirse a un tipo de música que contribuye a crear un ambiente amable y acogedor, que invita a la conversación y al encuentro. Hoy día esta música se llama lounge, chill out o ambient , y tiene procesamiento electrónico. En el pasado era producida en vivo por una pequeña orquesta, como las Palm Court Orchestras que tocaban en los patios cubiertos de los grandes hoteles, o por la pianista de casa. La idea es que la música permanezca en segundo plano, mientras se desarrolla una conversación amena y gentil.
En tales reuniones también se baila, por lo que se necesita otro tipo de música, que no solo sea bailable, sino que todos conozcan, debido a que está de moda o alguna vez lo estuvo. Las distintas generaciones que confluyen en la fiesta deben sentirse convocadas y preparadas para bailar. A fines del siglo XIX, las invitaciones al evento social incluían el listado de bailes que tocaría la orquesta. Lo mismo sucedía con los carné de baile, donde las señoritas anotaban el nombre de los caballeros que les habían pedido tal o cual pieza con anticipación. Lo importante era estar preparado, porque se sabía desde antes lo que la orquesta tocaría o porque se conocía lo que estaba tocando. Esa es la mejor manera de animar el baile social y darles seguridad a los invitados en el momento en que van a exhibir sus destrezas coreográficas.
En salones, livings y patios también se hace música en vivo, ya sea porque algún participante de la reunión toca piano, guitarra o canta, o porque se ha contratado a un grupo para amenizar la fiesta. La forma en que un pianista profesional se daba a conocer a mediados del siglo XIX en América Latina era justamente logrando que lo invitaran a un salón, donde podía desplegar todo su virtuosismo a poco metros de una complacida audiencia. En la actualidad, la presencia de música en vivo se ha reducido a las fiestas de matrimonio, aunque tiende a desaparecer con la llegada del DJ, que resulta más económico, moderno y con una mayor variedad de música para satisfacer la exigente demanda actual.
El salón y la mujer
Desde el salón parisino de Gertrude Stein, magistralmente evocado por Woody Allen en su última película, "Medianoche en París", hasta los salones latinoamericanos de 1910, las reuniones sociales y artísticas domésticas eran convocadas por la mujer. Si ella no podía salir al mundo, entonces traía el mundo a casa. Así podía cultivar el arte de la conversación junto al hombre, pudiendo enmendar, en parte, las deficiencias educacionales que tenía a comienzos del siglo XX.
Hasta la implementación de los clubes sociales, el salón fue el espacio de encuentro y reconocimiento social por excelencia, pero también de práctica artística profesional y aficionada. Se leían poemas, se tocaba piano, se mostraban pinturas, se hojeaban álbumes de fotos, se exhibía cine mudo y si el tamaño de la casa lo permitía, se montaban zarzuelas y hasta óperas. La primera representación de una ópera en Chile, "El engaño feliz" de Rossini, habría ocurrido justamente en el salón de la casa de los Cifuentes de Valparaíso, a mediados de 1830, en su teatro "de sala y alcoba", como eran llamados en Madrid.
En los salones latinoamericanos también se declamaba poesía modernista, con versos en nuevas métricas, rimas poco frecuentes y abundantes arcaísmos, extranjerismos y neologismos, como señala Felipe Cussen de la Universidad de Santiago. Numerosos poetas de América Latina se harán eco de un mismo modelo: el de Rubén Darío y su "Ama tu ritmo", ofreciédonos una realidad poética que se nos muestra preferentemente a través del sonido, con referencias a instrumentos musicales, al pulso del cuerpo y a los ruidos de la ciudad. Todo eso llegaba al salón, llenándolo de ambientes difusos y exóticos, con ritmos rápidos y electrizantes.
Imitando a Chopin
En América Latina, el salón constituyó el epicentro de la actividad musical local durante todo el siglo XIX. La escasez de orquestas estables, de teatros y de conservatorios, circunscribía la acción musical ilustrada directamente al salón, con el piano como centro de operaciones. Además, si se tocaba a cuatro manos, se podía interpretar al piano prácticamente todo el repertorio sinfónico y de cámara clásico-romántico, convenientemente editado y distribuido por boyantes casas de música. Asimismo, el piano era el acompañamiento ideal para el canto y para cualquier instrumento solista, incluida la guitarra, que sólo lo reemplazaba en los hogares que no contaban con el elegante piano de cola, el económico piano vertical o la práctica pianola, que tocaba sola.
A partir de 1930, el fonógrafo y la radio comenzarán a ocupar el sitial que tenía el piano en el salón. La música surgirá del mismo lugar en el hogar, pero ahora no serán necesarias más habilidades para hacer música que mover una perilla. "Vendo piano, clavijero de bronce", anunciarán los avisos de mediados del siglo, especificación innecesaria, pues todos los pianos eran construidos así.
En las distintas ciudades de América Latina se repetía más o menos el mismo patrón, con algunos aditamentos locales. El modelo lo proporcionaba Frédéric Chopin, un pianista-compositor que recogía los bailes de su época y los llevaba a la esfera del concierto de salón, ya fuera el elegante vals vienés o la rústica mazurca polaca. A partir de su muerte en 1849, podemos encontrar ejemplos similares en Cuba, con Ignacio Cervantes; México, con Tomás León; Venezuela, con Ramón Delgado; Colombia, con Emirto de Lima; y Chile, con Federico Guzmán, entre otros. Al igual que Chopin, estos pianistas-compositores sumarán sus propios bailes de la tierra al repertorio del concierto de salón, con valses venezolanos, jarabes mexicanos, habaneras cubanas, pasillos colombianos y zamacuecas chilenas.
Música para conversar, para bailar y para escuchar. Tres funciones que viene desempeñando la música desde que empezó a estar presente en los salones aristocráticos del Renacimiento y burgueses del Romanticismo. Sólo hemos cambiado la pianola por el chill out.
Conozca un "salón modernista"
El retorno de la compañía Del Salón al Cabaret , ahora desde el Instituto de Música de la Universidad Alberto Hurtado, parte con un nuevo concierto teatral: Salón Latinoamericano, con repertorio musical y poético del salón modernista. Estos conciertos se ofrecerán el 29 y 30 de noviembre, a las 19.00 horas , en el Teatro Escuela de Carabineros y la Sala América de la Biblioteca Nacional, respectivamente, con entrada libre. Conforman este montaje piezas de salón y poemas modernistas de autores chilenos, colombianos, venezolanos, nicaragüenses, mexicanos y cubanos. Se trata de un diario de viaje sonoro, que recoge la costumbre de diplomáticos, naturalistas y pintores de llevar diarios de viaje, en los que tomaban apuntes y hacían esbozos de lo observado y lo escuchado.
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