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El grupo de Álvaro Henríquez se reúne pero no lo llaman y le cierran las puertas a través de las entrevistas. Una situación rara que a Pancho Molina no le preocupa, porque sus intereses están en otros lados. "La distancia hace maravillas", dice el músico que vive hace siete años en Estados Unidos y que hoy está en Chile para presentar su primer disco solista de jazz.
Por Magdalena Andrade N.
Me siento como un dinosaurio cuando vengo a Chile -dice Francisco Molina sentado en una mesa del café literario del Parque Bustamante, mientras sus dedos, largos y simples, golpetean el borde de la mesa como una extensión de las baquetas de su batería.
-En siete años, las cosas en Chile han cambiado demasiado -agrega. Y lo dice con un tono ingenuo, como si estos años viviendo en Estados Unidos -en Boston y en Nueva York- los hubiera pasado congelado en el tiempo. Como si las cuatro semanas que lleva ya en el país no le hubieran bastado para ponerse al día sobre los cambios que ha tenido la escena musical chilena. Para saber, por ejemplo, que la radio Rock & Pop ya no suena como cuando él era parte de Los Tres, el grupo estrella del rock nacional de los 90. O que hay una banda de cumbia -Chico Trujillo- que desde hace años está presente en todas las fiestas.
Francisco Molina (42) se fue a vivir a Estados Unidos en 2004, cuatro años después de que Los Tres decidieran separarse. Necesitaba darse un respiro. Fue una especie de huida autoimpuesta, no tanto porque su separación del grupo hubiera sido en malos términos (y lo fue: cuando Los Tres volvieron a juntarse en 2006, Álvaro Henríquez, Titae Lindl y Ángel Parra ni siquiera lo llamaron), sino porque, en los casi quince años que estuvo tocando junto a ellos, la carrera que desarrolló como baterista "fue como un avión despegando en la inconsciencia", dice.
Qué significó eso: que cuando terminó con Los Tres en 2000, y quiso ampliar su experiencia como músico de jazz -una veta que le apasionaba desde los comienzos de su carrera y que había desarrollado en forma paralela al rock con su grupo Pancho Molina y Los Titulares- se dio cuenta de que, por ejemplo, no sabía escribir música para todos los instrumentos. De que su inspiración era ciento por ciento intuición y cero academia.
Francisco Molina quería y necesitaba perfeccionarse, pero el tiempo le jugaba en contra: tenía 35 años y una cantidad de conocimiento importante que debía acumular en el menor tiempo posible. La gran oportunidad se le presentó sobre la mesa. Literalmente.
-Un día estaba comiendo en Buenos Aires con unos bateristas argentinos cuando me contaron que el Berklee College of Music de Boston estaba audicionando en la ciudad. Mientras me tomaba un vino pensé: "Sería interesante ir y ver cómo lo hacen". Entonces uno de los bateristas me dijo: "¿quieres ir realmente?" Se paró, pidió el teléfono del restaurante, llamó y me dijo: "mañana hay una audición al mediodía y tienes que ir". Fui y mi nombre estaba allí.
Francisco Molina llegó nervioso a dar la prueba. No dijo nada de lo que había hecho en Los Tres ni dio mayores pistas sobre su currículum. Cuando lo escuchó tocar, el músico que tomó su audición -un saxofonista- sólo le dijo: "cool, man". Tres meses después lo llamaron: le darían una beca para estudiar en Estados Unidos.
Cuando iba en el taxi que lo llevaba camino al aeropuerto -solo-, Francisco Molina se acordó de algo: a él nunca -ni en el colegio- le había gustado mucho estudiar.
-Me di cuenta de que si quería seguir en esto, el proceso no iba a parar. Estando ya en Boston, un tipo me dijo que el oído y la mente humana siempre se pueden seguir desarrollando, y que si ejercitaba el oído iba a empezar a escuchar todo: los colores, las notas, todo.
Back to school(y partir de cero)
¿Qué hace un tipo que alguna vez tuvo fama y dinero, groupies y reconocimiento, cuando se convierte en un estudiante más en una escuela de música?
"Se vuelve humilde", contesta Francisco Molina. Y así fue como partió de cero.
-Me costó dejar de lado el ego, cambiar el switch de que había ganado mucha plata, de que había tocado en bandas de rock y jazz junto a todos los músicos importantes de Chile. Me costó olvidarme de mi currículum. Pero tuve que decir: ahora soy Pancho Molina y debo ser paciente.
Cuando llegó a estudiar a Boston en 2004, lo hizo pensando que nadie en la escuela de música iba a saber quién era. "Pero en cualquier parte del mundo que esté, de alguna manera esta cuestión de la fama sale", dice. En su caso salió de la mano de una chilena, quien luego de reconocerlo le presentó al pianista de jazz panameño Danilo Pérez. Y con eso, también se le abrió un mundo musical que, en sus primeros dos años en Berklee, estuvo reducido sólo a sus compañeros de clase, todos músicos entre 20 y 25 años.
-Me aburría a ratos. La verdad es que no lo soportaba mucho. La mejor forma de conectarte con los músicos es tocando y ellos tenían la fuerza para ir al carrete, yo no. Con el tiempo me la tuve que hacer.
Trabajé mucho en eso.
Durante sus años de estudio, también empezó a buscar otras formas de ganarse la vida. Sus primeras incursiones fueron en la danza: una amiga bailarina le ofreció tocar la percusión para la compañía en la que ella participaba. Luego trabajó para el Boston Ballet, el Boston Conservatory y también para el departamento de danza de Harvard.
Su cambio de giro fue radical.
-A mí me ayudaron los chilenos -dice-. Me ayudaron los poetas. Empecé a leer a Huidobro y a Pablo de Rokha. También a Jodorowsky. Yo no era nadie al lado de ellos. También me ayudó Claudio Arrau. Un día hice una comida en mi casa y puse a Arrau. Todos se quedaron callados. Me preguntaron quién era. Después, en todas las comidas me decían: ponte a Claudio Arrau. Estar ahí hizo que me diera cuenta de que la fama es emífera... ¿así decía Iván Zamorano? Eso me salvó de tener que estar sacando el currículum, que además no me servía de nada a la hora de aprender.
Luego de terminar sus estudios, Francisco Molina se mudó de Boston a Nueva York. Eligió esa ciudad porque le gustaba de toda la vida; desde la primera vez que fue a especializarse en batería entre el 90 y el 91, cuando Los Tres recién empezaban.
-En Nueva York el circuito es mucho más dinámico: todos los días conoces a alguien nuevo y armas así tus redes.
Sin embargo al alejarse del rock, de su país y dedicarse al jazz, ha tenido que acostumbrarse a la otra cara de la moneda: la del músico que debe ganarse día a día el derecho de pertenecer a este mundo. Y ese proceso no ha sido fácil.
-Estoy solo, peleando un lugar, en un circuito súper exigente. Ahora, por ejemplo, un guitarrista indio que conocí en Boston y que trabajó con los Strokes me invitó a tocar rock de nuevo. Tuve que hacer un acuerdo conmigo mismo para volver a tocar rock.
Haber cambiado radicalmente de vida -después de más de 10 años alejado de la fama- tiene todavía algo de morbo, dice.
-Aún es un juego para mí. Todavía me pasa en Estados Unidos que chilenos me quedan mirando y, como a la media hora, se acercan: "¿tú tocabas en La Ley?" "No, con Los Tres". Te miran de nuevo y es un shock. No se acuerdan de tu nombre pero te reconocen. Aunque cada vez va a pasar menos con las nuevas generaciones -reconoce con un tono de nostalgia.
Barrer la casa por dentro
En marzo del año pasado, después de seis años en Estados Unidos, se sintió recién con la confianza de poder plasmar en música todo lo que había aprendido en la escuela y en la vida. Y el origen de su disco "Open for Business" -el primero como solista y donde participó en la composición de todos los instrumentos- estuvo aquí, en Chile. Fue en el verano que Francisco aprovechó un viaje que hizo para ver a sus padres para hacer un par de tocatas. Lo hizo acompañado de dos músicos que conoció en Nueva York y de los que se hizo amigo: George Garzone -quien fue saxofonista de Elvis Presley en sus shows de Las Vegas en los 70- y el argentino Leo Genovese. Y aquí, en estos shows, descubrió que su música tenía fans muy jóvenes. Seguidores que eran unas guaguas cuando él tocaba la batería en Los Tres.
-Llegar a trabajar en Nueva York es como llegar a la Fórmula Uno: tienes que estar bien sintonizado y saber que los tipos con los que estás hablando son los que inventaron la música que a ti te gusta, y que a ellos no les interesa que tú toques lo que ellos tocan sino que les muestres lo que traes en el bolsillo. Tienes que hacer cosas. Yo, entonces, necesitaba recopilar mis siete años de viaje y ponerlos en un disco -dice.
Así, con esa convicción, entró a grabar su disco en Nueva York, con seis pistas que, según él mismo define, mezclan jazz, soul, funk y rock. Hacerlo ha sido su sueño del pibe, aún cuando ha tenido que autoeditarlo y financiarlo para traerlo. Y aun cuando ha implicado que ésta sea la primera vez, desde que se fue a EE.UU., que se quede tanto tiempo en Santiago.
-¿Por qué traer tu disco a Chile si implica tanto esfuerzo hacerlo?
-Porque veo que aquí hay toda una efervescencia y que la gente está conectando con una música que no es con letra. Por eso vale la pena el esfuerzo, porque traer (el disco) para acá lo hago absolutamente solo. Es importante para mí dejar el testimonio.
-¿Qué sentimientos te genera haberlo grabado?
-Este disco es producto de haber limpiado la casa por dentro. Es primera vez que estoy escribiendo todos los instrumentos y por eso hay mucho más de mí. En Los Titulares era más compartido, y además estábamos tratando de hacer una música que fuera más comercial. Pero tampoco teníamos el nivel de ahora. Yo nací tocando con Los Tres y fue un crecimiento inconsciente. Ahora que estoy mayor, tengo 42 años, puedo ver eso.
-¿Traer el disco significa que empezarás una carrera más constante acá?
-Es que eso es como tener una novia aquí estando allá. A mí no me funciona. Hoy es Nueva York el lugar donde me siento más a gusto. Echo de menos las empanadas, Concepción, pero en lo profesional, esto es lo que más me interesa y lo que quiero hacer de mi vida.
Adiós a Los Tres
Le pasa cada vez que viene a Chile. Hace once años que perdió el contacto con sus ex compañeros de Los Tres y no lo ha retomado, pero todavía le siguen preguntando por qué no toca con ellos.
"Cada vez que vengo a Chile es como si me metiera en una máquina del tiempo. Yo ya no me preocupo del tema pero vengo para acá y me lo preguntan. Ayer estaba en una comida, relajado, y de repente una amiga me pregunta: '¿has visto a tus amigos?' Y yo le contesté: 'no, hace rato que no veo a Los Tres...'. Y ella me estaba preguntando por otros amigos. Nos vino ataque de risa.
Francisco Molina dice que no lo llamaron ahora que están tocando permanentemente juntos y han hecho homenajes con los miembros que ha tenido el grupo en toda su historia, y tampoco el 2006 cuando se juntaron por un tiempo. Incluso hay más: el año pasado, en una entrevista a El Mercurio, Álvaro Henríquez lo dejó claro: "Francisco Molina es un tema cerrado para la banda", dijo.
-Mi proceso con Los Tres fue tan personal como mi historia con la batería. No sé si alguna vez busqué reconocimiento. A los 13, 14, 15 ya estábamos rockeando. Lo único que queríamos eran chicas, hacer rock y bailar apretado. Concepción en los 80 era la cosa más oscura que podía existir. El panorama era juntarse, ir a la protesta y después ir a comer. Concepción estaba muerto en la tarde. Por eso a esa hora tocábamos y después, en la noche, carrete. Éramos el Titae, el Álvaro y yo en el bosque hablando de música, tomando cervezas y fumándonos un porro. Por años. Escuchando David Bowie, Frank Zappa, los Stones, los Beatles. Eso hizo que Los Tres fueran Los Tres. Teníamos la necesidad de hacer canciones mejores que Los Prisioneros. Teníamos que sonar mejor. Aprendí a tocar batería con ellos. Estuve con ellos en ocho discos. Pero llega un momento en que no puedes seguir estirando el chicle.
-¿Nunca te han dado ganas de volver con ellos?
-No. Me acuerdo de haber conversado, en la época de la separación, de que eso del reencuentro nunca sería. Y, por lo menos para mí, Los Tres se acabó. Pero hasta hoy no sé por qué ellos me tiran mala onda. Creo que tiene que ver con opciones de vida. Cuando empezaron los rumores de vuelta no fue tema para mí. La distancia hace maravillas. Y el tiempo también.
El músico presentará su disco "Open for Business" mañana sábado 26 en bar Catedral ($5.000 después de las 22:30 hrs.) y el miércoles 15 de diciembre en el GAM, a las 21 horas. Las entradas valen $6.000 y $4.000. A la venta en boleterías GAM y Ticketmaster. El disco será distribuido en el bar El Perseguidor y en Feriamix. Más info en www.panchomolina.com
Por Magdalena Andrade N..
3 comentarios:
Que buena la entrevista!! me siento igual que pancho. Estoy estudiando en Londres tengo 37 años y mis compañeros son todos pendejo, no los entiendo su idiosincracia ni muchos de sus modismo...!!! me sentí muy identificado....si lo ven denle mis saludos y me parece excelente que haya superado y ver con mucha altura de miras el tema de los tres!
buena entrevista!
Es una mierda que el ego de alvaro henriquez frene algo que podria ser muy bueno, los tres sin el beat de pancho no es lo mismo, es sin desmerecer a basualdo pero los tres es con pancho, pero alvaro esta consumido en su propio ego tanto que mi banda favorita de el los petinellis han vuelto a tocar con solo el como miembro original o sea una estupidez, en fin nadie lo aguanta al loco y titae con angel tocan cobran y se van
como son las opciones de vida y sus consecuencias; en pleno 2018, con Alvaro recuperándose de un trasplante de hígado, consecuencia precisamente de sus opciones de vida...
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