El destacado músico nacional radicado en Barcelona publica sus memorias "Una leyenda hecha guitarra" (Ediciones B). El intérprete repasa, entre otros episodios, su debut a los 9 años en el Municipal de Santiago, la grabación del "Concierto de Aranjuez" de Joaquín Rodrigo y su impulso para dar a conocer este instrumento que hoy "goza de muy buena salud en Chile y el mundo".
Maureen Lennon Zaninovic
"Si en Eulogio Dávalos hay una característica predominante, sin duda es el compromiso. Esa virtud tan humana y tan desprestigiada últimamente". Son palabras del cantautor catalán Joan Manuel Serrat con las que prologa el libro "Una leyenda hecha guitarra" (Ediciones B): el libro de memorias del guitarrista clásico chileno radicado hace más de 40 años en España.
"Con Serrat tenemos una amistad de años. Son muy emocionantes sus palabras", comenta a "Artes y Letras" el propio Eulogio Dávalos en un contacto telefónico desde Barcelona, a pocas horas de su regreso a nuestro país para el lanzamiento de su libro (este miércoles, a las 19:00 horas en la Biblioteca Nacional). Y añade que, después de más de cuatro décadas fuera de Chile, se siente "más catalán que chileno pero, como ya lo he dicho en otras oportunidades, nunca he dejado de trabajar por mi país. La difusión cultural es lo que más me identifica y he colaborado para que -hasta acá- pudieran llegar más de 200 artistas de todo tipo: no solo guitarristas, también pianistas, actores y cantantes. Barcelona es una capital cultural europea en todo sentido, un lugar muy apetecido por músicos y creadores que quieren darse a conocer", señala el intérprete quien, en 1990, fue designado Embajador Cultural Itinerante de Chile, cargo ad honorem , otorgado por el fallecido Presidente Patricio Aylwin.
Dávalos también valora el aporte del reconocido periodista, historiador y escritor español Mario Amorós, autor -entre otros volúmenes- de "Neruda, el príncipe de los poetas" (Ediciones B). "Es un narrador valenciano de mucha calidad. Él llegó a visitarme a Barcelona y me impulsó a escribir mis memorias. Yo le contesté que no sabía cómo hacerlo. 'Mario me dijo no te preocupes, si tu estás de acuerdo yo te voy a entrevistar'; y así se fue juntando muchísima información que finalmente quedó en este libro y que se pudo editar gracias al apoyo de Aguas Barcelona. No me mueve un afán comercial ni ganar plata con esta publicación; de hecho en este viaje a Chile quiero hacer una donación importante de ejemplares a conservatorios, institutos de música y bibliotecas".
En sus memorias, el intérprete rememora que nació en 1944 en el seno de un hogar que vivía para la música. Su padre de origen boliviano fue el pianista Eulogio Dávalos Román y su madre, Helia Llanos Romero, destacó como cantante, saxofonista y guitarrista, algo inusual para su época. Sus progenitores lo llevaron a amar este mundo de sonidos, al igual que sus hermanas Gloria (pianista) y Gracia (cantante).
Desde muy pequeño su padre le exigió rigor y disciplina, porque -según le advirtió- "fabricantes de sonidos hay muchos, pero poetas de la guitarra, muy pocos". El mismo Eulogio Dávalos escribe que "la guitarra es el instrumento más espiritual e intimista que existe, pero también el más difícil e ingrato de todos. Si sus encantos te atrapan, te conviertes en rehén suyo, sin escapatoria posible... Es el instrumento más popular del mundo, el más fácil de tocar, casi cualquiera puede tocar cuatro notas, pero el más difícil de tocar bien".
A los 9 años ofreció un recital en el Salón Filarmónico del Municipal de Santiago (hoy Sala Arrau) ante un público de reconocidos músicos de la época, como Pedro Humberto Allende y Pablo Garrido. Dos años después, aún de pantalones cortos, hizo su primera gira de conciertos por todo Chile y fue calificado por la prensa como "la revelación musical". A los 13 continuó sus estudios -junto a su hermana Gloria- en la Asociación de Música de Cámara de Buenos Aires. También a los 13 años, en el ex Hotel Carrera, ofreció una audición para el mismísimo Andrés Segovia, toda una leyenda de la guitarra. En 1962 grabó su primer disco: "Un regalo para mi madre", para la compañía RCA Victor francesa y, en 1966, fruto de una férrea amistad con el músico argentino Miguel Ángel Cherubito, formó el Dúo Internacional de Guitarra "Dávalos & Cherubito". Juntos recorrieron buena parte del mundo y ofrecieron más de 800 conciertos en importantes espacios como el Museo del Louvre de París y el Carnegie Hall de Nueva York. Entre otros hitos, en 1969 -en los estudios de la RCA en Santiago-, grabó "El concierto de Aranjuez" de Joaquín Rodrigo (fue el primer latinoamericano) y durante el gobierno de Salvador Allende participó en el Tren Popular de la Cultura. Después de 1973 debió exiliarse en España junto a su familia y en 1983 fundó el Estudio Musical Eulogio Dávalos Román, en la mismísima rambla de Cataluña. Junto con ello, ha sido creador y director del prestigioso Certamen Internacional de Guitarra de Barcelona Miquel Llobet, su gran contribución, según el guitarrista Oscar Ohlsen; y en 2010 el Ayuntamiento de Barcelona le concedió la Medalla de Honor de la ciudad. En 2015, nuestro Consejo Nacional de la Cultura y de las Artes lo honró con la Medalla al Mérito Artístico y Cultural Pablo Neruda.
Violeta Parra y las anticuecas
En síntesis, una vida intensa y llena de encuentros con artistas notables. En "Una leyenda hecha guitarra", Eulogio Dávalos rememora que conoció de manera cercana a Violeta Parra y a sus hijos Ángel e Isabel. Con la autora de "Volver a los 17" vivió un episodio que lo acompaña hasta hoy. A mediados de los 60, la cantante se le acercó y le dijo que "así como mi hermano Nicanor tiene los antipoemas, yo tengo unas anticuecas". Violeta Parra le comentó que tenía grabadas las anticuecas y le solicitó a Dávalos poder traspasarlas a una partitura, pero la colaboración no pudo concretarse.
La historia prosiguió en 1985 cuando en la Fundación Pablo conoció a la profesora de música Olivia Concha Molinari y el guitarrista le comentó de su episodio con las anticuecas. "Para mi sorpresa, vi que su rostro se transformó, se puso lívida... Me llevó al fondo de la casa y me explicó que Nicanor Parra le había pasado el casete y ella tuvo que reconstruir su sonido, porque estaba en mal estado y las transcribió en partituras. Fue Olivia Concha Molinari quien rescató las anticuecas que yo no pude trabajar con Violeta. Gracias a ella, que me entregó públicamente los manuscritos, las pude estrenar el 14 de diciembre de 1991 en la Real Academia de San Fernando, en Madrid, en un concierto retransmitido por Radio Nacional de España", escribe Dávalos.
-¿Siente que fue un niño prodigio?
"Lo que pasa es que, como dijo en su momento la crítica, tuve condiciones familiares muy ricas y propicias para destacar desde muy niño. Gracias a mi mamá, mi papá y mis hermanas viví con sonidos todo el día. Antes de decir abc, comencé a vocalizar. La guitarra en mi época era mal vista, como un instrumento populachero, un instrumento de cantinas y de cuecas. Pero yo le debo todo a ella. El primer concierto que di en el Municipal de Santiago, a los 9 años, tuvo una trascendencia enorme. Cito a varias personas en mi libro, entre otras a Vicente Salas Viu, creador del Instituto de Extensión Musical de la Universidad de Chile y primer director de la Revista Musical Chilena, quien llamó a mi madre tres semanas después del concierto y le dijo que había hablado con el ministro de Educación, Juan Gómez Millas, y habían decidido apoyarme en la realización de mi primera gira nacional, para que todos los niños de Chile supieran qué se puede hacer con una guitarra. Esa gira prácticamente me definió en mi vocación, en mi amor por el instrumento. Toqué por todo el país, de Arica a Magallanes, tres o cuatro veces más y esos conciertos fueron creando en mi país un ambiente muy favorable hacia la guitarra clásica. Hoy se habla de que la guitarra goza de buena salud, pero en mis tiempos solo se conocía a un tal señor Andrés Segovia que estaba haciendo una gira, a un señor Maruenda exiliado español del Winnipeg que había pasado por Chile, y de los talentos nacionales, estaban las profesoras Esther Martínez y María Luisa Sepúlveda. La verdad es que a mí me tocó meterme en la selva, abrir una serie de espacios que no existían. Uno siempre cuenta sus éxitos, no sus fracasos. Muchas veces me retiré llorando de los escenarios, siendo un niño. Si no fuera por la moral que me insuflaba mi madre, habría terminado hace rato con la guitarra, pero afortunadamente no fue así".
"El nivel de la guitarra hoy en Chile es extraordinario, afirma Dávalos. Luis Orlandini, Romilio Orellana y Sebastián Montes son nombres que tienen un prestigio y que se pueden presentar en cualquier parte del mundo, y lo van a hacer muy bien. Eso se debe también a un gran maestro que acaba de fallecer: Ernesto Quezada".
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