Nacido en los albores de la República , este baile libertario, pícaro y urbano gana cada vez más adeptos. Aquí, las razones.
Ignacio Palma Contreras
La gélida noche en el Barrio Franklin casi no se siente en el Club Matadero. Ahí, una decena de parejas pone lo mejor de sí en el taller de cueca brava que imparte María Inés Morales. Las mujeres, vestidas con faldas o jeans, simulan subirse la pollera; y los hombres toman sus vestones para persuadirlas. Entre vueltas, mediavueltas y zapateos, cada uno de ellos -en su mayoría jóvenes, y de distintos estratos sociales- le añade el paso pícaro, la mirada coqueta y penetrante, e incluso uno que otro ágil movimiento de caderas.
Éste no es un panorama dieciochero, advierte Morales, quien hace seis años conjuga su trabajo como empleada doméstica con las clases. "Mis alumnos vienen a sacarse un estilo marcado. Y les queda gustando, porque tienen más libertad de acción, algo más espontáneo que pueden hacer". Así es la actual cueca brava, esa que, de acuerdo al músico e investigador Mario Rojas, "nació en los primeros años de la República, en los arrabales, las chinganas y los conventillos. Y es el nombre que le dan Los Chileneros con su disco de 1968, que en buena medida contiene los elementos más puros de la cueca original". Durante la última década, lugares como El Huaso Enrique, Bar Victoria, Galpón Víctor Jara y Ópera Catedral se han colmado de intérpretes de este género urbano resurgido con una nueva generación de músicos, como Los Santiaguinos, Los Trukeros y 3x7 Veintiuna.
El investigador, coreógrafo y académico de la U. de Chile Hiranio Chávez recuerda como un hito el 11 de marzo de 2000, en el Centro Cultural Estación Mapocho, durante la gala presidencial de asunción de mando de Ricardo Lagos. Esa noche, dos puntos marcaron una inflexión: actuaron Los Chileneros, y el propio Chávez realizó una danza brava con Rita Núñez, hija de Hernán "Nano" Núñez, líder del legendario conjunto. "Fue un tremendo indicador de que la cultura popular, lo tradicional y lo subalterno podían estar en un mismo espacio público", señala. Ni siquiera los dichos de la entonces diputada María Angélica Cristi -"más parecían bailarines de una tanguería que huasos, por las lentejuelas y otros adornos"- lograron detener el fenómeno.
Chávez, quien aclara que el baile de la cueca varía dependiendo de la persona, el lugar y el contexto cultural, profundiza que tras haberse instaurado la cueca huasa como baile hegemónico nacional durante el régimen militar, hoy el panorama está diversificado. "Los chilenos tienen menos temor a moverse que hace 30 años. Hay menos prejuicios morales frente a la respuesta social". Y agrega: "Esta danza, al ser prenupcial, posee una carga muy fuerte desde el punto de vista erótico y gestual. La cueca brava nunca es igual, es un diálogo. Una conversación que se ejecuta por estímulos provocados tanto por el hombre como por la mujer".
"Los jóvenes están comandando todo esto. Y nosotros queremos difundir más la cueca brava en estos espacios", dice Jaime "Cueca" Torrejón, quien dirige el taller "Los señores del pañuelo", tras dar una demostración en una fonda de la Facultad de Derecho de la U. de Chile. Los estudiantes se suman a la fiesta.
Rita Núñez, destacada bailadora de cueca brava, recuerda que desde niña acompañaba a su padre a los shows de Los Chileneros, donde se reunía sólo gente adulta, y donde ella aprendió a bailar. "Es el pago más lindo para mí. Me llega a dar gusto; que la bailen bien o mal, da lo mismo. La juventud tomó esta cueca porque es muy libertaria. La persona se puede expresar tal cual es para cantarla y bailarla", dice. Y bromea por el arrastre que el género tiene entre los jóvenes: "Ahora no puedo encontrar ni pinche ".
http://diario.elmercurio.com/2010/09/17/actividad_cultural/actividad_cultural/noticias/85B7FAF0-0A8F-4C50-8911-CF2DD25EBC1F.htm?id={85B7FAF0-0A8F-4C50-8911-CF2DD25EBC1F}
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