miércoles, septiembre 08, 2010

Vicente Bianchi: “Hay que defender lo realmente nuestro”

Si bien esta nota fue hecha antes de conocerse el resultado del Premio Nacional de Música, no está demás leer las palabras del maestro


Lunes 30 de Agosto de 2010 08:33
A sus 90 años, el maestro de la orquestación a la chilena desclasifica historias de su extensa carrera, habla de su amistad con Neruda, su nuevo disco de obras para piano y un esquivo Premio Nacional de Música.


Hace pocos días estuvo en la Biblioteca Nacional haciendo entrega de un conjunto de documentos entre los que estaba la partitura manuscrita de La Pérgola de las Flores. “Me pidieron un material de recopilación, cosas que estaban la mayoría escritas en borrador, todo eso me dijeron que valía… bueno, dije yo, vean y elijan”, relata Vicente Bianchi, el mismo que hace un par de meses fue requerido para recibir un homenaje en la comuna de La Reina, cuya sede artística pasó a llamarse Centro Cultural Vicente Bianchi Alarcón.


Entre esas dos apariciones públicas, el maestro Vicente Bianchi se mantuvo grabando una recopilación de sus obras para piano, incluida una que compuso a los 12 años y que espera editar pronto. No parecería una agenda demasiado ajetreada si no estuviéramos refiriéndonos a un hombre que nació en 1920, el mismo día que Mozart (“el 27 de enero, por eso soy mozartiano”, dice él), y que ha visto noventa veces las flores florecer.


Estamos hablando del compositor que le puso música a la Tonada de Manuel Rodríguez, ese poema en tres partes que Pablo Neruda dedicó al guerrillero. Nada menos que el músico que determinó buena parte del modo en que se cantan las misas en Chile.


Eran épocas en que la Eucaristía Católica se celebraba en latín y con el sacerdote dando la espalda a los fieles. Pero luego de los cambios surgidos en el Concilio Vaticano II, el músico comenzó a componer su Misa a la chilena (1965), seguida cinco años más tarde por la Misa sudamericana (1970), también llamada Misa de la Cruz del Sur.


¿Qué lo llevó a dedicar buena parte de su carrera a escribir música para la Iglesia?


Es que Juan XXIII fue un sabio y un hombre de una visión genial que transformó todo el modus operandi de la Iglesia. Yo tenía un conocimiento previo de unas misas africanas que había escuchado (Lúa y Bantú), que hicieron los misioneros europeos que iban a evangelizar al África. Y un año antes del Concilio se me había ocurrido hacer algo, así que ya había empezado a trabajar. Lo consulté mucho con mi señora, que tenía un conocimiento y un gusto musical muy acentuado. Ella me fue dando consejos para que no me fuera a sobrepasar. Cuando terminé la Misa a la chilena se la di a conocer al Monseñor Raúl Silva Henríquez. Recibí la aprobación y me fui lanzando. Él era muy chileno, muy campesino porque era de Talca, así que seguí escribiendo contra la voluntad de muchos que se oponían porque la encontraban un sacrilegio. Meter guitarras en la Iglesia era un crimen. Hoy día no hay más que guitarras. Después me pidieron que hiciera un Te Deum nacional. El cardenal me insinuó que lo hiciera con un sacerdote amigo de él que era escritor, y este hombre tradujo los versos del Te Deum de San Ambrosio, hizo una versión más corta e hicimos el Te Deum que se cantó por casi treinta años.


Me gustaría llevarlo más atrás en el tiempo: ¿De dónde proviene su fascinación por la orquesta?


Empezó desde que yo estaba un programa infantil de radio que se llamaba El Abuelito Luis. Eran niños de entre diez y quince años. Un grupo de artistas muy variado: cantantes, músicos, recitadores, bailarines. Una pequeña compañía de revista. Ahí teníamos una pequeña orquesta. Como yo tenía conocimientos bastante adelantados, porque había empezado a estudiar piano a los 6 años, empecé a escribir para cada uno de los músicos. Había gente muy buena como Juan Mateuchi o Fernando Morello. Pero era una orquesta tipo pichanga. Ahí fue creciendo mi entusiasmo. Tuve suerte porque me dieron la oportunidad de ir practicando. Después me empezaron a llamar de otras radios. Hasta que llegué a la Orquesta Sinfónica, pero para mí es lo mismo. Es como una obra de teatro, los instrumentos son los actores que van saliendo a escena, entra uno y sale otro. Voy jugando con los instrumentos como si fueran personajes. He hecho muchas cosas, de todo.


Algunas de las más conocidas son los versos que le musicalizó a Neruda. ¿Fue idea suya o del poeta?


Fue idea de los dos. Él escribió Manuel Rodríguez en su Canto General. Vida, pasión y muerte del guerrillero: tres estrofas. Y quería que fuera una cueca, porque él no era músico, le gustaba la música pero muy superficialmente. Él puso cueca, pensó que era el ritmo más chileno para representar a Manuel Rodríguez. Yo lo tomé y me pareció que no tenía nada que ver con la cueca, que es más bien festiva, nadie repara en la letra si no es festiva. En vista de esto quise hacer una tonada. Lo busqué para dársela a conocer. Una noche en una comida en la casa del juez René Pica hice una presentación de la tonada. Se volvió loco. Ahí nos conocimos. Él quería que su poesía llegara a la gente. ‘Muy pocos me leen, me dijo, ‘conocen mi figura física pero es mi poesía lo que me interesa’. Ahí continuó la amistad. Después hicimos el Romance de los Carrera y el Canto a Bernardo O’Higgins. Después me pidió otras cosas para los Cien Sonetos de Amor. Un lote de catorce canciones. Más tarde yo conseguí a través de Odeón que grabara sus versos con su voz, porque al principio no querían arriesgarse porque pensaban que un poeta comunista iba a tener poca venta.




La música chilena


Fantasías orquestadas, tonadas rítmicas y variaciones con aire de cueca son los nombres genéricos que acuñó Vicente Bianchi para sus composiciones orquestadas “al estilo chileno’’, como dice el músico que se declara un enamorado del país. “Cada día lo encuentro más hermoso, si hace poco estuve en Chillán, en Santa Cruz, en la costa… ¡Qué lindo que es Chile!”.


¿Qué opina usted de este proyecto de ley para imponer un 20% de música chilena en las radios?


Es que ahora le llaman música chilena a todo lo que está hecho en Chile, pero hay cosas que no tienen nada que ver, porque si a usted le fabrican una ampolleta en Chile: ¿es chilena? Si ya se ha hecho en otras partes. Hay que defender lo realmente nuestro. Ese proyecto está desde la época de González Videla, año 48. Él quería imponer un 50% de música chilena, pero no le dieron bola. Se le opusieron también. Pero mire a lo que hemos llegado. Yo escucho la radio en la mañana, pero pobre que la pille antes de las 6 de la mañana porque está tocando unas cosas que llegan a dar miedo. Y en todas las radios tocan lo mismo. No hay nada nuevo. Unas canciones de un amor tan mal escrito, de una poesía que no existe, de un sonsonete repetido y unos acordes sin ningún sentido armónico. Bueno, eso es lo que estamos viviendo y es lógico que alguien se rebele contra esto. Claro que la gente que vende en las radios no quiere dejar su negocio. Debería aprobarse esa ley con un 30%. Pero habría que empezar a producir mucha más música.


Pero usted dejó un amplio repertorio…


Afortunadamente tuvimos un director en la EMI Odeón, un tipo que se adelantó a la época, peleando contra todo lo que había, que fue Rubén Nouzeilles, un hombre nacido en Mendoza que se interesó mucho en esta cosa de la música chilena, y gracias a él quedó prácticamente el único repertorio que existe, si usted ve las radios lo que él grabó es lo único que hay, todo lo demás se perdió, no todos son así medio profetas. Hemos gozado de eso que dejó. Las radios cuando llegan a tocar música chilena de esa época, que es poca cosa lo que tocan, es todo del repertorio que dejó Rubén. Ahora hay mucha gente que apoya la música folclórica chilena pero hay muchos intereses creados por otros lados. Muchos piensan que son los académicos los que valen, sólo porque hacen clases. Yo no hago clases pero voy a dejar más clases que muchos de ellos. Yo estoy dejando una escuela de orquestación chilena. Yo nunca quise hacer clases, no soy para eso, a mí me gusta la creación, y para eso hay que trabajar solo, proyectos en grande, sin política, sin nada.


¿En qué va lo de su nuevo disco: Vicente Bianchi con su piano a los 90?


Va a salir lueguito, ya está etiquetándose la caja, poniendo las fotos. Ya está casi listo. Son catorce obras que yo hice para piano. Las grabamos entre junio y julio. Mi mujer siempre quiso que yo alguna vez dejara un recuero de piano. ‘Ya tienes coro, tienes orquesta, deja algo ahora de tus dedos’, me decía. Ella murió hace seis meses y en vista de eso yo dije: ‘esto no puede ser, no la puedo dejar a ella así’. Y empecé a repasar los arreglos que había escrito, los estudié un poco y los grabé. Tuve que soltar los dedos pero me empezó la artritis… y todavía la siento. Pero con artritis y todo lo hice. Incluso hay una obrita que hice a los 12 años, una cosa muy simple, una melodía al estilo romántico antiguo, tipo chopiniano. En ese tiempo yo estaba en el Manuel de Salas, donde había una chica muy bonita a la que todos queríamos mucho, pero estaba enferma y se murió. Y yo me ofrecí para tocarle esta melodía. Así es que me quedó este sentimiento romántico. Era una chica muy fina, muy simple, se notaba que no era físicamente normal, era muy tranquila, tenía una insuficiencia cardíaca. Todos andábamos detrás, la queríamos mucho pero yo toqué en el funeral. Ese es el recuerdo de esta obrita.


Lo han postulado 14 veces para el Premio Nacional de Música. ¿Cree que ya es hora?


Me han postulado, sí. Tengo unos libros con mis cosas que han hecho… Qué no han hecho. Ojalá el Bicentenario me diera la opción. Honestamente yo creo que sería justo. Mi trabajo ha sido honrado, no ha sido político, no he buscado nada más que hacer las cosas bien por mis propios medios. Entonces por qué no, ¿porque no soy académico? Pero qué es lo que han hecho los músicos académicos. Nadie los conoce. Si me ganara el premio haría un par de obras más sobre personajes de la historia, sobre algunos héroes que han quedado botados.


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1 comentario:

Unknown dijo...

Por Dios que nos hacen falta hombres grandes como el maestro Vicente Bianchi.Honor y gloria para él y su inclaudicable libertad e independencia.Como buen chileno sólo ama a Chile.Nobleza y fidelidad.