Selección Música tradicional identitaria
Los autores escucharon más de 400 piezas para llegar a una fina selección de 147, repartidas en cuatro discos y un DVD. En el año del Bicentenario, una completa investigación devela los secretos de su majestad, la cueca. Nicolás Rojas Inostroza
"Esta casa parece museo", dice Osvaldo Cádiz después de ofrecer té, café y pastelillos de Pica. En las paredes cuelgan diplomas, medallas, óleos y fotografías que dan cuenta de los más de 50 años que los dueños de casa han dedicado a "conocer el sujeto, ir descubriendo Chile a través de cada persona, y luego cantar lo que esa persona entrega".
Poco después del mediodía, la folclorista Margot Loyola Palacios, Premio Nacional de Arte 1994, aparece en escena provista de un pañuelo blanco. La cueca los convoca una vez más. Margot y Osvaldo se conocieron en 1958: ella oficiaba como profesora de cueca de un aplicado alumno con un pasado colérico-rockandrollero. El amor se gestó a fuego lento con una nutrida banda sonora de diversos parajes del país. Hoy, marido y mujer presentan un acabado estudio denominado "La cueca, danza de la vida y la muerte". Que comience el paseo.
Primer pie: de chilena a marinera
¿Qué tienen en común los funerales del actor Andrés Pérez, del dirigente comunista Luis Corvalán y del coreógrafo Patricio Bunster? A los tres se les bailó cueca en su último adiós. Osvaldo y Margot aseveran que "la cueca está presente en todos los actos de la vida del hombre, no solamente en la chingana; también está en el dolor".
En la introducción de "Danza de la vida y de la muerte" se promete abordar el cuerpo de la danza tangible y relatar las experiencias vividas en terreno. Las páginas iniciales contienen una severa advertencia: se hará el intento de decir lo intangible con palabras, partiendo de la premisa de que "serán siempre pobres".
El musicólogo argentino Carlos Vega consigna que la zamacueca logró rápida notoriedad en la Lima de 1824. Un año más tarde llegó a Chile y fue cálidamente recibida en los salones aristocráticos, para luego extenderse por todo el país. En la segunda mitad del siglo XIX se inició la creación de ingeniosas melodías originales. Con el paso de los años, el género fue víctima de la poderosa brevedad lingüística nacional, que la transformó en "cueca" a secas. Hasta 1879 fue conocida en Perú como chilena, pero el bélico contexto influyó en el cambio de nombre: desde entonces se bailaría marinera.
Son mineros de Chile, Perú y también algunos de Argentina quienes la llevan hasta California, durante la "fiebre del oro" de mediados del siglo XIX, donde se bailó esporádicamente. Nadie sospecharía que la cueca se arraigaría con tanta fuerza en los estados de Guerrero y Oaxaca, en México.
"La cueca no sólo ha sido andariega; ha sido navegante cruzando mares. La encontramos como cuyana en Argentina, como boliviana en Bolivia, marinera limeña en Perú, chilena en Ecuador, chiliena en Guatemala y chilena en Guajaca, México. Cada región le introdujo sus elementos", cuenta Cádiz, profesor del Ballet Folclórico Nacional.
Los autores del libro, que será publicado por Ediciones Universitarias de Valparaíso a principios de octubre, escucharon más de 400 cuecas para llegar a una fina selección de 147 repartidas en cuatro discos. ¿Cuál fue el criterio de elección? "Que fueran representativas de cada región. Luego analizamos la temática, encontramos de amores, desamores, florales, históricas, patrióticas, alusivas a las aves, picarescas, de denuncia. Después buscamos cuecas que tuvieran acompañamiento relevante, nos fijamos en la forma de cantar de la mujer campesina, entre otros aspectos, para fijar el amplio espectro interpretativo que tiene la cueca", responde Osvaldo Cádiz.
"Los hombres son los que más cantan cueca, sobre todo la del centro. En este momento, de lo que conozco, son mejores los cantores. Daniel Muñoz y 'Los paleteados del puerto' son estupendos", dice Margot junto a una taza de té. Su marido agrega que también "están Las Consentidas, Las Morenitas, Las Regalonas, Mirta Iturra, dúos mixtos y mucho canto coral en los grupos de proyección folclórica. En el sur predominan los hombres y en el norte desaparecen los textos".
Segundo pie: músicas chilenas
Margot recuerda sus viajes por América y las variantes de la cueca, pero se apasiona al recordar que "los bravos chilenos murieron todos. Ellos sabían de casas de niñas bonitas, de cuchillos, de una forma de hablar y de cárcel. No tocaban con banda, se juntaban a cantar, improvisaban. De esos tiempos sólo queda Luis Araneda, conocido como 'el Baucha'", apunta la profesora emérita de la Universidad Católica de Valparaíso.
Loyola inició un extenso sendero de investigación y recopilación en 1939 con sus primeros viajes a Alhué, Pomaire y Colliguay. La autocrítica ha cruzado su carrera: "Nunca encuentro bien lo que hago, siempre quedo un poco frustrada, porque no alcanzo el nivel que yo quiero". Para la comadre de Violeta Parra, los mejores parámetros para medir sus interpretaciones están dados por el juicio de los cultores originales.
Margot, de 91 años, ha recibido más de mil premios y distinciones que no caben en las paredes de su casa. Incluso quedó inmortalizada a todo color en un monumento de la plaza El Cachimbo, de Pica, en el que figura con su esposo en pleno baile de cachimbo.
¿Existe algún rasgo en común que nos permita hablar de música chilena? Tras reír un momento, Osvaldo Cádiz responde: "En instrumentos vamos a encontrar la guitarra desde el norte hasta la Patagonia, pasando por la Isla de Pascua, al igual que el acordeón. El compás de seis octavos, el tono mayor en la zona central del país y la menor en el norte. No existe una música chilena, es una sumatoria".
Tras una hora de conversación es tiempo de un yafutún. Es el equivalente, en mapudungún, al break tan de moda por estos días.
Tercer pie: el rap y el Bicentenario
Daniel Muñoz, Natalia Contesse y Gustavo Arias, líder del grupo de hip hop Legua York, son algunos de los peregrinos que visitan frecuentemente la casa de los folcloristas. "Lulo es mi ídolo, está haciendo clases y está muy bien valorado. Le enseñamos que había rap en la cueca y en la música de Isla de Pascua, y quedó sorprendido". Luego de la explicación, la investigadora cambia la voz y comienza a cantar con fuerza: "Huifa, rendija, la guagua, la mama, la hija, Rancagua, Pisagua, la chicha con agua, llora la guagua, debajo e' la enagua, debajo el refajo, ¡de arriba hasta abajo!".
Sobre el Bicentenario, la autora de "La Tonada, testimonios para el futuro" (Ediciones Universitarias de Valparaíso, 2006) asegura que lo estamos viviendo con pasión. "Me preguntaron qué querría para el Chile de 2110. Yo respondí: que la bandera esté flameando altiva, que la cueca tenga la misma nobleza que tiene ahora, que la bailemos siempre, que las cantoras sigan junto a sus guitarras por los campos de la zona centro-sur, que los pueblos originarios mantengan su cultura, que respetemos sus tierras, sus costumbres y su lengua".
Osvaldo es más crítico: "Yo esperaba que con motivo del Bicentenario hubiese un gran espectáculo. Que en lugar de ir a celebrar nuestro aniversario patrio a una ópera en el Teatro Municipal, se hubiera hecho un espectáculo con cantores de todo el país. Cada vez que hay un espectáculo así, se llena", dice el investigador con un dejo de resignación.
La del estribo: "Esta mujer trabaja mucho"
Margot y Osvaldo trabajan a todo vapor, provistos de una memoria contenedora de recuerdos y anécdotas clasificables por región. Viajan constantemente a Valparaíso y ya tienen dos proyectos en mente. El más próximo es la puesta al aire de 25 episodios de "Conversando Chile con Margot Loyola", que será emitido por diversas radioemisoras del país.
El segundo es la actualización del libro "Bailes de tierra en Chile". Margot cuenta con orgullo que "ya van 13 ediciones, se han vendido mucho. Ahora queremos hacer una publicación más diversa, en eso estamos, viendo lo mejor que tenemos en el repertorio". La tarea no es simple: hay más de medio siglo de archivos donde buscar.
"Parece que toda la gente se da cuenta de que estamos en el momento preciso de un cambio rotundo para defender lo que tenemos hasta ahora. Es como una desesperación", señala la folclorista. Mientras tanto, Osvaldo abre un disco de música tradicional chilena y sube el volumen. La voz potente del canto huilliche de Neddiel Muñoz invade la casa que parece museo. "Qué bien hecho está eso, qué fantástico", exclama Margot.
Por las ramas: las partes del libro
La publicación incluye un libro de más de 300 páginas que contiene transcripciones y un álbum fotográfico. En "Danza de la vida y de la muerte" aparecen canciones tomadas de diversos lugares del país (Pica, San Pedro de Atacama, Roma, Chiloé). Margot es cauta: "Yo creo que todo lo que canta el pueblo es muy difícil transcribirlo".
Como material adjunto, se editará un DVD con las variantes temporales de la danza y cuatro discos compactos. Los registros sonoros se dividen en dos placas con audios de archivo realizados en terreno agrupados en "La voz de la tierra", otro con interpretaciones del conjunto Palomar y el cuarto titulado "¿Qué les dirá mi voz?, cuecas por Margot Loyola".
El texto estará a la venta a comienzos de octubre.
La composición predilecta de Margot
El volantín?
Letra: Cristina Miranda
Música: Margot Loyola
Navegando va el Latorre
sí, sí, sí,
mi vida, desmantelada cubierta
sí, señora.
Navegando va el Latorre
sí, sí, sí,
mi vida, desmantelada cubierta
sí, señora.
Quilla herida ya sin vuelta
sí, sí, sí,
mi vida, a morir lejos de Pancho;
sí, señora
mi vida, navegando va el Latorre
sí, señora
Desde un cerro porteño
se fue cortado sí, sí, sí
un volantín azul y otro morado
sí, señora
desde un cerro porteño se fue cortado
sí, señora
Y otro morado, ay sí,
vuela muy alto, sí, sí, sí
remolcando al Latorre su acorazado
sí, señora.
Lo seguirá hasta el fin
el volantín, sí, sí, sí.
http://diario.elmercurio.cl/2010/09/05/artes_y_letras/musica/noticias/d6a70dde-a453-4e92-8392-7cd909f8aad1.htm
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