El Mercurio
Después de 30 años de estudio del verso improvisado y la tradición de entonaciones y toquíos, el payador esboza otros lenguajes musicales para este instrumento de 25 cuerdas.
IÑIGO DÍAZ
Cuando el barnecheíno Manuel Sánchez apareció como un payador menor de edad, en 1990, el culto de la décima improvisada estaba experimentando un resurgimiento, ahora en el escenario urbano. Ese largo camino recorrido, con el estudio de una riquísima tradición quedó bien expuesto en un disco suyo que lleva el título de “Abrazado a un guitarrón”.
Allí se escuchan una serie de contrapuntos, verdaderas partidas de ajedrez entre poetas: Sánchez frente al uruguayo José Curbelo; Sánchez frente al puertorriqueño Roberto Silva; Sánchez frente a la cubana Tomasita Quiala. “Toda mi vida he sido más conocido como payador que como compositor y músico. Es una historia que va por ese camino: el guitarrón ha estado al servicio de la poesía por más de 300 años”, dice.
Pero una innovación propia se esboza ahora, con el segundo volumen del disco “Guitarrón a lo poeta”. Manuel Sánchez avanza a través de esta nueva propuesta, toma licencias creativas, se rodea de músicos de jazz, rock, fusión y folclor, y compone material propio. “Desde luego, se basa en la tradición de la décima, en las entonaciones y los toquíos (formas de ejecución), pero no es un disco de folclor puro. Pretendo darle un vuelo al guitarrón, ahora como instrumento solista”, explica.
Así incluye composiciones instrumentales donde este fascinante instrumento de 25 cuerdas se contrasta con otros sonidos. Por ejemplo, el chelo y el contrabajo, en seis piezas arregladas por Sergio “Tilo” González, reconocido músico de Congreso. En otra composición, titulada “La Cruz del Sur”, el guitarrón dialoga con el famoso bajo Machi, instrumento de doble mástil en manos de Jorge Campos, ex Fulano.
“En el disco también aparece Carlos Corales (un pionero del rock chileno con el grupo Aguaturbia), que toca unas guitarras eléctricas. Con La Chinganera cantamos a dúo en ‘Óleo de niño sobre tela', y Pedro Villagra hace una bella intervención en saxo tenor y quena para las ‘Décimas de la revuelta', cantadas y tocadas con esas mismas entonaciones tradicionales”, dice sobre su obra más extensa: cinco décimas que surgieron como inspiración del estallido de octubre.
Y ese enfoque contemporáneo de innovación que Sánchez propone queda simbolizado en la composición “DJ de la palabra”. “Como payador tengo un concepto moderno de la organización del lenguaje. Llevo muchos años poniéndole música a las palabras”, concluye. Un auténtico disc jockey.
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