Más de 60 ritmos de diversos territorios aparecen representados en su forma de ejecución y su memoria. Es el resultado de diez años de viajes.
IÑIGO DÍAZ
Ya el solo sonido en las palabras puede dar diferencias: guitarrista y guitarrero. El primero es un intérprete con instrucción formal; el segundo, un cultor que ha aprendido el oficio desde la oralidad. Y son decenas de guitarreros y cultores los que ha conocido el músico Óscar Latorre durante una década de viajes por Chile en busca de saberes.
Esos recorridos desembocan ahora en el libro "Guitarra chilena" (Ediciones Universitarias de Valparaíso, $20.000), subtitulado "Método de ritmos tradicionales". Es un trabajo que viene a sistematizar esa oralidad a través de notaciones especiales y orientaciones que permitan conocer los toques o toquíos que se dan en la guitarra chilena.
"Margot Loyola es la recopiladora más conocida, pero somos muchos los que seguimos haciendo investigaciones de campo", advierte el músico copiapino, que a los 18 años inició este trabajo. "Yo he viajado de punta a punta preguntando quién está tocando por aquí, por allá, dónde puedo conocer a alguien que conozca la tradición. He tomado clases con los 'viejos' -como llama a los maestros-, que te van traspasando el conocimiento. Aprendí guitarra en el liceo, pero he recibido esa sabiduría de manera oral, por lo tanto también soy guitarrero", dice.
El libro se divide en cinco secciones geográficas, representadas por un maestro. A partir de ahí se enlistan los ritmos de guitarra analizados en sus formas de ejecución y origen. Los maestros son el compositor Calatambo Albarracín (norte), el guitarronero Francisco Astorga (centro-sur), el investigador Héctor Pavez Pizarro (archipiélago de Chiloé), el guitarrero Cecilio Aguilar (Patagonia) y el cultor Rafael Tepano (Rapa Nui).
"En todos lados la guitarra se toca de formas distintas. Una cueca 'acampá' de Concepción es fuerte, en cambio una cueca de rodeo de la zona central tiene otra intencionalidad. Los patagones casi nunca tocan la guitarra por separado como en otros lugares, donde, por un lado, se usan las primas (cuerdas agudas) y luego los bordones (cuerdas graves). Allí recogí ritmos muy ricos, como el chamamé o la cifra, que es la madre de la milonga", cuenta Latorre.
Son más de 60 ritmos los que Latorre registra, con análisis de corte etnomusicológicos: cachimbo, cueca calichera, trote, balambito, zamba refalosa, gato, jota, chocolate, trastasera, mazurca ranchera, foxtrot, y dos formas para acompañar danzas rapanuís: el haka tani y el ripamú. Cada libro incluye una tarjeta de raspe, donde se obtiene una clave para ingresar en el sitio OscarLatorre.cl. Allí se pueden descargar 360 videos de 20 segundos, donde el propio músico completa la clase en directo.
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