El Mercurio
El grupo recibió el martes pasado, en el Centro de Eventos Botánico, el reconocimiento de la Sociedad Chilena del Derecho de Autor (SCD) que ya obtuvieron artistas como Margot Loyola, Cecilia y Los Jaivas.
Magdalena Bordalí
Con más de 50 años de carrera, la agrupación musical sigue tan vigente como en sus inicios. El mes pasado, luego de agotar en solo días las entradas para su concierto en el Teatro Municipal junto a Inti Illimani Histórico, tuvieron que agregar otra fecha, añadiendo también una tercera, en el Teatro Caupolicán, ante la alta demanda. "Tenemos hasta hoy muchas demostraciones de afecto, reconocimiento y respaldo de nuestro público, no nos podemos quejar", comenta Eduardo Carrasco, líder de Quilapayún.
Ese cariño de sus seguidores, que también se demuestra en países como España y Francia y en América Latina, los ha hecho acumular más de mil conciertos y más de 30 discos grabados alrededor del mundo, siendo uno de los conjuntos más emblemáticos de la Nueva Canción Chilena.
Es por esto que la Sociedad Chilena del Derecho de Autor (SCD) nombró a Quilapayún Figura Fundamental de la Música Chilena 2017, reconocimiento que considera la trayectoria, influencia y legado de los artistas. Y donde el Consejo Directivo destaca al grupo, en este caso, como uno de los mayores referentes de la música nacional de todos los tiempos. "Estamos muy felices de que la SCD nos otorgue este premio. Es un honor, son nuestros pares los que nos reconocen. Además, nosotros que venimos de una época sin SCD, vemos el cambio tremendo que ha tenido el valor y la difusión de la música nacional. Hay iniciativas de enseñanza y aprendizaje. Todo esto ha facilitado y mejorado la obra de los músicos chilenos", expresa Carrasco.
La ceremonia, que años anteriores ha premiado a artistas tan disímiles como Margot Loyola, Valentín Trujillo, Cecilia y Los Jaivas, entre otros, será hoy a las 20 horas en el Centro de Eventos Botánico de Peñalolén y contempla presentaciones de homenaje al conjunto de parte de Manuel García, Pascuala Ilabaca y Jimmy Fernández, y una Intervención coreográfica. El reconocimiento a Quilapayún será entregado por el ministro de Cultura, Ernesto Ottone, y el presidente del consejo directivo de la SCD, Álvaro Scaramelli.
El conjunto, además, contempla una serie de presentaciones, tanto en Chile como en el extranjero, para las próximas semanas. "Estamos constantemente haciendo conciertos y creando cosas. Hoy en día no es viable hablar de discos, porque ya no se venden. Por eso subimos música a internet. Pero los conciertos siempre se llenan. En algunas semanas más tenemos conciertos en Francia, Argentina y Uruguay. Nos piden mucho y nosotros siempre respondemos a sus requerimientos", agrega.
El discurso de Eduardo Carrasco, director de la agrupación, al recibir el premio fue el siguiente:
Amigos y amigas, tengan ustedes muy buenas noches.
Es el momento en que la SCD nos concede este alto honor y es el momento de agradecerles a ustedes por ello. En nuestros 52 años de vida hemos recibido muchos reconocimientos, pero no les quepa ninguna duda de que este es el más importante de todos. Primero, porque viene de nuestros pares, esto es, de los que verdaderamente saben sobre el posicionamiento de un artista en nuestro medio. Segundo, porque viene de la SCD, esto es, de una institución creada por los propios artistas, y que en la actualidad está consolidada como la mas representativa de los músicos nacionales. Nosotros somos tan viejos que vivimos en la época en que no había SCD, y sabemos la diferencia que existe entre un medio cultural nacional sin la SCD y uno con la SCD. Entre un Chile donde la mayor parte de los derechos de autor se los llevaba la institución que los administraba, y un Chile donde existe una sociedad de gestión que los reparte cuidando cada peso para que los músicos nacionales puedan tener una justa remuneración por su trabajo. Pero además, una institución que colabora en la formación de los músicos, en la difusión de sus obras, les da asistencia social cuando no tienen los medios y les otorga un reconocimiento, como este que estamos recibiendo nosotros hoy día. No es poco, es mucho. Por eso, me voy a permitir una cursilería y voy a decir: ¡SCD, gracias por existir! Si esta institución es la que nos nombra “Figura fundamental de la música Chilena” entonces capaz que sea cierto. En nombre de todos mis compañeros les repito: muchas gracias.
Esta sería una estupenda ocasión para lanzarme a contarles con lujo de detalles los 52 años de existencia del Quilapayún. Pero no se preocupen, no lo voy a hacer. Lo dejamos para otro día. Tampoco voy a nombrar uno por uno a todos los que han pasado por este grupo. Son muchos y cual mas, cual menos, todos han jugado su rol en nuestra historia. Pero lo que sí me gustaría hacer es aprovechar este momento para hacer un acto de justicia y recordar a aquellas personas dentro y fuera del conjunto que cumplieron un rol relevante en nuestra existencia. Digo un acto de justicia porque en un conjunto como este el carácter de grupo muchas veces esconde las individualidades, disuelve a las personas y si bien es verdad que todos los que han pasado por el Quilapayún han puesto su granito de arena para que este conjunto exista, no todas las contribuciones han pesado lo mismo. No quiero menoscabar el aporte de nadie, solo quiero poner de relieve a quienes han tenido un rol relevante, y me siento obligado a ello, precisamente porque este es un momento de reconocimiento.
Para empezar, no puedo olvidar entonces a los tres chiflados que Inventaron este grupo. Me refiero a Julio Numhauser, con quien hace tres días estaba en un restaurante comiendo porotos granados y haciendo recuerdos de esos primeros tiempos, a mi hermano Julio, que vive en Paraguay, y a quien sus amigos todavía llaman “el Quila”, y a mí mismo, que estoy aquí tratando de descubrir con serias dificultades lo que mis demás compañeros hubieran querido decir en este acto. Es diferente sostener un sueño que no existe, trabajar por darle algún sentido a ese sueño, pero sin contar todavía con los aplausos del público, con el interés de productores y casas de discos y con las distribuciones de derechos de la SCD. Esto es mucho mas difícil que acoplarse a un grupo que tiene éxito, que llena los teatros, que hace exitosas giras, etc. La llamita era muy débil en esa época y esos tres la soplaron hasta que se transformó en fogata. Y digamos además que esos tres chiflados inventaron el nombre del grupo, sus vestimentas en el escenario y sus definiciones esenciales. Hacen la diferencia.
Tampoco puedo olvidar a Víctor Jara. Y no hablo del mártir de la revolución chilena, de esa imagen que insiste en hacerse presente como un mal sueño y que nos recuerda la ferocidad de los militares, la valentía de su postura política y la impotencia de la justicia chilena. Hablo del amigo cercano, del artista delicado, del director que nos enseñó la disciplina del trabajo profesional y que revisó minuciosamente cada nota, cada acorde, cada postura para que todo fuera mas expresivo y mas perfecto. Hablo del artista que nos enseñó a pararnos en un escenario y que compuso para nosotros canciones inolvidables que seguimos cantando en todos nuestros conciertos. Él también hace la diferencia.
Y también hacen la diferencia, Willy Oddó, que tuvo una muerte que no se pareció en nada a su vida y que desparramó luces en los escenarios con su humor y con sus inolvidables interpretaciones con su voz desgarrada y dramática. Y también Carlos Quezada, la voz mas hermosa y expresiva que le da su impronta al Quilapayún y que con el peso de sus años sigue cruzando el océano Atlántico para venir a cantar a su país como en sus mejores tiempos con una musicalidad inigualable.
También está Hernán Gómez, con su hermosa voz de barítono, con su talento escénico que se ganó con simpatía el cariño del público en todos los países que visitamos durante el exilio. Y para todos nosotros, ese carácter de bulldog jurídico con que apareció de repente y que mordió y no soltó su presa hasta que logró que los jueces franceses le dieran plena satisfacción a nuestras reivindicaciones, despejando definitivamente las sombras que se habían alzado sobre la historia del Quilapayún en Francia. Junto a él Pascaline, su mujer que ha sido una colaboradora formidable y que ha mostrado de mil maneras su compromiso con el Quilapayún. También hacen la diferencia.
Y tampoco podemos olvidar al que mejor encarna el espíritu de nuestro grupo, hasta tal punto que su quilapayunismo ya es objeto de canciones, un ejemplo de dedicación, de lealtad, de entusiasmo arriba del escenario que ha sido un fundamental factor de unidad entre nosotros. Creo que el que más ha gozado cantando en el Quilapayún es sin duda alguna Ricardo Venegas. Es tanta la felicidad que extrae de pertenecer a este grupo que alguna vez se me ha pasado por la mente la idea de cobrarle por cantar con nosotros.
Por cierto, no me olvido de Hugo Lagos, de Guillermo García, de Rubén Escudero (Palabra de hombre) y de Fernando Carrasco, el Huaso. Todavía no hemos encontrado el parentesco, pero ya vendrá. Tampoco me olvido de la generación de los jóvenes, Sebastián Quezada, Caito Venegas, Ismael Oddó, todos hijos de Quilapayunes, que nacieron en medio de la gran familia Quilapayún y que cantaron nuestras canciones desde niños. Espero que ellos también celebren algún día la nominación de Figura fundamental 2. Lo que no significa que no hayan contribuido decisivamente a la existencia de nuestro grupo pues el que menos lleva ya 10 años cantando con nosotros. También ellos son figuras fundamentales dentro de la figura fundamental.
Hay otros más que ya no están con nosotros. Más allá de los conflictos que hemos tenido con algunos de ellos, en ningún momento se nos ocurriría negar su contribución: Rodolfo Parada, Patricio Castillo, Patricio Wang han dejado también su huella en esta historia. Son o fueron excelentes músicos y ojalá que encuentren su camino propio sin dañar las hermosas páginas de la historia que escribimos juntos.
También están los que no pertenecieron al grupo, pero sin los cuales no es posible comprender su historia: los grandes músicos Luis Advis, Sergio Ortega, Cirilo Vila, Gustavo Becerra, Juan Orrego Salas. Todos colaboraron con nosotros, hicieron músicas pensando en nuestras voces e instrumentos, nos ayudaron a descubrir nuevos caminos, nos permitieron abordar obras más ambiciosas y nos ayudaron a poner nuestra música en un nivel que jamás habríamos alcanzado con nuestros propios medios. Y también están esos otros músicos que dejaron su huella en nuestros discos, que tocaron junto a nosotros lo que nosotros no podíamos hacer. No me van a creer, pero uno de ellos es Valentín Trujillo, a quien pasábamos a buscar en su casa de Ñuñoa para llevarlo al estudio y nos recibía interpretando el himno de la República Popular China y después se despedía de nosotros ofreciéndonos los libros de Mao Tse Tung. El llegó mucho mas lejos que nosotros en esto de la revolución. Si en un disco del Quilapayún suena un piano, es Valentín el que está tocando. También está Giolito con su batería, Cazavón tocando el bajo y Rareza tocando las tumbas y los bongoes. Nunca supimos como se llamaba Rareza, pero los músicos lo llamaban así. También fue importante la contribución de Pierre Rabath quien hizo todas las grandes orquestaciones con las que el Quilapayún se presentó en la televisión francesa y que enriquecieron algunos de nuestros discos. Está Desiderio Arenas con sus canciones y colaboraciones que están dentro de las más preciadas por nosotros y que fueron fundamentales en un momento de búsqueda y desconcierto. Y está Miguel Zabaleta que también se hizo presente en algunos arreglos.
Pero también hay otras personas que no fueron músicos y sin las cuales la historia del Quilapayún sería otra. En primer lugar Raúl Gomez, el Guarren, infatigable e improvisado manager que organizó conciertos, consiguió entrevistas, y ocupó buena parte de su vida en intentar convencer al mundo de que el Quilapayún era el mejor grupo musical que jamás había existido. Y está Guillermo Hashke, chileno residente en Francia que gestionó nuestra primera actuación en el Olympia, la que providencialmente nos hizo salir de Chile pocos días antes del golpe militar ahorrándonos el dolor que vivieron muchos de nuestros compatriotas. También está Rubén Nouzeilles, que convenció a los ingleses de la Emi que era muy importante grabar nuestros discos y así lo hizo aunque los ingleses nunca estuvieran muy convencidos de la idea. Está Ricardo García, que se la jugó por editar los discos del Quilapayún con gran valentía cuando nuestra música estuvo prohibida. Amigo entrañable que reconoció el valor de nuestra música desde el primer día en que lo conocimos. Está el periodista francés Jacques Chancel que nos abrió las puertas de su programa y que hizo posible la actuación mas importante del Quilapayún durante los 15 años de exilio. Denise Barbey y los esposos Salou, que fueron nuestros managers durante nuestro exilio en Francia, artífices fundamentales de nuestro éxito artístico en ese país. Dominique Frelaut, alcalde de Colombes que nos invitó generosamente a vivir en su comuna donde pasamos los años mas difíciles del exilio. Está el gran artista nacional Héctor Duvauchelle que descubrió junto a nosotros la cantata Santa María y que logró una interpretación insuperable del relato, Daniel Messguich que nos ayudó en Francia a montar el espectáculo mas ambicioso que fuimos capaces de presentar en el Olympia de Paris, desarrollando la línea de acción teatral nacida de nuestro trabajo con Victor Jara. Y está también Alfredo Troncoso, nuestro manager actual, que nos quiere casi tanto como al Inti illimani, lo que es mucho decir, y cuyo aporte ha sido esencial en todos estos años desde el Reencuentro hasta ahora. Creador de grandes iniciativas que nos han permitido volver a existir con fuerza en nuestro medio y en particular de ese grupo rival, el Inti Quila, que con las últimas exitosas actuaciones ha estado a punto de destronarnos.
Tampoco hay que olvidar a los ingenieros de sonido y a los técnicos que con su magia supieron disimular todas nuestras desafinaciones mostrándonos con un ropaje sonoro casi perfecto: Son muchos, pero sobresalen: Ángel Arados, que grabó la Cantata Santa María y que encontró el pedacito de cinta que se nos había perdido, Daniel Michel, que grabó casi todos nuestros discos en Francia, Patrick Gonties y Pierre Redón que sonorizaron mas de 1000 conciertos en diferentes países del mundo, Eduardo Vergara, que desde nuestra vuelta a Chile grabó casi todos nuestros discos, Jorge Fortune, nuestro actual ingeniero al que le sobra cuerda para sonorizar todo lo que hacemos. Y como ahora hasta tenemos Roudy, no puedo dejar de nombrarlo, Juan Pablo Rojas.
Y como olvidar a los hermanos Larrea y al Flaco Albornoz, que nos ayudaron a forjar nuestra imagen pública inventando el logo, las carátulas, las fotografías y los afiches que han hecho historia por su originalidad y por su exacta interpretación gráfica de nuestras definiciones artísticas y políticas.
Y mención especial para Roberto Matta. Nuestro encuentro con él nos dio la solución en un momento de desconcierto en que parecía que todo se venía abajo. Frente a la hecatombe ideológica y política en la que fuimos a parar nos dio la clave para no arriar nuestras banderas y para reconocer que el camino era ahondar en la locura y no cejar en la confianza de que es la cultura y el arte la finalidad verdadera del ser humano. De eso vino la idea de la revolución y las estrellas que hizo mas utópico nuestro ideal político, lo hizo mas lejano e imposible, pero mas indispensable e irrenunciable. Porque no hay que olvidar que el Quilapayún no es solo un grupo de gente que canta con ponchos negros, sino también una decisión sobre los valores fundamentales de la historia, la cultura y el arte.
Y finalmente hay un niño que desde las rejas de su casa que estaba frente a la mía siempre miraba como nosotros descargábamos nuestros instrumentos cuando veníamos a ensayar o cuando salíamos con Víctor Jara en caravana a actuar los fines de semana. Se le grabó en sus pupilas esta imagen y en su corazón de niño quedó la sensación de que lo que hacían estos tipos entrando y saliendo de la casa de enfrente con bombos y guitarras era muy importante. Por eso seguramente cuando pasaron los años y estuvo en disposición de hacerlo se dedicó a convencer a todos los que todavía no estaban convencidos de que el Quilapayún era el grupo que tenía que ser homenajeado esta noche. Hablo de Álvaro Scaramelli, Presidente de la SCD.
Todas estas personas y muchas mas han hecho la historia del Quilapayún. A todas ellas les debemos nuestro agradecimiento y en este momento de homenaje es justo recordarlos.
Estimados amigos del directorio de la SCD, Álvaro, les reitero a todos ustedes nuestro agradecimiento. Ahora somos una figura fundamental de la música chilena. Nos vamos a transformar en unos tipos insoportables, engreídos y soberbios. Ustedes son los responsables, los que nos otorgan este honor. Ahora vamos a seguir con lo nuestro, pero llevando en nuestros corazones esta convicción de la importancia de nuestro grupo que ustedes nos entregaron. Tengan la seguridad de que eso genera en cada uno de nosotros un racimo de orgullo y un canasto lleno de felicidad. Muchas gracias.
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