El departamento, que depende de la Biblioteca Nacional, atesora registros de manifestaciones de la cultura campesina y urbana.
Daniela Silva Astorga
Si un documentalista quisiera escudriñar el Archivo de Literatura Oral y Tradiciones Populares, en la Biblioteca Nacional, no la tendría fácil. Aunque hubiese ido en busca de su tesoro más divulgado -la Lira Popular-, se vería obligado a filmar bastante más. Porque este depósito, que la historiadora Micaela Navarrete fundó en 1992, conserva una multiplicidad de registros de nuestra cultura tradicional campesina y, también, de acciones populares urbanas. Es un muestrario amplio de nuestro patrimonio inmaterial: poesías, payas, cuecas, tonadas, leyendas, procesiones religiosas y tradiciones tan arraigadas, como el canto a lo divino y a lo humano. Todo eso está registrado en cientos de videos, audios, fotografías, cuadernos y textos.
El archivo cumplió 25 años, pero recibe pocas visitas: cada mes los revisan apenas unas 25 personas. Y los que lo ubican prácticamente solo lo vinculan a sus documentos más difundidos: la Literatura de Cordel del siglo XIX, que el bar Liguria usa como emblema. Así es que la historiadora del Arte Carolina Tapia, actual directora, busca ampliar su difusión: "Lo que conservamos genera un vínculo emocional entre la gente y nuestra identidad, y, en estos tiempos, es clave no perder eso".
Además, Tapia recuerda la extensión del archivo. Si bien comenzó con cuatro colecciones de audio, se sumaron otras fotográficas, audiovisuales, sonoras y de escritos -como cuadernos de campo-, que donaron los mismos cultores de las tradiciones o investigadores. Son documentos de primera fuente, que permiten ver fragmentos del Chile del siglo XIX hasta el de hoy, vía 19 grandes colecciones.
"En nuestra historia -ejemplifica Tapia- ha sido fundamental el aporte de Patricia Chavarría, con su trabajo en el Biobío y El Maule, en el que, además de registrar la manifestación -tonada, cueca, poesía oral-, obtuvo testimonios de sus artífices. También es importante el trabajo de Carlos Martínez, de Cauquenes, y tenemos, además, el Encuentro de Campesinas de Portezuelo, del padre Ricardo Sammon, que aún se hace. Luego viene el legado de Rodolfo Lenz, vinculado a la Lira Popular, con 327 pliegos microfilmados y sus cosas de trabajo. Pero la colección que vino de la U. de Chile reúne 800 pliegos, y tenemos también la Alamiro de Ávila, comprada en Argentina".
-¿Habrá que ampliar más el radio e incrementar la atención a lo actual? Por ejemplo, el hip-hop urbano algunos lo consideran una nueva forma de payar.
"Eso es algo que pensar", responde Tapia. "Hay que ver cómo hacernos cargo de las nuevas manifestaciones, porque lo urbano ha estado, pero en menor cantidad. Quiero retomar ese trabajo con la comunidad".
-¿A qué le pondría más ojo?
"A expandirnos. Me gustaría tener más sobre festividades religiosas en la ciudad, y cómo estas dialogan con las costumbres de los migrantes. Tenemos bastante registro de la Fiesta del Nazareno de Caguach, en Chiloé. Sería interesante hacer un contrapunto con cómo se celebra hoy en las urbes".
Este archivo no tiene como única misión preservar y catalogar sus objetos. También debe investigarlos y difundirlos, vía textos y actividades. De hecho, han editado 20 publicaciones y han realizado encuentros, como por ejemplo, algunos duelos entre poetas en décimas y hiphoperos urbanos, en la Biblioteca Nacional.
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