El Mercurio
Aunque ha enfrentado un año difícil por la suspensión de los conciertos, la baterista se declara destinada al optimismo. El nuevo documental “Los Jaivas: todos juntos”, que repasa la historia de la agrupación, la volvió a conectar con la etapa “austera y sin pretensiones” que vivió fuera de Chile. También reflexiona sobre la igualdad de género: “Si hubiéramos evolucionado como corresponde, no debería sorprendernos una mujer tocando batería”.
Por Nicolás Lazo Jerez. Retrato: Sergio Alfonso López.
Juanita Parra (50) nunca imaginó que, de un momento a otro, tendría que alejarse de la batería, el instrumento que ha ejecutado ininterrumpidamente desde hace tres décadas en el grupo Los Jaivas. Cuando menos lo esperaba, sin embargo, la crisis sanitaria la retuvo durante meses en su casa de Peñalolén —donde vive junto a su marido, el diseñador Martín Uribe, y su hija Kayla, de 15 años— sin poder acudir al estudio en el que guarda las cajas, platillos y timbales.
—Era tanta la actividad con Los Jaivas que mi casa era el “otro lugar”, el del silencio, la conversación y la comunicación con la familia —dice una tarde en un restaurante del barrio Lastarria—. Entonces, nunca necesité tener una batería conmigo. Pero, de repente, se cerró el mundo y yo quedé aferrada a mi kultrún.
El encierro, cuenta, tuvo otra consecuencia difícil de sobrellevar: la pausa indefinida de todos los shows de la banda, cuyos miembros de mayor edad sobre el escenario, Claudio Parra y Mario Mutis, ya superan los 70 años.
El conjunto tampoco ha contemplado el trabajo creativo a distancia.
—No hemos incursionado por ese lado, porque la tecnología nos ha pillado bastante. Se ha notado la generación de la que venimos, sobre todo los fundadores. Y en mi caso, le tengo un rechazo muy grande a la tecnología. Siento que nos hace mucho daño.
Lo que sí los ha mantenido ocupados es “Los Jaivas: todos juntos”, un documental lanzado vía streaming y emitido en noviembre por Canal 13 que recorre la trayectoria del grupo desde sus inicios en 1963 hasta el presente, pasando por la diáspora en Argentina y Francia, el retorno a Chile, los hitos artísticos y la pérdida de dos de sus figuras principales: Eduardo “Gato” Alquinta y Gabriel Parra, padre de Juanita.
Para ella, rememorar el período que pasó en compañía de sus tíos y primos resulta útil a la hora de enfrentar los desafíos presentes.
—Estos meses me han conectado con la vida austera y sin pretensiones que siempre tuvimos en la comunidad. Eso me ha ayudado a poder resistir un año en el que casi no hemos podido trabajar.
Luego agrega:
—Pero el dolor más grande en esta pandemia es no ver a mi mamá regularmente, y solo hablar con ella. Está en un hogar donde, por razones sanitarias, no nos dejan visitarla. Además, tiene pérdida de memoria. Las conversaciones que tenemos son verdaderos guiones de película.
Pese a la situación del país, Juanita Parra y los suyos ejercen porfiadamente el optimismo.
—Estamos en una situación adversa, y (en el documental) de nuevo están Los Jaivas agradecidos y sonrientes, algo que a ciertas personas incluso les podría molestar. Pero siempre buscamos hacer algo positivo. Si hay un puntito de luz, vamos hacia allá. Es parte de nuestro ADN. O de nuestro destino.
El legado
En una secuencia de “Los Jaivas: todos juntos”, un conmovido Eduardo Alquinta se refiere a la incorporación oficial de Juanita en la banda tras la muerte de Gabriel Parra, esta última ocurrida en abril de 1988. “Al cabo de siete años, pudo reemplazar a Gabriel y ser la baterista del grupo”, relata el músico en las imágenes de archivo. “Para el resto de los días”, se le oye añadir al final.
—Él hizo un decreto fantástico, porque aquí estoy. Se logró, y nos queda mucho más por hacer. Nunca se me ha ocurrido dedicarme a otra cosa. Ahora, con la pandemia, he pensado que voy a tener que trabajar en algo más para poder pagar las cuentas, pero mi pasión es ser la baterista de Los Jaivas. Nunca lo he dudado. Eso me ha dado tranquilidad y madurez. Cero ansiedades de que hay algo más, como la carrera solista. Eso nunca ha sido parte de mí.
—¿Hubo algo que sacrificó?
—No tuve que renunciar a nada. Logré construir un matrimonio; llevo casi 20 años con mi marido. Siendo yo un músico errante, logramos traer una niña al mundo que ha ido siempre al mismo colegio. He conseguido ese equilibrio. En esto quiero homenajear a mi mamá (Eugenia Correa), quien siempre tuvo una serenidad que me ha aportado muchísimo para construir este lado familiar. He tenido todo lo necesario para ser feliz.
La influencia de su padre, dice, es igualmente reconocible.
—Cuando lanzamos el disco “Hijos de la tierra”, en 1995, llegué a Chile y empecé a vivir la fama, que hasta ese momento no había vivido. Podría haberme perdido en eso. Pero fue todo tan bonito por la presencia invisible aunque poderosa de él, que en cada momento está aquí, al lado mío.
—¿Qué rasgos de Gabriel Parra ha descubierto en usted a lo largo de los años?
—Siempre sentí que él vivió tan intensamente, porque en alguna parte de su inconsciente sabía que no tenía tanto tiempo para hacer muchas cosas, y de repente me sorprende que todavía me salgan energías cuando creo que ya no me quedan. Están las ganas de ver las cosas de forma positiva. Él era muy chistoso; nos reíamos mucho. Me disfrazaba yo, se disfrazaba él, disfrazábamos al perro. He tratado de construir eso en la relación con mi hija. Y hay algo que Eduardo (Parra) también menciona: la humildad.
Poco después, Juanita Parra reconocerá otra característica en la lista.
—Gabriel era súper exigente con los buenos resultados de los conciertos, y a mí me pasa un poco eso. He desarrollado un cierto mal genio escénico. Quiero que los técnicos den lo mejor de ellos. En eso me identifico mucho con mi papá.
La baterista, cuyos primeros pasos fueron justamente como iluminadora, sostiene que su ingreso a la agrupación fue un acto de apertura que rescata hasta hoy.
—Hace 30 años, Los Jaivas me valoraron como persona sin pensar que yo era mujer y más joven que ellos. En ese sentido, creo que todo el rato estamos dando mensajes. Pero hay algo que el grupo nunca ha querido hacer, que es imponer las cosas a los demás. Por lo mismo, nunca decimos que hay que votar por alguien.
—Aunque podrían hacerlo.
—Respetamos que las personas sean libres de pensamiento y hagan lo que quieran. Es lo que la gente dijo el año pasado: escuchen nuestras voces, respetemos las diferencias. Y eso es algo que el grupo lleva haciendo 57 años. Cuando la sociedad chilena salió a las calles a gritar por igualdad, miré al grupo de gente que estaba conmigo y me di cuenta de que nosotros la habíamos cultivado en muchos aspectos. Eso es para mí lo más grande; un aporte que no es musical.
—¿A qué mujeres admira?
—A todas aquellas que han logrado abrirse camino y osado romper barreras. Son muchas. Son mujeres que sostienen familias enteras, abuelas que contienen a sus nietos. Ellas son mi gran ejemplo. Siento que somos todas las mujeres chilenas las que estamos ahí en la batería.
Saber improvisar
—¿Cómo ha vivido la irrupción del movimiento feminista?
—Se me revuelve el estómago al ver que todavía hay que salir a la calle a marchar para pedir que nos respeten. Matan a las mujeres porque son mujeres, porque se pusieron lindas y atrajeron miradas. Es inconcebible, pero es una realidad. Por otra parte, todavía llama la atención que haya una mujer en mi rol. Si hubiéramos evolucionado como corresponde, no debería sorprendernos una mujer tocando batería. Todavía hay muchas cosas que cambiar.
Juanita admite que, de todas formas, ella misma ha tenido que reflexionar sobre algunas de sus ideas.
—Yo, que creo que soy súper moderna y progresista, de repente digo unas cosas y mi hija me mira con cara de “Oye, estás hablando como la abuelita”. Claro, las nuevas generaciones sí que vienen con la igualdad de la mano, y eso me enorgullece. Ella despertó junto con Chile. Me encantó, porque se puso opinante y me desafía. Es una generación con las cosas mucho más claras.
—¿En qué reconoce resabios de conservadurismo?
—Sobre todo en la diferencia entre los hombres y las mujeres. Unas cosas súper básicas, como que este es un color femenino y este, masculino. Mi hija encuentra que eso ya no existe; hay que hablar de los seres, nomás. Y eso me ha costado. No es que no lo acepte, pero mi generación todavía habla de hombre y mujer. Pero no. Todos podemos hacer lo que queramos. Respetando a los demás, por supuesto.
—La música de Los Jaivas siempre ha sido “ambientalista”. ¿Es frustrante que una canción como “Arde el Amazonas”, de 1995, siga tan vigente?
—La protección de nuestro planeta es una batalla interminable, pero es algo a lo que no podemos renunciar. El grupo ha dedicado su música a la naturaleza, y hasta ha tenido la suerte de tocar inmerso en ella. Como dice también Eduardo, el propósito del grupo es este paisaje, esta geografía.
Últimamente, Juanita Parra ha aprovechado que tiene más tiempo para volver de a poco al estudio de grabación, desde donde ha colaborado en las nuevas producciones de artistas como Rocío Peña y Moyenei Valdés. También se ha concentrado en la Fundación Los Jaivas, que entre otras tareas preserva el legado del conjunto y promueve la música en los colegios. La baterista descarta, eso sí, nuevos discos en el horizonte.
—Respeto mucho a Mario, a Claudio y a Eduardo, y no siento que debamos exigirles más. Quisiera valorar todo lo que nos han entregado, y tratar de que la mayor cantidad de gente posible conozca el tesoro que tenemos en ellos.
Si se le pregunta por el significado de sus recién cumplidos 50 años, Juanita sonríe.
—Primero, una respuesta muy frívola: pensaba hacer una gran fiesta, y me tocó cerrar la casa con mi marido y con mi hija. Pero también me gustó. De repente uno no tiene que dar tanta energía para afuera. Estoy feliz de estar sana, de tener un cuerpo que me responde. No me siento de 50, aunque tampoco sé qué será sentirse de 50. Estoy como estoy.
—Entre tantos planes suspendidos, ¿es importante para usted saber improvisar?
—Muy importante. Este grupo basó su teoría musical en la improvisación. A mí me encanta. Es algo a lo que hay que estar abierto. Yo tenía un papá tocando la batería como un dios y llevando una banda con toda su energía. De repente, no estuvo más. Y ahora, ¿qué hacemos? ¿Quién iba a pensar que tendríamos una pandemia? Hay que saber soltar la estructura y la estabilidad. Todo esto nos detuvo, pero vamos a seguir. De eso no me cabe duda.