El Mercurio
Miguel Chuaqui, docente de la Universidad de Utah, va más allá de las salas de concierto. Hace cinco años trabaja con un equipo de investigadores y enfermos crónicos. Y ya tiene resultados.
ROMINA DE LA SOTTA DONOSO
Miguel Chuaqui (1964) es director de composición de la Universidad de Utah, y estuvo durante dos semanas en nuestro país como profesor visitante de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile.
"Me pidieron que entrara al área chica con el programa Max, que les enseñara cómo crear un patch , que es una especie de software especializado para obras que usen electroacústica, de modo que la computadora puede procesar sonidos en vivo y cambiarlos en tiempo real", cuenta.
Trabajaron con "Anthemes II", obra para violín y electrónica en vivo de Pierre Boulez. "Todo lo que el violinista hace, la electrónica lo transforma en el momento, mediante un patch ", dice. La obra fue compuesta hace quince años, antes de que se pudieran sintetizar los sonidos en un computador. Algo que hoy se hace con una lap top .
Boulez se adelantó a su tiempo: "La obra tiene un sistema que debería correr automáticamente, pero la tecnología todavía no ha llegado a eso, de modo que hay que seguir al violinista y gatillar a mano las respuestas electrónicas. Se requieren 239 gatillos".
Sin dolor
El catálogo de Chuaqui incluye 50 obras. Las hay orquestales, de cámara, vocales, electroacústicas y mixtas. "Lo que me interesa es la interacción humana con la tecnología, y por eso uso la electrónica como extensión de los instrumentos o de la persona tocando el instrumento. En todas mis obras hay una parte en vivo que depende del intérprete", explica.
Sus únicas obras puramente electrónicas son de danza. "En Estados Unidos lo llamamos Motion tracking dance ", dice. En ellas, los bailarines gatillan los sonidos al desplazarse de un "espacio sonoro" a otro: "Por ejemplo, si el bailarín se mueve a un lugar produce una armonía de cierto tipo, y si se desplaza a otro sector, cambia el timbre".
Además, Chuaqui trabaja hace cinco años con el Pain Center de la Escuela de Medicina de la Universidad de Utah, en la creación de un software interactivo para aplicaciones musicales terapéuticas. "Ellos querían crear un sistema a través del cual una persona pudiera distraerse del dolor, modulando la música a través de sus signos vitales. Con electrodos medimos respiración, latidos y sudoración, para que el paciente participara en la generación de la música, se relajara y entretuviera".
Los resultados ya fueron publicados en el Journal Pain , y ahora iniciarán la segunda etapa del proyecto. "Se producía un círculo vicioso. Mientras más trataba de relajarse la persona, más aceleraba su respiración y aumentaba con ello el tempo . Al final era peor. Así que tuvimos que diseñar un nuevo sistema", aclara Chuaqui, y agrega que también hay descubrimientos prometedores: "El timbre y la armonía de la música afectan a las personas mucho más de lo que pensábamos. No es descabellado creer que algo muy simple, como un par de flautas, es más relajante que varios trombones. En el caso de la armonía es más difícil hallar un patrón claro, porque depende del gusto, pero seguiremos explorándolo".
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