El Mercurio
Esta práctica religiosa, exclusiva de nuestro país, hunde sus raíces en la riqueza tímbrica de la música precolombina. La Unesco decidirá la declaratoria el próximo año.
Romina de la Sotta Donoso
"Es la primera vez que el Estado chileno presenta una manifestación cultural ante la Unesco para que sea declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad", anuncia Jorge Rojas, jefe del departamento de Ciudadanía y Cultura del Consejo Nacional de las Artes.
Se refiere a los bailes chinos, cuya postulación acaba de ser declarada admisible por la Unesco. "Está dentro de los 57 expedientes que van a analizarse en noviembre de 2014", detalla.
La convención que rige estos bienes entró en vigencia en Chile en 2009. Dos años después, explica Rojas, "el Consejo habilitó en Portalpatrimonio.cl un registro donde la comunidad puede inscribir los bienes inmateriales que para ellos son importantes. Ya hay 570 manifestaciones registradas".
Luego, un comité de expertos estableció una lista priorizada de catorce prácticas distintas, y se definió que los primeros que buscarán convertirse en Patrimonio de la Humanidad serán los bailes chinos.
"Fuimos a hablar con los alféreces, que son la cabeza de estas cofradías que están al servicio de la veneración de imágenes religiosas, y hubo muy buena recepción", cuenta.
Así establecieron contacto con decenas de cofradías que participaron en la confección del expediente. Éste incluye, además, lineamientos de salvaguardia a los cuales el Estado se compromete: desde elaborar un registro nacional y diseñar instrumentos para la transmisión de la práctica, hasta la protección de sitios ceremoniales y apoyo para la movilización de las agrupaciones hacia las distintas fiestas.
"La declaración es extensiva a la manifestación en su totalidad. El baile chino cumple una función de cohesión y autoafirmación de la identidad social. Y eso tiene valor universal", agrega Rojas.
Herencia mestiza
Nadie sabe exactamente cuándo nacieron los bailes chinos, pero podrían remontarse al imperio inca. "Esta manifestación ritual ya existía cuando llegaron los españoles, y éstos les impusieron la obligación de someterse a la Iglesia Católica, los santos y el idioma castellano. Este proceso se fue haciendo de a poco; hasta el siglo antepasado se cantaba en idioma indígena", comenta el investigador José Pérez de Arce, del Museo Chileno de Arte Precolombino. Él y Claudio Mercado fueron pioneros en el estudio de los bailes chinos, hace 20 años.
"Su valor patrimonial más significativo es que son una manifestación mestiza, con una raíz prehispánica que se ha conservado, excepcionalmente, con mucha pureza", agrega.
Explica que la práctica es propia y exclusiva de Chile Central y el Norte Chico, dos áreas con manifestaciones muy distintas, pues en la primera pervive la cultura Aconcagua y en la otra, la cultura Diaguita. "Y donde persisten hoy los bailes chinos, siempre han existido. No se mueven. Nadie sabe con certeza cuántos existen, pero la verdad es que si te comienzas a meter en pueblitos, siempre descubres uno que no conocías", aclara Pérez de Arce.
"La gente siempre los confunde con La Tirana, pero esos son bailes que vienen del Norte Grande y se instalaron en Chile Central en los años 60", advierte.
Reconocer a un baile chino es bien sencillo. Siempre los músicos son también bailarines, y la mayoría toca flautas. Otros, percusión.
"Todas las flautas en América se tocan bailando, a diferencia de Europa", aclara Pérez de Arce.
"Sus flautas son las mismas que se siguen usando en los rituales mapuches. Son pifilcas que emiten un solo tono, pero bien complejo. Hace 20 años se hablaba de esta música como ruido, porque no tiene ninguno de los elementos que Occidente le otorga a la música. No hay melodía", detalla.
Esta música, en cambio, exhibe un alto grado de desarrollo tímbrico. Dos líneas de flautas de distintos largos -y tonalidad- van respondiéndose una a la otra, produciendo dos masas sonoras que parecen fusionarse y no tener fin. Y a ello se suma un tambor que actúa como guía para que los músicos ejecuten una compleja coreografía, que es distinta en cada cofradía. Todo ello los conduce a otro estado de conciencia.
Cada agrupación cuenta con un luthier que elabora sus flautas, y sus integrantes confeccionan sus trajes característicos.
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