El Mercurio
Llega a librerías el tercer volumen de la última entrevista que dio uno de los artistas más influyentes del siglo XX.
Romina de la Sotta Donoso
El compositor chileno Sebastián Jatz (1980) sigue explorando la senda abierta por John Cage (1912-1992), uno de los artistas más influyentes del siglo XX, un pionero que introdujo el azar en la música y que cambió los paradigmas en otras disciplinas.
"La obra literaria, musical y visual de Cage son distintas facetas del mismo intelecto", aclara Jatz, responsable de la primera y única traducción al español de la última entrevista que dio el estadounidense. Ahora lanza el tercer volumen, referido a la literatura: "Words. John Cage en conversación con Joan Rettalack" (Ediciones Metales Pesados, 152 páginas, $ 14.600).
El volumen incluye uno de los diez libros de Cage, "Art is Either a Complaint or do Something Else". En él, hace un juego con declaraciones de Jaspers Johns: construye mesósticos. Lo explica Jatz: "Escribe una palabra en sentido vertical y luego, líneas horizontales que pueden coincidir con cualquier letra de esa palabra vertical. Es un juego que se lo enseñó su alumno Jackson Maclow, quien se convertiría en el mayor poeta experimental de Estados Unidos".
"Es una manera de convivir con la obra o pensamiento de otro autor: someterlo a procedimientos azarosos y observar un resultado inaudito, transformando algo en otra cosa", agrega.
Retallack se lo pregunta directamente a Cage en la entrevista: ¿hay alguna pieza que cambió su forma de ver el mundo? Cage no lo duda. "La primera que recuerdo fue muy fuerte. Estaba en una galería mirando las pinturas blancas tempranas de los años 40 de Mark Tobey", dice. Al salir, observó el pavimento: "Y no pude ver la diferencia entre éste y el trabajo de Tobey".
Aunque entonces era muy pobre, quería comprar una de esas pinturas, y lo hizo: "Le pagué cinco dólares por semana por casi dos años. Y sin embargo aprendí de Tobey mismo, y luego de su pintura, que cada lugar al que miras es la misma cosa. No necesitas realmente el Tobey (risas)".
Ahí, apunta Jatz, hay un principio fundamental del pensamiento de Cage: la obra es parte de la realidad. Y por eso Cage habla también sobre cómo este mismo fenómeno se da en el sonido y en el movimiento. Cómo, tras conocer una creación impresionante, nuestra percepción cambia, y vemos las cosas como nunca antes: "La obra de arte, como dijo Duchamp, termina en el observador. Yo creo que es verdad".
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