El Mercurio
Investigación de la musicóloga Raquel Bustos Valenzuela rescata desde las impulsoras decimonónicas Isidora Zegers y Delfina de la Cruz, hasta la fundamental Leni Alexander y la educadora Estela Cabezas. La autora propone un recuento y una mirada a la presencia femenina en un territorio ocupado por hombres.
IÑIGO DÍAZ
Se titula "La mujer compositora y su aporte al desarrollo musical chileno" (Ediciones UC, $15.000) y viene a completar un largo recorrido de investigación de la académica Raquel Bustos Valenzuela (1936), en torno a la creación musical femenina en la historia nacional.
La propia autora detecta el origen de esta investigación en sus primeros artículos publicados. "En 1978 se programó el estreno de la obra 'Picaresca', para voz y orquesta, de Ida Vivado, y el director de la Revista Musical Chilena me solicitó que escribiera un artículo sobre la compositora y su obra sinfónica", dice Bustos.
La puerta quedó abierta para nuevos estudios. En adelante, la profesora de musicología y etnomusicología, quien ha sido destacada como la revisora musicológica y editora de las memorias del compositor Domingo Santa Cruz Wilson ("Mi vida en la música"), pobló páginas con sus artículos y dictó una serie de conferencias sobre esta presencia femenina, siempre "escasa" en un territorio que desde los orígenes ha sido ocupado por hombres.
El estudio contextualiza dos siglos, enumera dieciséis compositoras según rangos de dedicación y destaca partituras. Las primeras en el tiempo son las decimonónicas Isidora Zegers (1803-1869), española que tuvo un protagonismo determinante en el devenir de la historia y las instituciones, y la chilena Delfina de la Cruz, quien firmaba sus obras -como el vals de 1858, aquí seleccionado-, como Delfina Pérez Collar.
El siglo XX marca un aumento de nombres hasta llegar a la generación de 1950. No se adentra en la segunda mitad del siglo. La autora señala que estas compositoras fueron "personalidades autónomas e independientes, que supieron recoger lo que les ofrecía su entorno social". Dice que el manejo de la técnica de composición fue en algunos casos más intuitivo que académico y que "el mayor despliegue del talento creativo estuvo en sus obras para voz e instrumentos, cuartetos vocales y grupos corales".
Carmela Mackenna Subercaseaux (1879-1962) es fundamental en el tránsito de un siglo a otro, mientras que María Luisa Sepúlveda (1883-1958), la primera compositora titulada de Chile, destacó en la recopilación de música vernácula. Ida Vivado (1908-1989) fue la primera presidenta de la Asociación Nacional de Compositores; en tanto que Sylvia Soublette (1922) e Iris Sangüesa (1933), aparecen como representantes de la ambivalencia de las compositoras como directoras de coros y educadoras, respectivamente.
De una u otra manera, todas experimentaron la limitada edición de sus trabajos y una escasa difusión, aun cuando avanzaran a la par de los compositores. Raquel Bustos Valderrama apunta un episodio revelador: cuando Carmela Mackenna presentó su segunda misa en Francfort, el público alemán quedó perplejo al comprobar el verdadero nombre de C. Mackenna en el programa, exclamando "¡Ist eine frau!" (Es una mujer).
El peso específico de Isidora Zegers
Cantante y compositora, fue fundamental en la organización y gestión de instituciones, como la Sociedad Filarmónica y el Conservatorio Nacional de Música. Madrileña, se estableció aquí desde 1823, introduciendo una gran novedad para los chilenos: las óperas de Rossini. "La sociedad chilena sufrió un impacto con la llegada de Isidora Zegers. La admirada Europa había enviado una verdadera emisaria de las artes y, en especial, de la música. Fue considerada la máxima autoridad musical del país y verdadero árbitro supremo de toda iniciativa artística", escribió el musicólogo Samuel Claro.
Su nombre es Carmela Mackenna Subercaseaux
La compositora chilena decimonónica que destaca en este estudio es Carmela Mackenna Subercaseaux. Según apunta la autora, se le considera "una precursora de las tendencias innovadoras en la creación del siglo XX", como la compositora mejor evaluada entre los músicos con formación europea de comienzos de la centuria. De sus 45 obras, Raquel Bustos selecciona una pieza para canto y piano de 1930, "Poema de amor", que se interpretó en 1994 en el Goethe Institut con la soprano Ahlke Scheffelt y la pianista Elisa Alsina.
Estela Cabezas Espinoza, eficacia metodológica
La temuquense fallecida en 2011 escribió sus primeras obras, tituladas "Canciones de cuna", en 1945, y a partir de entonces elaboró un importante catálogo de piezas para piano y para voz y piano. Sin embargo, el gran aporte que destaca Raquel Bustos de Estela Cabezas es su trabajo en la formación musical infantil y en la creación de un método de enseñanza de la música que comenzó a desarrollar en 1960, combinando elementos lúdicos, sensoriales, estéticos y visuales, de una eficacia a toda prueba: "Música en colores" (1980).
Leni Alexander, más allá de las fronteras
Su vida entre Polonia, Alemania, Francia, Italia y Chile, sus estudios con Messiaen, sus trabajos con Maderna, su amistad con Boulez, su encuentro con Cage, y sus avanzadas creaciones contemporáneas, con obras sinfónicas y camerísticas, piezas de música concreta, cantatas, lieder , teatro para mimos, música incidental y ballet hicieron de Leni Alexander la compositora más importante del siglo pasado. Según el compositor y musicólogo Fernando García, ella es al siglo XX lo que Isidora Zegers fue al XIX.
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