El Mercurio
Cuna de artistas como Otis Redding, Wilson Pickett e Isaac Hayes, el sello de Memphis revolucionó la música negra en los 60. Ahora, con reediciones de su catálogo más esencial, vive un renovado aire de valoración. Esta es su historia.
Felipe Rodríguez
En una entrevista concedida el año pasado al diario The New York Times, John Fogerty, el ex líder de Creedence Clearwater Revival, recordó que, a comienzos de los 70, su banda "era bastante buena, pero no éramos los mejores del mundo". Ese honor, según él, le pertenecía a Booker T. & The MG's. La respuesta fue sorpresiva: ese era un grupo de soul instrumental que trabajó como la banda de estudio de la discográfica Stax Records.
Inaugurada a comienzos de los 60 en Memphis, la misma ciudad del rey Elvis, la compañía dio un golpe de timón a la realidad estadounidense. Si la segregación racial y los albores de la guerra de Vietnam fueron otro estallido de la división entre negros y blancos en ese país, Jim Stewart y su hermana Estella Axton brindaron un ejemplo. Su naciente empresa -instalada donde antes hubo un cine y bautizada al unir las dos primeras letras de los apellidos de sus dueños- giraba en sus propios gustos: abortaba la participación de grupos de rock and roll y posicionaba el soul como referente de identidad de su ciudad. Y aún más: en sus filas, la odiosidad de razas quedaba fuera. En ese sentido, Booker T. & The MG's daba un ejemplo de integración con músicos negros y blancos.
El primer golpe a la competencia, la millonaria Motown de Detroit, llegó en 1962 de la mano de un chofer de una banda de blues: Otis Redding. Ante la insistencia de tomar un micrófono, grabó un tema y, a los meses después, lanzó "Respect" y "These arms of mine", títulos que pusieron de rodillas a la competencia.
Ese fue el primer zarpazo de popularidad. Lo siguió un acuerdo de distribución para todo el país con el sello Atlantic -la discográfica de Led Zeppelin- y, especialmente, una idea de The Beatles que nunca se concretó, pero que les subió los bonos. En su gira de 1966 a Estados Unidos, los de Liverpool quisieron ensayar en sus estudios Soulsville. La idea no prosperó: el lugar, acondicionado con lo justo, fue rechazado por la policía después que jóvenes de Memphis y sus alrededores se lo tomaron. Los ejecutivos de Stax se desilusionaron. "Iba a cortar la alfombra en pedazos y venderla a los fans. Habíamos hecho cálculos y quedaba un buen saldo", dijo Deanie Parker, encargado de la publicidad de la discográfica.
La revancha demoró menos de un año en cuajar. Con el mercado estadounidense en el bolsillo, los dueños de la compañía plasmaron su primera gira por Europa. Llamada Stax/Volt Revue, el tour actuó como un revulsivo. Algunos músicos no conocían más que su propia ciudad y enterarse que en escenarios tan ajenos como Oslo, Estocolmo, Copenhague o París pedían sus canciones en las radios y se acercaban para sacarles autógrafos fue una rareza con características exóticas. Más aún, cuando en el aeropuerto de Londres los recibían como jefes de Estado. Enterados de su visita, The Beatles enviaron limusinas para su traslado, interrumpieron las grabaciones de "Sgt. Pepper... (1967)" para conocerlos e, incluso, se dice que al saludar a Steve Cropper, integrante de Booker T. & The MG's, los cuatro le hicieron una reverencia. No sería el único honor que los ingleses le brindarían a Cropper. En 1996, la revista Mojo lo citó como el segundo mejor guitarrista de la historia detrás de Jimi Hendrix. Una certificación que el músico agradeció, pero desestimó con humildad. "Es una exageración. Soy un obrero, no un virtuoso", afirmó.
La productividad de Stax era sorprendente. A la sombra mágica de Otis Redding se colaron varios más: Sam & Dave, Wilson Pickett, Eddie Floyd, The Bar Kays y Staple Singers, entre otros. En el estudio, otra rareza: no recurrían al alcohol ni a las drogas. "Debías entrar con las ideas claras, grabar rápido y salir corriendo, sobre todo en verano, que era inaguantable. Solíamos escaparnos al Lorraine Motel a darnos un chapuzón y seguir trabajando", asegura Cropper.
Mientras Stax era cada vez más cotizado, vino la tragedia. En 1967, unos meses después de consagrarse en el festival de Monterrey -donde compartió con The Who, Janis Joplin y Jimi Hendrix-, Otis Redding murió en un accidente de avión cerca de Wisconsin. Tenía 26 años y un mes después su disco póstumo, "(Sittin' on) the dock of the bay" (1968) llegaba al número uno. Esa victoria, sin embargo, fue el fin de su alianza con Atlantic Records, que les quitó los derechos de las canciones de Redding, debido a una cláusula en el contrato.
El suceso obligó a tapar el agujero tras la trampa de Atlantic. Entró otro socio, Al Bell, que coincidió con el período más político del sello tras la muerte en abril de 1968 de Martin Luther King en el propio Memphis. Bajo la administración de Bell, se editaron 27 álbumes y 30 singles en once meses y despuntaron figuras como Isaac Hayes y The Temprees. El punto culminante sucedió en agosto de 1972 con el concierto Wattstax en Los Angeles con más de cien mil personas pagando un dólar por la entrada. La politización de su nuevo catálogo fue el declive. En 1975, Stax Records se declaró en bancarrota. Según Deanie Parker, las cúpulas de Memphis abonaron la caída de la discográfica por racismo. "Éramos una empresa negra que hacía gala de su militancia y nos querían como sus camareros. No como hombres de negocios".
Los músicos emergentes no los olvidaron. En 1979, The Clash exigió a Sam & Dave como sus teloneros en su gira por Estados Unidos y Elvis Costello imitó el sonido Stax en su álbum "Get Happy!" (1980). Más allá del recuerdo que se plasma en Memphis al transformar actualmente su estudio en el Stax Museum of American Soul Music, la música de Stax revive un sentimiento poderoso: la intuición como escuela y la creatividad como antídoto contra la precariedad.
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