El Mercurio
El fundador y líder de Quilapayún debió ser arquero de la UC, pero su padre -masón e hincha de Magallanes- lo impidió. Fanático de Universidad de Chile, recorre su historia futbolera con una pasión que no cede.
Aldo Schiappacasse
"Mi papá era del Magallanes, que por ese entonces era un club muy importante, y me llevaba siempre al estadio. Recuerdo esos partidos como un espectáculo colorido y muy bonito, por lo que me hice un hincha apasionado del fútbol. Él, en esa época, trabajaba en la Papelera, que tenía unos galpones llenos de grandes rolos de papel, ideales para jugar a las escondidas, por lo que siempre le pedíamos que nos llevara.
Mandaba una camioneta a buscarnos, que manejaba un señor muy gentil, apasionado y cuidadoso, que se llamaba Juan Sánchez. Cada vez que nos llevaba nos hablaba de su hijo, Leonel, que jugaba por la Universidad de Chile y que estaba a punto de debutar en el primer equipo. Cuando lo hizo estaba tan feliz que no nos quedó otra que hacernos hinchas de la U, que iba a comenzar uno de los momentos más impresionantes en el fútbol chileno con el Ballet Azul.
Mi padre consideró este cambio como una traición, pero entendió las razones y terminó aceptando mi nueva camiseta. Eran tiempos muy bonitos, donde no había demasiada plata, por lo que para ir a ver al equipo había que colarse al estadio. Estábamos en el Lastarria, donde se armaban unas pichangas muy buenas y yo jugaba al arco. No era muy dotado técnicamente, pero para el puesto mostraba cierta habilidad: atajaba bien, achicaba con acierto y era una posición más solitaria, de carácter individual, lo que me gustaba mucho.
Por ese entonces un compañero, Eleodoro Barrientos, me convenció para que fuéramos a probarnos en la Universidad Católica, y a mí me pareció bien, pues me entusiasmaba tentar suerte. Quedamos seleccionados e ingresamos a la segunda infantil, donde pude jugar contra varios que llegarían luego al primer equipo, como el mismo Barrientos y "Tito" Fouillioux. Recuerdo que estaba muy orgulloso, que no me importaba para nada ser de la U y jugar en la UC, porque pasaba mucho en esa época y también ahora. ¿O Alexis Sánchez no es azul y jugó por Colo Colo?
El problema es que mi padre podía soportar que fuera hincha de la U, pero era recalcitrantemente masón, por lo que aceptar que su hijo jugara por los cruzados era sencillamente imposible. Así es que se negó terminantemente a pagar unas cuotas que eran obligatorias y no pude seguir en el club. Me fui con mucha pena, porque no era malo y ya me había entusiasmado mucho.
Ahí vino la mejor época del Ballet, con Musso, Araya, Eyzaguirre, Campos y Älvarez. Ya estaba en la universidad y muchas veces -como no había demasiada plata- nos colamos en el estadio para verlos jugar. Recuerdo el inolvidable triunfo frente al Santos de Pelé en el Nacional y muchos otros partidos en una década que coincidió con nuestros inicios musicales, de giras y canciones con muchos triunfos deportivos.
Cuando vino el golpe de Estado, debimos quedarnos en el exilio en Francia. Y uno termina alejándose paulatinamente del país, cortando los vínculos. Era muy difícil tener noticias del fútbol en Chile, y como nos radicamos en Francia, comenzamos a deleitarnos con una generación dorada que tenía su base en un equipo chico, sin demasiada figuración previa, que se llamaba el Saint-Etienne, que comandaba el gran Michel Platini. Entre 1973 y 1988, los años que vivimos allá, Francia vivió uno de sus mejores momentos, aunque no llegó a ganar el Mundial. Pero en 1982 la semifinal contra los alemanes fue una catástrofe nacional, porque estuvieron muy cerca de clasificar.
Yo era hincha del Paris Saint-Germain, aunque con bastante frialdad, ni comparado con mis años siguiendo a la U. En todo ese lapso el equipo en Chile anduvo bastante mal, pero lo peor fue que cuando volví, en 1988, se fue a la Segunda División. Fue como reencontrarme con todos los afectos juntos, pero el del fútbol fue muy especial. Al año siguiente, con un amigo, fuimos a casi todos los partidos del ascenso, hasta que volvimos a Primera.
Para cuando se armó el gran equipo de 1994 yo estaba haciendo clases en la universidad. Me acuerdo de que en las tardes pasaba a Heidegger en el doctorado y partía corriendo al estadio donde mi amigo me esperaba en el "Pilucho" para ver a Salas, Vargas y el resto, que eran una verdadera máquina. Volvimos a ser campeones después de 25 años y fue como si el tiempo no hubiera pasado para mí.
Aún voy al estadio y estoy feliz con este equipo, porque Sampaoli ha sido una bendición para nosotros. El otro día fui al Santa Laura a verlos contra La Serena, y pese a que ellos hicieron el primer gol, siempre supe que lo daban vuelta, porque este cuadro es maravilloso, no deja nunca de atacar. Es verdaderamente un espectáculo verlos jugar, el más potente que hemos tenido en la historia, y te lo digo yo, que los vengo viendo hace rato. Un lujo de equipo".
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