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Publicado por Javier Cisterna
¿Qué podría tener en común el ‘Milagro de los Andes’, el accidente del vuelo 571 de los rugbistas uruguayos en 1972, con la poesía popular, la paya chilena y la composición folklórica? ¿Alguien osaría esbozar algún claro ante esta interrogante? Es de dudar. Mas, ante la indecisión y el desconcierto, esta vez no cabe abstenerse. Porque sí, hay un lazo entre ambos hechos y se llama José Pablo Catalán.
Profesor de música, profesional de las rimas, trae consigo además de un arsenal de frases para el ‘aro’, una historia genética que sorprende: José Pablo Catalán es nieto de Sergio Catalán, el arriero chileno que se encontró con Fernando Parrado y Roberto Canessa, los sobrevivientes del siniestrado avión charrúa que caminaron por la cordillera hace casi 40 años en busca de la anhelada salvación.
“Trato de pasar desapercibido, pero si alguien me pregunta por el parentesco, respondo ‘Sí señor, yo soy su nieto’, pero no quiero colgarme de ese título que heredé accidentalmente”, asegura en un arrebato de autonomía, pero sin desconocer su raíz. José sabe que carga con un peso histórico, sin embargo lucha porque no se transforme en karma.
¿Cuán importante es la figura de tu abuelo en tu carrera como payador?
“La tradición campesina que heredé de mi padre y de mi abuelo ha sido fundamental a la hora de forjar mi estilo y mi tendencia para escribir o cantar. Yo sostengo que para cantar hay que hacerlo con propiedad o conocimiento de causa (…) De mi abuelo, siempre vestido de huaso, aprendí que cada vez que estoy en un escenario, por humilde que sea, es importante para mí.”
¿Tú condición de ‘nieto de’, te ha ayudado en tu carrera?
“Sin duda que cuando se supo que había un payador que era nieto del arriero, las gestiones se apresuraron. Definitivamente eso ayudó, de otra forma tal vez nunca hubiese llegado a salir de Chile como payador”, esgrime dando cuenta de sus viajes a Uruguay, que ya suman 2: uno como cantor y otro en reencarnación del heroico Catalán.
José Pablo vibra con el folklor y la costumbre campesina, y aunque está al tanto de las dificultades imperantes para difundir las composiciones de esa índole, se rehúsa a abandonarlas. La clave de la subsistencia es la seriedad y la infaltable cuota de suerte, sin ellas no podría haberse abierto camino entre los históricos de la materia.
“Los cantores saben a quién dejan entrar y a quién no. Siempre he tratado de ser muy respetuoso con todos, ellos ven la admiración que le tengo a esta tradición. Eso se ve reflejado en las invitaciones que me hacen a los encuentros de payadores a nivel nacional”, subraya.
¿Qué detonó tu afición a este arte?
“Una carta que leí, en la que los payadores reclamaban a los profesores por el desconocimiento de éstos respecto a la poesía popular. Intenté responder dicha misiva en décimas (estrofa formada por 10 versos octosílabos), aunque vale decir que más que décimas eran ‘pésimas’. Con el tiempo conocí al payador Leonel Sánchez Moya de Rancagua, quien amablemente me corrigió el escrito. Mantuvimos un férreo contacto vía mail y gracias a eso se me fueron abriendo las puertas del selecto grupo de los payadores chilenos”.
Un relato para la memoria
El sanfernandino compositor cuenta que tiene hace años guardada una historia completa en décimas, que narra al dedillo los hechos de la tragedia que hace casi 40 años terminó en proeza. “A lo mejor este es el año de publicarla”, señala al culminar.
En octubre se cumple un nuevo aniversario del accidente aéreo de los rugbistas uruguayos, y en la medida que los años siguen sumando, la gesta adquiere mayor tinte de leyenda.
En la pluma de José Pablo Catalán, poeta popular, descansa el anhelo de que los detalles no decaigan en los vicios de la ficción y conserven su brutal humanidad y sentido social.
1 comentario:
Siempre he preferido a las personas que optan por payar que por cantar o recitar. Creo que es lo mas lindo para contar una historia. Hace poco que volvi del interior del país, gracias a unos vuelos promocionales que conseguir, y pude conocer a distintos payadores que hay y son muy buenos
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