El Mercurio
El presidente de la organización gremial asegura que el conflicto que los afecta no pone en peligro la realización de la Filsa 2014
M.T.C / S.R.R.
Para Arturo Infante, hasta ahora presidente de la Cámara Chilena del Libro, pero quien ha presentado su renuncia indeclinable al cargo, el conflicto que ha salido a la luz en estos días es artificial y sucio, pero no menos serio y profundo. Deja al descubierto, según él, un tema de fondo: la difícil cohabitación de dos mundos que integran esta entidad gremial, editores y comercializadores.
La Cámara del Libro la conforman tres estamentos, editores, libreros y distribuidores, y cada uno está representado en el directorio por cuatro socios. La polémica ha sido alentada desde hace meses por uno de ellos, Norberto Dorfler, dueño de las librerías Crazy All Comics y La Comiquería. Expulsado del directorio anterior por obstruir las decisiones, Dorfler fue reintegrado en la elección del año pasado, en la que Infante resultó reelegido presidente. Marilén Wood, vicepresidenta; Jimena Pizarro, secretaria, así como el director Ramón Olaciregui, también presentaron sus renuncias esta semana.
A mediados de marzo, Infante recibió una solicitud de asamblea extraordinaria firmada ante notario por 31 empresas socias, la mayoría distribuidoras y librerías, entre ellas la de Dorfler. El objetivo de esta asamblea -antes de la cual Infante ha exigido que se ratifiquen las firmas- es que el directorio -incluido Dorfler, paradójicamente- dé cuenta de varios puntos que se le objetan y sean removidos de sus cargos.
"Me declaro incompetente para armonizar intereses con esa gente -dice Infante-. Ellos persiguen unos objetivos muy pedestres: cuán bien quedan posicionados en las ferias de libro. No les interesan las políticas públicas, los fondos concursables, todo lo que la industria tiene que conversar con las autoridades".
Según Infante, ahora se presentan dos escenarios complejos: un cisma en la Cámara, ya que "son muchas las voces que dicen hasta cuándo perdemos el tiempo, por qué no hacemos nuestra cámara de editores". Y, que "dada la relevancia que ha adquirido la feria, se diga ¿por qué tiene que estar en manos de un gremio vulnerable, si es una institución que Chile necesita para estimular los hábitos de lectura, poner foco en el libro?".
"No estoy por dividir la Cámara", asegura, "pero si estos personajes se quedan, yo me voy, del directorio y de la Cámara. Y creo que es la posición de todos los renunciados".
Uno de los puntos más cuestionados es la organización de la Filsa 2013, para la cual se firmó un contrato a cinco años con la empresa Árbol de Color, con el fin de darle una nueva imagen a la muestra y organizar el programa cultural. "A ellos también les molestó este salto. La evaluación de los editores fue muy buena; totalmente opuesta a la de los libreros y distribuidores. Incluso sacar la alfombra fue motivo de reuniones con ellos", dice Infante. Y añade: "La Cámara no perdió un peso; obtuvo un poco más de las utilidades del año anterior. Algunos de los expositores vendieron 70% más, incluidos varios de los que están firmando".
Por su parte, Marcial Cortés- Monroy, director de proyectos de Árbol de Color, señala: "Más allá del tema contractual, el acuerdo tenía que ver con participar como socios en el desarrollo de esta feria, que no es lo mismo que la producción. Y eso significó desde el primer día una inversión por nuestra cuenta. Queríamos hacer la feria más propositiva de Sudamérica, con esa meta a cinco años y con un plan estratégico de contenidos. El día que terminamos la feria de 2013 comenzamos a trabajar para la de 2014".
Y enfatiza: "Esperamos que este tema se resuelva pronto. No vamos a atender ninguno de los dichos, porque no nos corresponde, pero nuestra tarea involucra a mucha gente".
Ambos coinciden en el propósito de que la Filsa no se vulnere por este conflicto. Su realización no está en peligro, aseguran.
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