Paula Miranda no se conforma con la imagen que a veces predomina de la artista de Chillán. Por eso estudió durante veinte años su vida-obra, y ahora publica su libro sobre la que, según Nicanor Parra, es "la verdadera poeta de la familia".
Juan Ignacio Rodríguez Medina
A inicios de los años 60, Nicanor Parra escribió para su hermana Violeta "La cueca de los poetas", que ella musicalizó y cuyos últimos versos dicen: "corre que ya te agarra / Nicanor Parra". En 2009, el antipoeta la rescribió: "Qué lindos son los faisanes / qué lindo el pavo real / + lindos son los poemas / de la Gabriela Mistral / Pablo de Rokha es bueno / pero Vicente / vale el doble & el triple / dice la gente / Dice la gente sí / no cabe duda / que el + gallo se llama / Pablo Neruda / Corre que ya te agarra / Violeta Parra".
Si la poesía chilena tiene un Olimpo, en sus habitaciones de seguro viven Gabriela Mistral y Pablo Neruda. Vicente Huidobro y Nicanor Parra. Tal vez Pablo de Rokha. ¿También Violeta Parra? Lo cree, como vimos, su hermano olímpico; lo cree además Paula Miranda, una académica de la Facultad de Letras de la Pontificia Universidad Católica de Chile, especialista en poesía chilena e hispanoamericana, y autora de "La poesía de Violeta Parra". Libro que, según se lee en el prólogo, ha optado por "asomarse a la obra y vida de Violeta desde la poesía o, más bien, entendiéndola a ella como poeta, como una de nuestras mejores poetas". Para eso, en el libro se considera toda la obra musical de Parra, algunas arpilleras ("porque ella consideraba que eran canciones que se pintan"); escritos y cartas de los años 40, 50 y 60 publicados en "El libro mayor de Violeta Parra"; sus proyectos culturales y, por supuesto, los tres libros que concibió: "Décimas. Autobiografía en versos chilenos", "Poésie populaire des Andes" y "Cantos folklóricos chilenos".
Más allá de la anécdota
En el libro, Miranda reconoce que hace unos veinte años que a Violeta Parra se la considera como parte de la tradición poética chilena. Sin embargo, dice, "echaba de menos un libro que se dedicara detenidamente al valor que tiene esta poesía. Eso no está. Hay algunos estudios -muy valiosos- que la trabajan en relación con la tradición folclórica, pero que no dan con esa Violeta Parra que se apropia, transgrede y supera ampliamente esa tradición. Otros estudios me parecen excesivamente biograficistas, donde el centro está en la anécdota, a excepción de una biografía excelente que hizo Fernando Sáez".
La obra -cuya etapa final de publicación contó con el aporte de la Vicerrectoría de Investigación de la UC- le tomó a su autora veinte años. Tal cual. "Supuso conocer en profundidad cada una de las tradiciones poéticas y musicales con las que Violeta dialogó (canto a lo poeta, tonada, cueca, música española y mapuche, canción social, canción comercial, poesía moderna, etc.), tanto en documentos como en fuentes vivas; exigió madurar un modelo de análisis y escritura, y también supuso un largo proceso, del cual surgieron varios artículos, una tesis de magíster y mi tesis doctoral", explica Miranda. (Hay que advertir, sí, que de académico el libro solo tiene la investigación acuciosa, paciente, la erudición; y no una batería de notas y citas porque sí, ni de tecnicismos que aparentan ciencia, como ocurre a veces). Claro, es un libro de crítica literaria, sin embargo también tiene aspectos biográficos y es además -según dijo Raúl Zurita en la presentación del mismo- una elegía: "Parece que estuviera a punto de abandonar la tercera persona y pasar a la primera", dijo en esa ocasión el poeta.
Amor y revolución
Se lee en el libro: el pensarla como poeta implica "inscribirla entre la tradición, la restauración y la ruptura; con aspiración de trascendencia, pero sujeta a las limitaciones del mundo secularizado, en diálogo con sus coetáneos, con la experimentación y la incomodidad de las vanguardias, con la intertextualidad y la irreverencia de los años 60, pero a la vez en contacto con el clasicismo del folklore y con su permanente reinvención en la cultura popular. En resumen, estamos frente a una conciencia poética excepcional y genial, pero que ha ido sedimentando e integrando a su propio quehacer, muchas otras voces, visiones y tradiciones: las de las tonadas, las del canto a lo poeta, especialmente la del canto a lo divino y a la daira (cueca), las de la cultura de masas, las de las culturas indígenas, las de la canción social, las de la poesía moderna, incluida la antipoesía; de ahí que podamos pensar en una poeta dialógica y que solo realiza su quehacer a plenitud cuando está en comunión con otros".
El de Violeta Parra, cree Miranda, es un caso único en la poesía y la música chilena, "auroral", cuya "eclosión" se produce especialmente a partir de 1957, año en el que compone, o escribe, "El gavilán", las anticuecas y sus décimas autobiográficas.
Un aspecto que revela la originalidad de esta poesía es la diversidad de sentidos que hay en una misma composición. Por ejemplo: "'Gracias a la vida' no es solo un himno de gratitud, es una propuesta de otra forma de relacionarnos por medio de la gratitud y la compasión. Y lo logra, además, porque es una canción ritual, es un ritual de la gratitud. Entonces Violeta Parra nos está ofreciendo un poema, pero también un objeto para que nosotros realicemos ese ritual. Lo mismo ocurre con 'Maldigo del alto cielo' pero en el ámbito de la maledicencia".
Miranda cree que en la temática social y en la amorosa el aporte de Violeta Parra también es fundamental: "Introduce formas únicas de plantearse frente a estos temas". "Si uno la compara con los discursos sociales de fines de los 60, su apuesta (que es de principios de esa década) es distinta de la de la canción social más coyuntural, aunque ella sea luego la inspiradora de la Nueva Canción. Ella reconoce las estructuras más profundas de la injusticia en Chile, a los grandes responsables". Pero, agrega, "sobre la base de imágenes muy concretas y bajo complejos tonos de denuncia y hasta de invocación. Por eso su confrontación nunca es tan directa ni este tipo de poesía se agota en lo coyuntural. Su mirada es siempre más amplia y compleja. Ahí están 'Arauco tiene una pena', 'El Guillatún', 'Según el favor del viento', 'Puerto Montt está temblando' o ´Yo canto a la diferencia'. Violeta bebió productivamente de muchas tradiciones para llegar a esta nueva propuesta".
Parra, sin embargo, no habla de canto social ni político. Lo suyo, según los bautizó ella misma, son "cantos revolucionarios". "Hay un concepto de la necesidad de un gran cambio, no solo de ese momento en el que ella está pensando, sino que de las grandes estructuras". Y, a la vez, agrega Miranda, "se plantea desde una responsabilidad ética, más que política coyuntural. La canción tiene que redimir a los pobres, el cantor tiene que ser luminoso frente a su dolor, acompañarlo; tiene que denunciarlo, pero también sanarlo".
En cuanto al amor, no es solo que Violeta Parra llegue a un concepto donde la mujer se emancipa, "lo que ya estaba en las tonadas", es que "lo amoroso aparece en todas sus pulsiones vitales, en toda su vida y su estética: tiene dos matrimonios importantes, con Luis Arce y Luis Cereceda, algunos amores platónicos, otros amores menores en los años 50 y 60 y luego, coincidiendo con el descubrimiento del gran amor -Gilbert Favre-, empieza a desarrollar nuevas formas de decir este amor, más allá de la relación de pareja. Y así, en 'Las últimas composiciones' llega a una concepción sublimada. 'Volver a los diecisiete', por ejemplo, es una canción amorosa, pero también es una canción de reencuentro con las fuerzas de lo divino. En ese retroceso hacia un lugar de origen, todos nos salvamos", dice Miranda. "Ella empieza a concebir el amor como una forma de saber, de conocer, como un poder en el mundo".
Pero -ya lo dijimos, los sentidos son diversos en Violeta Parra- "también juega muchísimo con la recriminación". "En 'Las últimas composiciones' hay al menos dos canciones de una mujer que hace lo que quiere con el hombre, que lo recrimina de una manera absolutamente incontrarrestable, muy poderosa. En 'El albertío', por ejemplo: '¡Yo no sé por qué mi Dios / le regala con largueza / sombrero con tanta cinta / a quien no tiene cabeza!'". "Es una canción que golpea fuertemente a un otro que no está a la altura de esta mujer".
La última canción
Si uno sigue a Miranda -y a pesar de que la misma autora ocupa el término-, en el caso de Violeta Parra no cabe hablar de etapas en su obra, sino de relevos. De supresión, preservación y cambio, a la vez, en el mismo movimiento. Como una espiral.
"Infancia e iniciación", "La investigadora alternativa, las cantoras y los cantores a lo poeta", "Eclosión creativa y multiartística: primeras composiciones", "Los 'cantos revolucionarios' y Francia" y "Pulsión erótico-amorosa en sus últimos proyectos" -las "etapas" que propone la autora- no son cinco diversidades, sino un universo, una identidad creativa, donde el todo suma más que las partes... porque no hay partes. "En Violeta Parra, las diversas tendencias y búsquedas estéticas se van superponiendo en su obra, enriqueciéndola y renovándola permanentemente, sin jamás detenerse", se lee en el libro.
La última "etapa" de esa vida está marcada, según Miranda, por "una pulsión pasional-amorosa en lo musical y tanática en lo pasional. Una es de signo positivo y creativo, la otra la lleva a la autodestrucción". Es la época de la "Carpa de La Reina", que -sabemos- fracasó; de varios intentos de suicidio hasta el definitivo de 1967; y de "Las últimas composiciones".
"Este LP no puede ser considerado como un disco más en su fecunda producción -escribe Miranda en el libro-, sino que debe ser pensado como la acumulación y resultado de todas las experiencias, estéticas y vitales, de Violeta durante su vida. Cada una de las canciones fue cuidadosamente elegida por Violeta y el disco puede ser considerado una suerte de síntesis crítica y plena de su obra".
Es evidente, y lo hace notar Miranda, que esas últimas composiciones son las últimas palabras de Violeta Parra, su canción final. Ya el título del disco lo señala, también "el tono de clausura" de varios de sus versos: "y más no cántico por que no quiérico", "cuando se muere la carne / el alma se queda a oscuras", "cierra tu canto / tira la llave al mar", "que la vida es mentira / que la muerte es verdad". Sin embargo, su última canción es también "Un domingo en el cielo": la que le cantó a Nicanor Parra -su "hemano-padre"- un día antes de suicidarse; esa que habla del Paraíso como el lugar de la alegría, el canto y la fiesta: "De lejos sentía el Amo / fragancia de chicha crú'a / Pa' sus adentros pensaba / '¡Qué fiesta tan macanú'a!'".
La nueva versión de "La cueca de los poetas", el manuscrito con la inconfundible letra de Nicanor Parra, abre el libro de Paula Miranda: "Me lo regaló Don Nicanor para ponerlo en el libro como un marco de lectura, allí su hermano reemplaza su propio nombre por el de Violeta, para que la pensemos entre los grandes de la poesía chilena", porque para él "es ella la mejor poeta de la familia". "La Violeta nos da cancha, tiro y lado", le dijo. En el libro, Miranda recuerda que el antipoeta le contó un sueño -persistente- que tiene con su hermana: hay un paisaje oscuro, Violeta Parra está subida en una escalera de caracol "que da al vacío"; desde allí le extiende la mano a su hermano y le dice: "Tito, mátate, vente conmigo, allá atrás ya no queda nada".
Ahora, en su oficina, preocupada de lo que vaya a decir Nicanor Parra al leer estas líneas, Miranda recuerda que cuando fue a dejarle el libro, el antipoeta le dijo que se habían equivocado en decir que Violeta Parra era la número uno de la familia. "¿Y quién es, Nicanor?". Medio en broma le dijo: "La mamá Clarisa". "Porque su mamá, Clarisa Sandoval, fue cantora, recopiladora de tonadas, de cuecas, de canto a lo humano y a lo divino, y Violeta Parra en sus libros de recopilación transcribe parte de esta herencia. Entonces me dice Nicanor: 'Acabo de leer los textos que están en 'Cantos folklóricos chilenos', y es ella la poeta de la familia'".
Hojas de Violeta
Para acercarse a la vida y obra de Violeta Parra están las alternativas familiares: "Violeta se fue a los cielos" , recuerdos de su hijo Ángel; "Mi hermana Violeta Parra" , de Eduardo Parra, quien cuenta a su hermana en décimas; "Vida, pasión y muerte de Violeta Parra" , de su hermano Roberto, biografía póstuma, que mezcla verso, prosa y diálogos; "El libro mayor de Violeta Parra" , de Isabel Parra, que si bien no es una biografía, reúne textos y fotografías de su madre. Más allá de la familia están: "Violeta Parra o la expresión inefable" , de Marjorie Agosín e Inés Dolz-Blackburn, un análisis crítico de la obra de "Gracias a la vida"; "Yo, Violeta" , biografía novelada, escrita por Mónica Echeverría; "Violeta Parra, la guitarra indócil" , un ensayo de Patricio Manns; "Violeta Parra: la última canción" , de Leonidas Morales, donde el autor vuelve a la obra de la poeta para mirar detrás de la cultura del espectáculo; "Violeta Parra. Instantes fecundos, visiones, retazos de memoria" , de Jorge Montealegre Iturra; y "La vida intranquila. Violeta Parra. Biografía esencial" , de Fernando Sáez, según se dice, la mejor biografía de la cantora.
Museo Violeta Parra
En marzo, a propósito de una visita del entonces Presidente Sebastián Piñera a las obras del Museo Violeta Parra que se ubicaría en Vicuña Mackenna, el diario La Segunda anunció que la apertura del mismo sería en junio. Consultada por correo electrónico al respecto, Isabel Parra -hija de Violeta- señaló: "No tenemos fecha de inauguración". El museo, según el sitio web del "Legado Bicentenario", se llamará "La jardinera", asunto que también desmintió Isabel Parra.
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