El Mercurio
En Chile hay 12 mil niños en orquestas juveniles. Una de ellas es Ayekafe, en Arauco. Estos músicos, la mayoría de origen rural, se han presentado en el Luna Park de Buenos Aires y en el Municipal de Santiago. Ahora están seleccionados para el mayor hito de su carrera, el encuentro mundial de orquestas juveniles en Iguazú. El problema es uno solo: aún les falta dinero para ir.
Por Claudio Gaete, desde Arauco. Fotos Felipe Ignacio González
Mical soñó una vez que su violín estaba hecho de cristal. Era delicado y frágil, y tenía que tomarlo con cuidado para que no se rompiera.
Ella tiene 11 años y está en sexto básico. Ha tenido ese sueño solo una vez y no sabe si significa algo. Lo que sí sabe es que le apasiona ese instrumento. Cuenta que cuando un grupo de profesores llegó a su curso en la Escuela Edelmira Vergara de Arauco, hace dos años, para preguntar si alguien quería participar en la orquesta juvenil, ella fue la primera en levantar la mano.
No sabía mucho de música y mucho menos de música clásica, pero le gustaba el violín. Lo había visto en unos videos y tiene un primo que sabe tocarlo. Siempre le gustó el sonido.
Hoy lleva dos años en la Orquesta Juvenil de Arauco Ayekafe, que en mapudungún significa "los que tocan instrumentos", y ya es capaz de sacar algunas melodías con tan solo escucharlas.
"Me enseñaron la postura del violín y del arco, y luego a leer las partituras. Lo que más me costó fue hacer los ligados (legato) y empezar a hacer notas distintas, en diferentes cuerdas, y cambiar de una posición a otra. Ahora ya lo domino. Cuando nos enseñan una canción, la busco por internet para saber cuál es el ritmo. Ya he sacado dos canciones". Una es "La niña de tus ojos" (canción cristiana de Daniel Calveti), y "La canción de la alegría" (de la novena sinfonía de Beethoven). Mical habla con entusiasmo. Pronuncia cada palabra con cuidado, con todas las eses y con una elocuencia poco común para un niño.
"Me gusta Vivaldi. Y siempre me ha gustado Mozart. En un libro leí que él empezó a componer música a los cinco años y en esa época era el único niño prodigio que había. Eso me llamó mucho la atención. Yo me siento un poco prodigio", dice tímida.
Su padre, Luis Huenimilla, cree que el amor por la música le viene de cuando su esposa estaba embarazada de ella y escuchaban himnos evangélicos. También a Beethoven.
Ensayar y ensayar
Es la tarde del viernes en una sala de clases de la escuela Edelmira Vergara, en Arauco, una ciudad de no más de 20 mil habitantes a 67 kilómetros al sur de Concepción. Es el día que la orquesta se reúne a ensayar, bajo la batuta del maestro Manuel Fuentealba. Él viaja especialmente desde Concepción cada viernes para dirigir a los cerca de 30 niños y jóvenes de entre 9 y 19 años que componen la orquesta.
Con un metrónomo electrónico, Fuentealba va revisando uno por uno los instrumentos para ver si están afinados. Entre las conversaciones y risas, se escuchan violines, violas, cellos, flautas, clarinetes, tambores, algunos afinando y otros repasando melodías frente a una partitura. De pronto, el maestro se para frente al grupo y pide silencio con energía. Golpea su batuta contra un atril y pide afinar por grupos de instrumentos. Luego levanta la batuta, da una mirada a todo el grupo y ordena: "Farándula".
Con ímpetu, la orquesta comienza a tocar la suite número 2 de "La Arlesiana", de George Bizet, que incluye la pieza llamada "Farándula".
Una vez terminada, comenta:
-¡Tienen que ser mucho más expresivos! ¡Esto requiere fortissimo!
Se repite la pieza. Luego se toca otra. Así, hasta pasadas las 6 y media de la tarde. La orquesta se está preparando para su desafío más importante: Iguazú en Concierto, un festival de orquestas y coros juveniles de todo el mundo y para el cual fueron seleccionados entre cientos de agrupaciones.
El evento contempla seis días de presentaciones en distintos lugares naturales y cierra con un megaconcierto, donde más de 700 músicos interpretarán distintas piezas. Una de ellas es una versión sinfónica de la canción de Los Jaivas, "Todos juntos". El tema fue interpretado por la orquesta en una presentación que realizó en Buenos Aires en 2013, en otro encuentro de orquestas juveniles.
"Fue tal la impresión que causó que los organizadores decidieron que esa pieza debería estar en el megaconcierto de clausura", cuenta Jaime Escobar, presidente de la Agrupación Cultural de Padres y Amigos de la orquesta Ayekafe, que fue formada para poder postular a fondos concursables que les permitan solventar los gastos.
Aaron tiene 12 años, va en séptimo básico y toca la caja y el bombo. Ingresó a la orquesta hace cuatro años, es el hijo de Jaime Escobar y le gusta la percusión, "porque es una forma libre de expresarse".
Dice que antes sabía algo de música, porque una tía tiene un piano y él, a veces, tocaba un poco. "Además, el piano igual es un instrumento de percusión y no mucha gente lo sabe", afirma con seguridad. Hiperactivo y con alma de líder, según sus profesores, Aaron cuenta que le gustaría seguir en la orquesta. Gracias a ella, fue a Argentina en 2013 e hizo un solo en el teatro Luna Park. "Igual me dio un poco de nervios, pero me sentía tranquilo porque estaba haciendo lo que me gusta", dice.
Ingresó a la agrupación a los ocho años, ensaya dos horas al día y aunque no sabía de música clásica, hoy se preocupa de bajar piezas de Mozart desde internet, y en su computador guarda videos de orquestas que le gustan. Tiene promedio 6 y espera con ansias el notebook que le va a llegar de regalo por parte de su escuela. También le gusta el fútbol, es hincha de Colo Colo y del Real Madrid y es seleccionado de su escuela.
Como los otros niños, formar parte de la orquesta le ha permitido ampliar su vocabulario y familiarizarse con términos musicales, como el adagio y el forte. Le encantan los platillos porque suenan muy fuerte y entre sus obras favoritas está la "Obertura 1812", de Tchaikovski. La pieza, incluye el uso de cañones en la parte final. "Al final es pura percusión, es muy buena. Este año, cuando fuimos a Lebu, la escuché en vivo, es emocionante, se me pone la piel de gallina", afirma.
"Amo la música"
En 2007, el entonces director de la escuela Edelmira Vergara, José Parada, junto con la jefa técnica de la entidad y actual directora, Soledad Vega, y la profesora de Música, Alba Vargas, le dieron vida a la orquesta Ayekafe. Querían fomentar la música entre los alumnos, para que mejoraran el rendimiento y tuvieran una actividad atractiva a la cual dedicarse. En el pueblo no hay mucho que hacer, los inviernos son lluviosos y grises, y vive una importante comunidad de origen mapuche de escasos recursos.
Postularon a los fondos que entrega la Fundación Orquestas Infantiles y Juveniles de Chile y lograron que les pasaran instrumentos en comodato. Luego les pidieron a profesores de Música de la Universidad de Concepción que hicieran audiciones entre los niños y que impartieran clases.
"El tema de la música clásica implica más dedicación, más responsabilidad y apoyo de la casa para permanecer en la orquesta. La música docta no es habitual que sea escuchada por los niños", cuenta Soledad Vega.
Al principio, la actitud de los padres no fue tan cercana, pero luego se fueron involucrando y hoy están organizados en la agrupación que preside Jaime Escobar.
Actualmente la orquesta tiene 33 músicos y hay un semillero de nuevos integrantes cada año, lo cual da una cifra final de 49 músicos.
Gerardo Millar tiene 19 años y estudia Ingeniería Civil en la Universidad del Biobío, pero aún pertenece a la orquesta. Entró hace tres años y toca el violín. En la escuela dicen que tiene un talento innato.
Gerardo dice, timidamente, que no tiene talento. Pero, cuando entró a la orquesta no sabía nada de música. Aprendió a tocar el violín en poco tiempo. "Aprendí viniendo a las clases, de oído. Siempre me ha gustado la música clásica, pero no escuchaba mucho. Eso sí, me daba cuenta de que memorizaba todas las melodías rápidamente y cada vez me gustó más".
Sus compositores favoritos son Bach, Mozart, Boccherini, Mendelssohn y Schumann, a quien considera más expresivo.
De repente la timidez desaparece y deja ver su pasión por la música. Habla de su admiración por Itzhak Perlman y Yehudi Menuhin, dos de los más connotados violinistas del mundo. De Perlman lamenta no haberlo podido ir a escuchar cuando vino a Chile en 2012 y que le gustaría tocar como él.
"Pero se me complicaron las cosas. Mis papás me dijeron que no, que esto no da plata. Ya lo he conversado mucho con ellos. Igual me dolió, pero me acostumbré a la carrera", afirma.
Su papá es obrero y trabaja arreglando jardines para la municipalidad de Arauco por el sueldo mínimo. Gerardo se ganó una beca gracias a sus buenas notas y ya no tiene que viajar todos los días a Concepción, sino que le pagan una residencial cerca de la universidad.
-¿Te gusta ingeniería más que música?
-No, me gusta más la música. Me encanta la música, amo la música.
El dinero que falta
Entre el 26 y el 31 de mayo se realizará en Puerto Iguazú la quinta versión del Festival Iguazú en Concierto. El viaje ha sido motivo de alegría para estos niños. Pero también de preocupación. Se requieren, al menos, 22 millones de pesos para traslados, alojamiento y alimentación. Esto, considerando un viaje en bus: más de 60 horas de ida y otras 60 de vuelta. Hasta la fecha, cuenta Jaime Escobar, han logrado juntar 19 millones y medio. Soledad Vega, la directora de la escuela, detalla que redestinó dinero para un plan de mejora para el establecimiento y pudo aportar 5 millones. La municipalidad de Arauco también realizó una contribución y la empresa Celulosa Arauco entregó un cheque por 4 millones de pesos. "El resto se ha obtenido a punta de bingos, rifas, completadas, venta de empanadas, pescado frito y todo tipo de actividades que realizan los apoderados cada fin de semana", cuenta Escobar.
El viernes, el día del ensayo, Escobar les dio un reporte a los niños con todo lo recaudado y les dijo que habían conseguido permiso municipal para tocar en lugares públicos, así que les anunció que iban a presentarse los domingos en la plaza, después de misa.
"Esperamos conseguir la plata que nos falta. Queremos que tres integrantes, los que están en la universidad, se vayan en avión, porque así, en vez de perder dos semanas de clases, solo será una. Pero lo ideal sería que todos los niños se fueran en avión y no en bus", cuenta Escobar. "Pero eso sí que nos saldría caro".
El ensayo general ha terminado. Algunos alumnos se quedan a practicar un rato más, mientras se escuchan los acordes de "La Cumparsita". Entre ellos está Francisco Matamala. Antes de entrar a la orquesta, no era buen alumno. A los 12 años se lo pasaba jugando fútbol y, en sus propias palabras, dice que era "desordenado e inquieto". Tenía malas notas y, según Soledad Vega, "costaba que aprendiera, que se quedara quieto, sus padres trabajaban y pasaba mucho tiempo sin supervisión".
Eso, hasta que apareció la orquesta juvenil. Y un cello. De eso ya van seis años y hoy es considerado el más talentoso por los profesores. Actualmente está en un preuniversitario preparando la PSU para poder estudiar Licenciatura en Música en la Universidad de Chile.
Francisco cuenta que no sabía nada de música, pero le llamaba la atención la clásica. Un día vio un comercial de tallarines, donde tocaban algo que le gustó, pero no conocía. Buscó la pieza en internet y quiso sacarla con su instrumento. En poco tiempo, tenía dominada la suite número 1 para cello de Bach.
"El cello me gustó desde el principio. Cuando llegaron los profesores, cada uno tocó una melodía con un instrumento y un profesor interpretó 'La Pantera Rosa', y yo dije, ese es mi instrumento. Nunca me cambie. Fue un flechazo. El sonido me gusta, los graves, los agudos, se pueden interpretar cosas románticas, rápidas, uno puede expresar muchos sentimientos con más facilidad".
El cambio que la música provocó en Francisco es innegable. Sus notas y su comportamiento mejoraron. "El solo hecho de haber rescatado a ese niño, le da un valor a la orquesta", dice la directora.
Hoy Francisco le dedica siete horas diarias a la práctica.
Su único sueño es pertenecer a una orquesta profesional.
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