Ozzy Osbourne fue el maestro de ceremonias anoche interpretando los principales éxitos de la banda ante 60 mil personas en Ñuñoa. Un adiós caracterizado por el alto voltaje del grupo que engendró el heavy metal.
José Vásquez
Ozzy Osbourne recarga baterías con la energía que le devuelve el público en una contienda desigual, ante 60 mil personas que libra triunfador. Anoche en el Estadio Nacional, el cantante de Black Sabbath era insistente en sus gritos para que sus fans "se volvieran locos", provocando una euforia que parecía activarlo, empujado por canciones como "Children of the grave", que casi al final de su presentación provocó uno de los mayores estruendos en Ñuñoa.
A tres años de su última visita, la banda volvió en el epílogo de su carrera a bajar el telón en Santiago con su gira "The end". Una despedida que el grupo se vio obligada a anticipar por el cáncer que aqueja a Tony Iommi, el guitarrista del conjunto quien batallando contra la enfermedad, quiere decir adiós mostrando su mejor versión en vivo.
El músico que patentó desde las cuerdas de su instrumento el sonido del heavy metal, inició la noche creando oscuras atmósferas, instalando una liturgia negra y quemante como el video que pasadas las 21:10 horas avisó por las pantallas gigantes del escenario que un demonio había sido engendrado.
La primera canción de la noche anticipó un relato cronológico que iba a marcar su frontera en la mitad de la década del setenta, los inicios de su carrera y su etapa más productiva. "Black Sabbath", el tema homónimo que abrió la discografía de la banda hace 46 años golpeó nítida, con un sonido apabullante que se amplificaba con los poderosos riffs de Iommi, celebrados con bengalas desde la cancha.
Ozzy, como maestro de ceremonias, con una voz que fue ecualizando a medida que pasaron los primeros minutos, fue presentando los temas de un show que continuó con "Fairies wear boots", incluida en su segundo álbum, también del 70, seguida de "After forever", de su tercer lanzamiento en 1971.
La explosión popular llegó de la mano de los himnos del grupo como "War pigs" y "N.I.B.", comandada por Geezer Butler en el bajo, desatando una fiesta en la cancha del estadio, generando un espectáculo que no necesitaba de pirotecnia desde la producción, ya que la misma gente la proveía iluminando el campo con bengalas que seguían apareciendo en un show que continuó con "Hand of doom", un extenso y apabullante solo de batería de Tommy Clufetos, -músico invitado a esta gira- "Iron Man" y "Dirty women".
"Paranoid", el éxito más comercial en la carrera de Black Sabbath, timbró la que se anunció como su despedida definitiva de Chile. Después de una hora y cuarenta minutos, y luego de que la gente se volviera tan loca como había pedido durante toda la noche Ozzy Osbourne, las pantallas gigantes del estadio colgaron el aviso definitivo de un recorrido que se quiso finalizar por capítulos: "The end". La escala en Santiago también, ya era historia.
Un escalón menos
El 20 de enero en Nebraska, Estados Unidos, comenzó el último tour de Black Sabbath que marcó como su fecha final el próximo 4 de febrero en Birmingham, Inglaterra, la ciudad cuna de la banda, un regreso a casa para acabar con su historia entre los suyos. Ozzy Osbourne y compañía llegaron a Chile el viernes, provenientes de México y ahora continuarán su recorrido sudamericano el miércoles en Córdoba, Argentina, terminando el 4 de diciembre en Sao Paulo.
Ayer en la tarde fue la banda nacional Yajaira la encargada de abrir el espectáculo pasadas las 19:00 horas, quienes luego dieron paso al hard rock de Rival Sons, el ilustre número telonero californiano que ha acompañado en las últimas fechas a la banda británica.
Gran soporte Rival Sons fue la banda elegida para abrir la presentación en Chile de Black Sabbath. A ellos se sumó el grupo local Yajaira.
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