En los últimos años, una oleada de compositores han contado su vida, iluminando las bambalinas de una época. Mientras se lanza en español la "Autobiografía" de Morrissey, llegan a Chile "Born to run", las elogiadas memorias de Bruce Springsteen, y "M Train", el nuevo libro de Patti Smith. Y parte el poeta Leonard Cohen.
Roberto Careaga C.
Aceptó con algún temor, pero finalmente dirigir un torneo de ajedrez infantil no fue difícil. Patti Smith, la legendaria madrina del punk neoyorquino de los 70, fue casi una "figura decorativa" en un campeonato en Reikiavik, la capital de Islandia, a mediados de 2007. Si dijo que sí fue porque había una recompensa: la dejarían fotografiar el tablero de ajedrez donde en 1972 se jugó la partida entre Bobby Fischer y Boris Spaski, un símbolo de la Guerra Fría. Sin embargo, la luz fluorescente del lugar le arruinó la foto. Cuando estaba olvidando el asunto, sonó el teléfono de su habitación en el hotel y un hombre que se identificó como el guardaespaldas de Fischer le propuso un encuentro con él a medianoche. Ella también debía llevar un guardaespaldas.
Se reunieron en un comedor privado del hotel. Smith, flanqueada por un guardaespaldas que acababa de contratar, Fischer con el suyo de siempre, envuelto en una parca oscura que usaba con la capucha bien puesta. Por ese entonces, el ajedrecista era ya un loco famoso y se comportó como tal: le lanzó una perorata obscena y racial que se transformó en una delirante teoría conspirativa. "Está perdiendo su tiempo", le respondió Smith, y el ajedrecista calló, se sacó la capucha y le preguntó si se sabía alguna canción de Buddy Holly. "Nos pasamos las siguientes horas cantando, a veces en solitario, otras a coro, aunque recordábamos solo parte de las letras", cuenta la cantante.
No todas las historias de Patti Smith terminan cantando. Al menos no las que cuenta en su nuevo libro, "M Train". Publicado el año pasado en inglés y recién lanzado en español y disponible en Chile, se trata de un volumen de memorias zigzagueantes en torno a la escritura, la lectura, el tiempo y los viajes que en la primera línea revela su tono: "No es tan fácil escribir sobre nada", se lee y el que habla es un cowboy que aparece en un sueño de Smith. El volumen puede leerse como una continuación libre de "Éramos unos niños", que en 2010 la reveló como una escritora: recibió el National Book Award. Tampoco era aquella una biografía tradicional -narraba su explosión musical en los 70 a la luz de su amistad con el fotógrafo Robert Mapplethorpe-, pero vino a confirmar lo que Nick Cave o Bob Dylan ya nos habían adelantado: que los rockeros también pueden escribir. Y a veces bien.
"Springsteen sabe escribir no solo letras de canciones que te marcan de por vida, sino una prosa sólida y de calidad", dijo el novelista Richard Ford hablando de "Born to run", las memorias de Bruce Springsteen, ya disponibles en Chile. Emotivo y enérgico, el autor de "Dancing in te dark" cuenta cómo salió del pueblito industrial de Freehold, Nueva Jersey, para convertirse en el "Jefe". Es una autobiografía tradicional, en la misma línea que una oleada de libros facturados por rockeros de respeto: de Morrissey a Kim Gordon, la bajista de Sonic Youth, incluyendo a Elvis Costello, el Sex Pistols John Lydon, Neil Young, Pete Townshend y antes, brillando como una gran sorpresa, Keith Richard. Todos han ido mostrando la historia íntima de la música popular de nuestro tiempo.
Cantando la verdad
"Más crispado y menos cortés que cualquier otro lugar de la Tierra, Manchester es el estertor último del viejo ardor, el sitio donde tuvimos el corazón en un puño, prohibido como nos está ser románticos", escribe Morrissey, el británico que musicalizó la tristeza en los 80 al mando de The Smiths. Habla de su ciudad natal, que mientras crecía en los 60, a los 11 o 12 años, fue un entramado de calles que él vio cómo eran demolidas a medias por el Estado: los saqueadores hicieron el resto. Más allá de su estricto colegio católico, aparecían esas ruinas que también eran escondites. Ahí se inicia "Autobiografía", publicado en 2013 en inglés y ahora lanzado en español por editorial Malpaso, aunque aún no llega a Chile.
Se dice que una vez que Morrissey firmó el contrato con el grupo Penguin Random House para publicar su "Autobiografía" exigió que saliera por el sello Penguin Classics, junto a clásicos como Tolstoi o Borges. Se trata de la historia de un músico difícil: sus tiras y aflojas con los sellos discográficos, con agentes, la prensa musical y también dentro de The Smiths, incluida su amistad quebrada con el guitarrista Johnny Marr, son fundamentales en el libro. Y en su estilo, Morrissey siempre juega al misterio con su sexualidad: cuando un amigo, a los 12 o 13 años, le cuenta por qué lo seguían las niñas de su colegio, no le importa: "Me lo contó porque yo no lo sabía y, después de saberlo, todavía me interesó menos que cuando no lo sabía", dice.
El relato de su infancia y adolescencia es quizás lo que mejor logra Morrissey: menos que el célebre cantante, es un anónimo apesadumbrado en un colegio demasiado duro, la calle es ruda, la Iglesia Católica impenetrable. Sus padres y su hermana son sus cómplices, y también desde muy niño los programas de televisión -"Miss Mundo" y el "Festival de Eurovisión"- y la música: empieza a comprar sus propios discos y se encierra con ellos. "Estos pequeños discos negros son mis primeras propiedades, míos, pagados con la acumulación de mi propia calderilla, un reflejo de mi terquedad. Los veo girar y girar en un sueño, llamando, señalándome el camino", anota.
Atrapado en la mediocridad de Manchester, a los 17 años Morrissey respondió el aviso para sumarse a una banda de rock, mucho antes de The Smiths, y se puso a cantar: "Fuerzas se fusionan y yo, ya demasiado perdido en las profundidades para ser rescatado, canto. Contra los comandos de todos que había conocido en toda mi vida, ¡canto! Mi voz se acerca al micrófono y el trémulo tembloroso se devora el cuarto con un tono aceptable y... estoy liberado de la definición de mi vida impuesta a mí por otros y sus opiniones ya no importan. Estoy cantando la verdad solo, que podrá ser también la verdad de otros", escribe.
Born in the USA
No muy lejos de donde crecía Morrissey, también lo hacía Declan Patrick MacManus, que luego sería conocido como Elvis Costello. Era un poco mayor, vivía en Londres y los sábados su padre, trompetista y cantante, lo llevaba al Hammersmith Palais, un popular salón de baile. Ahí se sumaba a la Joe Loss Orchestra para entonar las canciones en español. El pequeño Elvis caía hipnotizado : "Sería imposible referir aquí cuánto significó para mí estar allí o mencionar todas las cosas que probablemente aprendí de aquellas tardes agazapado en la penumbra", escribe.
Costello escribe en "Música infiel y tinta invisible", sus memorias. Un volumen de 780 páginas, donde el decisivo compositor New Wave de los 70 avanza sin pausa y con soltura por 40 años de música popular. Es su historia, pero también la de un auditor: desde sus tardes en Hammersmith Palais, pasa a The Beatles, Pink Floyd, la movida Motown, Joni Mitchell, Tom Petty, The Who, entre muchos otros. Cuenta sus encuentros con Bob Dylan, Tony Bennett, U2 y, también el día que conoció a Bruce Springsteen: "Tenía pinta de haber estado reparando su motocicleta en el garaje hacía unos minutos".
De mecánico, nada. Springsteen siempre fue un rockero y fue así como se ganó la vida desde siempre. En su biografía, "Born to run", narra con detalles el largo camino de bandas adolescentes con las que circuló por bares, colegios y fiestas de Nueva Jersey, ganándose el respeto de las pandillas locales, los "ra-rah" y los "greasers. Todo partió en el momento más obvio: el 9 de septiembre de 1956, Ed Sullivan presentó en su programa de televisión a Elvis Presley. Bruce tenía 7 años.
"Cuando acabó todo aquella noche, aquellos pocos minutos, cuando el hombre de la guitarra desapareció envuelto en el griterío, me quedé como en trance ante el televisor, con la mente ardiendo. Yo también tenía dos brazos, dos piernas, dos ojos, tenía una pinta horrible, pero ya lo solucionaría... ¿qué me faltaba entonces? ¡¡LA GUITARRA!!", escribe Springsteen recordando la noche que vio a Elvis. Al día siguiente, convenció a su mamá, que solo pudo arrendarle una guitarra a su hijo. No sirvió mucho, pasaron años para que aprendiera a tocarla. De eso se trata "Born to run": de todos esos pequeños fracasos que hicieron a Springsteen. Partiendo por esas noches en que se subía al auto de su madre y siendo un niño entraba a los bares de Freehold a buscar a su padre, que llevaba ya demasiado tiempo en la barra.
Criado entre irlandeses e italianos, Springsteen fue parte de una gran familia que se esparcía por varias casas. Nunca tuvieron demasiado, sin embargo. Al frente estaba la iglesia. Empiezan los 60 y de fondo sonaban los "hermosos sonidos de la música popular estadounidense. La calma antes de la tormenta del asesinato de Kennedy", escribe. Tras una larga historia de bandas adolescentes, 1973 lanzó su primer disco como solista, "Greetings from Asbury Park, N.J.". Lentamente consiguió respeto; en 1984 logró el éxito. Springsteen narra detalle tras detalle, un cúmulo de historias musicales y también un examen personal: una bruma lo acecha y a los 35 años, avanzando con un amigo por una carretera de Los Angeles, siente que ya es adulto y le pesa.
"Está oscuro, cada vez más. Mi pozo de emociones ya no está siendo canalizado con seguridad hasta la superficie. Se ha producido un 'suceso' y mi depresión borbotea como un vertido de petróleo que contamina el hermoso lago verde turquesa que es mi cuidadosamente planeada y controlada existencia", escribe Springsteen, que tras conseguir ayuda médica sale adelante. Poco después, escribe la canción "Born in the USA" y se convierte en una celebridad nacional.
De esos detalles musicales en los que abunda Springsteen en "Born to run", Patti Smith prescinde completamente en "M Train". Casi no hay música en el libro. Jamás cuenta que escribe una canción. Con suerte habla de un largo poema que no sabemos si llega a terminar: 100 versos para Roberto Bolaño, inspirada en la lectura de "2666". Lo que cuenta Smith es una historia imposible: que en vez de ser la leyenda del punk, es una anónima habitante de Nueva York que cada día llega a su café favorito en el Greenwich Village, para perder el tiempo. O a escribir esta historia de viajes, muchos con su fallecido marido Fred Smith, algunos hasta la tumba de Genet o Rimbaud, otros a la casa de Frida Kahlo, otros a ver su casa frente al mar casi, pero solo casi, destruida por el huracán Sandy, otros buscando un abrigo negro que una vez le regaló un escritor. Smith recuerda sin planes, hace que este no sea el libro de una rockera, ni siquiera de la punk que ha sido, sino la de una poeta que no está dispuesta a olvidar.
El poeta Leonard Cohen
Leonard Cohen tenía 60 años y adoptó el nombre de Jikan. Lo usó entre 1994 y 1999, el tiempo en que estuvo aislado del mundo, viviendo como monje en el monasterio zen Mount Baldy, en California, En esos años escribió muchos poemas que después de salir del monasterio reunió en un volumen llamado "Libro de los anhelos", publicado en 2006. Fue el último que lanzó. El primero, "Comparemos mitologías", lo había publicado en 1956, cuando tenía 22 años, y era un anuncio de las inquietudes religiosas que nunca cesarían de acecharlo.
Muerto el jueves pasado a los 82 años, Cohen se fue siendo un músico activo y sorprendente: había lanzado hacía menos de 20 días su último disco, "You want it darker", y los elogios fueron unánimes. Era tan reconocido por su música que solía olvidarse que también era escritor. Poeta y novelista. Antes de tomar una guitarra, de hecho, ya tenía una carrera literaria. Tras su debut, se instaló en la isla griega de Hidra, donde escribió los poemas "Flores para Hitler" (1964) y las novelas "El juego favorito" (1963) y "Los hermosos vencidos" (1966), ambas experimentales . Solo luego de esos títulos, Cohen lanzó su primer disco "Songs of Leonard Cohen", que también está hecho de poemas.
Mientras brillaba como músico, entre 1972 y 1984 publicó otros cuatro libros de poemas. Era un reflejo de su música: hondura existencial, simpleza, religión, mujeres y muerte. Todo había empezado siendo un niño: después de que su padre muriera, cuando él tenía 9 años, Cohen tomó una de sus corbatas y con ella envolvió una hoja donde había anotado un par de versos. Luego lo enterró todo en el jardín. "Fue la primera vez que establecí una relación entre la literatura y las cosas importantes de la vida", contó Cohen.
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